Buenas vecinas ( 1ra. entrega)

El sol asomaba en el pueblo.
De a poco, la gente comenzaba a despertarse e iniciar las tareas cotidianas.
Aunque era una zona rural, la comunidad urbana tenía vida propia. Con sus 8000 habitantes, ya tenía comercios y oficinas que ofrecían toda clase de bienes y servicios.
Sin embargo, su crecimiento no había hecho perder algunas cosas de pueblos mas pequeños. La tranquilidad, la solidaridad, y el conocimiento de todo lo que pasaba en las casas aledañas.
Marita era una morena, alta y delgada de muy buena figura, y que a sus 30 años, y dos hijos, estaba casada hacía 5 años con Ronaldo, un empleado de la administración municipal de 35 años, alto también y cabello castaño con ojos verdes. Era realmente muy atractivo para las mujeres de la ciudad, y cuando pasaba cuchicheaban las vecinas que estaban en la vereda.
Julia, en cambio, era rubia y de ojos celestes. Con 25 años recién cumplidos era toda una belleza. Ojos celestes, piel blanca y un cuerpo cimbreante, aunque con algo mas de tetas de las que convenían a una silueta tan atlética, era algo mas baja que Marita. Casada desde hacia 2 años con Ramiro, un productor agropecuaria de unos 30 años, y que compensaba su similar estatura con su esposa con mas músculos producto de las faenas agrícolas.
La suerte quiso que fueran vecinas. Marita vivía desde hacía mas tiempo allí, y Julia en cambio, antes de casarse comenzó a construir la casa que hoy ocupaba junto a su esposo.
Era inevitable que se cruzaran permanentemente y se entabló entre ambas mujeres una relación de amistad muy sólida. Diferente era la situación de los esposos que por sus tareas raramente coincidían en sus casas.
Pero además de la relación que ambas mujeres tenían, también era inevitable que la cercanía evitara que una conociera las intimidades de la otra. Y allí es donde comenzó a tejerse esta historia.
Marita quedaba sola en casa durante el día, ocupada con sus hijos los que iban a la escuela después del almuerzo. A esa hora llegaba el marido de Julia, y al estar ambas propiedades compartiendo una medianera, todo lo que pasaba de un lado se escuchaba del otro. Así Marita descubrió que cuando Ramiro llegaba, se daba un baño, y antes de sentarse a almorzar le pegaba una buena repasada a su vecina, con unas ganar y una violencia que de solo escucharlo desde su dormitorio, hacía que se mojara por completo. Y es que su esposo, en cambio era tan suave y atento que sentir a esa bestia salvaje partiendo en cuatro a su vecina la volvía loca. Ya le gustaría a ella que alguna vez su marido fuera un salvaje insaciable. Y no es que Ronaldo fuera malo en la cama. Por el contrario. Pero luego de unos cuantos años, ya necesitaba un cambio en la rutina, y por esta razón, se pasaba un buen rato, cada vez que los vecinos se desfogaban, acostada en su cama, con los ojos cerrados e imaginando lo que pasaba del otro lado de la pared. Algunas veces hasta llegó al orgasmo, tal era el estado de excitación que le producía.
Por la noche, esa excitación la llevaba a buscar a su esposo para que la satisfaciera, y si bien la mayoría de las veces tenía éxito, las relaciones eran satisfactorias pero no tenían la violencia que ella necesitaba.
Muchas noches Julia,mientras su esposo dormía, se quedaba levantada y se instalaba en el patio, donde un tapial bajo separaba las propiedades, y cuando los vecinos dejaban la ventana del dormitorio abierta, podía escucharlos teniendo sexo, y soñaba con ese sexo tranquilo, romántico, tan diferente al sexo animal que le daba su marido. Se excitaba de pensarse en la cama con un hombre tan considerado y romántico, que la poseyera sin querer partirla en cuatro. Con delicadeza. Que la tratara como una dama.
Y por la mañana, muchas veces ambas vecinas coincidían barriendo la vereda y aprovechaban para conversar de bueyes perdidos. Pero por lógica, con el tiempo, las conversaciones fueron haciéndose más íntimas.
Y un día como en broma, Marita planteó el tema.
- La otra tarde tuve un rato y pensé en acostarme a dormir un rato después del mediodía, pero no pude pegar un ojo. Que manera de dominarla, vecina, dijo sonriendo con malicia.
Julia se puso colorada. No tenía dudas que la forma en que tenía sexo debía escucharse del otro lado, pero no pensaba darse por vencida.
- Y si. Mi marido pierde totalmente el control cuando está conmigo. En cambio, la otra noche no podía dormir y salí al patio y pude escuchar que a su esposo Ud. no lo deja desahogarse.
Ahora fue el turno de Marita de sentirse avergonzada.
- Mi esposo es muy cariñoso, y el sexo salvaje es para los animales. Seguramente si yo tuviera un esposo como el suyo, ya lo hubiera civilizado.
- Y seguramente si yo tuviera un esposo como el suyo, por como soy en la cama ya sería un salvaje.
- Palabras, palabras, dijo Marita, es fácil hablar.
- No son solo palabras, si fuera posible, le demostraría que es cierto.
- Y yo también, pero hay que ser muy decidida para sostener lo que se dice.
- Decisión no me falta, y aceptaré el desafío que quiera hacer.
Un silencio tenso se hizo mientras Marita pensaba como conseguir su objetivo. Estaba claro que tenía que entregar su marido a cambio del otro, pero el precio no le parecía excesivo.
- La próxima tarde que su marido vuelva, lo manda a mi casa diciendo que lo necesito para que me ayude a mover unos muebles, y allí veremos si es tan salvaje como dice. Y yo, en cambio con la misma excusa mandaré a mi marido a su casa a la tarde cuando vuelva del trabajo, y vamos a ver si ud. lo puede convertir en un salvaje como asegura.
Julia escuchó la propuesta y por supuesto tuvo claro que la propuesta de su vecina era un intercambio de maridos, lo cual no le pareció mal. Si de vez en cuando ella podía tirarse a un hombre tranquilo, le vendría bien para la rutina diaria.
- Para que vea que no tengo miedo y sostengo lo que digo, acepto su propuesta. Pero ¿ Cuál será el premio para la que gane?
- Muy simple. La que consiga cambiar el estilo del marido de la otra, podrá seguirlo disfrutando todo el tiempo que quiera y la que pierda nada podrá decir.
- Me parece muy bien, así que esta tarde después del mediodía prepárese para recibir a mi esposo.
- Y Ud. vaya practicando porque a la tarde le mandaré a mi osito de peluche.
Sin más, ambas dieron media vuelta y entraron a sus casas.
Marita preparó a los chicos y los mandó a la escuela y al mediodía en lugar de almorzar, se bañó y arregló como nunca, vistiéndose con una remera sin corpiño y una pollera corta que era mas lo que mostraba que lo que tabapa.
Julia esperaba impaciente el regreso de su esposo. Con un poco de suerte, hoy no la martillarían como ocurría habitualmente, sino que su marido se desfogaría con la vecina, y luego ella disfrutaría de un sexo tierno, con el marido de la otra. Estaba feliz. Por fin, la camioneta de su marido entró al garaje.
Ramiro pasó directo al baño a darse una ducha, y salió del baño vestido con una bermuda y una musculosa que no hacía mas que destacar el cuerpo fibroso que poseía.
-¿ Qué hay para comer?, preguntó
- Hoy vamos a almorzar mas tarde, Ramiro. La vecina me pidió que cuando volvieras la ayudaras a mover unos muebles, y le dije que irías apenas llegaras.
- Pero mujer,sabes que no tengo mucho tiempo. Quería almorzar y luego acostarme contigo. Hoy estoy particularmente caliente, dijo, sonriendo.
- Vamos que un favor no se le niega a nadie. Ve y cuando termines te prepararé el almuerzo. Y lo demás olvídalo. Esta noche hablamos.
- Pero no voy a aguantar hasta la noche, sabes como me pongo, dijo tratando de acariciarla
- Pues hoy te aguantas que no estoy con ánimo, le dijo ella rechazando sus manos.
Ramiro, enojado, salió dando un portazo, llegó hasta la casa de la vecina, y tocó el timbre.
Quedó extasiado cuando la imagen sensual que había adquirido Marita le abrió la puerta.
- Ay, Ramiro, disculpe que lo moleste, dijo franqueándole la entrada.
- No hay problemas Marita. Julia me dijo que me necesitaba, dijo disimulando como lo había excitado la visión de esa mujer, máxime con la calentura que traía ya de entrada.
- Si Ramiro, me atreví a molestarlo porque creo que Ud. es lo que necesito, dijo con doble sentido.
- A sus ordenes. Dígame que necesita.
Marita se acercó al sofá y trató de levantarlo, pero sin flexionar las rodillas, asegurándose que al agacharse para tomarlo de abajo, sus piernas y mas allá quedaran a la vista del macho. Imaginó las sensaciones de Ramiro cuando descubrió que no llevaba ropa interior. Y no se equivocó.
La verga de Ramiro se puso dura como una estaca. Le costaba controlarse y no saltar encima de la hembra, pero pensando en que era su vecina y amiga de su señora, hizo un esfuerzo sobrehumano.
- Es muy pesado y no puedo moverlo sola. Necesito alguien que tenga fuerza y decisión para satisfacerme.
Ramiro la miró con lujuria. Esta mujer estaba jugando con fuego y se iba a suicidar a lo bonzo.
- Sin dudas que puedo satisfacerla, solo tiene que decirme claramente lo que quiere que haga, dijo sin dejar dudas sobre sus intenciones.
Marita lo miró y sonrió. Lo tenía donde quería
- Venga, tome el sillón de aquí, le dijo.
Ramiro intencionalmente se ubicó detrás de Marita y apoyó su verga dura contra su cuerpo.
- Realmente es Ud. muy fuerte. Tiemblo en pensar lo que podría hacer contra alguien mas debil, como yo, por ejemplo.
- Jamás le haría daño a alguien mas debil, y le aseguro que hacerle daño a Ud. es lo último que se me ocurriría. Por el contrario, me gustaría que se sintiera feliz. Las rudas manos de Ramiro se posaron sobre las de Marita y comenzaron a subir por sus brazos.
Las manos de Marita lo dejaron hacer.
- No se si me sentiría feliz. Generalmente son muy suaves conmigo. dijo mientras sentía las manos del macho correr por sus hombros.
- Tal vez sea el momento de averiguar si estás hecha para otra cosa. Creo que tienes una estampa que pide un tratamiento mas viril, dijo, mientras sus manos corrían por la espalda de la hembra y terminaban afirmandose sobre sus tetas, que al tacto mostraban sus pezones endurecidos. Marita cerrando los ojos disfrutaba las caricias.
Una de las manos de Marita se dirigió hacia atrás y comenzó a acariciar la verga endurecida por encima de su ropa.
- No se crea. Mi marido es muy dulce, muy suave y muy atento, dijo mientras bajaba el cierre de la bermuda y su mano se metía dentro descubriendo que no tenía ropa interior y luego de unos segundos de lucha consiguió sacar la lanza de Ramiro fuera de la prenda, para comenzar a masturbarla lentamente. El líquido preseminal mojó su mano, mostrando el estado en que estaba el macho.
- Pues yo, en cambio, necesito sentir que la hembra es mía, y le hago lo que tengo ganas, dijo Ramiro que ya no pudo controlarse mas. La dio vuelta y se adueñó de los labios de la hembra, pegándole un morreo de campeonato. Su lengua invadió la boca de Marita, mientras ella seguía masturbándolo con ganas.
La dejó cuando la hembra ya estaba casi sin aire, y por poco cae al suelo. De un tirón le sacó su remera, comprobando que no llevaba corpiño y ahora fue su boca la que buscó con desesperación esos pezones que estaban totalmente empitonados. Marita tiró la cabeza hacia atrás y se dejó llevar por ese huracán carnal que tenía frente a ella. Era lo que había soñado y lo que necesitaba mas que nada en el mundo. Su sexo ya hacía rato que estaba húmedo como nunca, y no veía la hora de que el macho consumara su posesión. Y sabía que no iba a demorar mucho mas, porque ella sabía que Julia era cómplice, pero Ramiro seguramente pensaba que tenía que volver rápido a su casa.
Y realmente era así. Ramiro pensaba en que el tiempo transcurría y que tenía que clavar a esta hembra rápido. Ya tendría tiempo otra vez de combinar un encuentro y cepillarla a conciencia.
Tomándola de la cintura, la sentó en el apoyabrazos del sofá. Rápidamente se quitó las bermudas, y se ubicó entre las piernas de Marita. Ella lo tomó de los brazos con fuerza para aguantar el ataque que venía.
- Por favor, déjame, soy una mujer casada, dijo Marita como para excitar aún mas al macho.
- Y vas a seguir siendo una mujer casada, pero bien cepillada, le contestó su pareja.
Ramiro tomó su verga, la descapuchó y la ubicó en la entrada del sexo de Marita que se veía húmedo y deseable. Cuando estuvo en posición, tomó las piernas de la hembra y las envolvió alrededor de sus riñones.
- Por favor piensa en lo que vas a hacer, se suave, no me lastimes, dijo deseando todo lo contrario, y sabiendo que esa suplica lo que haría sería motivar aún mas al animal que estaba frente a ella.
Sin darse por aludido, Ramiro se agachó un poco para afirmarse en sus caderas, y de un empujón, le metió la verga hasta el fondo, provocando un alarido de Marita, que el rápidamente silenció con su boca. Lo menos que necesitaba es que su esposa la escuchara.
La arremetida fue bestial. Nunca la habían poseído de esa forma. Se sintió llena como nunca. La verga de Ramiro era mas corta que la de su marido, que tenía una muy buena herramienta, pero era gruesa como su dueño. Las paredes de su sexo se distendían para facilitar la penetración, y eso daba la sensación de plenitud que sentía.
Ramiro empezó a sacudirla como si fuera una máquina. Su verga entraba hasta el fondo y salía casi por completo para volver a clavarla sin miramientos hasta el fondo. Las piernas de la hembra lo envolvían y lo apretaban para que no se retirara, lo que era innecesario. Ramiro no pensaba retirarse hasta que no hubiera inseminado a la hembra con toda su leche.
10 minutos a toda máquina, hicieron que Marita alcanzara un par de orgasmos, y sintiera su sexo en carne viva. Las pelotas del macho chocaban con su cuerpo en cada entrada y esa sensación la enloquecía.
- Bueno perra, haz gozado bastante y espero que esta sea solo la primera de muchas. Ahora te voy a dar toda mi leche hasta que te salga por la boca. Ahí te va, dijo comenzando a eyacular y Marita sintió un torrrente caliente y viscoso que la invadía, la inundaba, la convertía en esclava de esa sensación animal que ella tanto había soñado. Un nuevo orgasmo la barrió ante lo provocador de la escena. En su casa, en su sofá, la habían poseído como una puta cualquiera y la habían regado con semen de manera bestial. Se abrazó al macho y se quedó allí esperando que el completara su tarea.
Por fin, el macho se separó. Miró su verga chorreante y pensó que no podía volver así a su casa.
- Dame algo para limpiarme, le pidió a Marita. Marita se arrodilló y se la metió en la boca, dejándola reluciente.
Entonces Ramiro se vistió rápidamente, y la besó en la boca.
- Tengo que irme, es tarde, pero espero que esto no quede aquí, dijo dirigiéndose a la puerta.
- No va a quedar así, te lo aseguro, dijo la hembra mientras él salía.
Llegó a su casa y Julia sabedora de lo ocurrido, pues hasta había escuchado el grito de Marita cuando seguramente la habían clavado salvajemente. Miró a su esposo con inocencia.
- Después la voy a retar a la vecina. Estás todo transpirado y agitado, le dijo con inocencia.
- Es que eran muebles pesados, pero ya está, no te preocupes.
- Ven a comer, le dijo disfrutando del secreto.

5 comentarios - Buenas vecinas ( 1ra. entrega)

casado41
Espero con ansia la otra parte!!
Micaella79
me gustó!!
yo hoy subí mi primer relato
pasan a verlo?
besos
viciosomdq
Esas si que hacen gala de buena vecindad...!
Excelete amigazo!!!
mdqpablo
exelente relato , ya nos estamos mudando a ese barrio