El Año del Culo.

Haciendo un mini balance del año 2007 llego a la conclusión que, para mí, fue el Año de Culo. En la China Imperial la popa femenina era el séptimo orificio En Argentina, actual, con el término “siete” se alude a la retaguardia. “200(7)” toda una coincidencia. Les cuento el porqué del título de este relato: después de pedírselo más o menos lustro y medio, sorpresivamente, mi esposa Mariel en la mitad de un polvo en posición cucharita, tomó mi tararira con la mano, se la sacó de la almeja y la presentó en el ano: <haceme la colita, Cari, pero despacito ¿si? Si no aguanto y me duele, paramos ¿sabes?>. Por fin, vaya a saber porque, se había decidido a probar por la retaguardia y por suerte nos gustó a los dos (a mi me encantó. Mariel tiene un culito delicioso, redondo, pimpante y apretadito y, “culiarla” es una maravilla para los sentidos.) Ahora, de tanto en tanto, reincidimos con ella “en cuatro patas” con la cabeza casi apoyada en el colchón, y el culo apuntando al cielorraso y, detrás de ella yo parado con los pies en el piso o arrodillado, precalentando con el entra y sale por la concha, caricias preliminares con los dedos en el ano y, finalmente, penetrándolo por atrás hasta el orgasmo.
Pero lo más llamativo es que la entrega de Mariel resultó el primer acto de una especie de efecto dominó: con pocos días de diferencia le hice el culo a Valeria (ex compañera de escuela secundaria y actual amante “Part Time”), a mi concuñada Camila (esposa del hermano de Mariel) y a Patricia la gerente de marketing de la empresa que me da trabajo. En seis meses inaugurados tres culos antes esquivos y uno nuevito casi sin trajín. Si le agregamos reincidencias variadas en número ¿No es para elevar el 2007 a la categoría del Año del Culo?
Con Patricia se dio casualmente; gracias a un encuentro totalmente fortuito, tuvimos un fin de semana “salvaje” e hicimos el amor de todas las formas conocidas, por la popa incluida y, como decía mi abuelo “sin tantos Gre Gre para decir Gregorio”. Volviendo a casa, un sábado por la mañana alrededor de la 11:00, de regreso de la veterinaria con mi perra Lea, descubrí a Patricia parada al lado de su auto estacionado con la tapa del motor levantada. Detuve el mío unos metros adelante:
- ¡Hola Patricia! ¿Qué haces por estos parajes?–
- ¡Hola, que sorpresa, que bueno encontrarte! Ahora que recuerdo vos vivis por estos lados ¿no es cierto? –
- Si, unas 20 cuadras de aquí ¿le pasó algo a tu auto? -
- ¡Siiii..no me hablés! Se paró y no quiere saber de volver a arrancar. Llamé al ACA hace más de media hora –
Me contó que iba a Cañuelas, a la quinta de una amiga para el fin de semana ya que el marido estaba en Estados Unidos por trabajo. Casualmente yo también estaba solo: mi mujer, con nuestra hija, había viajado al interior para acompañar a la madre sometida a una cirugía menor. El mecánico del camión de auxilio dictaminó que la falla requería “internación” en taller mecánico. Patricia aceptó mi sugerencia de que lo llevaran a un taller conocido mío y, al enterarse de que la reparación demandaría hasta el lunes siguiente, avisó a la amiga de Cañuelas que no iría y aceptó mi invitación a almorzar. Dejamos a Lea en casa y fuimos a un restaurante cercano. Yo, como Oscar Wilde, “puedo resistir todo, menos la tentación”. Al culminar el almuerzo, no sin antes haberse negado vehementemente entre el primer y el segundo plato, con firmeza con el postre, “¡no me parece que sea algo que podes pedirme…!” entre el postre y el café, finalmente, en el auto en el que supuestamente la llevaba a tomar el tren, aceptó quedarse conmigo que se lo había propuesto: “así el lunes vamos juntos a la oficina y, a última hora, te traigo de regreso y retiras el auto reparado”. Había detenido el coche, en una sombreada calle lateral, doscientos metros antes de la estación ferroviaria, le tomé la cara entre las manos y, venciendo su débil oposición, le di un primer beso en los labios. No lo objetó, entonces volví a pegar mis labios en los suyos, mientras mi mano izquierda acarició su pecho y, acto seguido, su entrepiernas por sobre blusa y jeans.
- ¿Vamos a casa, te parece Patri? –
- ¡Bueno!…Está bien…pero sólo un rato. -
Estábamos a unas 6 cuadras. Para evitar que vecinos indiscretos me vieran entrar con ella a la cochera, le pedí que pasara al asiento posterior y que se acueste en él. Cerrado el portón nos abrazamos, acariciamos y besamos, con gran perplejidad de mi perra Lea, que supongo, no entendía muy bien porque no era Mariel quien estaba en mis brazos como acostumbraba presenciar y meneaba la cola con menos entusiasmo que el habitual.
El que se puso como perro con dos colas fui yo, cuando Patricia después de la ducha, salió del baño con los largos cabellos rubios sueltos y sus espléndidos 1,74 metros de físico, protegidos de mi ansiosa mirada sólo por una tanga negra con puntillas y el corpiño del mismo color sobre sus tetas, chicas pero paraditas. La protección fue efímera. Segundos después la había perdido y tumbada sobre la cama me tuvo entre sus piernas y con mi poronga adentro.
- ¡Carloooos….sos…sosss….el eslabón perdido…un gorila..- Protestó débilmente y enseguida se prendió acompañando con pelvis frenética y gemidos, exclamaciones y palabras entrecortadas o exclamaciones de placer:
- ¡Que bueno!!!, ¡ahhhh!.....como me gustaaaa, ¡siiiiiii! asiiiiii, siiiii Carlos ¡cogeme cogeme asiiii! ¡siiiiii!! -
El primer orgasmo de ese fin de semana fue un concierto de suspiros, gemidos y gritos. Los siguientes no desentonaron.
- Flor de puta tu compañera de trabajo, ¿Nooooo? - murmuró cuando yo retiraba la verga, aun medio erecta, brillosa por los jugos vaginales y chorreando semen.
- ¡No digas eso! Sos joven, hermosa y no hay nada de malo en no negarte a una atracción –
- No creas que soy tan fácil como te resulté hoy a vos. No te voy a decir que no tuve mis transas, pero me sobran los dedos de una mano y me hice rogar largo antes de aceptar. No sé qué me pasó hoy -
Charlamos amena y largamente y nos dormitamos abrazados. Esa siesta fue de un solo polvo. Al despertarnos, Patricia no hizo mención alguna de irse. Merendamos, escuchamos música, pedí un delivery para la cena y terminado el postre helado, comenzó a elevarse la temperatura. La noche fue un festival para los sentidos: halagos, mimos, caricias, lenguas enroscadas, lenguas lamiendo sexo y dos cogidas imposibles de describir con palabras.
Al sol del día siguiente lo saludamos con un polvo mañanero:
-Dejame que tengo mal aliento – protestó ella
-¡Ahhh siii! Lo hacemos en cuatro, así no te sentís incómoda –
La vista de su culo, mientras la cogía por atrás en la cachucha tomada de las caderas, me resultó alucinante y dio lugar a mi determinación de darle por el ano, a la brevedad. A la brevedad fue en la siesta dominguera: comenzamos con un misionero que se transformó, a mi pedido, con ella en cuatro y yo, mientras entraba y sacaba el abadejo, comencé a masajearle el orificio, luego con suavidad a abrírselo con un dedo:
- ¡sacá la mano de ahí Carlos!...¿no querras culiarme, nooo?-
- ¡Siiiii en eso estoy pensando! –
- Me va a doler, no seas maloooo….no lo hago con nadie…-
Le prometí cuidado y juré interrumpir enseguida si no estaba a gusto. Sin esperar la aceptación explícita, le fui metiendo muy despacio la cabeza, una vez adentro, me detuve. Patricia comenzó a mover la cola animándome a más, empujé un poco y le entré la mitad de la verga. La otra mitad se la introdujo ella reculando hasta sentir mis huevos contra sus nalgas. De ahí en más comenzó la culiada propiamente dicha , soberbia, hasta que exploté dentro de ella.
Luego, distendida, reconoció que, si bien no había parangón fifar con la poronga en la concha, por atrás también le había gustado.
El resto del domingo fue un calco de la noche anterior y la bienvenida al sol del lunes, no tuvo nada que envidiarle a la del día anterior.
Nos higienizamos y, juntos fuimos a la Capital, con la precaución de dejarla a ella en su departamento para “producirse” y posteriormente ir con taxi a la oficina. A salida invertimos la secuencia. Patricia tomó un taxi hasta donde la esperaba yo para llevarla a recuperar su coche reacondicionado.
El fin de semana, improvisado, resultó tan bueno que, si bien no pudimos repetirlo entero, nos encontramos de vez en cuando y, en un par de ocasiones, mechamos las cogidas, siempre gloriosas, con una buena culiada.
Lo dicho el 2007, ha sido el Año del C…….

2 comentarios - El Año del Culo.

FaradayD
caliente como leche hervida
elnegritoER
-Dejame que tengo mal aliento – protestó ella
-¡Ahhh siii! Lo hacemos en cuatro, así no te sentís incómoda –
jaja muy buenaaa