Visitando al pintor...

Hasta la aparición del Gitano, creia que estos días se trataría solo de Damián y yo haciendo el amor en cada ambiente de la nueva casa. Pero bueno, ustedes ya saben lo que pasó. Apareció el Gitano, y trastocó todos mis sentimientos, y lo que antes era certeza ahora se había vuelto incertidumbre.
Damián ya estaba trabajando desde hacía varios días y yo todavía no lo había visitado ni una sola vez. De alguna forma tenía que hacerle pagar el desplante que me había hecho. Claro que pasados unos días el castigo ya me pareció suficiente. Así que le hice una visita.
No solo debía llevarle la segunda mitad del pago, sino, lo más importante, quería sacarme las ganas que tenía de estar con él.
Fue el día del partido despedida de la Selección con Haití. Mi marido fue a la Bombonera junto con mis hermanos y lo llevaron al Ro, en lo que sería su primera vez en una cancha.
Sí, ellos fueron a alentar a Argentina y yo me fui a garchar. No es que sea antipatriota o no me guste el fútbol, pero ya conocen el dicho: "Un pelo de pija...".
Entro al departamento sin hacer ruido. El olor a pintura y la radio puesta en la transmisión del partido me alertan de su presencia.
Dejo mis cosas al costado de la puerta, y empiezo a desvestirme, quitándome prenda por prenda a medida que avanzo por el pasillo que conduce a las habitaciones. 
Cuando llego al que será mi cuarto, que es donde Damián está trabajando, ya estoy desnuda. 
-¡Me encanta!- lo sorprendo elogiando el tono que eligió para las paredes, un color sepia que desde el principio estaba entre mis favoritos.
El color de esa habitación que compartiría con mi marido lo había elegido él mismo. Se lo pedí muy especialmente aquella vez que visitó el departamento para hacer el presupuesto. Le había dicho que así pensaría en él cada vez que hiciera el amor entre esas paredes..
-Sos malo, eh- le reclamo haciendo pucherito -El otro día me dejaste con las ganas-
Me refiero por supuesto a cuando me dejó con una calentura que solo el Gitano fue capaz de apaciguar. Claro que eso a él no se lo digo.
-Estaba con mucho trabajo. Te lo había dicho- se defiende.
-¿Y ahora? ¿Seguís con mucho trabajo?- le pregunto exhibiendo mi desnudez como irresistible aliciente.
-Justo iba a tomarme un descanso- repone recorriéndome con la mirada.
De solo mirarme se le abulta la bragueta. 
Me acerco y se la toco, apretándosela suavemente, provocándole un agradable estremecimiento.
-¡Te extrañé, Damián!- le digo, mirándolo a los ojos, sincera, confidente.
-¡Te extrañé mucho...!- le repito y colgándome de su cuello, lo beso en la boca.
No necesito más para darme cuenta que nada ha cambiado, que sigo sintiendo por él lo mismo que siento desde que lo conocí. ¿Amor? No sé si sea el mismo amor que siento por mi marido o por el Gitano, pero sí que es un sentimiento igual de intenso e irresistible. 
¿Se puede amar a más de un hombre a la vez? 
Obviamente me responderán que el amor se profesa a una sola persona. Solo a una. 
Pero entonces yo les replicaré que mi amor tanto por Damián como por el Gitano es un amor físico, carnal, un sentimiento que involucra hormonas y endorfinas, orgasmos y humedades.
A mi marido lo amo con el alma, con el corazón, a ellos con el cuerpo..., y mi cuerpo no es monógamo.
Mientras nos besamos sus dedos se hunden fácilmente en mí, invasores, incisivos, reclamando su potestad sobre esa intimidad que se humedece tan solo con su presencia.
Podré amar al Gitano, podré amar a cualquier otro, pero en ese momento soy toda suya, sin límites ni restricciones.
En el departamento todavía no hay muebles, así que, sin dejar de besarnos, nos tiramos en el piso, tratando de recuperar de una sola vez todo ese tiempo perdido.
Le desabrocho la camisa, besando su pecho, mordiendo sus tetillas, recorriendo con la lengua todo el sinuoso camino hasta el vientre.
Le bajo el pantalón y le agarro la pija, regocijándome en esa tensión y dureza que exacerba mis sentidos. Le suelto una larga escupida encima y se la pajeo, lubricándola, encendiéndola más todavía.
Le paso la lengua alrededor de la cabeza, bajo lamiéndole el tronco y le chupo las pelotas, me las trago con pelos y todo, para luego subir, de nuevo con la lengua, y comerme su pija casi hasta la base.
Damián se estremece cuando siente que con la punta me toca la campanilla. 
Sin soltársela me le pongo encima, haciendo un 69, ofrendándole mi conchita húmeda y caliente mientras yo me empalago con su verga. Tras una mamada mutua, se la dejo toda mojada de saliva y líquido preseminal. 
Gateando sobre su cuerpo me pongo de cuclillas, se la agarro con una mano y acomodándomela entre los gajos, me dejo caer hasta llenarme de Damián. No hay forro de por medio, por lo que su carne se adhiere sin obstáculos a la mía.
El placer que siento al tenerlo en mi interior, se traduce en una vertiginosa sucesión de gemidos y jadeos. 
Había privilegiado mis encuentros con el Gitano en detrimento de un reencuentro con Damián, pero ahora que lo tantas veces pospuesto finalmente se había producido, lamentaba haber dejado pasar tanto tiempo.
Moviéndome ahí arriba, resbalando a lo largo de su verga, siento que no hay un mejor lugar para mí. Como si volviera a casa tras una prolongada ausencia.
No necesito más para darme cuenta de que el amor siempre es más fuerte.
Subo y bajo, me muevo con fuerza, golpeándome contra su pelvis cada vez que la tengo toda adentro. Él me agarra de las caderas y se mueve también, impulsándose desde abajo, buscándome cada vez que me levanto. 
Nuestros sexos se reconocen, ¿cómo no habrían de hacerlo si fueron creados el uno para el otro?, fundiéndose, complementándose como el Ying y el Yang, la cara y ceca de una misma moneda.
Me levanto y le vuelvo a chupar la pija, deslizando mis labios en torno a esa dureza que presume pura suficiencia y vigor.
Me subo de nuevo encima suyo, ahora de frente, y poniéndole las tetas en la cara, me la vuelvo a acomodar entre los labios, que ya están hinchados y empapados en el néctar de nuestro amor.
Me muevo lenta, plácidamente, disfrutando el largo recorrido de su verga en mi interior, como entra, como sale, como me golpea en lo más profundo, como me llena de delicias únicas y envolventes. 
Con sus manos, ásperas, viriles, Damián me agarra de las nalgas y me las abre, rebotando una y otra vez contra mi cuerpo, fundiéndose en mí, como la noche se funde con el día, espejo el uno del otro, dos almas destinadas a encontrarse y cogerse por toda la eternidad.
Sé que él lo sabe, lo lee en mis ojos, lo palpa en mi piel, pero igual se lo digo:
-¡Me encanta como me cogés!-
Sin dejar de moverme, de sentirlo, lo beso en la boca, saboreo su lengua, sus labios, me río por las cosquillas que me hace el bigote, le chupo la barbilla, y le dejo en el cuello mi marca personal, los chupones del desenfreno.
Cuándo llega el orgasmo, la habitación parece difuminarse a mi alrededor, como si se disolviera en colores y formas, volviéndose todo rojo pasión. Me derrumbo sobre su cuerpo, estremeciéndome, suspirando agradecida por ese torbellino de placer y lujuria que me embriaga los sentidos. 
Siento que me hago pis, así que me levanto rápido para ir al baño, pero como aún estoy mareada por el impacto, me tambaleo un poco. Damián se levanta conmigo y agarrándome del brazo evita que me caiga.
-Gracias...- le digo, pero no me suelta.
Por el contrario, me pone contra la pared, como si fuera un policía haciendo una requisa, me separa las piernas y metiéndomela por detrás, arremete como un poseso. 
Aunque quiero no me puedo aguantar, cada combazo repercute violentamente en mi vejiga, por lo que termino meándome encima mientras él no deja de garcharme. 
Tres fuertes chorros de orina salen disparados entre sendas penetraciones, formando un charco amarillento y espumoso en el piso.
Desde la primera vez me atrajo esa dicotomía suya, en un primer vistazo podía parecer tímido, apocado, hasta inseguro, pero cuando la lujuria se apodera de sus sentidos... ¡Sálvese quién pueda!
El que ahora me empernaba contra la pared era Mr. Hyde, la bestia dentro del hombre, violento, indómito, salvaje. 
Incontenible. 
Una fuerza natural en todo su esplendor.
Estoy de nuevo meándome del gusto, sintiendo un calor líquido derramándose por entre mis muslos, cuando ya lo tengo entrándome por el culo. Ni siquiera tuvo que esforzarse para abrirme, la lubricación hizo todo el trabajo, permitiéndole un ingreso limpio y profundo.
Me sujeta fuerte de la cintura, y sin darme ni un respiro me bombea duro y parejo, envainándose en mí con una fuerza demoledora.
Ya estoy con el culo ardiendo cuando me la saca y entre guturales rugidos se acaba lo que no pudimos acabar durante todo éste tiempo.
Justo en ese momento, mientras siento los lechazos lacerándome la espalda, se produce uno de los goles de la Selección, no sé cuál de los cuatro, pero se escuchan los gritos de los vecinos y el interminable grito de gol del relator.
Me doy la vuelta y me pongo de cuclillas justo a tiempo para atrapar con mi boca una buena cantidad de semen, el cual saboreo con suma delectación.
Sin tragar todavía lo que tengo en la boca, le chupo la pija, relamiendo todo el resto, empalagándome con la efusividad de su esencia.
Luego del sexo nos quedamos tendidos en el suelo, agotados, respirando agitadamente, sintiendo, cada cuál por su lado, que aquel era el mejor lugar en el mundo. Nuestro espacio. Nuestro Santuario.
-Realmente me encanta, tiene un aire a..., Damián- le digo refiriéndome al color que eligió para mi cuarto.
Me acurruco contra su cuerpo y apoyando la cabeza en su hombro, agrego:
-Voy a pensar en vos muy seguido- 
La conversación transcurre entonces por los carriles lógicos de una relación de trabajo, cuándo va a terminar, si se va a exceder del presupuesto, si no tuvo problemas con los colores, etc., solo que nosotros estamos desnudos y acabamos de echarnos un polvo de esos que quedan latiendo en tu cuerpo hasta mucho tiempo después.
Durante esa semana, la última que le quedaba de trabajo, volví a visitar a Damián un par de veces más, y en cada una de ellas terminamos cogiendo en donde sea que se encontrara pintando.
Los días en que no iba a verlo era porque estaba con el Gitano, en el telo del otro lado del parque.
Finalmente unos días después, con el departamento recién pintado, nos mudamos. 
Casa nueva, vida nueva, suele decirse. Aunque bien sabemos que los vicios del pasado me seguirán adónde sea que vaya.














 


 




 



14 comentarios - Visitando al pintor...

furtivo2017
Aunque bien sabemos que los vicios del pasado me seguirán adónde sea que vaya.
Bass_07
buenisima, como siempre, no sabes lo mucho que esperaba volver a leerte marita! y te deje puntos, por supuesto 😉
tony2004_60
Como siempre puede estar helando afuera pero lees esto y se te para la. Pija de una manera......
hijodelnegro
Muy bueno como siempre. Como me ponen tus relatos!!!
dantraloco
Tu si que llevas una vida sexual activa ajajaja Yo testuve todo mayo sin ponerla y justo ayer puede salir de la sequía jajajaja
Desert-Foxxx
Ufff tremenda puta mariela, esas miniaturas de los relatos son una perdición.
Marc_2
Que trolita divina debés ser...
A mi particularmente me encanta cuando te enfiestan.
Elpndjomacho
uno más de tus muy buenos relatos!! descriptivos a full bien secuenciados...con el tiempo justo y que a uno lo ponen a mil...gracias por compartir +10 y reco
juste
Buenisimo Damian un clásico, igual lo mejor fue como se conocieron, ufff!!!
blituXXX09
Muy aburrido, más de lo mismo jaja no van puntos... Saludos