Delicias en familia capítulo 2

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@page { margin: 2cm }p { margin-bottom: 0.25cm; direction: ltr; line-height: 120%; text-align: left; orphans: 2; widows: 2 }DIANA


Fruncí las cejas porque me habíaparecido escuchar un sonido desde fuera de la habitación. Me saquéla polla de la boca y miré hacia la puerta. Como no estaba tanoscuro me di cuenta de que la había dejado entreabierta, por lo quese me heló la sangre al pensar que mis hijos pudieron haberme vistomamando. Rápidamente me levanté y me aseguré de cerrar con seguro.Al girarme, Gerardo, mi marido, estaba ya tumbado sobre la cama, conla verga apuntando al techo y sobándose los huevos.
—Ven acá, putita. Sigue chupando.


Suspiré. Odiaba que él me hablara deesa forma durante el sexo, pero no podía hacer nada. Gerardo era unamáquina de follar. Me deslicé a la cama, subiendo primero unarodilla y sonriéndole con gesto coqueto. Me acomodó entre suspiernas y me dediqué a lamer el espacio pequeño entre sus huevos yla base de su pene. Esto hizo que se sintiera feliz y que comenzara ajadear de gusto. Para excitarme más, llevé una mano a mi coño ypellizqué mi clítoris. La verdad es que coger con mi esposoúltimamente ya no era tan placentero como antes.
La rutina nos había obligado a tenersexo duro. Él guió mi cabeza para que me metiera la polla en laboca. Le pasé la lengua al glande, que palpitaba por la sangredentro, y después me eché a la cama, bocarriba. Él se acomodóencima de mí, con un 69 invertido. Me abrió las piernas y no dudóun segundo en clavarme los dedos en el culo, mientras su lengua medaba rápidas embestidas. Su verga, larga, pero no tan gruesa, quedóa mi alcance y me la metí a la boca. Tenía que cerrar los ojos parapoder controlar bien mi respiración. Gerardo movía sus caderas,penetrándome despacio la garganta. Tuve arcadas.
— ¡Espera, Gerardo! —le mascullé—. Me estás ahogando.


—¡Cómetela! —ordenó. Me pasé lalengua por los labios y seguí chupándole como sólo yo sabíahacerlo, con esa técnica de garganta profunda que hice en mismejores años como actriz porno amateur. Claro que Gerardo no sabíanada de esto. Mis videos estaban escondidos en un disco que mi exnovio me dio antes de separarnos.
—Creo que una de las chicas nos vio—le dije a Gerardo, degustando sus bolas y jugando con ellas en miboca.
—Nah. No lo creo. Relájate —sequitó encima de mí. Yo me coloqué de a perrito, y sin perdertiempo, Gerardo me ensartó casi hasta meterme las bolas. Sólo medio unas cuantas embestidas hasta que de repente se detuvo,conteniendo la eyaculación. Yo sonreí e hice presión con losmúsculos de mi vagina y moví las caderas en círculo. Eso bastópara que mi esposo soltara su leche dentro de mí, en medio dejadeos.
—Ah, eso fue rico —gemí, al sentirlo caliente del semen dentro.
—¡Cabrona! —gruñó él, echándosea un lado —. Te quería coger más tiempo.
—Ya estoy agotada —me acosté a sulado y me tapé con la sábana.


Un buen marido abrazaría a su mujerdespués de esto, pero Gerardo se dio por vencido y se tiró adormir. Yo quería abrazarlo y besarlo en los labios, aunque a élestas cosas no le gustaban. Me detuve y torcí los labios. Le di laespalda y también me acosté, haciendo un poquito de presión parasacar todo el semen que tenía dentro de mi coño. Estaba cansadapara ir a bañarme, así que me quedé dormida en pocos minutos.
Cuando me levanté por la mañana miesposo ya se había ido. En la mesa junto a la cama había dinero.Era parte de la quincena, aunque que me la diera después del sexosólo me hacía sentir como una puta. De todos modos lo agarré y lometí en mi cartera. Me coloqué una bata de seda oscura, algotransparente, y unos boxers pequeños que me apretaban un poco de lascaderas y marcaban el triángulo de mi coño. Me miré al espejo y mevi echa un desastre, con el pelo negro alborotado, la piel un pocomás pálida de lo normal, porque casi nunca salía de la casa, yvarios chupetones en el cuello. Mis pezones asomaban un poco pordebajo de la tela transparente.


Salí del cuarto. Eran poco más de lassiete y media de la mañana. Fui al baño a darme una ducha de aguatibia. Examiné mi cuerpo en el espejo y me vi un poco maltratada pormi marido, que cogía tanto conmigo que no dudaba en darme mordidaspor todas partes del cuerpo. Comenzaba a extrañar el sexo delicado.Hacer el amor.
Bajé a la sala sintiéndome másrenovada y tranquila. Mi vida no iba a cambiar. Allí ya estaban mishijos comiendo. Los ojos que Carlos le puso a mis tetas hicieron queme sintiera un poco cohibida, pero tampoco las tapé. Eran mis pechosy él había comido de ellos. Cass, en bragas y con una camisa de supapá a modo de bata, estaba preparando hotcakes. Mi hija menor,Katy, vestía todavía con sus shorcitos de pijama y su blusadescolorida. Era a la que más le costaba levantarse porque lossábados tenía clases de natación, luego de ir a la doctrina, en elcentro evangélico. Éramos una familia de religión, aunque sólo ala vista. La verdad es que Dios hacía falta en nuestra casa.


—Qué rico huele —le dije a Cass,dándole un beso. En todo momento los ojos de Carlos no dejaron deverme los senos. Me senté al lado de él sin tomar importancia.Estaba en esa etapa de los adolescentes donde sólo piensan en cogery en chupar tetas.
Mi otra hija, Alondra, bajó consaltitos de su cuarto por las escaleras. Llevaba una bonita minifaldaque mostraba un cuidado para de piernas blancas y torneadas, y unablusa floreada y bastante mona que su papá le había comprado.
—¿A dónde tan guapa? —le pregunté,dándole un pico en los labios.
—Pues voy a ver a Leo ¿recuerdas?
—Ah, sí.
—¡Quiero ir! —volvió a gritarKaty. La pequeña adoraba a su hermano mayor.
—Yo también quiero verle —Casandraestaba igual de entusiasmada, aunque era vaga para ir de viaje comosu hermana.
—Desayuna y ahorita nos vamos — ledije y me estiré.
—Mami, se te ven tus cositas —dijoKaty, tocándome las tetas con sus deditos. Di un brinco por el sustoy miré a Carlos.


—Deja de verme los pechos —le pedí,riendo —y ve a cambiarte. Tienes práctica con el equipo debeisbol, y tú, Cass, cuando vuelva vamos a limpiar tu mugre cuarto.
—Ay… si, mamá —dijo de mala gana.
Total que después de vestirme llevé aAlondra a la terminal de autobuses y le pedí que hiciera lo posiblepor traer a su hermano a la casa. Echaba de menos a mi querido Leo.Mi primer hijo. Después de ello recibí una llamada de mi esposo.
—Se me averió el puto coche —estabamolesto —. Ven a buscarme, rápido.
—Mmm… voy. No haría mal que me lopidieras por favor.
—Ven.
Llegué donde él, y se apresuró aponerse detrás del volante, aunque fuera mi coche. Estaba tanmalhumorado que no repliqué nada y me coloqué al lado, con elcinturón apretándome el generoso busto. El brasier que llevaba eraun poco más pequeño y me incomodaba. Gerardo empezó a contarmecosas absurdas sobre el coche y decía que iba a cambiarlo. Yo sóloasentía y asentía porque no me gustaba disminuir con él.
—¿Vamos a buscar a Carlos a lapráctica? —me preguntó.
—Si quieres. Creo que ya salió.
—Entonces vamos.
Llegamos al estacionamiento del estadio.Estaba casi vacío. Gerardo se quitó el cinturón y subió lasventanas polarizadas. Yo suspiré y le miré fruncida de cejas.
—No, Gerardo.
—Anda, sólo una mamada.
—¡No! Estamos en vía pública.


Ya era tarde. Se había sacado la verga.Estaba erecta, palpitando. Me sonrojé porque pocas veces hacía talcosa. Miré a mi alrededor. Nadie estaba cerca. Casi obligada, meincliné sobre él. Apenas había abierto los labios, mi marido meempujó la cabeza para que mi boca albergara su larga polla. Tosí,pero seguí chupándole rápidamente para que ya eyaculara. Mientrastanto él me acariciaba la espalda y el cabello. Empapé toda suverga de saliva hasta que noté el semen caliente saliendo a chorros.Me lo tuve que tragar, aunque sabía algo amargo. No protesté.Gerardo fumaba bastante, así que su lechita siempre era algo rancia,contrario a mí, que me cuidaba tanto y mis jugos siempre erandulces.
—Ahh… eso fue genial —se cerró labragueta. Yo me limpié la boca. Justo a tiempo porque mi hijoapareció saliendo del estadio. Gerardo sonó la bocina y él seacercó y subió.


ALONDRA


Me sentía algo culpable por haber vistoa mamá follar. Yo me consideraba más lesbiana que bisexual, yaunque era mi mamá, tenía que decir que sus tetas eranimpresionantes. No grandes ni pequeñas. El tamaño justo, con suspuntitas rosadas y deliciosas. Me sonrojé demasiado al darme cuentade que tenía sólo eso en mente, así que me dediqué a mirar unapelícula en mi celular mientras iba en el camión.
Sin embargo, no podía olvidar lo quevi. Como estaba sola y sentada hasta atrás en los asientos deprimera clase, me entró la tentación. Crucé las piernas, que semostraban mucho por la minifalda que llevaba. Después de eso entréa internet y busqué porno en la primera página que me salió.


Vi algo de lesbianas, donde la chica lemetía le lengua en el coño a otra. El pecho me dio un brincograndísimo mientras tanto y me reí como una tonta. Imaginé que unade esas mujeres era mi maestra Carmen, o Sonia. Carajo, incluso mimadre, con su voz y gemidos dulces mientras le daban verga. Meempecé a acariciar las piernas y luego me llevé una mano másadentro, sintiendo como mi conchita empezaba a mojarse. Nadie memiraba, por lo que me deslicé el dedo junto a mi tanga y lo enterréen mi vagina. Dejé que se mojara con mis jugos y luego me los llevéa la boca. Era una delicia sin duda alguna.




Me recliné mejor en el sillón y empecéa darme un poco de placer discreto, hasta que de repente una de lasseñoras que estaba en el baño salió sin que yo me diera cuenta ypasó junto a mí, por lo que me apené roja como un tomate cuando mevio sacando la mano de mi entrepierna. Me hundí en la silla,apenada.
Cuando salí de la terminal, mi hermanaya estaba esperándome. Por un momento no lo reconocí. Tenía elpelo más largo y rebelde. Era alto, casi de un metro y ochenta.Llevaba jeans negros, camisa blanca y una chamarra porque hacia algode frío. Lentes oscuros y estaba delante de un coche nuevo. Saltéde alegría a sus brazos cuando llegué a él.
—¡Leo!
—Ah, hermana… —suspiró,abrazándome fuerte de la cintura con sus manos grandes —. Cómohas crecido en éste año. He visto tus fotos en Facebook, pero nocreí que ya estuvieras así de guapa.
—¡Jeje! La verdad te ves bien —leacaricié los brazos, que estiraban las mangas por sus bíceps comopiedras —Sigues yendo al gym ¿verdad?


—¿Se nota?
—Sí. Carlos también. Eres suinspiración.
—Perfecto. Déjame verte. Mira nadamás que piernuda estas. Recuerdo que de niña eras una flacucha.
—¡Jaja! Me cuido. Anda, vamos, tengohambre.
—Iremos al mercado a comprar antes.Quiero cocinarte algo como bienvenida. ¿Cuánto tiempo te quedarás?—me preguntó, abriéndome la puerta.
—Unos días nada más.
—Perfecto. Voy a darle a mi hermanauna estadía de diosa.
Me reí. Leo siempre nos había adoradoa todos. Subió tras el volante y se acomodó. A mí la minifalda seme corrió un poco, por lo que crucé las piernas. Mi hermano habíaadmirado mis muslos y me hizo sentir bien, con el autoestima arriba.Era increíble la forma en la que podía arreglarnos las cosas conunas simples frases.
Le conté algunas cosas de cómo estabannuestros padres y nuestros hermanos. Él se interesó más por Katy,que todavía tenía sus 12 años, y que la echaba de menos porqueella, al ser la menor, era la princesa de la casa y con la que mejorse llevaba.
—Quisiera volver —dijo de repente, ypuso una mano en mis piernas y las apretó —. Les extraño, ytambién a mamá.
—Mamá y papá sigue discutiendo aveces.
—Nah, tranquila. Así son ellos.
Pasamos al supermercado a compraralgunas cosas para la cena, y después de eso fuimos al departamentode él, que estaba en un edificio en una zona céntrica de la ciudad.El sitio estaba bien cuidado, por lo que olía rico.
—Hermano, quiero ducharme.
—Hay una bañera —me enseñó elcuarto de baño y abrió las llaves —. Pero no tengo toallas extra.
—Ah, traje yo ¡jeje! Entonces merelajaré un poco en la tina y después de que salga, me ayudas conuna tarea ¿vale?
—Sí, disfrútalo —me empecé adesabotonar la blusa. Mostré mi sujetador de encaje y me di cuentade que Leo no se había ido.
—¡Ejem!
—¡Ah, lo siento! —se sonrojó ysalió del baño. Me reí y terminé por desnudarme. Mi tanga estabamojada por mi masturbación en el camión, así que la metí en unabolsa de ropa y luego me dejé hundir en la bañera.


DIANA.
Carlos había ido a jugar al parque conunos amigos, y Katy estaba en casa de una vecina ayudándole a bañaral perro. Mi marido, caliente como siempre, aprovechó ese momento desoldad para acercarse a mí en la cocina y restregarme la polla enlos apretados minishorts que yo llevaba. Me tomó por sorpresa,porque estaba cortando las zanahorias para la comida.
—Ay, no, espera, Gerardo —le reñí,mientras metía una mano dentro de mis shorts y me palpaba la concha.
—Mmm… ricura. Me encanta lo lisa quetienes la piel de la vagina.
—Sí, pero aguanta. Estoy cocinando.
—Sólo un faje —sonrió y bajó miespalda a besos. Me bajó los shorts y me abrió las nalgas. En esemomento pegó su lengua a mi culo y yo di un salto al sentir su bocairrumpiendo en mi estrecha raja.
—¡Gerardo! ¡Para!
Se levantó y me subió la ropa. Me dimedia vuelta y lo recibí. Me levantó una pierna mientras frotaba sudura polla contra mi coño, por encima de la ropa. Yo jadeé al notarque mi cuerpo reaccionaba con él y me mojaba.
—Mamá… papá…
Era Casandra. Mi hija adolecente estabaen la entrada de la cocina, con su cara totalmente roja contrastandocon su pelo negro y corto. Gerardo no dijo nada, y saliórápidamente. Yo me quedé allí a hacerle frente a la chica.
—Ah… Cass —me peiné el pelo conlos dedos.
—Ahg… no quería ver a mi mamáfollando.
—No estábamos follando —le aclaré—. Sólo era… caricias.
—¡Diana! —gritó mi marido desde lahabitación. Cass rió, traviesa y se acercó a mí.
—Anda, ve. Papá te espera para darteamor.
Me ruboricé y le dejé el cuchillo a mihija. Ella se quedó cortando las verduras mientras yo subía aldormitorio. Nada más llegar. Gerardo me tomó de las caderas y mearrojó a la cama. Yo me quité el sujetador y la blusa de un sologolpe, y también los shorts y la tanga. Mi marido se apresuró amontarse sobre mí, a levantarme las piernas y a penetrarme sin queyo estuviera lo suficientemente mojada, lo que me incomodódemasiado. Sin embargo me quedé quieta, esperando a que se saciara,y poniendo para él cara de puta. Mis tetas se balanceabanfuertemente y él apretaba los pezones.
Después de eso, se inclinó a besarme ya comerme los pechos con sus dientes. Empecé a sudar. Me costabasentir el mismo placer de siempre con él. Me dio la vuelta yprocedió a tratar de introducirme la polla por el recto, lo cual ledije que no. Él no protestó y siguió con sus embestidas ynalgadas.
—Vamos a hacer el trío —me ordenó.
—No. Gerardo, ya te dije que no quieroa otra mujer en la cama.
—¡Ah! ¡Vamos! —volvió a repetir,cogiéndome con más fuerza y aferrándose a mi culo —. ¡Vamos!¡Di que sí!
—¡No! —le dije y me quité de él.Me di media vuelta para ponerme a chuparle la polla. Deslicé toda lalengua por sus huevos y pegué mi boca a su pelvis una vez que memetí todo el falo a la garganta. Me quedé allí, respirandodificultosamente hasta que noté las descargas de semen bajando pormi garganta. Gerardo se alejó, suspirando y sudando.
—¡Cabrona! si tu dijiste que el sexoes una mierda, pues vamos a hacer cosas más ricas.
—Ya, pero no quiero verte cogiendo conotra mujer.


—Ah, pero tú si quieres tener dosvergas para ti —rugió y yo me reí para mis adentros. Eso eracierto. Quería volver a vivir mis tiempos como actriz porno amateur.Me cogían incluso entre cinco hombres, y era delicioso. Claro quenadie sabía de esto —. Estoy cansado. Ya ni disfrutas conmigo.
Eso era cierto. No se lo dije.
Gerardo se molestó. Era muy dramático.Se fue al clóset. Agarró ropa de vestir elegante y se fue acambiar.
—¿A dónde vas?
—A hacer un trabajo de emergencia. Nosvemos mañana —y diciendo esto último, se fue de la casa,dejándome con el sabor amargo de su leche en mi boca.
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jaja que dicen de gerardo? se merece cogerse a Diana o no la sabe tratar? gracias por sus puntos hmon y por sus comentarios que me motivan a seguir, saludos! 

2 comentarios - Delicias en familia capítulo 2

vampidito +1
Mas o menos falta mas acción con las chicas
Elvertanith
jaja todo a su tiempo estimado, pero descuida que la habrá y muchas gracias por tomarte el tiempo de leer!
AquiLuis +1
guauuu, muy buen decenlace va teniendo esta historia, espero que las nenas sean terribles putitas como la madre de joven, y no creo que gerardo se buen esposo..
Gracias x compartir
Elvertanith +1
jajaj si, te aseguro que lo serán, gracias por tu comentario!