La hermana arrecha de mi amiga puta

De las cuatro parejas amigas presentes aquella noche en mi casa, los únicos que bailábamos temas lentos en el living éramos Marcela y yo. En el sillón grande estaban Mariela y Carlos, al lado de Verónica y Juan. Desnudos, cogiendo. El baño lo habían ocupado Magdalena y Horacio, y en mi dormitorio, en la cama superior de la cucheta, se encontraban Yamila con Matías, mientras que en la de abajo Silvana –hermana menor de Marcela- cogía con Andrés.
La chica con quien bailaba la había conocido la tarde del día anterior, cuando Silvana llegó con Marcela a mi casa.
-Le hablé tanto de vos que la traje porque quería conocerte –dijo mi amiga, desinhibida como era.
-¡Nena!, ¡vos sos la que me trajiste a la fuerza! –reaccionó, avergonzada, ruborizada, Marcela.

Con derechos…


Silvana es una petisa rubia de cara preciosa y cuerpo sensual, de 24 años. Según me confesó, necesita sexo todos los días, sea con hombre, mujer o a solas. Además de ser el amigo que escucha sus confidencias, y debido a que mi casa está desocupada de lunes a viernes durante las mañanas y siestas, le di una llave y ella la ocupa para coger o masturbarse.
Al llegar, nunca encontré a sus parejas ocasionales, y mi cama estaba con las sábanas cambiadas. Desde el inicio de nuestra amistad –dos años atrás- habíamos cogido no más de diez veces. Empero, eran innumerables las oportunidades que dormimos juntos, incluso ella con su erótica lencería o desnudita.
Ambos nos habíamos descubierto masturbándonos. La primera vez fui yo el sorprendido. Silvana me había contado que una chica con la que había estado dos horas atrás había logrado gozar orgasmos múltiples.
No bien se marchó, me senté desnudo frente a la computadora a mirar videos de lesbianas. Estaba a punto de largar mi leche cuando mi amiga entró a mi pieza. Yo me avergoncé, pero ella me animó a continuar. “Dejame ver cuando te salta la leche”, pidió con su carita de pendeja arrecha. Y agregó: “Me calentaste… Yo también quiero pajearme…” La hermosa se desnudó y desde ese día, una o dos veces por semana nos pajeábamos juntos.

Impresionante

Silvana me contó que su hermana mayor Marcela-de 34 años, profesora universitaria, de Córdoba- llegaría a visitarla. “Se separó del esposo porque lo descubrió con otra mujer. Ella nada que ver conmigo, es más linda que yo, y una santa… ¿Querés conocerla?” Fue a mi computadora, entró a su correo electrónico y abrió una carpeta oculta. Me puse a su costado. Quedé maravillado.
Aunque no se lo dije, y considerando lo bonita que es Silvana, Marcela la supera en belleza. Más alta, pelo negro largo, su rostro es bonito y excitante, por sus labios, ojos, mirada. Pero lo que dejó con la boca abierta fueron sus pechos, impresionantes. Toda curvas.

La hermana arrecha de mi amiga puta

-¿Te calentó mi hermana, no? Se te paró… – sostuvo, pícara Silvana, mientras estiró su mano izquierda y apretó mi bulto.
-¡Prometeme que vas a venir a casa con tu hermana! –reclamé.
-¡Sabía que te ibas a enloquecer con Marcela! Pero no sé… Primero, ella no es puta como yo; y si querés que la traiga, te va a costar… -sostuvo.
-Bueno, pero ahora está soltera, y yo sólo quiero charlar… ¿Y qué querés?
-Ocupar el dormitorio de noche también, por dos meses…
-¡Hecho!

“¡Vos si que sos tonto!”

Silvana llegó con Marcela para cenar. Voz educada, inteligente, a los pocos minutos charlábamos toda clase de temas. Mi amiga se aburrió y nos dejó solos. Poco antes de medianoche, Marcela me dijo que ya era de irse. Pese al deseo de pedirle que se quede, la despedí educadamente.
Una hora después llegó Silvana. “Yo cumplí, así que hoy quiero el dormitorio. Vos andá al sillón así hago entrar al chico que me levanté”, exigió. Obedecí. “Ah, mañana te cuento bien, pero te adelantó que mi hermana está encantada con vos…”, agregó.
Al otro día, al mediodía, Silvana me dijo:
-Hoy a la noche hagamos una juntada, invitemos tres parejas, yo vengo con un chico y traigo a Marcela.
-¿Por qué parejas? Todos van a estar en sus historias, vos seguro que te vas a meter a mi pieza a culear, y tu hermana y yo vamos a quedar desubicados… - objeté.
-¡Vos si que sos tonto! Haceme caso, te va a ir bien…

El momento y lugar indicado

Entonces, tal como conté al comienzo, a la hora de reunirnos, Silvana con su machito y las parejas amigas ya estaban cogiendo mientras Marcela y yo bailábamos en el living. Ella había llegado con un vestido corto infartante: de seda blanca calada y transparente, se veían el corpiño negro y tanga del mismo color. Sus tetas lucían espléndidas, como su cintura, culo, piernas.
puta
Sin embargo, temía fracasar.
Bailando lentos con Marcela, evitaba estrechar mi cuerpo contra el suyo, tanto para no parecer zarpado como para no apoyarle mi erección. Entonces, tontamente, comenté:
-Bueno, parece que somos los únicos que nos portamos bien…
-¡Si!; ¡Qué lástima!... – respondió ella.
Me aparté para mirarla, incrédulo ante sus palabras. Entonces fue Marcela quien se apretó contra mí y sus labios buscaron los míos. Su boca abierta, cálida, mi verga dura contra su entrepierna, lograron despabilarme. La abracé totalmente, poniendo mis manos sobre su cola, y bajando mi rostro a sus pechos los lamí…

-¡Al fin! ¡Con todo lo que me contó Silvana de las veces que cogen o se pajean, ya estaba pensando que yo no te gustaba…!
-¡Vos sos mucho más hermosa que Silvana! ¡Te deseo tanto que no sabía que hacer…! – sostuve, tras lo cual mi mano derecha buscó su concha.
Encontré que las delgadas telas del vestido y la tanga estaban mojadas. Y no había pelitos, Indudablemente, las hermanas poseían la misma calentura sexual.
-Esperame un momento, voy a tu dormitorio y vuelvo… -susurró.
En menos de dos minutos Marcela regresó. Se abrazó a mí y llevó mi mano derecha hasta el fin de sus muslos. ¡Se había sacado la bombacha! Confirmé que su vulva húmeda estaba depilada. Ella por su parte bajó el cierre de mi pantalón, el boxer, y agarró mi pija, también mojada.
Ambos queríamos coger. Rápidamente pensé en donde lo haríamos. No había donde, salvo tirarnos al piso del living, de mi dormitorio o del baño. La idea era gozar junto a tremenda mujer, escuchando sólo nuestros gemidos.

Gritona

Entonces giré el cuerpo Marcela, subí su vestido, apoyé mi pene en la exquisita raya de su culo sabroso y la conduje hacia el jardín, oculto apenas de la vereda por un ligustro de metro y medio de altura. Cerré la puerta de entrada y en el porche me arrodillé para dirigir mi cara hacia la deseada concha. Nariz, mentón, labios y lengua recorrieron los labios vaginales, muslos, ombligo, una y otra vez, hasta sentir la llegada de su primer orgasmo. En ese momento fui al clítoris. Y ella estalló.
Comenzó a gritar, a las 2 de la madrugada, en el jardín.
-¡Ay qué rico como me cogés! ¡Haceme bien puta! ¡Quiero pija!
Temiendo alguna denuncia de vecinos, me levanté y empujé abajo a Marcela, poniendo mi verga en su boca. Cesaron las exclamaciones lujuriosas. La engulló completa, mientras sus manos se entretenían en tetas y vagina. Continuó retorciéndose, agitada por sus gozos.
Sabía comer pija. Pese a ser aguantador, lo que sentía en mi glande, tronco, bolas, y ver como se acariciaba, podían hacer que acabara. Y deseaba metérsela.
La aparté, levanté, conduje hacía la ventana de mi pieza y coloqué dándome la espalda. Su concha y mi pija estaban bien lubricadas, por lo que se la clavé hasta el fondo, mientras usé mis manos para recorrer tetas y culo.
Empecé a darle suave, pero Marcela movió su cadera adentro afuera y contoneaba el culo en círculos, haciendo que cogamos salvajemente. Y nuevamente comenzó a gemir y gritar:
-¡Si, si, si, reventame con tu pedazo, soy bien puta, me encanta la pija, llename hijo de puta!
Intenté taparle la boca. Pero era riquísimo el gozo que sentía dentro suyo.
Entonces empinó su culazo y gritando me ordenó:
-¡Damela por el culo! ¡Rompeme el orto, soy virgen ahí! ¡Rompeme el culo con tu pijota!
Ya no me importaron sus gritos. Mis dedos recogieron los jugos de la concha, los pasé por mi pene y su agujero trasero, separé los hermosos y firmes cachetes de su nalga, y entré en su ano.
Marcela lanzó chillidos como de cerda, gritó insultos, y empezó a repetir:
-¡Si! ¡Soy puta, reputa!
Ambos nos detuvimos cuando abrieron las celosías de la ventana de mi cuarto. Marcela tuvo que retroceder, clavada en mi pija. Y Silvana asomó su cuerpo desnudo.
-¡Mirá vos con la santa de mi hermana! ¡Sos más puta que yo!
-¡Callate pendeja y dejame gozar esta pija!
-¡Voy a acabar! – anuncié
-¡Acabalé en la cara! ¡Quiero ver a mi hermana mayor enchastrada en leche!– pidió Silvana.
-¡Si!, bañame con tu leche… - reafirmó Marcela.
Saqué la poronga de su culo, hice que se arrodillase, y con Silvana mirando y mordiéndose los labios largué mis chorros de semen en el rostro de Marcela.


(Continúa)

6 comentarios - La hermana arrecha de mi amiga puta

gerardoriker +1
como te envidio que cojes con dos hermanas
FreddySab +1
Son fotos del fb , es pura mentira todo
megak_0
nooo.en serio lo decis.
es relato,no necesita ser real,casi todos en esta pagina son ficcion
joshecito91 +1
soy de cordoba preséntame a Marcela
avispa257 +1
Te felicito compañero espero q me las presentes cuando pase de visita por alla