El Turista maduro, Manuel, vino a Buenos Aires.

El Turista maduro, Manuel, vino a Buenos Aires.
Nos conocimos en el LitoralYa conté como, con mi esposo, tuvimos nuestro primer intercambio de parejas, en Entre Ríos.
Disfrutamos de dos noches fabulosas, Martín se “encamó” con Flavia y yo con su marido Manuel. Quedé asombrada (y deleitada) por su poronga grande y dura como una piedra. (ver foto)
Él, al parecer, quedó encantado con mi “popa” (ver foto) que fue lo último que probó, allá a la orilla del río Uruguay, y no dudó en llamarme cuando, por trabajo, viajó a Buenos Aires.
-Hola ¿Romina? ¿Sabés quién te habla?- escuché, al atender el llamado en mi celular. No tenía idea y así lo manifesté.
-Manuel. ¿Te acordás de las lindas veladas que tuvimos en el litoral?-
Nunca antes lo había oído por teléfono. Susurrarme, decirme y gritarme palabras dulces, zarpadas o soeces, sí, pero de cuerpo presente, o para hablar con más propiedad, con él dentro de mí – en mi boca, en mi concha o en mi culo-
¿Veladas? ¡Más bien juergas desenfrenadas para solazarnos con sexo!!!.
-¡Hola, qué linda sorpresa!! ¿Cómo andas, Manuel?-
- Con ganas de verte. Estoy en Buenos Aires, por unos pocos días.¿Cómo lo ves?-
-¿Viniste con tu mujer?-
-No, solito-
-¡Qué lástima ……!- le expresé que, si hubiesen venido los dos, podríamos haber cenado juntos. Quedaba implícito lo que ocurriría después de los postres.
¡A falta de pan …..! No dudé en pergeñar un tercer entrevero, a solas, con ese macho, entrecano, amable, cortés, sensual y, sobretodo, de largo aliento en el sexo.
Convinimos encontrarnos el día siguiente, Martín salía de viaje y yo podía dejar mis hijos con mi hermana Lorena.
Me vino a buscar a la salida del trabajo. Pulcro, elegante y cortés, me abrió la puerta del taxi, que nos llevó a un bar.
Agradable, dulce, suave en la conversación y el trato, mientras tomamos un par de aperitivos, no disimuló que más que cenar, tenía otro apetito.
Mi bombacha humedecida, se inclinaba por lo mismo.
Obviamos la última comida del día y fuimos a parar a un hotel transitorio, cerca de Puerto Madero.
Volví a la casa de mi hermana, aproximadamente, a las 23:30. Ella, piola, no hizo preguntas, mi nena en cambio, inocente, quiso averiguar:
-¿Qué estuviste haciendo mami, que demoraste tanto?-
Después de un breve titubeo, le respondí:
-Cosas de mujeres grandes, mi amor.-
-Ya sé. Era muy difícil lo que te hicieron hacer –
-¡Buenoooo …. seee….!
In mente “Ya vas a ver cuando seas grande: difícil es no volver a hacerlo.”
Nos despedimos y regresamos a nuestra casa.

Lo que no le pude contar a mi hija:
Después de los aperitivos Manuel me llevó al hotel. En el ascensor nos besamos pero, apenas cerrada la puerta del cuarto, tiró el saco sobre una silla, me apoyó contra una de las paredes, me besó y toqueteó desaforadamente, al derecho y al revés – tetas y concha, de allí al culo y viceversa – una y otra vez.
No demoré mucho en abrirle la camisa, dejar asomar su torso peludo, acariciarlo y manosearle y besarle las tetillas.
Con ímpetu, celeridad y presteza dio cuenta de mis prendas exteriores dejándome en bombacha y corpiño, tendida sobre la cama, se sacó camisa y pantalón y se me tiró encima. Con besos vehementes y vivos, sus labios recorrieron mi cuerpo desde mi boca al ombligo. Con los dientes comenzó a bajarme la bombacha hasta sacármela por completo ayudándose con las manos, se tiró de boca y comenzó a lamerme, chuparme y besarme la almeja. Su lengua inquieta y curiosa y sus dedos entraron y salieron de mi sexo, mis manos crispadas se aferraban con fuerza a la sábana y no podía contener suspiros y gemidos. Acabé en su cara. El muy pervertido llevó su boca hasta mis labios y me hizo sentir el gusto a mi cachucha caliente.
Ahí comencé a tirar del elástico de su slip. Él entendió mi intención. Se acostó de espaldas, se quitó el slip dejando al aire, desplegada, apuntando al cielorraso y balanceándose, su enorme poronga, con la cabezota roja invitándome a chuparla.
Me la metí en la boca, no sin antes darles una buenas lambidas todo a lo largo del tronco, yendo de menor a mayor en las chupadas y lambidas. Por lo que oía, él estaba “en la gloria” y sus manos me acariciaban entera.
De repente me soltó y quitó el corpiño, me tumbó, se subió entre mis piernas y su garrote comenzó a abrirse camino en mi concha hasta empalarme por completo haciéndome gemir y suspirar.
-¡Por fin estoy, otra vez, dentro tuyo…!- me susurró al oído y comenzó a cogerme.
Cuando sus labios dejaban los míos y se acercaban a mi oído sentía los gemidos y gruñidos que soltaba. Yo cerraba y abría los ojos me parecía estar en un sueño. Después de bombear un largo rato, y un par de orgasmos míos, sus dos manos se adueñaron de mis tetas y sus gemidos y gruñidos subieron de volumen. Percibí su eyaculación brutal invadirme.
Un goce electrizante recorrió mi cuerpo y se convirtió en el último orgasmo de esa primera sucesión de la tarde-noche.
Él se mantuvo encima de mí, su mano derecha descendió, primero, hasta mi concha, subió luego y metió un par de dedos, en mi boca. Ahí saboree el “batido” de semen y fluido vaginal. Me gustó mucho.
Acostados, cabeza a cabeza y abrazados:
-¡No puedo creer mi suerte, reina: otra vez haciendo el amor contigo!! ¡Te hicieron y rompieron el molde!- susurró
-Ni yo puedo. Estoy embobada de volver a estar a solas con vos, tenerte adentro y disfrutar tu compañía- le retruqué.

El resto de la “velada” fue un despliegue – con breves pausas para recuperar fuerzas e higiene - del increíble aguante de Manuel y una catarata de placer para mí.
Me volvió a meter su, larga y gorda pija, por adelante y por atrás –misionero y perrito, vaginal y anal.-

Lo dicho: difícil no repetir, si se llega a presentar otra ocasión.
A Martín, ni palabra, de lo ocurrido.

2 comentarios - El Turista maduro, Manuel, vino a Buenos Aires.

alejandroemerson1969
Cómo calienta Ud., señora. Me dejó con la verga muy dura y necesitada de sus besos y caricias...
Ciughe
¡Qué culo para amansar potros!!!
Envidio quien lo puede disfrutar.