Disfruto mi trabajo (I)

(A partir de lo que me contó ella, escribí este relato)

El lunes por la tarde llegué a la casa donde trabajaría como empleada doméstica. Mi patrón se llama Daniel, tiene 47 años, buen aspecto, aunque petiso; es publicista, divorciado y vive solo.

Esto último me gustó: no tendría mucho trabajo ni debería atender niños. Además, me encantó el modo lujurioso como me miró. Yo me llamo Carmen, tengo 22 años, mido 1,70, soy delgada, pelo castaño oscuro, piernas largas, senos medianos, cintura fina y cola dura. No soy una belleza, pero se que excito a los hombres.

Ese lunes, para impresionarlo, me presenté con una camisa blanca con corbata y minifalda de jean, bien ajustada. Arriba de sandalias con 7 centímetros de taco. Lo dejé con la boca abierta a Daniel.

Me di cuenta que lo había excitado. Me llevó hasta la habitación que ocuparía, diciéndome, nervioso, que podía bañarme y descansar hasta el otro día, a las 8. “Ah, en el placard hay dos vestidos, para el trabajo. Los compré para la chica que estaba antes, que era más bajita que vos, y casi no los usó. Si no te andan, compro otros. Ahora, me voy a descansar un rato…” Y se metió en su dormitorio, enfrente del mío.
Disfruto mi trabajo (I)

Ricas sorpresas

Mi cuarto era lindo, hasta tenía televisor y un DVD. Me desnudé, saqué mi escasa ropa de la mochila, y abrí el placard para ver donde la acomodaría. Entonces vi la “ropa de trabajo”. Eran dos vestidos enterizos estilo jumper, de tela fina, ambos de color negro, que me parecieron muy chicos. Como estaba desnuda, decidí probármelos.

Quien los usó debió ser una niña. Por arriba, apenas me cubría mis senos, y me quedaban tan cortos que si caminaba se veían el comienzo de mis nalgas. “Si uso esto para trabajar, lo voy a poner al palo a mi patrón”, pensé sonriendo.

Me quedé con uno puesto y abrí los cajones del placard. En el primero había lencería erótica. Y el segundo, cinco revistas pornográficas. Dos eran de putas teen, una de lesbianas, otra de sexo hardcore y la última de transexuales.

También encontré ocho DVD pornos. Me pusieron cachonda. Me puse una tanga y medias liguero, tras lo cual fui a recostarme para mirar las revistas. Al rato ya estaba con la concha mojada, tocándome. Prendí el televisor, puse un DVD porno y me masturbé.

Conociendo sus gustos

Anochecía cuando sentí golpes en la puerta de mi cuarto y la voz de Daniel: “Carmen, no te levantés. Tengo que salir de urgencia, por mi trabajo. Vuelvo en dos horas”, dijo. Luego escuché la puerta de calle y un auto que arrancaba.

Dejé pasar diez minutos y me levanté, con la lencería puesta. La puerta del dormitorio de mi patrón estaba cerrada. Giré el picaporte y me alegré que no tuviera llave. La cama de dos plazas se encontraba revuelta; un televisor y computadora, apagadas. Sobre la mesa de luz, una botella de vino tinto y un cenicero lleno. El ambiente estaba cargado con un olor conocido para mí: semen.

Levanté las sábanas y descubrí lo que imaginaba: un bóxer con manchas de acabadas masculinas. Intuitivamente, prendí el televisor. Apareció el título de una porno. Di play y vi un viejo chupando la vagina de una pendeja. “Parece que mi patrón es pajero… Qué lindo… Igual que yo”, pensé.

Y me acosté, a mirar la película y darme otra paja.

Una hora después, tras dejar todo como lo había encontrado, volví a mi cuarto. Me dormí en el acto.

Desayuno

A las 6 y 30 me levanté, bañé, y calcé la tanguita más chica y el “uniforme”, sin corpiño. Preparé café con leche y tostadas. Puse todo sobre una bandeja, la dejé sobre la mesada y fui a mi cuarto. Sin sacarme el vestido ni la bombachita, saqué las revistas porno y empecé a masturbarme. Aguanté para no tener acabadas, sólo quería estar mojadita, y que se noten mis jugos en la tanga. El jumper me quedaba como minifalda.

Recalenté el desayuno y fui al dormitorio de mi patrón. Golpeé la puerta y le pregunté si podía pasar para servirle el desayuno. Sin esperar respuesta, entré.

Daniel alcanzó a manotear la sábana y cubrir su entrepierna, pero era evidente el bulto de su pija. Frente suyo la pantalla mostraba dos teen chupando una verga. Sin prestarle atención, me incliné para colocar la bandeja con el desayuno a su costado, permitiendo mostrar mis pechos. Y le dije:

- Señor, ¡gracias por todo lo que me dejó en el placard! ¡La ropa me encanta! Pero dígame usted si me queda bien, si le gusta…

Entonces caminé lentamente alrededor de la cama, sin mirarlo, contoneando mis caderas.

- Ehhhh… ¡Si, si, te queda muy bien…! – expresó el pobre hombre.

- Bueno, ahora déjeme acomodarle un poco la cama, así desayuna cómodo… - sostuve, y con toda intención levanté la sábana que lo cubría.

Por supuesto, apareció, totalmente erecta, su poronga. Me agradó. Grande, gorda.

- ¡Ay!, ¡disculpe! Mejor corro las cortinas… - exclamé simulando pudor.


Y le di mi espalda, puse en puntas de pie y alcé mis brazos para tomar las telas en la parte superior. Mi premeditado movimiento logró que la minifalda subiese, mostrando la mitad de mis nalgas y el hilito de la tanga metida en mi culo.

- Espero que todos los días me traigas el desayuno así… - dijo Daniel.

Percibí el tono lujurioso del comentario. Demoré en darme vuelta. Sin cubrirse, su verga apuntaba al cielo raso. Le pregunté:

- ¿Cómo así?

- ¡Me encanta tu culo! ¡Sos hermosa! – soltó él.

Era lo que esperaba. Le sonreí, poniendo mi mejor cara de zorrita, y dejé salir mis tetas.

- ¿Y estas le gustan?

- ¡Nena!, vení, dejame comerlas…

- Espere señor; primero voy a terminar lo que estaba haciendo… Y de paso, desayuno yo… - sostuve.
pendeja
pija

Y fui con mi boca hacia la linda pija…


(Continúa)

4 comentarios - Disfruto mi trabajo (I)

angieyruben +1
Una empleada "cama adentro" que va a tener mucha camaaaaaaaaaa !!!!
Muy bueno el relato !
Gracias por compartir y Feliz Navidad !


paja
dagyus +1
Tremendo relato!!! Solo me quedaban 5 puntos pero te los di, segui.asi!!