A Merced de la Doctora - Parte 1

Sentí un vacío en el estómago cuando ella detuvo el auto en el estacionamiento frente al Hospital. No hubiera querido hacer otra cosa más que negarme, dar la vuelta y volver a casa pero sabía que lo mejor era no discutir con ella ahora. Elisa, mi novia de toda la vida y mi Dómina, había permanecido en silencio a través del viaje mientras manejaba. Yo sabía que ya estaba en falta por no haber sido sincero con ella sobre mis problemas urinarios y no deseaba enojarla todavía más. Ya había sufrido antes infecciones de vejiga y Elisa, siendo Enfermera, había insistido en que la mantenga informada de cualquier otro síntoma de modo que pudiera manejar mi tratamiento. Sin hablar, sacó las llaves del contacto y ambos nos bajamos del coche. Tomó mi  mano firmemente mientras caminamos al Hospital donde ella trabaja. Anoche Elisa había descubierto que yo estaba experimentando dolores mientras orinaba y me enfrentó, forzándome a confesarle que venía sintiendo molestias desde hacía unos días y no le había dicho nada. Elisa inmediatamente procedió a hacer unos llamados y concertar una entrevista para que yo sea examinado por una Doctora de su confianza.
Sabiendo lo nervioso que me ponen las citas con médicos, ella se negó a explicarme qué iba a sucederme en el consultorio, dejándome que imagine mi destino en las manos de la misteriosa Doctora. Elisa me condujo por el Hospital hasta una pequeña, y casi vacía, sala de espera.
- Sentate acá - fue todo lo que me dijo antes de dirigirse a la recepcionista y anunciar mi llegada. Volvió se sentó a mi lado y empezó a completar unos formularios. Esperamos en silencio por lo que pareció una eternidad, mientras ella firmaba formularios de consentimiento para mis tratamientos. Un rato después una joven y bonita Enfermera de cabello castaño vestida con un ambo celeste entró en la habitación mirando una carpeta que llevaba en las manos antes de dirigirse a nosotros con una sinceramente dulce sonrisa.
- Estamos listas para llevarte con nosotras.
Observé a Elisa, la mirada en su rostro me decía que debía escuchar. Lentamente, me levanté de mi asiento y seguí a Elisa mientras la Enfermera nos mantenía la puerta abierta. La Enfermera nos condujo por un pasillo hasta que llagamos a una puerta con un cartelito que señalaba "Preparación" se dirigió a Elisa y le entregó mi carpeta.
- Preparalo y yo le voy a avisar a la Doctora que ya están acá. Vuelvo cuando sea hora de llevarlo.
Elisa le agradeció antes de decirme que espere un momento. Abrió la puerta y me dejó esperando en el pasillo. Un momento después la puerta se volvió a abrir y Elisa se asomó para ordenarme que entre, sólo que ahora había cambiado su ropa de calle por un ambo celeste y había recogido su cabello en una "cola de caballo". La habitación era sorprendentemente amplia, luminosa y tenía ése familiar aroma a desinfectante que hay en los Hospitales. Ella cerró la puerta detrás mío.
- Desnudate - dijo severamente mientras se dirigía hacia una cajonera.
- Sí amor - ví a Elisa tomar una bandeja metálica tapada por un cobertor de género verde y empezar a sacar cosas de los cajones. Nerviosamente me quité la campera y luego la camisa, zapatos y pantalones y me quedé ahí sin nada más que mis calzoncillos. Me quedé parado preguntándome si al menos me permitiría conservar mi ropa interior
- Sacate también los calzoncillos, bebé...
Apenas me atreví a contestar.
- A... amor... es necesario?... Hace... frío... - hasta que ella me interrumpió.
- Te vas a empezar a portar como un nene desobediente? - me preguntó ella en tono severo. Rápidamente me quité los calzoncillos y los dejé con el resto de mis ropas. Mi último artículo de vestimenta se había ido, provocándome la sensación de estar completamente expuesto.
Elisa volvió hacia mi trayendo la bandeja metálica que ahora contenía una serie de pequeños instrumentos.
- A la camilla - señaló - boca abajo... vamos!
Obedecí trepándome rápidamente a una de ésas camillas con ruedas para trasladar pacientes, mientras Elisa se calzaba un par de guantes de látex.
- Relajadito mi amor - dijo ella mientras levantaba un termómetro y lentamente le aplicaba lubricante con su dedo. Yo conocía el procedimiento, Elisa siempre insistía en ponerme boca abajo para tomarme la temperatura rectal ante el más mínimo indicio de que yo pudiera estar enfermo. Justo en ése momento sentí una mano enguantada separando mis nalgas y un dedo suave y húmedo deslizándose hacia abajo y aplicando el lubricante.
- Respirá hondo para mamita... - sentí el frío termómetro en mi ano cuando ella empezó a empujar gentilmente. Una vez que estuvo varios centímetros dentro mío ella se detuvo y lo mantuvo en su lugar. Yo apreté mis puños mientras sentía su mano libre en la parte baja de mi espalda. Esperé pacientemente que ella decida que era suficiente, yo podía sentir cómo ella giraba el termómetro lentamente dentro mío, probablemente sin más razón que su propio entretenimiento. Después de unos minutos finalmente ella sacó el termómetro. Empecé a girar justo cuando sentí una fuerte palmada en el glúteo.
- Yo no te dije que te des vuelta! Te quedás boca abajo!
Yo asentí y me quedé como estaba, giré la cabeza para mirar y la vi sosteniendo una especie de píldora muy larga y gruesa.
- Yo... no... no creo que pueda tragar éso... - le expliqué.
Ella mi miró y sonrió. Sonrió con ésa dulce sonrisa con la que usualmente disfraza intenciones malignas.
- No te preocupes bebé... No quiero que tragues esto - la sonrisa en su rostro aumentó - Esto te lo voy meter bien profundo en la colita!
Ella debe haber disfrutado de la desesperada mirada en mi rostro porque empezó a reír, consolándome.
- Vamos... no es más grueso que el consolador rosa que uso en casa... - y sentí sus dedos cubiertos de látex separando mis nalgas otra vez - Vamos... respirá hondo para mamita bebé... - me ordenó mientras apoyaba el supositorio contra mi ano.
Exhalé antes de respirar profundo y sentí cómo ella empujaba profundamente el lubricado supositorio seguido por todo su dedo.
- Relajate... - me dijo ella cuando escuchó mis quejidos. Ella mantuvo su dedo enguantado en el lugar por un rato, sosteniendo el supositorio, profundamente dentro mío.
- Asi... Asi mi amor... 
Eventualmente ella retiró el dedo de mi ano antes de quitarse los guantes y ponerse un nuevo par antes de levantar una botellita de la bandeja que parecía una especie de loción.
- Vamos... date vuelta bebé - yo la obedecí aliviado de que haya terminado con mi trasero, por lo menos por ahora.
- Bueno, la Doctora insiste en que tu zona genital esté completamente rasurada para la revisación así que te voy a aplicar crema depilatoria en las bolitas y en el culito así quedás bien limpito para la Doctora.
Un poco sorprendido por el pedido, todavía estaba procesando lo que había dicho cuando me ordenó que separe las piernas y doble las rodillas. Suavemente puso crema en una de sus manos enguantadas y empezó a esparcirla muy suavemente por mi entrepierna. Yo me sobresalté, la crema se sentía muy fría cuando tocaba la piel por primera vez y ella la aplicaba por todo mi pene, testículos y entrepierna, antes de ordenarme que me apoye en mis manos y rodillas. Al final, puso crema en uno de sus dedos cubiertos en látex y la aplicó de arriba hacia abajo por mis nalgas antes de tomar una toalla pequeña y humedecerla en el lavatorio. Mojó la toalla y volvió a mi para retirar el exceso de crema de mi cuerpo, yo empecé a sentirme relajado hasta un poco mareado. La toalla estaba tibia y suave y los movimientos circulares que ella hacía me hacían sentir realmente bien mientras me secaba, quitando la crema y el vello al mismo tiempo. Una vez que estuvo satisfecha yo quedé limpio y otra vez de espaldas sobre la camilla.
- Ya estás relajado? - preguntó ella sonriendo mientras empezaba a pasar la toalla por mis testículos
- S... sí... qué me... diste?
No era la primera vez que ella me suministraba algo.
- El supositorio es un... digamos un sedante suave para ayudar a que te relajes durante la revisación con la Doctora... no vas a quedar inconsciente pero vas a estar más... receptivo para obedecer...
En ése momento la puerta se abrió y la enfermera bonita volvió a entrar. A Elisa no pareció importarle que otra persona entrara en la habitación, yo inmediatamente cubrí mi entrepierna.
- Las manos a los costados del cuerpo! - dijo Elisa severamente mientras terminaba de quitar los restos de mi vello púbico.
Yo estaba muy avergonzado cuando la Enfermera se acercó a la camilla mirándome completamente desnudo, mi pene medio erecto y expuesto.
- La Doctora está lista para revisarlo - nos informó.
- Bueno, no la hagamos esperar - dijo Elisa mientras me agarraba la muñeca izquierda y la aseguraba con unas bandas de cuero a la camilla.
- Qué... pasa...? - grité antes que ella me dirigiera una severa mirada.
- Relajate, es para que estés bien quietito mientras te llevamos al Consultorio. No podemos correr el riesgo de que te caigas de la camilla... o que te muevas innecesariamente durante los procedimientos...
Yo estaba frustrado, realmente no deseaba estar atado pero no estaba en posición de discutir, desnudo frente a ella y la Enfermera con la Doctora esperándome. Emití un quejido cuando me puso una cinta en la muñeca derecha mientras la Enfermera me ponía cintas similares en los tobillos, manteniéndolos bien separados y atados a la camilla. Una vez que terminaron y tiraron un poco de las cintas de sujección para asegurarse que estaba completamente atado Elisa sacó de su bolsillo una mordaza de goma negra y la sostuvo frente a mi rostro.
- Abrí grande la boquita bebé...
- Pero... - ella espero que yo empezara a hablar para colocar la mordaza entre mis dientes y asegurarla fuertemente detrás de mi cabeza.
- Mucho mejor... - Elisa se inclinó sobre mi cabeza mientras se quitaba los guantes y me miraba fijo a los ojos - No quiero que me contestes en frente de la Doctora... y ahora tenés algo para morder en caso que lo necesites durante la revisación - sonrió. La mordaza tenía un sabor delicado, levemente dulzón. 
A esta altura la cabeza empezaba a darme vueltas, el supositorio se había derretido completamente dentro de mi cuerpo y el sedante estaba haciendo efecto. Elisa miró a la Enfermera y después me miró a mi.
- Vamos?
- Mmmmm.... mmmmmm...
Ella rió mientras la Enfermera quitaba las trabas de las ruedas y empezaban a mover la camilla. Yo no podía creer que me levaran directo al pasillo, completamente desnudo, atado y amordazado. El sedante era lo único que me mantenía calmado mientras la Enfermera me llevó a través de unas puertas de doble hoja con Elisa caminando a mi lado, ella me puso una mano en el hombro.
- No te asustes mi amor... todo va a salir bien... - me dijo mientras la camilla pasaba por unas puertas de doble hoja al "Consultorio 3", una gran habitación, brillante, fría y estéril. Levanté la cabeza para ver a la Doctora de pié en el centro del Consultorio bajo un par de brillantes lámparas de cirugía. Otra Enfermera acercaba una bandeja conteniendo una cantidad de confuso instrumental médico bajo un cobertor de género verde. La Enfermera me condujo justo hasta debajo de las luces de cirugía y al lado de la Doctora. Ella tenía puesto un barbijo pero evidentemente podía apreciarse que era una hermosura de piel, cabellos y ojos levemente oscuros. Levaba puesto un ajustado pero muy profesional vestido negro con el correspondiente guardapolvos de algodón blanco sin abotonar y el estetoscopio colgando del cuello. Tuve que ajustar mis ojos al brillo de las luces sobre mi, tenía la piel de gallina por el frío de la habitación. La misteriosa Doctora intercambió saludos con Elisa mientras todas las mujeres se reunieron alrededor de la camilla observándome desde arriba. Elisa puso de nuevo su mano en mi hombro.
- Bueno bebé, la Doctora te va a revisar el pitito y la pancita... portate bien... ella nos va a decir si hace falta que procedamos... más profundamente...
No lo puedo asegurar pero creo que la Doctora me sonreía detrás del barbijo.

2 comentarios - A Merced de la Doctora - Parte 1

Zaratustra99
Muy bueno. Ahora leo el resto. Van los puntos