After Office, parte I

Otra vez la historia de oficina. Compañera de hace muchos años, alta, muy bien cuidada, un par de años más grande, lindo lomo, rubia, madre “reciente”. Siempre hubo algo con mucho respeto y distancia, pero se daban charlas picantes en la oficina y en los pocos momentos fuera que podíamos compartir, había como una predilección de ella hacia mi persona. Si saliamos a almorzar por algun cumpleaños o algo así, se sentaba al lado mío, charlábamos todo el viaje de ida, durante toda la comida y al regreso. Charlas “de compromiso” y charlas mas libres , joviales, en joda, también.

La mina desde que la conocí estaba en pareja con el mismo tipo que hoy es su esposo y padre de su hijo de apenas un año. Con el crecimiento del nene, cuando ya ella dejó de hacer el horario reducido y se perdió esa distancia de “madre reciente”, empezaron a aflorar algunos comentarios a la pasada de su vida sexual. Que ya no era lo mismo, que con el marido no había tanta quimica, que el nene les demandaba mucho, que se levantaban a la noche, que dormia el nene en la cama… daba pie a mostrar su insatisfacción. Y a mi personaje le cayó justo. Yo, soltero empedernido, con mala fama en la empresa de ser un mujeriego terrible, si bien siempre me había gustado y siempre le había tenido ganas, nunca me había puesto en campaña para seducirla. Un poco por ser la mina mayor y estar como en la búsqueda de otras cosas (coger cogen todas, pero esta buscaba un marido) y otro poco por respeto, la mina siempre estuvo dentro de un noviazgo serio y con miras a lo que finalmente pasó.

Desde estas declaraciones, empezó mi sutil campaña. Sin hablarle nunca del tema, empecé a invitarla con cafes, a hacerla parte de los almuerzos, a preguntarle cosas que ya sabía y a pedirle consejos con cualquier boludez (medicos, negocios, etc). La cuestión era lograr una relación de día a día que genere confianza y a la vez, la excusa para algún que otro encuentro fuera de la oficina, aunque sea en un comienzo algunos mensajes de texto o algo así.

El celular ya lo tenía, pero me faltaba la venia y la excusa para empezar con charlitas frecuentes. Ella de a poco iba soltando cada vez mas seguido su insatisfacción y yo en esos días tuve unos toques de suerte: En una charla de oficina un flaco vino con la historia de que el largo del pene era igual a la distancia desde la base de la mano hasta la punta del dedo mayor. Yo tengo una verga normal, pero toco el piano desde los 10 años, así que cuando vieron mi mano empezaron a joderme, a decirme mutombo y otras boludeces parecidas. La mina lo único que dijo antes de irse, fue un “habría que probar a ver si es cierta la regla”. Se produjo un silencio y pese a hacerme siempre el galán, me puse colorado. No saqué el tema en nuestras charlas privadas ni nada, pero se que de alguna manera, aunque sea mínima, le había quedado picando esa idea.

Apenas pude, la enganché para un after office. El marido mèdico laburaba con horarios medio raros y dejaba al nene con la suegra, así que salía un rato tranquila. Obviamente desde el minuto 0 nos sentamos juntos y empezamos a hablar mientras mandabamos alcohol deshinibidor para adentro. Para la tercera ronda de cervezas, ya estabamos sentados muy cerquita, con las piernas chocándose y hablándonos muy de cerca. La charla se puso interesante y volaron un par de indirectas. En un momento, para probar que decía, le puse la mano un poquitín arriba de la rodilla. La mina estaba hermosa, con una camisa blanca ajustada, un saquito arriba, minifalda negra y medias negras. Le puse la mano con la palma abierta y senti la textura de la media, su pierna y una temperatura agradable. Se produjo un silencio mínimo y al continuar la charla como si nada, aprobó mi mano sobre su pierna, así que la dejé. Entre lo semioscuro del bar, la mesa y las distintas charlas que tenían los demas, nadie parecio notar ese “atrevimiento” para con una mujer casada. O si lo notaron, en ese grupo había codigos.

En un momento empecé a hacerle mimos con la mano. Se ve que la incomodé un poco porque se levantó para ir al baño. Aproveché la situación y fui a comprar unas cervezas a la barra. Cuando estaba esperando que las trajeran, se me acercó por atrás y me apoyó las tetas en la espalda. Juro que pude sentirlas hermosas y firmes contra mi camisa. Me puso la cabeza al lado de la mía y yo cuando giré para verla, casi le como la boca. Volvimos con las dos cervezas y entre pasar por el pasillo y entre la gente, sin querer le devolvi la apoyada. 100% de la verga que empezaba a ponerse gomosa contra ese culo lindo, firme y grande comprimido debajo de la pollera. Nuevamente con su no decir nada aprobó mi procedimiento.

La noche se puso más mimosa, varios se fueron y los que iban quedando eran, como siempre, los mas piratas y los de mayores códigos. Nos empezamos a soltar. Yo si bien no tenía nada que apostar, me sentía un poco intimidado por ella. Ella tenía, en cambio, mucho que perder. El volumen de la música había subido un poco y eso nos permitía la excusa de hablarnos al oido. En una de esas charlas, me pone la mano entre mis piernas, a un milímetro de tocarme la chota. Aprovecho y paso mi brazo alrededor de su cuerpo. En una de esas cosas se ríe de algo que digo y apoya su cabeza en mi hombro. Aprovecho y la mano que había pasado la bajo sobre su teta derecha: Firme, turgente. Encima se ve que tenía un corpiño medio finito porque sentí un pezón que se empezaba a parar. Nadie dijo nada y dejé mi mano ahí, sintiendo esa teta hermosa y de cuando en cuando, excitándola con un leve movimiento.

Llegó la hora de irnos e hicimos la jugada más vieja del mundo. Yo salgo un rato antes, la espero a un par de cuadras en el auto, ella sale. Si alguien la ve/acompaña, se toma un taxi por 3 cuadras. Sino, se viene caminando adonde tengo el auto estacionado. Salió perfecto, después de 15 minutos de espera en el auto, donde me la toqué un poco para ponerla a punto, apareció. Subimos al auto y la cosa era simple: Un telo era gran opción pero quizás mucho tiempo. Mi casa estaba a 10 cuadras, pero ella no quería “dar esa imagen”. Así que arranquè por la menos probable, para asegurarme la otra. Le digo “vamos a casa” y ella me contesta que no, que está re caliente conmigo, pero que no le parece ir para mi casa.

Mientras negociábamos empiezo a manejar y a rumbear para un telo que usaba frecuentemente por la zona. Cuando llegamos a una conocida y oscura calle de Palermo, ella me pide directamente “estacioná ahí”. Me tiré como un fórmula 1 a boxes, desesperado. Apenas frené el auto, ella se soltó el cinturón de seguridad y se puso de costado, de espaldas a la ventanilla y de frente a mi.

Institivamente miré a su entrepierna y entre la posición y la minifalda que tenía, le vi una bombacha muy delicada. No muy en detalle por la poca luz, pero el recuerdo me quedó grabado. En ese momento me dio un beso de amor. No era de calentura, era de enamorada. En otro momento me hubiera preocupado o bajado la excitación, pero después de tanto tiempo, de esa noche y en esa situación, me la puso más dura todavía. La agarré de la nuca y le metí la lengua hasta la garganta. La otra mano se la metí entre las piernas, debajo de la pollera y le empecé a manosear la concha. Masajes a lo largo de todos los labios, sobre la media y la bombacha y haciendo presión sobre el clítoris cuando iba para adelante. Le encantaba. Ella con sus manos no hacía nada, así que la mano que tenía en su nuca la pasé a la zona de los pechos. Le abrí la camisa y le apreté las tetas, por sobre el corpiño. Empecé a notar otra temperatura y humedad en la concha, por sobre la bombacha. Antes de llegar a las tetas, le baje las medias, le corrí la bombacha y le mandé los dedos adentro. Estaba empapada. Le seguía masajeando los labios, metía los dedos un poco y después llevaba todo ese jugo tibio al frente, al clítoris y se lo apretaba bien fuerte. Le encantaba pero solamente seguía besándome y mordiéndome con desesperación, ahora con sus dos manos en mi cabeza. Una vez que ya le había abierto la camisa, directamente le levanté el corpiño y sus tetas hermosas quedaron al aire libre. Eran perfectas. Paraditas, chicas, blancas, perfumadas, con una areola bien rosada y un pezón esponjoso, rosado, juvenil pese a sus veintilargos y su maternidad. Me aboqué con desesperación a la tarea de chuparlos, sin dejar de mandarle dedos en la concha. Estaba desesperado. Ella al quedarse sin boca que besar me empezó a acariciar frenéticamente el pelo mientras me apretaba la cabeza contra el pecho, tirando su cuerpo para atrás y apoyándose contra la ventanilla para darme más facilidad de acción. Haciendo elongaciones impensadas, empecé a bajar por la pancita hacia la concha. La agarré de la cintura y, después de levantarle la pollera, la acomodé en el asiento para pegarle una tremenda chupada de concha. Era una cosa de locos. Totalmente mojada, llena de flujo, caliente, rica, 100% depiladita, un manjar. Enloquecidamente movia la lengua sobre su clítoris. En un momento me tomé la libertad de mirar para arriba. Ella estaba arqueada, con sus pechos hermosos al aire libre y una expresión de placer reprimido. Ahí me di cuenta que hacía tiempo no le pegaban una buena cogida, con calentura, dedicación y amor. Completa. Le seguí chupando la concha con más ganas que nunca, para desesperarla, enloquecerla y hacerla acabar de una forma adictiva. La queria hacer adicta a coger conmigo. En un momento quiso sacarme, le dije que no me iba de ahí hasta que me acabara en la cara. Le chupé la concha de la mejor manera durante 10 minutos que empañaron todo el auto y después de gritar como una desesperada (cosa que me enloqueció) y de arrancarme unos cuantos pelos de la cabeza, acabó. El grito entre liberado y comprimido que pegó no me lo olvido más. Sentí en mi boca las contracciones vaginales de su orgasmo y supe que era mi turno. Me levanté y mientras le comía la boca, empecé a desabrocharme el pantalón. Ahí no nos importó mucho lo que habíamos aprendido en educación sexual y en cuanto saqué la poronga dura del pantalón, me la traje para el asiento del conductor y me la senté (o mejor dicho, arrodillé) sobre la poronga, de frente, con la espalda contra el volante. Con la excitación y enchastre que tenía, la pija le entró hasta el fondo de una. La falta de lugar le dio paso a su talento. Siempre supe que la mina la tenía muy clara en la cuestión y lo empezó a demostrar cuando comenzó a moverse sobre la pija sin sacarla ni un centímetro. “La tenés tan larga y gruesa como imaginaba” me dijo en el oído y me reventó el cerebro. Mientras ella me cogía a mi, yo le chupaba las tetas y le super apretaba el ojete. Me di cuenta que el adicto estaba siendo yo. Me bombeó perfectamente durante 5 minutos. Lo siguiente que me dijo fue “avisame antes de acabar, no se te ocurra acabarme adentro”. Yo lo estaba tratando de hacer durar lo más posible, pero me estaba costando, no la quería sacar más de ahí adentro, pero como movía el culo arriba de mi pija me resultaba tremendo. Me estaba por explotar. Cuando no pude aguantar más, le dije que se levantara. Yo tenía la camisa abierta asi que la saqué y ella la apretó con su mano contra mi panza. Acabé bocha en la mano de ella y como pudimos lo limpiamos con la gamuza que tenía en la puerta. Nos dimos unos cuantos besos y ella me pidió de pasar por mi casa así se podía limpiar y arreglar bien, porque ahí no tenía nada, estaba llena de olor “a garche” y no veía nada (por las dudas de tener alguna mancha o algo). Nos acomodamos la ropa más o menos (un detalle hermoso… ella se sacó la bombacha para no enchastrarla mas) y fuimos para casa a que “se acomode” y “se limpie”… claramente no fue eso lo que pasó, pero se los cuento en una próxima entrega…

Saludos!

4 comentarios - After Office, parte I

staples19 +1
buen relato!! espero que continue!
veteranodel60 +1
Muy lindo van puntos y esperando el proximo relato con fotos
BernarH
Tenga sus puntos señor, excelente relato.