Mirame

Cuando fuimos a la Playa Nudista cerca de Zahara de losAtunes en el Atlántico Andaluz, ni se me hubiera ocurrido que losacontecimientos sucedieran así. Ni bien llegamos el hotel nos acomodamos, yvimos estaba lejos de la playa donde unos protectores hechos con esparto en laplaya funcionaban como sombrilla y le daban un toque de intimidad a los que hiciéramosdesnudismo.
Poco a poco lo que a la mañana era una playa tranquila sefue abigarrando. Nada me había producido a la mañana cuando de manera recoletami mujer saco sus leves y turgentes senos al sol. No pude dejar de ver como sustetas atraían a los extraños y sobre todo con el pelo lacio y oscuro llovidosobre los hombros. Al mediodía estaban todos los espacios completos en laplaya. Mi mujer apuro su estar y se sacó la tanga y yo mi bermuda. Ambos en laarena estábamos totalmente en bolas y ante la mirada de quien quisiera ver. Mimujer recostó su cabeza sobre mi vientre y empezó acariciar mi pija y juro, queni me atrevo a preguntarle que le pasaba que, hacia eso en ese momento, ya quesi la tengo que medir por mi experiencia sería una mentira lo que me contestaría.
A nuestro costado un hombre un poco mayor que nosotros lamiraba. Estaba de frente a ella mientras con sus ojos desvariados solo mirabael glande de mi pija al palo. A sus espaldas un joven miraba su entrepierna yaque con su otra mano mi esposa se masturbaba.
Vi a una joven mirar mi pija cuando mi esposa paraba arespirar un poco, que se mordía los labios y entrecerraba los ojos como si eldeseo de chuparla lo compartiera con mi mujer.
La hubiera llamado y hubiera llamado a todos los hombres demi alrededor para que me ayudaran.
Me asombraba que nadie era importante y que mi esposa y yo estábamosa punto de tener un orgasmo mientras todos nos miraban.
Cerré los ojos y eché mi cabeza para atrás, sentía que unamanada de ciervos corría por mi choto y buscaba su salida. En la comisura delos labios la leche chorreo y fue tomada delicadamente por mi esposa hastatragarla toda. Chupo por un rato mientras la pija estaba blanda hasta asegurarque ningún rastro de leche fuera necesario retirarlo.
El señor grande estaba al palo y se tocaba la poronga. La chicaseguía removiendo sus labios y su lengua como si mi leche le hubiera tocado aella.
A la cena, bailamos con mi esposa en el salón de música delhotel. Charlamos de cosas sin ninguna razón, pero ninguno le dijo al otro loque nos había pasado durante esa experiencia.

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