Vóleibol playa [2/2]

Comparto este relato que encontré hace varios años.

Dividido en 2 partes por lo extenso del relato.


CAPÍTULOS ANTERIORES:

Voleibol playa [1/2]


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Giré la cabeza y, en efecto, a lo lejos venía mi madre con su bikini negro y junto a ella un hombre negro totalmente desnudo. ¡No me lo podía creer! Ella que tanto había puesto el grito en el cielo por lo de la playa nudista y por el topless de mi tía y se hacía acompañar ahora por ese tipo en pelotas y en animada conversación con él.

Davinia y yo comenzamos a salir del agua.

Álvaro, hijo, a ver cómo haces para ocultar eso antes de que llegue tu madre- me comentó aludiendo al tamaño de mi polla que nuevamente se había empalmado debido a los roces y tocamientos dentro del agua.

En parte tenía razón pero rápidamente caí en la cuenta de algo: cuando ella llegase y nos encontrase desnudos, no podría decirnos gran cosa, al menos en ese momento, primero porque ella misma venía acompañada por ese hombre y, segundo, porque con él delante no se atrevería a montar ningún escándalo. Nunca solía perder la educación ante otras personas. Mientras nos secábamos, le comenté esa reflexión a mi tía y me dio la razón. Un par de minutos más tarde mi madre y su acompañante alcanzaron nuestra posición. Me fijé en la cara de asombro que se le puso a mamá al vernos sin el bañador. Noté cómo observó brevemente nuestras partes íntimas para luego apartar rápidamente la mirada. Quise pagarle un poco con la misma moneda y miré al negro, bajé mi vista hacia su polla colgante y desvié mis ojos para buscar los de mi madre, tratando así de contraatacar. Ella se ruborizó y fue mi tía la que rompió el hielo. Con toda naturalidad le preguntó a su hermana:

Débora, ¿no nos vas a presentar a tu acompañante?

Mi madre tardó unos segundos en reaccionar, sin embargo luego comenzó a hablar:

-Él es Pierre, un antiguo compañero de trabajo. Pierre, ella es mi hermana Davinia y él mi hijo Álvaro.

El hombre nos estrechó educadamente la mano a ambos justo antes de que me percatara de cómo mi tía se fijaba en el miembro de aquel hombre de unos 35 años. Su polla estaba en reposo, pero aun así tenía un tamaño considerable. Mi madre siguió hablando un poco, contando algo más sobre Pierre, como que era francés pero que llevaba ya muchos años en España, sobre lo bien que se llevaban en la época en la que trabajaron juntos....Pierre también comenzó a elogiar a mi madre, tanto personal como profesionalmente. Mi tía y yo escuchábamos, aunque, en mi caso, permanecía atento al comportamiento de Davinia, que no paraba de dirigir sus miradas con cierto disimulo a aquel pene oscuro que tenía a escasa distancia. El francés, entre palabra y palabra, observaba igualmente la anatomía de mi tía hasta el punto de que, pasados unos instantes y tras darse cuenta al fin de que Davinia no paraba de mirarle la polla, ésta empezó a ganar en tamaño y a alcanzar una semierección. Miré a mi madre y la sorprendí con su vista clavada en mi paquete: mi polla, sobre la cual había una ligera capa de vello púbico castaño, seguía dura y tiesa. Pero esta vez mi madre no apartó la mirada, sino que la mantuvo fija unos instantes en mi entrepierna antes de volver a meterse en la conversación.

¡Lo pequeño que es el mundo! En una playa tan recóndita como ésta y mira por donde me encuentro con un antiguo compañero de trabajo del que hacía siglos que no sabía nada- comentó mamá.

Tienes razón, pero bueno, ya ves que no he cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. Tú tampoco lo has hecho: igual de guapa y simpática y tan prudente y pudorosa como siempre- apostilló Pierre.

Yo ya intuía por dónde iba la cosa, pero el francés lo aclaró a continuación:

Debes ser de las pocas personas que van a una playa exclusivamente nudista y que se dejan el bañador puesto, jajajaaaa- dijo Pierre entre risas.

Mi tía y yo también sonreímos.

Mi hermana es que es un poco chapada a la antigua. No sé cómo no ha dicho nada al vernos a su hijo y a mí desnudos- añadió Davinia sin desaprovechar la oportunidad de volver a deleitarse con el endurecido miembro y con las bolas totalmente rasuradas del francés.

Mi madre empezó a estar entonces un tanto acorralada: tres personas desnudas y ella, en cambio, con el bikini puesto y en una playa nudista.

Pero, ¿por qué se tendría que escandalizar? Estar desnudos en una playa de este tipo es lo más normal. No pasa nada por ver a tu hijo o a tu hermana desnudos. Ni por ver a un antiguo compañero. Conmigo, cuando nos encontramos hace un rato, ha actuado con total normalidad, incluso nos hemos dado un abrazo y un par de besos en las mejillas para saludarnos. Y, que yo sepa, no ha pasado nada, ni se ha muerto nadie- dijo Pierre.

Por mi mente se pasó la imagen del cuerpo de mi madre pegado, aunque fuese por unos segundos, al de aquel tipo totalmente desnudo y eso me calentó un poco más. Mi tía volvió entonces a la carga:

Hermana, creo que deberías quitarte definitivamente el bikini. No me seas mojigata, por favor. Tu amigo está desnudo, tu propio hijo lo está y yo también y no ocurre absolutamente nada. Todo lo contrario: si te quedas con el traje de baño puesto, es cuando se producirá la anomalía.

Mi madre agachó la cabeza un tanto nerviosa. Por primera vez me dio la impresión de que estaba a punto de ceder y de despojarse del bikini. Tal vez un “empujón” más y eso sucedería. Y ese “empujón” llegó por boca de Pierre:

Yo pienso lo mismo, Débora. Puedes hacer lo que quieras, por supuesto, Pero, mujer, estamos todos desnudos, en plena naturaleza, en un espacio exclusivo para nudistas. Además, sólo aceptaré la invitación que me hiciste antes, cuando nos encontramos, de pasar un rato aquí con vosotros si te quitas el bikini. Si no, me doy la vuelta y regreso por donde he venido.

Estas últimas palabras del francés fueron las definitivas. Sin pronunciar palabra, mamá levantó la cabeza, se llevó la mano a la espalda y se abrió el cierre de la parte superior del bikini. No me lo podía creer: estaba a punto de superar todos sus complejos morales y descubrir sus pechos. Ya con el sujetador suelto, se tapó unos instantes los senos hasta que decidió separar de ellos sus manos y la prenda y dejarlos al desnudo. Eran preciosos: redondos, bien formados y con unas aureolas de tamaño considerable. El marrón de tono oscuro de los pezones remataba la belleza de los senos. Mi madre me miró: pareció olvidarse de la presencia de Davinia y de Pierre y sólo me observaba a mí. Supongo que lo que más le importaba en ese momento era mi reacción. Supe que tenía que dedicarle algunas palabras tranquilizadoras y eso fue lo que hice:

Mamá, ¿ves cómo no pasa nada? Además, tienes un cuerpo precioso. Tendrías que sentirte afortunada por lo guapa que eres.

Logré arrancarle una tímida sonrisa y su rostro comenzó a reflejar cierta tranquilidad a partir de ese instante. Guardó el sujetador en su bolsa, mientras Davinia y Pierre la miraban en silencio. El francés había hecho un buen repaso visual a las tetas de mi madre y luego miró las de mi tía como si quisiera compararlas. No sé qué diablos me estaba pasando: en cualquier otro momento me hubiese molestado ver cómo un tío lanzaba ese tipo de miradas a mi madre y a mi tía. Sin embargo, en aquella jornada, no. Todo lo contrario: lo ocurrido con mi tía tras los arbustos, la presencia de aquel negro bien dotado, sus miradas continuas a mi madre y mi tía provocaban que mi excitación no parase de crecer. Mamá estaba ya únicamente con la braguita del bikini puesta, titubeó unos instantes y, a continuación, llevó sus manos a la prenda. Estaba a punto de quedarse completamente en pelotas delante de nosotros. En la cara de Pierre se podía observar una sonrisa pícara; en la de mi tía se mezclaba la sorpresa y la incredulidad ante lo que estaba a punto de suceder. La braga de mi madre empezó a caer lentamente impulsada por sus manos. En cuanto deslizó un poco la prenda, dejó ver un espeso matojo de vello oscuro bajo el cual nacía la raja de su sexo. Los carnosos labios vaginales fueron los siguientes en quedar expuestos. Terminó de quitarse las bragas, las sacudió un poco para limpiarlas de arena y las depositó en la bolsa que había traído. Con cierto disimulo y todavía con algo de timidez, mi madre colocó sus manos delante de su entrepierna y se intentó tapar.

Pierre parecía complacido por lo que acababa de ver. Mi tía fue la primera en romper el silencio:

¡Vaya, hermanita! ¡Sí que me has sorprendido! Pensé que jamás te atreverías a dar este paso. ¡Enhorabuena!

Se acercó a ella y la besó en la frente. Yo preferí no comentar nada más y dejar que la situación pareciera lo más normal posible, aunque mi corazón latía desbocado tras el “striptease” de mi madre.

Muy bien, pues a aprovechar el rato. Tengo en mi mochila un balón de voleibol y ahí detrás hay una red y un espacio delimitado con cintas blancas sobre la arena para la práctica del voley. ¿Alguien se anima a jugar? Débora, sé que a ti te gustaba este deporte. Seguro que te apuntas al plan.

En efecto, a mi madre le encantaba el voleibol y el voley playa. Practicaba el primero desde hacía muchos años y había formado parte del equipo de la Universidad. Todavía quedaba a veces con antiguas compañeras para disputar algún que otro partido.

No suena mal. Me parece buena idea- respondió a la invitación del galo.

Yo también me apunto, pero no tengo ni idea de cómo se juega- indicó Davinia.

No te preocupes que yo te enseñaré cómo se juega- dijo el francés, en cuya voz y gestos comencé a notar un cierto flirteo con mi tía.

Venga, Álvaro, que yo te enseñaré a ti- me propuso mi madre.

Le dediqué una sonrisa de agradecimiento y asentí.

Pierre extrajo entonces de su mochila una pelota amarilla con algunos adornos en azul claro. Mientras se agachaba para sacar el balón, su trasero quedó en pompa y desde atrás se le vio totalmente abierto. Entre sus muslos aparecieron colgando sus dos enormes bolas negras y la polla, que permanecía dura. Sorprendí a Davinia deleitándose con aquella panorámica y mordiéndose de gusto el labio inferior de la boca. Debo reconocer que sentí un poco de celos, pues la atención de mi tía y su deseo sexual iban ahora orientados hacia Pierre y sus atributos. El francés se levantó y se encaminó con el balón en la mano hacia donde se encontraban la red y la cancha. Le siguió mi tía, cuyos ojos iban clavados en las macizas nalgas del negro; detrás de Davinia avanzaba mi madre y tras ella, yo que no podía evitar recrearme la vista con el espectáculo del sensual culo desnudo de mi progenitora. Cuando llegamos a la zona deportiva, el francés propuso lo siguiente:

Hagamos una cosa: para que las dos parejas estén equilibradas, Davinia y yo formaremos una y Débora y Álvaro la otra. Así en cada una habrá un jugador experimentado y otro novato.

A todos nos pareció buena la idea, de modo que a un lado de la red se situaron mi tía y Pierre y al otro nos colocamos mi madre y yo. Inmediatamente el galo se puso manos a la obra (y nunca mejor dicho): empezó a mostrarle a mi tía cómo debía golpear el balón para efectuar los saques, cómo tenía que colocar las manos para amortiguar los remates procedentes del otro lado de la cancha y cómo debía efectuar el golpeo para pasar la bola sobre la red. Todas sus palabras iban acompañadas de gestos y de posturas corporales para que Davinia pudiera imitarlas. Pero no conforme con todo ello, Pierre, si tenía que corregirle alguna, no dudaba en situarse detrás de mi tía con su cuerpo pegado al de ella e indicarle exactamente cómo tenía que poner el cuerpo en cada caso. Aunque yo estaba frente a ambos, por la postura que tenían era evidente que la polla del negro estaba totalmente pegada al culo de mi tía. Me percaté además de que ella se hacía la torpe para tener a aquel tipo más tiempo detrás restregándole su verga. Incluso llegué a observar cómo Davinia, en alguna que otra ocasión, empujaba con bastante descaro su trasero hacia atrás para poder notar aun más la dureza del miembro del francés. Cuando al fin éste se apartó de mi tía y continuó con las instrucciones, pero ya con el balón como protagonista, su erección era tremenda, tanto que mi madre no tuvo ningún reparo en quedarse mirándola embobada durante bastantes segundos. Con cada salto que daba el negro para golpear la bola y mostrarle a Davinia cómo se hacía correctamente, su falo rebotaba como un muelle cada vez que los pies de Pierre aterrizaban luego sobre la fina arena.

¿Está ya todo más o menos claro?- le preguntó a mi tía.

Ella asintió con la cabeza sin pronunciar palabra alguna: sólo sabía mirar aquella polla que tenía tan cerca y tan tiesa.

Débora, ¿a qué esperas para mostrarle a tu hijo cómo se juega? ¡No tenemos todo el día!- exclamó el francés.

A la vez que él y mi tía peloteaban con la bola amarilla, mi madre me hizo una pequeña y provechosa demostración de cómo se jugaba. Yo ya lo había estado observando antes durante el “show” de Pierre, ero aun así preferí dejarme instruir por mi progenitora. Ella me aportó un serie de consejos e indicaciones bastante valiosos. Durante una de ellas se situó detrás de mí y me comentó la forma en que debía colocar el cuerpo para recibir los balones rivales. Noté primero sus tetas completamente pegadas a mi espalda, luego sentí el roce áspero de los vellos del coño sobre el inicio de mis muslos y los bajos de las nalgas. Mi cuerpo y mi piel ardían de excitación y ya ni siquiera atendía a las instrucciones. Tampoco me importaba la hinchazón y el grosor que había adquirido mi polla, pues ya nadie ocultaba sus deseos o intenciones. El hecho de que mi madre pusiera fin a sus explicaciones deportivas y que comenzáramos a disputar el partido apagó momentáneamente un poco mi fuego interno, pero no por mucho tiempo.

Los primeros puntos del encuentro fueron rápidos y breves debido a la inexperiencia de Davinia y a la mía, que provocaba que cometiéramos un error tras otro. Sin embargo, poco a poco fuimos cogiéndole el truco al juego y los puntos se hacían cada vez más largos y disputados. Conforme avanzaba el partido mi atención comenzó de nuevo a centrarse en otras cosas: cada vez que mi madre se colocaba en la red y yo detrás de ella para recibir el saque de los rivales, tenía una panorámica perfecta e impactante del culo de mi progenitora en pompa. Desde mi posición se apreciaba el coño visto desde atrás y la raja del culo abierta por la postura. Otra vez el cosquilleo en mi verga se hacía más que latente.

Tras un punto muy disputado que mi madre decantó de nuestro lado con un espléndido palmeo sobre la red, vino en carrera hacia mí y me chocó las manos antes de abrazarme para celebrarlo. No sé si la emoción por el punto ganado le hizo olvidar que estábamos desnudos o si eso ya le empezaba a dar igual, pero el caso es que nuestros cuerpos quedaron pegados el uno al otro por la parte delantera, pecho con pecho, sexo con sexo. La sensación que noté fue indescriptible: el roce de sus tetas en mis pectorales, mi polla dura y erguida aplastada entre su vientre y el mío, las cosquillas de los vellos del chocho de mi madre en mi ingle, el sudor de su piel mezclándose con el mío.....Fueron sólo unos segundos lo que duró el abrazo, pero me dejó completamente encendido. Ya no era sólo excitación lo que sentía: me invadió el irrefrenable deseo de follar a mi propia madre. Cada vez que ganábamos un punto , ella se fundía en un nuevo abrazo conmigo y mis ganas aumentaban.

Pierre y Davinia tampoco se quedaban atrás en cuanto a efusividad y las palmadas del francés en el culo de mi tía eran norma tras cualquier punto que ellos conquistaban. El primer set cayó del lado de ambos con un marcador muy ajustado. Pero en el segundo, mi madre y yo nos rehicimos y lo ganamos de manera holgada. Cada vez me sentía más cómodo y ágil en el juego y la calidad de mi madre era tal que contrarrestaba el poderío de Pierre.

El tercer y definitivo set comenzó con un intercambio continuo de puntos. A mitad del mismo, Davinia conectó un buen remate por encima de la red y mi madre y yo corrimos hacia el balón para intentar evitar que tocase la arena. La falta de entendimiento en esta ocasión provocó que los dos chocáramos entre nosotros, mientras la bola aterrizaba sobre la arena. Mi madre cayó la primera al suelo y yo tropecé con sus piernas, perdí el equilibrio y acabé con parte de mi cuerpo encima del de ella. Mi polla quedó prácticamente sobre su rostro y mi cara entre sus piernas. Mi progenitora, al intentar moverse, hizo que su sexo se restregase por mi cara. Pese a que fue efímero, noté su humedad en mi boca. Mientras nos levantábamos, ella plantó sus manos en mi cuerpo con la coincidencia de que fueron a parar una a mi estómago, la otra directa a mi entrepierna. Me encogí instintivamente al sentir el contacto y el ligero golpe sobre mi paquete.

Cariño, como no nos hablemos y nos avisemos más, esos dos nos ganan el partido- me indicó ya de pie y dándome un par de palmadas de ánimo en los glúteos.

Ella se mostraba cada vez más desinhibida, cosa que me aliviaba pero, al mismo tiempo, seguía incrementando la llama del deseo. Así llegamos al final del encuentro con el tanteador muy igualado. Si Davinia y Pierre ganaban el siguiente punto, se hacían con la victoria definitivamente. Fue entonces cuando el francés, antes de realizar el saque, propuso lo siguiente:

Viendo lo intrigante que se ha puesto esto, quiero plantear algo: ¿qué os parece que el equipo ganador pueda luego proponer alguna cosa que debamos cumplir todos?

Mi tía, mamá y yo lo miramos un tanto extrañados, sin saber a qué se refería exactamente.

¿A qué te refieres, Pierre?- preguntó mi madre, mientras se enjugaba el sudor que corría por su frente.

Jajajaja...Si te lo digo ahora pierde toda la gracia. Hasta que no concluya el partido no habrá pistas. ¿Aceptáis el reto?

El negro abrió la mano para que se la estrecháramos todos en señal de acuerdo. Davinia fue la primera en hacerlo y luego fuimos mi madre y yo quienes también aceptamos.

Perfecto, trato hecho entonces. Ya no vale echarse atrás después- comentó Pierre antes de encaminarse hacia el fondo de la pista para efectuar el saque.

Davinia se quedó en la red en el lado de su cancha y yo me puse frente a ella en mi terreno de juego, separados simplemente por la fina red. Mi madre se situó detrás de mí en diagonal a mi posición. El francés lanzó la pelota al aire, dio un salto majestuoso como si le fuera la vida en ello e impactó enérgicamente con su mano sobre el balón. Como un misil, el esférico amarillo cruzó la red dirigiéndose hacia el fondo de la pista. Giré la cabeza y vi cómo mi madre, en un escorzo increíble, logró evitar que la bola tocase la arena. El balón se volvió a elevar hacia mi dirección, corrí un par de pasos, llegué a la altura de la bola y, con un gesto muy forzado, conseguí golpearla tratando de que pasara al otro campo. Mi progenitora, tumbada boca abajo sobre la arena, seguía con gran atención la trayectoria del balón. Yo intentaba empujarlo con el alma para que sobrepasara la red. La bola tocó la cinta, engañó en su vuelo a Davinia, que se fue hacia el lado opuesto, y pareció detenerse en el aire sin saber hacia qué lado caer. Cuando observé que empezaba a descender hacia nuestro lado de la cancha a plomo y sin dar posibilidad de reacción, cerré los ojos sin querer ver el instante en que se confirmaba nuestra derrota. Todavía con los ojos cerrados escuché los gritos de alegría y de celebración de Pierre y Davinia. Hasta que no oí a mi madre junto a mí diciendo que no pasaba nada y que había disfrutado mucho durante el partido, no abrí los ojos de nuevo.

Anda, ven aquí, campeón y dame un abrazo- fueron sus siguientes palabras.

La abracé y ella me besó varias veces en la frente y en la mejilla. Yo hice lo mismo y en uno de esos besos nuestros labios estuvieron a punto de encontrarse. Noté las manos de mamá en mis nalgas dándome un par de cachetadas y me dijo:

Vamos a felicitar a los vencedores. Siempre hay que ser deportivos.

Separamos nuestros cuerpos y sentí alivio en mi empalmada polla, al quedar libre de la presión que acababa de sufrir mientras estaba emparedada. Tras felicitar a los ganadores, mi madre le preguntó a Pierre cuál era ese “castigo” para los perdedores del que antes había hablado.

¿Castigo? Yo no he hablado de ningún castigo, sólo de una proposición- puntualizó el galo.

Venga, Pierre, no te hagas más de rogar y suéltalo ya de una vez- le solicitó Davinia.

A mí la forma en que Pierre hablaba, ese misterio y el tono como con segundas con el que decía las cosas me empezaron a oler raro. Cuando al fin desveló su propuesta, me di cuenta de que mis sospechas eran ciertas, incluso que me había quedado corto:

A ver cómo lo explico. Estamos aquí dos chicos y dos chicas, con nuestros cuerpos desnudos, sudorosos, jadeantes por el esfuerzo, con un subidón increíble....Nos encontramos en una playa nudista, tranquila, donde cada uno va a lo suyo sin preocuparse por los demás. Creo que más de uno de nosotros tiene otro tipo de “subidón”, al margen del originado por la práctica del ejercicio- comentó mientras dirigía su mirada a mi verga y luego a la suya. Observé cómo mi tía sonreía un tanto cómplice con su compañero de equipo. Pero mamá tragó saliva, comenzando a intuir por dónde podrían ir los tiros.

También hay quienes se dedican a lanzar miraditas curiosas a cierta parte del cuerpo de Álvaro y mío, y no quiero mirar a nadie- añadió Pierre.

Davinia sonrió todavía más y no se cortó ni un pelo: contempló primero la verga del negro y luego la mía.

Dos buenas y tiesas pollas, por cierto- indicó mi tía ante la sorpresa de mi madre.

Mamá se ruborizó por este comentario y en sus mejillas afloró un tono rojizo de pudor y vergüenza.

No seamos hipócritas: sólo basta con observar lo empalmado que está Álvaro y cómo lo estoy yo también para saber que andamos calientes como perros y que vosotras dos también debéis de estarlo, porque no habéis parado de mirar nuestros miembros durante todo el partido. Dime, Álvaro: ¿se bien el culo de Débora desde detrás? Que te he pillado deleitándote con la panorámica en varias ocasiones entre punto y punto- señaló el francés.

En ese momento quería que me tragase la Tierra. El muy cabrón, además de darse cuenta y de haberme estado observando, lo acababa de chivar así, sin más. Que lo desvelara de esta forma tan clara, sin rodeos y sin tapujos delante de mi propia madre era ya demasiado. Lo malo es que el tipo tenía toda la razón del mundo y yo no podía negar que eso había ocurrido.

No me gusta tener que estar con esto tan duro durante mucho tiempo. Cuando se me levanta y se me pone de esta manera como ahora, necesito aliviarme. Tal vez los perdedores tendrían que purgar su derrota satisfaciendo las necesidades de los vencedores, ¿no creéis?- terminó añadiendo el francés.

¡Por Dios, Pierre! ¿Estás loco?- exclamó mi madre indignada.

¡Vamos, Débora, no te hagas la inocente que tú, a la chita callando, te has dado un buen lote visual de vergas. No me tomes por tonto: te has hartado de mirar la mía y la de tu hijo- le replicó Pierre, dejándola en evidencia.

¡Pues, sí, he mirado! ¡Una no es de piedra, maldita sea! Pero eso no quiere decir que....-

¿Qué es lo que no quiere decir? ¿Acaso miras y observas algo tantas veces sin gustarte y sin sentir deseo por ello? Yo creo que no. Pienso que en el fondo te mueres de ganas por tener mi polla y, si me apuras, también la de tu hijo. Tal vez sea por falta de sexo en los últimos tiempos, no sé, tú sabrás- interrumpió el francés.

El tipo parecía muy listo, un perfecto estratega, y estaba poco a poco acorralando a mi madre con sus argumentos.

Espero que no te eches atrás y respetes el trato sellado con el apretón de manos. Debes cumplir con tu palabra, tal y como yo hice hace años con ese asunto que tú y yo sabemos- continuó el galo.

La expresión en el rostro de mi madre cambió por completo: de reflejar indignación y rebelión contra la propuesta de Pierre, pasó a mostrar temor, resignación y rendición. En cuanto la miré supe que, ahora sí, iba a aceptar lo que el francés propusiese. Fuera lo que fuese aquello a lo que Pierre acababa de hacer alusión, algo serio y grave tenía que ser para atemorizar y convencer a mi madre de esa forma. Miré a mi tía y me quedó claro que ella estaba a favor del negro desde hacía tiempo: seguía sonriendo y se veía que estaba encantada con aquella situación. Era evidente que deseaba que prosiguiera la “fiesta” que había iniciado casi dos horas antes conmigo y que quería gozar de un buen rato de sexo.

Hermanita, los pactos están para cumplirlos y las palabras dadas, también. No me digas que no te apetece probar esta polla- dijo Davinia agarrando y envolviendo con su mano el pene de Pierre.

Mi tía comenzó a deslizar su mano suavemente sobre el falo del negro, desplazando la oscura piel hacia abajo y hacia arriba.

Además, yo también he ganado y quiero mi recompensa- dijo ella mirándome la polla sin dejar de acariciar la del francés.

Yo estaba deseando ofrecerle su “premio” a mi tía y follármela, pero no quería descubrir esas ganas delante de mi madre: deseaba dejar fluir la situación para que pareciese que me había visto forzado a hacerlo.

¡Esto es una locura, una auténtica barbaridad! Pero acabemos de una vez con toda esta barbarie, no quiero que se prolongue más- exclamó mi madre rindiéndose definitivamente.

Sabía que al final respetarías tu palabra dada. No seas tonta, relájate y disfruta. Lo vamos a pasar muy bien- dijo el galo.

Davinia soltó el falo del negro, tras dejarlo totalmente empalmado y con el capullo al aire. Se le veía húmedo y pringoso y de su agujerito central escapaba una pequeña burbuja de color blanco transparente. Mi madre dio un par de pasos hacia Pierre y se detuvo a escasos centímetros de su polla. Vi cómo la observó tímidamente, sabedora de que los tres estábamos pendientes de ella. Suspiró un par de veces, movió con dudas el brazo, lo echó atrás una vez, pero en un segundo intento fue capaz al fin de llevar su mano hasta la verga del francés.

Eso es, muy bien. ¿Ves cómo no era tan difícil? Tócala sin miedo, nadie te va a juzgar por eso. Los cuatro vamos a divertirnos y a gozar un rato. Así, sigue así, un poco más...- arengó Pierre a mamá.

En efecto, la mano de mi progenitora estaba ya palpando y manoseando el miembro erecto del negro, que continuaba alentando a mi madre. Las palabras que le acababa de dedicar parecieron hacer efecto, pues la timidez inicial de mi madre fue disminuyendo poco a poco y empecé a observar cómo agarraba aquel macizo e hinchado falo con mayor firmeza, ganas y convicción.

¿Te gusta lo que tienes ahí en tu mano? Síííí, eso es, continúa. Ummm...., dame placer, vamos, más, un poco más.....Álvaro, es tu turno: no hagas esperar más a la otra ganadora- dijo el francés antes de cerrar los ojos a causa del deleite que mamá le estaba proporcionando.

El hecho de ver a mi madre masturbando a aquel negro, con esa tremenda polla en su mano, fue el acicate definitivo para acercarme a mi tía y ofrecerle mi polla erguida. Davinia se relamió y luego escupió varias veces sobre mi miembro , dejándolo totalmente cubierto de saliva.

Nada de más preámbulos conmigo. Me muero de deseo. Méteme la polla en el culo y fóllamelo- me ordenó justo antes de girarse y de poner su trasero en pompa.

Miré a mi madre y ella, mientras agitaba cada vez más rápido la verga que tenía en su mano, también me observaba esperando ver el momento en que mi tranca penetrase el ano de su hermana. Acerqué mi falo, cuyo rojo glande ya lucía al descubierto, rocé con él las nalgas de mi tía, recorrí la raja de su culo desde arriba hasta el agujero del ano y, tras dar con él, comencé a empujar con mi cintura y mis caderas. Mi polla empezó a perderse entre los glúteos de Davinia, que suspiraba al notar cómo uno a uno los centímetros de mi gorda verga se adentraban en su interior. Enterré mi miembro entero dentro del culo y sentí en su interior un calor abrasador. Volví la cabeza a mi izquierda y vi cómo mi madre se había metido en la boca la polla del francés. La mejilla se apreciaba abombada, fruto de tener chocando contra ella por dentro todo el nabo de Pierre. Comenzó a mamarla con lentitud, pero inmediatamente el ritmo aumentó y los labios de mi madre se deslizaban, incansables y enérgicos, sobre ese pene negro.

Sujeté a mi tía por las tetas y me puse a bombear con mi falo su culo. Oía los gemidos de Pierre provocados por la mamada que estaba recibiendo. Escuché cómo le pedía a mi madre que le comiese toda la polla como si fuera una puta, una zorra barata de carretera. El muy cabrón la estaba poniendo a mil usando ese vocabulario vulgar y soez y yo veía a mi progenitora disfrutar cada vez más. En su postura en cuclillas tenía el coño abierto y resplandeciente por el brillo de la humedad que lo cubría.

Aceleré mis movimientos, incrementé la vehemencia con la que empujaba y el placer que sentía me daba más energías para seguir más, para no decaer en el ritmo.

¡Vamos, así! ¡Párteme el culo, rómpemelo!- gritaba mi tía.

Mis gemidos se entremezclaban con los de Pierre, quien le pedía a mi madre:

¡Tu coño, quiero follarte ya el coño!

Ella, obediente, separó sus labios, dejó escapar el falo del francés y se tumbó boca arriba en la arena, abriendo sus piernas de par en par y ofreciendo su sexo al galo. Éste se arrodilló ante ella, agarró con las manos las rodillas de mi madre y comenzó a penetrarla. El alarido que dio mamá al notar aquel inmenso miembro perforando de golpe su coño fue enorme. Yo seguí empujando varias veces más contra el cuerpo de mi tía, hasta que noté que el momento de la eyaculación se acercaba:

¡Titaaaa, me voy a correr. No aguantaré mucho más....!

No me llames ahora “tita”, ¿te enteras? Ahora no soy tu tía, quiero ser tu puta, como tu madre lo está siendo del francés. ¡Ahhhhhh...., ufffffff! ¡Deja ya mi culo y córrete en mi coño! ¡Dime cosas guarras mientras lo haces!- me ordenó Davinia.

Le saqué inmediatamente mi verga, que apareció cubierta e impregnada de mis propios flujos y de los del culo de mi tía. Conservando ella la misma postura en la que estaba, le hinqué sin miramientos mi miembro. Dio un respingo al notarlo invadir su coño y gimió como una loca.

¡Así, puta, así! ¡Haz que me corra! ¡No me falta mucho! ¡Déjame que te llene de leche ese chocho de zorra en celo que tienes!- exclamé.

- ¡Hazlo ya, me tienes desesperada! Me voy a correr de gusto, cabrón! ¡Vas a hacer que me

corraaaaa...!- gritó Davinia.

Un chorro imparable de flujo comenzó a manar de su coño todavía con mi polla dentro. La arena se empapaba al absorber el líquido que caía sobre la misma. Noté todo mi pene y mis huevos mojados, di un par de embestidas más y varias descargas de semen salieron lanzadas hacia las entrañas de mi tía Davinia, que suspiraba de placer. Mientras los últimos chorros de esperma goteaban de mi pene dentro del coño, Pierre embestía ya como un poseso a mi madre. El cuerpo del negro brillaba por el sudor que lo cubría, a la vez que mamá tenía los ojos cerrados y la boca abierta y jadeaba intensamente con cada acometida del francés, que parecía no tener límites en cuanto a la resistencia.

¡Ahhhh..! ¡Para, Pierre, para, paraaaa! ¡Me estás reventandoooo!- exclamó mamá ante el tremendo brío del francés.

Pero el negro no paró, todo lo contrario: dio un último acelerón, penetró cuatro o cinco veces más a mi madre y en medio de un enorme grito se corrió dentro de ella. Cuando acabó de derramar toda su leche, extrajo la verga y se dejó caer de espaldas sobre la arena. Lo mismo hizo mi madre, que permaneció unos instantes despatarrada y con el semen de Pierre resbalando hacia fuera por la enrojecida raja de su coño.

Pensé que ya había acabado todo, pero me equivoqué. Tras un par de minutos en los que todos recuperamos las fuerzas y el aliento, Pierre volvió a hablar:

¿Sabéis de lo que tengo ganas ahora? De ver cómo mi querida amiga y perdedora se porta bien y complace a su hermana y se deja complacer por ella.

La insaciable imaginación del francés parecía no tener límites y seguía tramando cosas. Mi madre ni siquiera reaccionó: creo que aún estaba bajo los efectos de la follada que le había dado aquel negro. Pero mi tía sí habló:

¿Quieres que tenga sexo con mi hermana? Pierre, Pierre, Pierre....Tienes una mente un tanto perversa. Pero, ¿sabes?, me gusta ese punto cañalla que posees- dijo, acercándose hacia donde estaba tumbada Débora.

No me lo podía creer: realmente estaba dispuesta a aceptar la propuesta del galo y lo que más me sorprendió fue que mamá no rechazara los primeros tocamientos de mi tía. Las manos de Davinia se posaron sobre las tetas de su hermana, las acarició con delicadeza y empezó a jugar con los pezones, friccionándolos. Mi progenitora los tenía totalmente tiesos, apuntando desafiantes hacia delante. Pierre sonreía satisfecho ante lo que estaba viendo y más aun al contemplar cómo mamá comenzaba a devolverle voluntariamente las caricias a Davinia, magreándole intensamente los preciosos pechos. Las dos se rozaban mutuamente y suspiraban. Davinia cambió de postura y se situó colocando la cabeza entre los muslos de mi madre, quien a su vez tenía al alcance de su boca el clítoris de mi tía. Casi simultáneamente empezaron a comerse el coño y a chuparlo.

Mi madre saboreaba los restos de mi semen que todavía asomaban por la vagina de mi tía y ésta hacía lo propio con el esperma de Pierre. Estampó sus labios contra la boca de Débora y la besó largamente metiendo la lengua hasta el fondo e intercambiando saliva y sabores seminales hasta que volvieron a recuperar la posición del “69”.

Comencé de nuevo a calentarme al ver la tórrida escena entre mi madre y su hermana y, cuando quise darme cuenta, tenía a Pierre a mi lado. Sin mediar palabra y con un descaro descomunal el tipo se apoderó de mi polla. Traté de apartarle el brazo un par de veces para que me la soltara, pero fue imposible. Negó con la cabeza y me dijo:

¿Recuerdas el trato? Tú también debes cumplirlo al completo. Tranquilo que no voy a hacerte gran cosa. Sólo deseo ponértela dura otra vez y que tú hagas lo mismo conmigo, que nos masturbemos mutuamente, para que después tú te folles a tu madre y yo a tu tía.

El muy cerdo se había guardado ese as bajo la manga como remate final de su juego y ahora tenía mi polla en su mano.

¿A qué esperas? ¡Vamos, tócamela y sacúdemela!- me ordenó.

Despacio, con mucha reserva y bastante asco abrí la mano, la desplacé hacia el miembro ahora casi totalmente flácido del negro y lo tomé en mi mano, mientras mi progenitora y Davinia seguían gozando entre ellas. La polla del francés estaba pringosa y sucia. Tuve que tragar saliva varias veces antes de atreverme a empezar a agitar aquel pene. Sólo quería que se le pusiera pronto duro para que me dejara en paz. Pero a Pierre no había, al principio, manera de levantársela. Él, por su parte, seguía magreándomela a mí insistentemente, sin perder detalle de lo que hacían ambas mujeres. Respiré hondo y decidí apretar más. Al fin y al cabo cuanto antes acabase con aquello, menos tiempo tendría que estar con esa verga en mi mano. Poco a poco conseguí que el falo negro se hinchara ligeramente. Mi pene también reaccionó pero no por la acción en sí del francés: lo hizo al ver cómo Davinia penetraba el ano de mamá con la lengua y cómo mi madre la imitaba a continuación.

Eso es, buenas chicas. Ya ni siquiera os tengo que decir lo que debéis hacer. Vosotras solas lo lleváis a cabo. Miraos con la lengua dentro del culo de la otra como si fuerais dos auténticas putas. Están ricos esos anos, ¿verdad?- comentó el francés, mientras sonreía y continuaba oprimiendo mi miembro con más fuerza. Agarró mis testículos con la otra mano y los magreó todo lo que quiso, jugando con ellos y estrujándolos. Eso hizo que yo gimiera, a la vez que miraba a mi tía y a mi madre. Mi polla se terminó de poner dura y no pasó desapercibido para Pierre:

¡Vaya con Alvarito! ¡No me digas que te gusta que te la menee un negro!- dijo en tono provocativo.

Sus palabras me encorajinaron tanto que apreté con todas mis fuerzas su polla y le di un par de enérgicas sacudidas. El tipo gritó y gimió y su pene acabó por empalmarse completamente. Pero yo quería seguir vengándome más por lo que me estaba haciendo pasar, así que rodeé su glande con la palma de la mano, lo apreté con fuerza y giré una y otra vez la mano sobre esa bola roja y húmeda. El francés cerró los ojos y apretó los dientes, aguantando el dolor. Noté cómo su mano empezaba a aflojar la presión sobre mi verga, hasta que por fin se rindió y la dejó libre. Con la voz entrecortada me ordenó que me acercase ya a mi madre y que follase con ella.

Vamos, putitas, es hora de terminar el juego- les comentó el galo a mi madre y a mi tía que aún seguían en pleno goce sexual mutuo. Davinia, incluso, penetraba ya a su hermana con un dedo.

Quiero tu polla, negro, deseo tenerla dentro y que me inundes entera con tu leche- le espetó mi tía.

Pierre no esperó más, le levantó la pierna y, sujetando el pie, mantuvo ésta elevada mientras le insertaba su falo en el coño.

Mi madre y yo nos quedamos mirándonos. Sentí vergüenza y no me atrevía a hacer nada. Pero ella me agarró el paquete con su mano y me dijo de forma decidida:

¡Fóllame, hijo, lo deseo!

El cabrón de Pierre había terminado por emputecer a mi madre, había conseguido su objetivo. Continué sin moverme y sin reaccionar, pero mamá insistió:

¡Vamos, hijo! ¡Hazlo! ¡No me dejes con las ganas! No pasará nada.

Fue entonces cuando decidí obedecer a mi progenitora. Me tumbé en la arena boca arriba y agarré mi polla para mantenerla sujeta y firme.

Móntate sobre ella. Quiero que cabalgues- le pedí.

Ella me sonrió satisfecha y empezó a agacharse sobre mí, abriéndose de piernas. Fue descendiendo con su cuerpo hasta que la punta de mi nabo rozó sus labios vaginales y comenzó a hundirse, engullida entre ellos. Paulatinamente cada uno de los centímetros de mi miembro fue desapareciendo en el coño de mi madre, hasta quedar éste enterrado por completo. Entonces, mi madre empezó a subir y a bajar sobre mi polla a un ritmo acompasado. A nuestro lado la otra pareja gemía y Davinia resistía como podía cada embestida del francés. Ella quería más, no se conformaba todavía. Pierre respondió arqueando su cuerpo y valiéndose de las caderas para impulsarse hacia delante. Ambos jadeaban como locos.

¡Ahhhh....Sigue así! ¡Eso es, muévete tú también! No creo que aguante mucho. La zorra de tu tía me ha dejado a las puertas del orgasmo- me confesó mi madre.

Yo empezaba a empujar desde abajo para que la penetración tuviera más efecto. Noté cómo ella aceleró en su cabalgada y yo también aumenté el ritmo.

¡Arrgggghhh...! ¡Esto viene! ¡Voy a eyacular! ¡Me corro, me corrooooo...!

Los gritos de Pierre anunciaron su descarga de leche justo unos segundos antes de que también Davinia llegase al clímax. Mamá y yo aguantamos sólo unos instantes más. Agarrándola de sus tetas sentí cómo su cuerpo temblaba y se estremecía en el preciso momento de llegar al éxtasis y justo antes de que el esperma saliera a borbotones de mi polla, llenando de él hasta el rincón más oculto dentro de mi madre.

Los cuatro quedamos exhaustos y rendidos sobre la arena. Nadie hablaba, sólo se oían nuestras respiraciones agitadas, que poco a poco se iban calmando. Me notaba vacío de fuerzas, agotado y, a duras penas, me puse de pie. Mi cuerpo estaba lleno de sudor, de flujos, con arena pegada en la espalda y en el culo. Me dirigí hacia el agua del mar para bañarme, limpiarme y refrescarme. Me siguieron Davinia y Pierre. Mamá se quedó unos minutos más tumbada, pero finalmente se unió a nosotros.

Permanecimos dentro del mar un largo rato antes de volver a salir: se estaba haciendo tarde y teníamos que regresar a casa. Pierre se secó, se vistió y se despidió de nosotros. Davinia, mamá y yo tardamos unos minutos más en recoger y abandonar la playa.

Durante el viaje de regreso a casa, le pregunté a mi madre si iba a contarnos qué era aquello a lo que había hecho referencia Pierre. Mi madre, sabiendo de sobra que entre nosotros tres ya no habría cosas que ocultar después de lo que acabábamos de vivir y disfrutar juntos, nos confesó que Pierre la había sorprendido un día en la oficina, en el despacho del jefe, practicando un trío con la esposa de éste. El jefe no quería que aquel asunto se supiera ni dentro ni fuera de la oficina: compró el silencio de Pierre ascendiéndolo de puesto y trasladándolo a otra ciudad. Además, tuvo que acceder a que el francés se follara en el despacho a su esposa delante de sus propios ojos el día en que los sorprendió.

Mi madre, por su parte, había pactado con el francés que guardara silencio sobre lo ocurrido y que no se lo contara a ninguno de los compañeros de trabajo ni a nadie de fuera de la empresa. Con un apretón de manos habían sellado ese acuerdo.

Desde aquel día de playa mi madre, mi tía y yo empezamos a tener sexo entre nosotros con cierta frecuencia y en muchas de esas ocasiones llamábamos a Pierre para que se uniera. Por supuesto, el negro y su nabo acudían sin falta a cada una de nuestras llamadas.



Fin:



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7 comentarios - Vóleibol playa [2/2]

machotemotero +1
Super morboso +10
ClonAngeluzMage
Pronto publicaré una nueva saga.
Grx. por pasar. 😉
xlJose +1
Increible historia y lo duro que me pusiste la pija.
ClonAngeluzMage
Pronto publicaré una nueva saga.
Grx. por pasar. 😉
pacovader +1
Muy bueno. Te dejé mis 10. 😀.
ClonAngeluzMage
Pronto publicaré una nueva saga.
Grx. por pasar. 😉
Pornocientito +1
Si pusieras fotos de tu tía y de tu madre estaría mejor