El profesor de piano: Final.

En la espera de nuestra próxima clase comencé en la noche a explorar mi cuerpo como me lo había indicado mi profesor.
Con mucho pudor, baje una de mis manos a mi sexo, palpe curiosa. El solo contacto de mis dedos en aquellas zonas que me había indicado encendieron en mí esa llama, no era lo mismo, pero igual de satisfactorio. Sobre todo, cuando ingrese uno de mis pequeños dedos en mi entrepierna, sintiendo todos mis pliegues, el acelerar de mi corazón, los jugos que iban embadurnando mi dedo a medida que entraba y salía. Cerré mis ojos, y fui hasta mi clítoris presionando de lado a lado, hasta sentir la culminación, el chorro que salía de mi hendidura y el gemido bajito. Me sonroje después de esto, con imágenes vividas de su falo en mi cara.
Otra vez nos encontramos en el mismo sitio, las mismas notas, la misma canción, y su belleza que me cautivo desde el primer momento que puso un pie en mi casa.
Nos sentamos, nos miramos. Y su boca beso la mía, mientras sus manos buscaban internarse en mi entrepierna, el calor de la habitación ascendió. Tomo una de mis manos y la puso en su sexo. Yo comencé lento a acariciar, sintiendo como esa parte se elevaba con mi tímido contacto. Su lengua se internó en mi oído, se revolcó en él, cubriendo con ella no solo ese sector, sino todos mis puntos sensibles que provocaban un fuego arrollador. Mi boca emitía bellos sonidos en el oído de mi querido profesor, que ascendían a medida que me estimulaba gratamente.
De un momento a otro me tomo fuertemente, puso mis manos en el piano, levanto mi vestido, escuche que bajaba su cremallera. Poco a poco iba ingresando su pene en mi sexo, abriéndome dolorosamente. Tiraba de mi pelo para que olvidara de vez en cuando el dolor que me provocaba la abertura de mi sexo virginal. Ingreso de golpe, y comenzó el bamboleo, escuchaba como su pelvis chocaba con mis nalgas. Me rasgaba. Luego, de un buen tiempo ingresando, sentí adormecida esa zona, apreté los dientes, miraba para todos lados.
Era una mezcla de excitación, mi primera vez, romperme. El agarro mis caderas con sus hermosas manos, y entraba violento. Olvidando ya la delicadeza que me había prometido. Observé un momento su cara. Sus ojos cerrados, una pequeña sonrisa, la cara de satisfacción. Y me sentí tranquila, porque Albert estaba disfrutando.
No me queje, no gemí. Solo intentaba comprender que era esto que pasaba.
-La primera vez no es tan maravillosa, Isabella. Me susurro al oído.
- ¡Tranquilo! Pequeñas lágrimas brotaban.
- Te prometo que para una próxima disfrutaras, querrás más. Siempre vas a querer más, y yo me veré con el deber de complacerte.
Siguió. Finalmente sentí sus dedos clavarse en mis caderas, y el penetrar profundo. Algo llenaba mi sexo.
Descanso un momento en mi espalda. Me dio vuelta y me beso.
-¡Eres perfecta! Y tu sexo es una delicia, me siento muy afortunado de ser el primero que entrara por ahí. Limpio mis lágrimas.
- ¡Yo también me siento afortunada!
Intente caminar, pero mis piernas se quebraban, aun sentía las pulsaciones en mi sexo. Como si aún estuviera dentro de mí. Me provocaba cosquillas, no había dolor. Solo una sensación extraña. Trate de sentarme incomoda, con un chorreo intermitente de sus jugos.
- ¿Te gusta que te haya llenado de semen?
- Aun siento tus jugos entre mis piernas. Es placentero.
- Sí, fue mucho más placentero acabar ahí. Pero no hemos terminado.
- ¿Qué más quieres enseñarme? Mi cara se ilumino.
-Ponte en la misma posición.
Me apoye nuevamente en el gran piano de mi querido padre, el levanto mi vestido, bajo hasta mis nalgas, las abrió. Me sonroje.
- ¿Qué haces?
-Te va a encantar.
Metió su lengua completa en mi trasero, comenzó a lamerlo, a chuparlo, escupió varias veces en él.
-Ahora chúpamelo.
Me agarro del brazo brusco y me puso de rodillas ante su pene, lo metí en mi boca, chupando apasionada ese bello miembro que me ofrecía.
-Quiero que lo escupas.
Comencé a escupir sin entender nada varias veces, hasta que quedo cubierto de mi saliva. Me levanto y me puso nuevamente en la posición.
-Esto va a doler un poco más.
Y sentí su pene en mi trasero, ingresaba en mi agujero, raspando los pliegues. Otra vez la sensación de rasgarme. Comenzó a darme palmadas fuertes, mientras ingresaba más y más.
No podía dejar de quejarme por el ardor. Ahora también me abría desde otro lugar, de un lugar que yo entendía que se utilizaba para otros fines. Entro cada vez más, y algo se activó en mí, comencé a gemir descontrolada. Él puso una de sus manos en mi boca para acallar mis grandes gritos.
-Creo que te gusta más que entre por este lugar.
Me agarro sin sacar su pene y me puso en el piso en cuatro, agarro fuerte mis caderas y entro cada vez más, mordí una parte de mi vestido, gotas de sudor se avecinaban por mi frente, mi cara estaba roja, y disfrutaba profundamente su pene en mi culo.
-Este es el estilo normando, te cojo por el culo.
Mi vagina se llenaba de jugos, de solo sentir su pene dentro. Paso una de sus manos por mi clítoris, y comencé a perder la cabeza, solté el vestido, grité como una diabla. Rasguñe el suelo, quería morder. Me mordí el brazo para tranquilizar mis gemidos. Metió uno de sus dedos en mi hendidura.
-Estas realmente mojada, jovencita. Creo que te gustará más que te dé por el culo.
Termino acabando, se alejó, y me pidió quedarme en esa posición para ver como sus jugos se deslizaban por mis muslos. Yo satisfecha sentía como bajaba todo su semen.
Se acercó y me tendió un pañuelo.
-No, quiero quedarme así, quiero quedarme con tus jugos en mi sexo y mi culo.
-Isabella, estás completamente desatada.
- ¡Quiero más!
-No, nada más por hoy, debemos seguir con tus lecciones. En otra clase continuaremos explorando más.
La clase acabo, me beso la frente y me dijo:
-Nos volveremos a ver otra vez, Isabella.
Espere largos días para ver a mi apreciado profesor.

La clase nunca llego. Me quede con el recuerdo de quien ingreso en mí por todos lados. Me entrego mi primera experiencia.

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