Mi timidez y las mujeres de mi familia 32

Mi timidez y las mujeres de mi familia 32




RELATO ANTERIOR: 
Mi  timidez y las mujeres de mi familia 31

http://www.poringa.net/posts/relatos/3127623/Mi-timidez-y-las-mujeres-de-mi-familia-31.html


Mi timidez y mi responsabilidad guiaron mi juventud, hasta que mis tías, mi madre y mi prima y otras chicas me hicieron despertar, pero las circunstancias me abrieron los horizontes.















Los días agitados de los exámenes fueron pasando, yo estuve muy ocupado tratando de sacar buenas notas, como siempre soy muy responsable y quería que el sacrificio de mi madre trabajando lejos de casa y mis tíos acogiéndome en la suya no fueran en vano, mi tía me dejaba que me concentrara y la mayor parte del tiempo estaba en mi habitación con los codos clavados en la mesa, de vez en cuando Ana me traía algún café o algo para merendar, en esos minutos de descanso me dejaba ver cómo le crecía la tripita y ponía el oído pegado a ella esperando oír a mi primo Manuel, muchas veces le levantaba el suéter y le acariciaba las tetas que iban aumentando por días su tamaño, ella cariñosamente me daba un beso y se marchaba, aunque me dejaba con la polla dura bajo los pantalones.


Cuando ya recogí la última nota me crucé con Emi, la chica estaba también contenta, había aprobado todo, no con tan buenas notas como yo, pero pasaba el curso holgadamente, me dijo que su madre le preguntaba muchos días por mí y que ella también echaba de menos el día de playa que habíamos tenido en familia.


Una mañana a punto de irme a casa me crucé con Tere mi profesora, le agradecí la nota tan buena que me había puesto, pero me aseguró de que no había influido para nada nuestros encuentros, que me lo había ganado a pulso, pero que si me hubiera puntuado en la cama me habría dado “cum laude”, nos reímos de la ocurrencia y más seriamente me confesó que me añoraba todas las noches en su cama y esperaba al próximo curso para continuar el repaso de temas en su casa.


Cuando ya lo tenía todo resuelto le llamé a mi madre, le pregunté si era buena idea el ir al pueblo con ella unos días por vacaciones, lógicamente me dijo que estaría encantada y yo me organicé para ir unos días.


Se lo dije a mis tíos, les pareció perfecto, aunque me confesaron que se sentirían un poco solos, les prometí que vendría a visitarlos de vez en cuando.
Jorge había pedido unos días también de vacaciones por lo que Ana no estaría sola, de todas maneras me ofrecí a venir a acompañarla si tuviera que marchar de improvisto.


Cogí lo más imprescindible y con mi trole subí al tren, en esos días los vagones iban llenos, yo tuve suerte y me senté al lado de la ventanilla, a mi lado una señora y frente a nosotros una serie de asientos abarrotados, hasta en los pasillos iba la gente de pié, yo esperaba que según pasaban las estaciones se iría descongestionando, como luego ya pasó.


La señora de al lado era de una edad mediana, no le presté mucha atención, era una señora que parecía que había venido a alguna gestión a la capital y volvía de regreso a casa, pues no llevaba equipaje sino un bolso de mano, en el vagón el aire acondicionado no podía compensar el calor que entraba por las ventanas ni el de los viajeros, por lo que la señora sacó un abanico del bolso y empezó a hacerse aire, de vez en cuando el verme sudoroso me dirigía a mí el aire, quizá por eso me fijé más en ella, la verdad no era muy guapa, pero tenía un punto atractivo, los ojos oscuros, la piel morena y el cabello que le caía sobre los hombros en una melena larga, vez por eso no me había fijado en que llevaba una camisa blanca sin mangas y abotonada hasta casi el cuello, lo que más me llamó la atención eran sus labios carnosos, los llevaba pintados de carmín rojo brillante que los hacía destacar más aún, y sus piernas aun enfundadas en una falda por debajo de la rodilla se adivinaban torneadas y duras, me pareció que tendría sobre los 40 años, y vestía con mucho gusto


El tren avanzaba despacio, había multitud de paradas de cercanías, la gente se renovaba.


Tras una parada, al momento de arrancar el tren noté que la señora se apretaba contra mí, me acerqué más contra la ventanilla para que fuera más cómoda, pero ella seguía acercándose en mi hombro, me daba apuro quejarme, pero ya estaba yo bastante inclinado y se lo iba a decir, ella me miró con cara de preocupación, me extrañé y con los ojos me señaló al otro lado de ella.


Entre el gentío había un hombre de bastante edad, sujeto a la barra pasamanos, con los vaivenes del vagón se arrimaba a la señora, me fui fijando y poco a poco se pegaba a su hombro, llevaba un chándal con el pantalón atado con un cordón y bajo de él se notaba el bulto inequívoco de su polla, haciéndose el remolón le rozaba el paquete con su brazo, ella huía y se venía hacia mí, con  los ojos me pedía que la ayudara, yo miré a la cara del viejo pero él se hacía el despistado mirando hacia otra parte, claramente se distinguía el glande bajo la tela del chándal, la mujer no quería dar el escándalo en el tren y callaba a duras penas, incluso cuando el hombre con un periódico en una mano ocultó la otra que fue pasando por el hombro de la chica, ella me miraba asustada mientas los dedos iban bajando hacia las solapas de la camisa, tengo que reconocer la habilidad de los dedos del abusón, pues con solo tocar los botones los abrió y dejó al aire medio sujetador.


La chica apretaba su mano en mi rodilla sin dejar de mirarme, yo no sabía qué hacer, quizá inocentemente pensaba que se detendría allí, pero cuando le cupo la mano entre los botones de la camisa, la metió sin dudarlo y le bajó el tirante del sujetador, fue un movimiento rápido, sin duda tenía mucha práctica, pues cuando sacó la mano llevaba en ella la teta de la mujer, le había bajado la copa del sujetador y con la palma de la mano le había recogido la teta entera, con los dedos presionando el pezón la sacó fuera de la camisa, ella dio un estremecimiento, yo no sabía bien si era de vergüenza o temor, pero me indicó con la mirada a su hombro, en el pantalón del hombre se veía una mancha que se extendía como el aceite, mojaba la tela y el hombro de la chica, pronto brillaba el hombro y le goteaba hacia el codo.


No pude aguantar más, me levanté con la intención de sacarlo de allí y avergonzarlo delante de todos, pero con agilidad se separó y aprovechando que las puertas se abrían saltó al andén de la estación.


La señora se estaba limpiando la mancha del brazo con un pañuelo de papel cuando volví a mi asiento, curiosamente nadie se había percatado del caso, por lo que la mujer se serenó pronto, me agradeció mi ayuda, aunque no se pudo llamar así, pero volvió a sacar el abanico y a darse aire.


Por el aire se dio cuenta de que aún tenía la teta fuera de la camisa, con el sofoco se ocupo solo de limpiarse la mancha de semen del hombre en el brazo y con el calor del vagón no se percató de la teta suelta, la miró y vio que tenía el pezón todo rojo del apretón que le había dado el viejo, me lo enseñó  le dije que lo lamentaba, mientras ella se ponía un poco de saliva en el pezón y se lo arreglaba dentro del sujetador, yo no le dije nada pero era un pezón precioso, oscuro con la areola grande como a mí me gustan.


Cuando el megáfono anunció mi estación me despedí al levantarme del asiento, pero ella me dijo que también se apeaba allí, nos saludamos y cada uno salimos por una puerta de la estación.


Cuando llegué a la calle del restaurante de mi tía Julia cruce a la acera de enfrente adrede para admirar la fachada remozada, un gran rótulo fluorescente ocupaba toda la fachada con la ampliación reciente, sin duda era el mejor del pueblo.


Entré y un barullo de gente ocupaba todas las mesas de la parte más popular, trabajadores de los diversos polígonos industriales y personas de paso, ahora era más amplia la sala y había más mesas, en un lateral se abría otro local más lujoso  que se perdía hacia dentro, este era el de más categoría con  mesas y sillas vestidas y adornadas con flores.


En la barra la espalda de mi madre, ocupaba la máquina de café inquieta, a simple vista vi que había más personal de servicio, a lo lejos en el comedor estaba mi tía sirviendo a los comensales más importantes.


Dejé el maletín en un rincón y pasando detrás de la barra cogí a mi madre de la cintura y al volverse le di un beso en la mejilla, ella consiguió que fuera en la comisura de los labios.


Me sonrió y volvió a los cafés, yo le preparé una fila de platillos con las cucharitas y los azucarillos para ir sirviendo más rápido, los camareros me lo agradecieron.
Cuando se acercó mi tía Julia a la barra me dio dos besos apretándome contra ella, lo noté enseguida, seguía con su costumbre de no llevar sujetador, lo cierto es que no lo necesitaba para nada.
Cuando ya fue bajando la faena mi tía vino con nosotros, me cogió de la mano y emocionada me enseñó los cambios, todo era totalmente nuevo,


El mobiliario, las puertas, las cortinas, toda la decoración, sin duda se había gastado mucho dinero, pero no tardaría en recuperarlo con creces, era el mejor de los pueblos de la comarca.


Me contó que había tenido que contratar más camareros, había dos chicas y un chico más, al poco llegó mi prima, venía de ingresar dinero en el banco, tenía una cara alegre y estaba preciosa, vestía en su estilo, muy “pija” pero según me susurró mi madre ahora colaboraba mucho en el trabajo.


Me quedé con ellas cuando se pusieron a comer todo el personal junto, montaron una mesa larga entre todos, salieron la cocinera y la ayudante, el camarero, las camareras y nosotros cuatro, nos servimos entre todos la comida, nos tratábamos como una familia, mi tía antes de comenzar se levantó y me fue presentando a los nuevos, al lado de mi tía estaba mi madre y al otro lado el camarero nuevo, se llamaba Ricardo, me gustó desde el principio, era un tipo con treinta y tantos años, moreno, muy bien peinado, ojos grandes y la sonrisa fácil, me estrechó la mano de una manera que me pareció muy sincera, a su lado la cocinera, una señora un poco mayor y con unos kilitos de más, su ayudante una chica bajita y bonachona, frente a mí una camarera nueva, se llamaba Raquel, ya me había llamado la atención, pues la primera vez que me fijé en ella la vi de espaldas, era muy delgada, y de semblante muy tímido, con una melenita rubia, la espalda bastante estrecha y aunque tenía la cintura estrecha tenía pocas caderas y no mucho culo, lo cierto es que como llevaban uniforme todo negro, pantalón y camisa, no aparentaba gran cosa, de frente me sorprendió la cantidad de tetas que parecía tener, o al no estar yo muy acostumbrado me parecían más grandes, la otra camarera ya la conocía, se llamaba Lourdes, era morenita y muy vivaz, su compañera 


Encarna era más alta y con un tipo muy  bonito, pelo largo y recogido. Mi prima estaba a mi derecha iba maquillada, muy arreglada y comía muy delicadamente.


Tras un rato de silencio todos comimos con mucho apetito, la cocinera era muy buena y mi tía le había encargado que nos preparara igual comida que a los clientes, luego ya más saciados, empezaron los comentarios del trabajo y al final las bromas entre ellos, yo estaba contento pues a pesar de no ser de la empresa me acogieron muy bien.


Cuando subimos por la noche mi madre y yo, todavía no se había terminado del todo el servicio, pero como siempre era mi tía la que se encargaba de atender a los clientes más importantes.


Mi madre me fue contando las novedades, al entrar en su habitación me dijo que mi tía me había reservado la habitación del piso de arriba pero cuando contrataron a Ricardo como era de fuera y no tenía familia se la amueblo un poco y se instaló con un alquiler simbólico.


Ricardo era un chico muy atractivo, con una buena planta, muy simpático, de aspecto muy varonil y profesionalmente muy eficaz, en un principio Julia lo contrató para servir las mesas del bar, pero pronto se lo llevó con ella y servía en el restaurante.


Me contó el cambio que había dado mi prima, ya se había integrado en el trabajo y aunque hacía unas labores más especificas por lo menos se ganaba el sueldo, también apoyaba a su madre en el comedor.


Clara me preguntó por mi tía Ana, le comenté que ya tenía una barriguita bastante prominente, también le comenté que su otra hermana Cris también había venido a verla, no le di más detalles, me dijo que Julia quería ir a verla en un hueco que tuviera en el trabajo.


Le pregunté por Thor, mi perro, tenía muchas ganas de verlo, me contó que se lo habían dejado a una señora mayor, que vivía por el vecindario, y que no tardaría en verlo pasar, todos los días lo sacaba a pasear.


Mi madre me dijo que me diera una ducha, el día había sido caluroso y en el bar se trabajaba mucho, mientras ella fue sacando mi ropa del maletín y guardándolo en su armario, cuando volví salió ella, se dio una ducha rápida, todavía tenía el pelo mojado cuando entró en la habitación, yo la esperaba en su cama, bueno… había juntado la de ella y la mía, se abrió la toalla y se tumbó a mi lado, su piel estaba fresca, olía a flores silvestres y estaba todavía húmeda, ya no me contó mas chismes del trabajo, simplemente buscó mi boca y me besó abriendo mis labios y mordiendo el inferior no paró hasta buscarme la lengua y entrelazarla con la suya, estaba sobre mi pecho, sus manos me sujetaban la cara para no perderse en ella y su respiración era agitada, lo notaba por su aliento y por los latidos de sus corazón que martilleaba sus tetas sobre las mías.


Pasó una pierna sobre mi y siguió besándome, yo notaba su cuerpo pegado al mío, sus piernas aprisionando mis caderas y su sexo apretando al mío, mi polla me llegaba casi al ombligo y ella la recorría abrazándola con sus labios, el clítoris lo sentía sobre mis venas hinchadas, me susurró…


-        Manu no te corras, por dios, quiero que lo hagamos juntos.


La experiencia de mi madre obró el milagro, notando en su coño las sensaciones de mi polla aflojaba o aceleraba según mis palpitaciones, yo la miraba y ella con los ojos cerrados se concentraba gimiendo, levantó un poco sus caderas y provocó que mi polla entrara en ella, casi no noté la diferencia, estaba tan mojada y caliente por dentro cómo por fuera, pero ella sí, dio un profundo suspiro y después de varias galopadas me dio luz verde…


-        Ya, ahora, ya me viene, puedes correrte dentro si quieres, no hay peligro, lléname de leche caliente, yaaaa! no me dejes sola corriéndome.


Me corrí, como me había ordenado, fue una delicia notar su cuerpo serpentear sobre el mío, sus sacudidas provocaban que mi polla se hundiera todavía más en ella, no paró hasta que mi pene se fue aflojando, su coño manaba leche y jugos en abundancia, dejó caer su cabeza al lado de la mía, nos dormimos casi al instante cruzados entre las dos camas, cuando amanecía ya nos habíamos separado, mi madre sin hacer ruido separó las camas y me tapó con la sabana, ella se ducho y cuando volvió a la habitación yo le estaba esperando sobre la cama, mi polla apuntando al techo, solo le dije…


-        Clara, me muero por desayunar tu coño.

0 comentarios - Mi timidez y las mujeres de mi familia 32