Con la seño!

Mi historia comienza en lo que antes era mi cárcel particular, y ahora mi paraíso, es decir, la facultad.
Ese año, estaba yo haciendo 2º año básico en el turno de tarde porque se tenían que dividir los grupos, tenía algunas clases convalidadas, por lo que tenía bastante tiempo libre.
Una de mis profesoras era Samanta, era una mujer atractiva, había en ella un morbo tan especial, que algo me atraía hacia ella.
Samanta era morocha de pelo rizado, de estatura normal, de piel blanca, sus tetas eran bastante firmes, por aquel entonces tenía 30 años, pero tenía un morbo increíble, sobre todo su mirada, muchos de mis compañeros decían que tenía cara de zorra, puede que fuese cierto pero a mí me tenía como atontado.
He de reconocer que desde el primer momento en que la conocí, me masturbé infinitas veces pensando en ella.
Una tarde, después de dar una clase (qué casualidad, con Samanta) a la siguiente hora la tenía libre. En aquella clase Samanta traía un jersey de hilo blanco y una pollera por encima de las rodillas, esa tarde me fijé más en ella de que lo había hecho las veces anteriores. Su forma de moverse, de andar, de mirar…
Cuando se sentó en su mesa, supongo que por un gesto involuntario, separó sus piernas bastante, lo que me hizo fijarme en que se le podían ver su tanga blanca. Aquella visión fue ya el colmo, no sé cómo pero de repente empecé a notar que mi verga estaba empezando a subir de forma considerable, los pensamientos que se me estaban pasando por la cabeza ayudaron a que me empalmase de tal manera.
En ese momento no deseé otra cosa que hacerme una paja, y nada más sonar el timbre fui a la biblioteca, sabía que allí a esa hora no vendría nadie y que podía pajearme sin problemas, entré en una pequeña habitación donde había un par de sillas y una mesa, y allí mismo me saqué la verga y empecé, no se me quitaba la imagen de Samanta abierta de piernas allí con sus tanguita blanca…
Cuando empezó mi movimiento, de pronto escuché un ruido, ¡mierda! ¡¡¡Qué manera de cortar la onda!!! En seguida me la guardé y cuando salí de aquella habitación vi que había entrado Samanta, no sé por qué pero el susto inicial que tuve al escuchar la puerta se me pasó al ver que era ella.
Cuando me vio me saludó y soltó allí unos papeles, me dijo que tenía que corregir ejercicios, me preguntó que qué hacía allí.
- Jejeje, si te lo contara- pensé.
Le dije que estudiar y me miró y me sonrió como diciendo así me gusta.
Entonces me fijé detenidamente en todo su cuerpo, y noté que a través de la remera se le notaban los pezones duritos, ante esa visión, me faltó poco para partir el slip con mi pija erecta.
De repente la calentura me vino por todo el cuerpo y me dije a mí mismo que me tenía que garchar a aquella mujer quisiera o no quisiera. Me empecé a acercar a ella y a ofrecerle mi ayuda, lo que aceptó encantada, ella estaba de pie y me puse a su lado un poco más para atrás. Podía observar ese culo en todo su esplendor y como se le marcaban su braga.
De pronto y casi sin pensarlo, cuando nos habíamos sentado, me fui acercando a ella poco a poco, juntándose nuestros muslos, por supuesto ella no dijo nada, cada vez estaba yo más caliente, y me dije a mí mismo- ahora o nunca-. Empecé a quedarme fijamente mirándola, este pequeño acto de lo más normal, hizo que mi pija empezara a aumentar su grosor nuevamente, el sentir su muslo durito y caliente me hacía ponerme indudablemente muy muy caliente, ella no pensaba ni por un momento de mis intenciones, por lo que era un gesto muy normal, pero yo tenía que conseguir algo más. Y se me ocurrió la típica idea de tirar un lápiz al suelo, y así lo hice, cuando me agaché, por supuesto, no hice el intento de verle la tanga, porque hubiera resultado muy obvio, pero al recoger el lápiz, rocé sus piernas y sus muslos, aquellos instantes me parecieron eternos, el sentir sus carnes calientes, estaba como atontado con ese simple roce me ponía a más de mil, luego subí y me senté como si nada hubiera pasado, entonces empezamos hablar de temas banales y como un gesto involuntario, ella posó una mano en mi hombro, esa simple pelotudez hizo que yo pusiera una cara de imbécil total, entonces empezamos a hablar del tiempo ya estaba próximo las vacaciones de invierno y le pregunté si se iba a algún lado ella sonrió y me dijo que ya a estas alturas no se iría a ningún lado, yo le pregunté el por qué y ella contestó -tampoco nadie me lo ha pedido- supongo que hacía referencia a su pareja, yo le dije que pena y me volvió a sonreír, yo le dije que era una pena, en ese momento nos pusimos de pie, y le dije que con su figura tendría muchos hombres tras ella, y en ese momento noté cómo se ruborizaba y la miré de arriba abajo, contemplando ese cuerpo que me traía loco, y ella me dijo que ya hacía bastante tiempo que nadie la halagaba tanto, le dije que a las mujeres bonitas había que decirles cosas bonitas, lo que hizo que se ruborizara aún más, y eso me gustó, había conseguido sonrojar a mi profe, y quién sabe, a lo mejor hasta excitarla.
Le dije -mirate, si tenés una figura espléndida que haría caer a cualquier hombre-, y noté que ella se empezaba a sentir bien ante esos halagos, pero igualmente extrañada al decírselos un alumno suyo.
– Bueno dejemos esto ya-, dijo ella
-Si es que nada más verte entrar ganas de… bailar contigo muy abrazado- dije yo.
Y en ese instante me lancé a por todas a riesgo de cualquier cosa y puse una de mis manos en su precioso culo, ella al notar aquello, se echó hacia delante de la mesa, como sin querer darse cuenta, pero yo insistí y dejé mi mano pegada a su culito, entonces ella miró hacia mí como sorprendida y me dijo:
-Oscar pero qué estás haciendo-
Yo no dije absolutamente nada, y apreté su culo con mi mano.
-Pero Oscar quedate quieto, repitió ella.
De repente, la rodeé con mis brazos y me quedé mirándola fijamente, ella tenía cara de sorpresa increíble, pero tampoco hacía nada por quitarme de encima, bajé mis manos hacia su culo y empecé a masajearlo, qué sensación, qué durito qué lindo, y empecé a subir mis manos hasta su cintura y le subí el jersey para tocarle los pechos, cuando llegué intente bajar el corpiño y así poder acariciárselos, ella seguía inmóvil y cuando consiguió articular palabra me dijo:
-Oscar, por dios estate quieto, por lo que más quieras-
Y le dije:
-Lo que más quiero sos vos-
Intenté besarla pero ella apartó su cara pero a mi segunda embestida ya no se pudo resistir, empecé a juntar mis labios con los suyos, dios mío estaba en el cielo, y cuando conseguí meter mi lengua la recorrí por toda su boca, y su lengua empezó a buscar a la mía, noté cómo empezaba a emitir pequeños gemidos de placer, mis manos seguían acariciando sus tetas y su culo, ella suspiró y me dijo:
-Esto no está bien, esto no está bien, por dios que yo estoy en pareja- (cierto, está con un policía, qué morbo ¿no?)
Le dije que no pasaba nada, mi mano empezó a levantar su pollera, conseguí llegar hasta su tanga noté cómo se estaba empezando a humedecer, no pude más y le quité la pollera de un tirón dejándola en tanga, comencé a besarle el cuello y su oreja, aquello era manjar de dioses y subí su remera, recorrí sus tetas por encima de la tela con mi lengua, seguidamente descubrí uno de sus pechos, noté como Samanta estaba excitada, su pezón parecía salirse del propio pecho, comencé a chuparlo y a jugar con mi lengua recorriéndolo todo, a la misma vez que le bajaba la otra parte que le cubría el otro pecho que comencé a masajeárselo, después de un rato deleitándome con sus riquísimas tetas, empecé a bajar por todo su torso, lamiendo su delicioso ombligo hasta llegar a su ya mojada tanga, al llegar allí me detuve a contemplar aquello que tantas veces había deseado, qué rico, qué olor, qué bueno, ella me miraba como pidiéndome que parara pero a la vez disfrutando con todo lo que le hacía, entonces empecé a besar aquella concha por encima de la tela de su mojadita tanga , y poco a poco como si a cámara lenta se tratara se las fui bajando, admirando cómo aparecía ante mi aquella maravillosa concha, con sus vellos en forma de estrías y de un color castaño muy claro le bajé la tanga hasta la rodilla y empecé a lamer sus delicadas y lisas piernas, me detenía en sus muslos, los lamía con todo el placer posible, mientras que Samanta empezaba a disfrutar como yo y a cerrar los ojos y gozar con aquello, subí lentamente hasta su concha y comencé a acariciarla poco a poco, dios santo, qué tacto qué suavidad, sus labios se ponían de un color rosado riquísimo se los abrí lentamente y ante mi apareció su precioso clítoris, me sorprendió porque era bastante grande, como un botoncito, y empecé a lamerlo, lamía y lamía sin parar, qué delicia, qué bueno estaba, yo la miraba y veía como su cuerpo ya no se resistía a mis caricias y cómo empezaba a tener unos espasmos de un intenso placer, Samanta gemía de gusto, y al ver eso, le pregunté si le gustaba lo que le estaba haciendo, a lo que me contestó:
-¡Por dios! ¡Cómo me está gustando esto!, pero cómo me estás haciendo esto, mmmmmmmmmmm, siii así, así-, mientras agarraba mi cabeza para que la hundiese más adentro, a lo que yo aceptaba encantado, sus gemidos empezaron a ponerme más caliente de lo que ya lo estaba y le metí un dedo por la concha a lo que ella respondió con un gemido más grande de los que había dado hasta entonces, yo metía y sacaba el dedo de su concha más y más rápido, y empecé a notar cómo ella empezaba a mojarse más de la cuenta, así, tuvo ella su primer orgasmo, notaba cómo le brotaban sus flujos lentamente, aquello parecía el manantial de mi deseo, y no deseaba otra cosa más que probarlo, y lamerlo, seguidamente, Samanta ya estaba totalmente entregada y me subió la cabeza hasta la altura de la suya, se quedó unos instantes mirándome cómo agradeciéndome todo aquello, y para deleite mío, me comió la boca, estaba excitadísima y me dijo:
-Hijo de puta, cómo te atreviste a hacerme esto- mientras yo la miraba embelesado, -pero ahora te vas a enterar- dijo ella.
Empezó a desabrochar mi camisa y me la quitó, hasta ese momento, yo no me había dado cuenta de que llevaba la cremallera de mis jeans abierta, pero parece que la zorrita de Samanta sí, muy decidida, metió su mano, y me sacó mí ya empalmada y gorda pija y haciéndose a su tacto, comenzó a masajeármela muy despacio sin dejar de mirarme, yo me saqué los pantalones y mis slips preparándome ya para la acción.
Los movimientos de su mano comenzaban a acelerarse poco a poco y yo notaba cómo mi verga se ponía más gorda, tengo que reconocer que hasta ese momento no había visto nunca mi pija tan gorda y tan dura, otras veces había conseguido empalmarme considerablemente, pero jamás como en aquel momento, parece que Samanta notó cómo crecía el grosor de mi verga y por fin se decidió a agacharse y empezar a introducirlo en su boca, aquella sensación de sus labios recorriendo mi “amigo”, me hizo sentir un escalofrío tremendo haciéndome temblar mis piernas y poner mis ojos blancos, se la metió poco a poco hasta el fondo, y cuando estaba totalmente metida, comenzó a saborearla con su lengua, dios qué sensación, qué gusto, qué rico sentía, ella allí agachada chupando mi pija y yo haciendo movimientos con la cadera de mete y saca, quería cogerme su boca y metía y sacaba mi verga de su húmeda boca, con su mano empezó a acariciar mis huevos, hinchados como globos en esos momentos, yo estaba ya casi a punto de acabar, y parece que Samanta también lo notó y me dijo:
-Ahora te voy a castigar- Y se sentó encima de la mesa abriendo sus piernas y con sus dos dedos empezó a abrir su concha chorreante, y me dijo que me acercara, la tomé de los muslos abriéndola aún más y acercando mi verga a su concha, le dije:
-Creo, que te voy a castigar yo a vos putita-
Y poco a poquito empecé a introducir mi glande todo morado en su vagina, sólo la puntita, y sin ella esperarlo, pegué una embestida que hizo que toda mi pija se metiera hasta donde empiezan los huevos, que dio un grito que inundó toda aquella habitación, por lo que tuve que ponerle una mano en la boca para que no hiciese tanto ruido, ya que allí cerca estaban dando clase, me rodeó con sus brazos el cuello, y me decía:
-Vamos Oscar, a ver si vale la pena el riesgo que estoy corriendo-, aquellas palabras me pusieron más caliente todavía y empecé a meter toda mi potencia dentro de ella, notaba cómo toda mi verga se metía, notando las paredes de su vagina cada vez más dilatadas, y allí estaba yo, como si de un sueño se tratara, como si estuviera en una película XXX, cogiéndome a la profesora que había hecho que me hiciera tantas y tantas pajas pensando en esa concha que ahora era mía. Cada vez notaba que su respiración se hacía más pronunciada y emitía gemidos y jadeos que se entrelazaban con los míos.
Aquello no parecía real, yo notaba cómo mi pija crecía y crecía y cómo en cada metida sentía un placer glorioso, y la miraba a ella, y ahí estaba, con la cabeza inclinada hacia detrás con los ojos cerrados, y yo viendo cómo sus tetas se movían al ritmo de mis movimientos.
Pensé que ese placer se podía hacer mayor y mientras metía y sacaba mi vergota, comencé a acariciarle con mi dedo pulgar el clítoris que estaba hinchadísimo de tanto placer que recibía, lo que hizo en ella una reacción de todo su cuerpo inclinándose hacia delante, con mi otra mano empecé a pellizcarle los pezones a Samanta, que estaban durísimos a lo que ella no paraba de jadear.
Aaaah aaahh ahhhha ahhhh ahora sí sí sí sí, dios, ¡¡¡qué gusto sientoooooooo!!! Decía Samanta con cara de auténtico vicio.
Cuando ya noté que mi pija estaba a punto de explotar, casi sin articular palabra entre jadeo y jadeo empecé a decirle:
-¡¡¡ Acabo, acabo, Samanta, acaboooo!!!
-Eso es, es lo que quiero, que acabes, ¡¡¡ acaba, acaba!!!
Mis movimientos eran cada vez más pausados y parece que Samanta, debido a su experiencia supongo, también notó que me iba a vaciar.
Y cuando mis ojos se tornaron blancos, mis chorros inundaban aquella cuevita, mis piernas llegaron incluso a flaquear y hacer un pequeño movimiento hacia abajo como si me desmayase, dios mío, era increíble, me parecía de broma, no podía creer que estuviera acabando dentro de la concha de mi profesora Samanta, yo no paraba de bombear semen a lo que ella notaba y hacía que gritase con todo su poder, y para más deleite, ella tuvo otro orgasmo más, no sé cuántos llevaba, y noté cómo sus jugos empapaban mi pija, no lo podía creer que habíamos acabado los dos a la vez, nuestros fluidos se unían en mi pija y en su concha, aquella sensación de mi pija toda mojadita, y su concha chorreante, y la cara de puta que había puesto al acabar, me hizo llevarme al cielo, aquello era el éxtasis, nos quedamos por un momento totalmente callados, sin mediar palabras, y mirándonos uno al otro, acerqué mi labios a los suyos, a lo que ella respondió metiendo su lengua en mi boca, estuvimos así un buen rato, besándonos, ella abrazada a mi cuello, con nuestros sexos rozándose, mojados todavía.
Ella me miró, y casi comprendí todo lo que me quería decir, yo sabía que aquello no estaba bien, que ella podía tener problemas, y además era mi profesora, y que echando aquel polvo en la biblioteca, corríamos un riesgo enorme, pero pienso que valió la pena, porque yo había disfrutado como nunca lo había hecho, y ella también, como así me lo dijo.
Pero comprendimos que aquello no se podía repetir en la facultad, yo le dije que aquello era lo más hermoso que me había pasado, a lo que me dedicó una tierna sonrisa, aquello se tenía que repetir, me daba igual donde pero sin duda había que repetir.
Mi siguiente encuentro con Samanta sería mucho más excitante y ardiente, ya que nuestros cuerpos ya se conocían . . .

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