Resentida, Cogida, Arrepentida.

Acabé y expulsé líquido seminal, como un beduino, en su parte más íntima y esencial.
Era, jueves y la tercera tarde/noche que nos acostábamos con Miriam y la primera que hicimos el amor sin preservativo.
Si alguien, me hubiese dicho que había sido el último día compartido y la última cogida con ella, lo hubiese catalogado de loco, falto de juicio.
Había sido el segundo polvo que nos echamos ese día, y, en el intervalo regenerador después del primero, ella dijo que, si bien se había entregado, (por pesar, resentimiento y enojo con el marido, no por “loca de abajo”), al tratarme, temía que se estaba prendando de mí.
Y yo, tenía la sensación que además disfrutar del placer corporal, me estaba aficionando a ella. Me deslumbraba el tiempo que compartíamos, y no sólo el en el cual intimábamos.
Lo cual era casi un despropósito a dos puntas: yo soltero, en aquel tiempo, ella casada, desde sólo poco más de tres años, y madre de tres hijos pequeños.

¿Cómo ocurrió?
Sucedió, varios años atrás, al regresar a Entre Ríos, de un corto viaje a otra provincia, fui a reunirme, como lo hacía casi a diario, en el club de mi barrio, con allegados. Me sorprendí al encontrar, sentada junto a mi prima Inés, una chica de rostro precioso, cabellera rubia larga, ojos color verde profundo y sonrisa cautivante.
-Esta es Miriam, una vieja amiga que volvió “al pago”, por unos días. Este el Juancito, mi primo. No se conocieron porqué él vivió y creció en Mendoza, hasta hace un par de años. -
En la media hora que tardó, Miriam, en irse, mis ojos se independizaron de mi voluntad, y, obstinadamente, se posaban el ella.
Cuando, después de saludar con un “hasta mañana, mamá me está esperando” se encaminó a la salida, y puso a mi consideración, los restantes rasgos peculiares que la caracterizaban (estatura de 1,75 mts. seno, cola, caderamen y piernas) me produjo un placer sensual intenso.
A solas Inés me comentó que había regresado, desde Buenos Aires, por más o menos un mes, a su casa de soltera para estar acompañada y tener ayuda con sus 3 hijitos, mientras el marido estuviese en Europa, en viaje de entrenamiento profesional. Agregó que el esposo, no había viajado con su bendición, ella estaba muy triste y resentida con él.
-Para distraerse se encuentra conmigo, por las tardes. Salimos y, por lo general, solemos venir a pasar un rato aquí. – agregó.
Demás está decir que no falté a los encuentros, en el club, los casi quince días siguientes, y no dejé de “fabricar” ocasiones para hablar a solas, con Miriam. Me faltó coraje para insinuarme y hablarle de la atracción que experimentaba por ella, pero debo haber disimulado muy torpemente lo que sentía.
El segundo lunes, a partir del día que nos conocimos, le vi una expresión triste en el rostro, con los ojos apuntando a un lugar lejano. La intercepté cuando regresaba del toilette y, con tacto, le pregunté si estaba bien…o si había tenido una mala noche por algo…. Sorpresivamente, luego de un suspiro y asentir con la cabeza, me respondió:
- … si … tengo unos malos días … se … que preguntas sinceramente, de corazón, porque mostrás interés por mí …. no como mi marido …….no sé nada de él desde varios días. –
-¡Uhhh! Tomalo con calma. Algún imprevisto con las comunicaciones …-
-¡Será! ¡No lo creo!-
-Vení, vamos a tomar algo …. que aleje los malos pensamientos. –
Me agarró desprevenido, soltó un botón más de la blusa, se alisó la larga cabellera, mojó los labios, estiró el cuello y me miró directo a los ojos.
-¿Aquí?- murmuró
Sabía cómo provocar. Con los ojos fijos en el canalito que separa sus tetas y en la porción de las susodichas que dejaba ver su escote ampliado, me atreví a “dar el salto sin paracaídas”
-Seguro que mucho mejor sería a orilla del río. El tiempo está ideal.-
-Recuerdo que me dijiste que tenés una cabaña, en la costa ….-
Le aclaré que la cabaña no era mía pero tenía acceso y las llaves.
Arreglamos que yo salía antes del club, compraba algo para beber (y preservativos, aunque no lo mencioné) y la esperaba, en el auto, en la esquina AA y BB.
Ni bien subió amagué besarla. Giró la cabeza hacia el frente y mi boca fue a dar detrás de su oído izquierdo. Más tarde averigüe que esa era una zona muy sensible para ella. Lo mismo que el cuello y la barbilla.
En la cabaña, el prolegómeno fue apacible, sosegado, no por eso menos ardiente. Con pausas para besos, caricias y halagos, nos fuimos excitando y desvistiendo.
El polvo fue civilizado, en pose misionero, con preservativo. Ella tardó en soltarse, pero cuando lo logró, colaboró, con fervor, agitando las caderas y el pubis, gimiendo, suspirado y soltando exclamaciones de goce. El orgasmo le llegó con regocijo y voceo.
Confesó, ruborizada, que su poca fogosidad inicial se debió a que yo era el segundo hombre que intimaba con ella y se sintió cohibida, cortada.
La dejé en su casa, con prudencia dada las circunstancias, algo más de una hora después de haber salido del club. No quería demorarse hasta el punto de llamar la atención de sus padres.
El martes no nos encontramos por un festejo en su familia.
El miércoles, nos organizamos mejor y resultó, conversado (hablamos de historias, anécdotas, sentires de ambos) sereno y florido. Antes de las cogidas- fueron dos esa tarde - la agasajé con sexo oral que nos llevó a sendas excitaciones superlativas y a polvos, intensísimos, sin llegar a la desmesura. Ambos saciamos el deseo y la necesidad erótica. Lo expresamos clara y cariñosamente.
El jueves fue también muy conversado, tanto o más que el miércoles, con sexo mucho más espontáneo, desenvuelto y sin reservas. Ella pidió hacerlo sin protección para disfrutar, dijo, también del spray de semen del remate.
Seguimos con el misionero. No me atreví a pedirle cambio de poses, temí ofender su sensibilidad.
Ya iba a llegar el tiempo de firuletes, placenteros, pero de dudoso buen gusto. Supuse.
Esa noche me costó conciliar sueño, en la mente, señoreaba, una y otra vez, la imagen de Miriam presentándome a sus padres y a sus nenes, viviendo conmigo luego en armonía y fervor, convirtiéndome en hombre de dicha.
El viernes, esa fantasía comenzó a derrumbarse. Ella faltó a la cita, sin aviso. Supuse que le había ocurrido algún imprevisto y me comuniqué con mi prima Inés. No sabía nada de Miriam, si tenía deducida nuestra relación
-…. es más que obvia, secretean, se miran con languidez, desaparecen simultáneamente de los lugares que suelen frecuentar, ella malquistada con el marido, …., más claro imposible. Seguro que ya te la garchaste ¿O no?– me reprochó.
No lo negué. Dijo que trataría de averiguar y me devolvería el llamado. Así fue:
-Tranquilizate ella está en su casa. Quedamos en vernos para hablar de tema. Te mantengo al tanto.-
Al día siguiente cumplió con lo prometido.
En la mañana del viernes el marido llamó por teléfono Miriam, le justificó la falta de contacto – una cirugía urgente e imposibilidad de la empresa de comunicarse con ella para informarle - y la convenció que la amaba. Cayó en cuenta de lo infundado de su resentimiento y de su decisión de separarse.
Tuvo una crisis de nervios y de arrepentimiento por su infidelidad.
Por intermedio de Inés me mandó a decir que, si bien lo sucedido entre nosotros dos, iba a ser un pésimo recuerdo, me pedía perdón por haberlo provocado y guardaría un buen afecto por mí.
Viajó a Buenos Aires a reunirse con su esposo.
Antes de eso, por intermedio de Inés, le envié una tarjeta de despedida en la cual le mencionaba que, todo lo contrario que para ella, esa semana sería un hermoso recuerdo para mí, que me entristecía no volver a verla y lamentaba no volver a estar “dentro de ella”.

Tiempo después, mi prima me comentó, que Miriam había conservado mis líneas de despedida, (por vanidad, supongo) y que fueron a dar en manos del marido.
Tuvo un quilombo mayúsculo pero, al final, él le perdonó el desliz y siguieron juntos y amándose.

2 comentarios - Resentida, Cogida, Arrepentida.

kramalo
muy buen post..!! muy caliente... atrae recuerdos propios..ja!