El médico de emergencias.

Sucedió una calurosísima noche de verano. A la puesta del sol, de regreso del trabajo, el aire parecía sofocante. Apenas entré en casa, me detuve en el living, tiré la cartera en el sofá y me “despeñé” en él: el corazón pulsaba de manera anómala, me sentía mareada, me faltaba el aire. Fui presa de una fuerte ansiedad.
Estaba sola en casa, mi marido como sucede con frecuencia, de viaje, mis hijos de pre-vacaciones en la costa con los abuelos. Entré en pánico, llamé al servicio de emergencias médicas al cual estábamos abonados.
-EMxxx buenas noches …- me respondió una voz ronca pero tranquilizadora. Comencé a explicarle mi malestar. Extrañamente, durante el coloquio, un temblor comenzó a agitar mi cuerpo. Una rara excitación, nunca antes experimentada, me estaba envolviendo, al escuchar esa cálida voz. ¿Qué me estaba sucediendo?
Con un hilo de voz, bastante agitada, terminé de explicarle mi situación.
Él me pidió que me tranquilizase, preguntó mi dirección y dijo que en 15 minutos llegaría una unidad móvil a mi casa.
¡Qué extraña sensación me sobrevino! Era cómo que aquella voz, más que tranquilizado, me había seducido.
De manera súbita, imaginé que el dueño de la voz, sería el que vendría en mi auxilio y recobré fuerzas, fui al dormitorio, me quité el vestidito blanco, los zapatos con taco y me metí bajo la ducha. Debía apurarme: el doctor no demoraría.
Tomé la ducha fría, me sequé, vestí una tanguita negra, un corpiño del mismo color y un vestidito, semitransparente con florcitas. Los cabellos casi goteaban aun, cuando sonó el timbre.
¡Otra vez ese temblor recorrió mi cuerpo!
Abrí la puerta con una mezcla de timidez y soberbia, y vi …… a Él. Un tipo robusto, saludable, perfecto en su línea. Un hombre hermoso, con aire seguro y determinado, fascinante y magnético. Mis ojos se cruzaron con el verde de los suyos y el entendimiento fue instantáneo y fuerte.
Los hice entrar – con él venía una asistente o enfermera – Mis piernas temblaban y mi sexo estaba humedecido y no por la ducha reciente.
-Bueno ¿qué le sucede’? …. ¡cuénteme!
Deglutiendo algo de saliva, con embarazo y la concha en llamas, le di detalles ….
El me miró de un modo malicioso, nos sentamos, lado a lado, en el sofá y comenzó con el chequeo (tensión arterial, temperatura en axilas – menos mal que no fue vaginal – pulso, lengua,….)
-Estimo que tuvo una pérdida súbita y pasajera del sentido y del movimiento: una lipotimia ligera. Beba bastante agua, coma algo y repose. Cualquier cosa vuelva a llamarnos.-
-Gracias, Estoy sola en casa y eso me angustió mucho.- respondí.
Recogió instrumental y maletín y se fue junto con la acompañante.
Sentí algo de culpa por la calentura – ese hombre, sus ojos, su voz, su piel broceada me sacaron de quicio- y una sensación de ocasión perdida.
Trascurrida, no más de media hora, el sonido del timbre, me sorprendió, bebiendo de un vaso grande de gaseosa.
Al abrir la puerta me encontré, otra vez, con la mirada inquietante del doctor. Ahora además de maliciosa e intencionada, era burlona.
-Terminé mi turno de guardia y ….. visto que el malestar que tuvo y el encontrarse sola en casa le producen angustia, vine a …. asistirla … hasta que se tranquilice completamente-
Entró sin esperar que lo invitara a hacerlo. Evidentemente yo había estado lejos de camuflar mi deseo improviso y vehemente.
-Mi nombre el Marcos. Romina ….¿Verdad? Lo aconsejable es que esté acostada. Vamos…–
Me preguntó cuál era la puerta del dormitorio y me llevó de la mano hasta allí. Llegué con los pezones turgentes, abultados. Me miró con fuego en los ojos, entramos, me “ordenó” quitarme el vestidito floreado y que me tienda en la cama y, yo, le hice caso con pose tímida pero deseosa.
Más aun cuando, al sentarme al borde de la cama en el movimiento previo al de acostarme, mi mirada fue a dar con el bulto en el entrepiernas de su pantalón de uniforme médico. Quedé estática unos instantes. Era para conjeturar algo realmente relevante, grande.
El aprovechó mi tardanza para desabrocharme el corpiño de modo que al apoyar la cabeza en la almohada, le quedaron servidas mis tetas.
Estiró el brazo y, apenas con la manos me acarició levemente, fue la “señal de largada” para los dos.
Me miró como para decirme …. Putita ¿querés que te coja no es cierto???
Le gané de mano:
-¡Dale … hacé conmigo lo que estás pensando!- le dije.
Se zambulló., con su boca en mi boca, luego fue bajando a mis tetas y jugó con labios y dientes con mis pezones. Siguió bajando, lamiendo, cada parte de mi cuerpo, despacito, despacito llegó a los muslos mientras con las manos iba sacándome la tanguita. Siguió con la lengua y la bombacha por las piernas y los pies, tiró la prenda y regresó hasta hundir sus labios y su lengua en mi concha inundada.
Una especie de desmadre, nunca antes probado, me envolvió y se convirtió en un orgasmo con múltiples espasmos de placer y profusa emisión de sonidos de goce.
Él se irguió, de rodillas primero, cuello y cabeza levantados, luego de pie en el piso y se quitó pantalón y slip. No dejé que se quite la blusa del uniforme:
-¡Dejátela! Nunca hice el amor con un médico …. quiero tenerla presente – le pedí, mientras su verga, tiesa, se balanceaba a centímetros de mis ojos.
- De acuerdo, pero eso tiene otro precio-
-¡Ahh siiii!!! ….¿Y cual es?-
-Una buena mamada-
Como buena putita, recliné el cuerpo, de echado y tendido y comencé a lamérsela desde la cabeza hacia atrás, sin omitir los testículos y de regreso para, despacito, despacito, despacito, deglutirla , al límite de mi cavidad bucal.
¡Estaba dura como mármol! La chupé un buen rato, le escupí en el glande y le murmuré:
-¡La quiero sentir adentro …. AHORA!!!-
Me “cacheteo” el culo con la mano abierta, me volvió a acostar de espaldas, se subió a la cama, abrió mis piernas, se acomodó encima y, con fuerza, hundió su, importante, verga en mi concha mojada y en ebullición.
-¡Mmmmmmm! ¡Qué sensación deliciosa sin parangón!!!-
Así fue el comienzo de uno de los mejores “tratamientos” intra-vaginales que recuerdo.
Me bombeó comedidamente, de manera lenta y prudente un corto lapso de tiempo, luego hundió su pija con embestidas, irregulares, cada vez más fuertes y decididas, azotándome con su pubis en mi pubis y sus bolas en mis nalgas.
Yo vagaba por el “jardín de las delicias” y se lo hacía saber con todo tipo de manifestación vocal: palabras, suspiros, gemidos, palabras non santas, ….
Él me cogía no sólo con la verga, con su boca me besaba, lamía, chupaba lo que podía alcanzar de mi cuerpo, sus manos acariciaban, manoseaban, amasaban, pellizcaban.
Cuando se le antojó, en pleno meta y ponga, introducir un dedo en mi ano, los dos estábamos tan “embalados “que los orgasmos sobrevinieron violentamente: fueron sendas explosiones de semen masculino y eyaculación femenina. (squirting que le dicen)
La alteración de los ánimos pasajera, intensa y deliciosa, fue acompañada de tal conmoción somática, que quedamos suspirando, gimiendo, gruñendo sin conseguir articular palabras.
Sólo después de corridos varios minutos, nos besamos y abrazamos fuerte, como recreando el amasijo de carnes precedente, sin la introducción de uno en la otra, no por falta de deseo, por carencia de vigor.
Embriagada todavía de placer, miro como se sienta y se saca la casaca del uniforme:
-¡Que desastreee … está toda transpirada ….!!!- murmuró.
-¡Peor encharcada quedó la cama!! – le dije llevando, con la mía, su mano debajo de mi entrepiernas.
-¡Uhyyyy!!! ¡Siiii …. Que barbaridad, debe estar mojado hasta el colchón!!!-

Después de sendas duchas, nos levantamos – yo con sólo una bombacha y una blusita, él con el slip – y fuimos a la cocina.
Durante la cena, improvisada y ante mi curiosidad, me sintetizó porque se había decidido en volver, casi enseguida después de la visita profesional:
- Mientras te revisaba, era tal tu liberación de feromonas al ambiente, es decir, el olor a sexo, que no tuve dudas que estabas “alzada” –
Me hizo ruborizar, momentáneamente, hasta que mirándonos a los ojos, estallamos los dos en una carcajada histérica.

De regreso a la cama, me cogió, como si no hubiésemos tenido un mañana. Mejor: nos cogimos. Yo hice mi parte esa noche, fuera de lo común, de excesos y desmesuras. Los cuerpos transpirados y mojados de los dos, pocas horas antes, perfectos desconocidos, sobrepasaron todos los límites imaginables.
Volvió a penetrarme y a golpear mi pubis con el suyo, al hundirse a más no poder, dentro de mí, con velocidad y vehemencia. Pensé que no demoraría en acabar, pero no, se detuvo, giró su cuerpo arrastrando el mío. Quedé encima de él, con su pija metida: ahora me tocaba a mí cogerlo. Y, vaya si lo cogí. Lo cabalgué, a viva fuerza, a merced de su vergota – parecía que se hinchaba más y más dentro de mí - que disfrutaba con apetito lascivo.
Lo cogí y re-cogí hasta otro orgasmo fantástico, asombroso y ….. con lluvia de fluidos.
Desinflada y mareada por el goce y el derroche de energía, me dejé caer a su lado. No fue largo el sosiego:
-¡Ahora te voy a encular ….. –
Me giró, boca abajo, me lamió y mojó el agujerito con la lengua, primero, luego con los dedos – cargados de fluidos al frotarlos por mi concha – y, despacito fue hundiendo su pija en mi culo. El tiempo se detuvo ….. sentí un leve dolor inicial, después, el paraíso, con sus estocadas decididas y el valor agregado de besos y mordiscos en el cuello, manoseo en las tetas y halagos y obscenidades en mis oídos.
En pocos minutos “recrudecí” la inundación en el cubrecama, sábanas y colchón. Él lanzó con tanta rapidez y fuerza, el contenido de sus testículos, que “temí” pudiese salirme por la boca.
Me dejó temblando de tanto placer.
Una vez serenados, yo imaginaba que, ese había sido el último entrevero de la noche, pero a él, se le subió nuevamente la adrenalina y tomó nuevos bríos.Me miró fijo y dijo:
-¡…no terminé contigo … golosa!-
Girándome de costado, se acomodó detrás de mí y comenzó a cogerme, de nuevo, ahora en pose cucharita, con el mismo ímpetu y fuerza que en el coito inicial. Con una mano estimuló mi clítoris o mis pezones, de modo alternativo. Mi orgasmo y su orgasmo, fue la última parte de una obra maestra de placer sexual.

Saludé al doctor agradeciendo la cura recibida. Él asintió con entusiasmo y gratitud. Me recomendó no dudar en llamarlo en caso de presentarse un nuevo malestar. Para ello, me dio su número de celular.
La medicina del doctor surtió efecto: curada, ufana y satisfecha me dormí feliz.

Transcurrido menos de un mes desde esa noche me comuniqué, a su celular, para comentarle que estaba experimentando comezón, prurito, en ambas cavidades meridionales.

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