Calor, zunga, sexo (2da. parte, final?)

Los días transcurrían tranquilos, uno detrás de otro. Con Marisa nos cruzábamos alguna vez en la calle, pero nunca me daba pie para que pudiéramos hablar de lo ocurrido. Su esposo regresó y estuvo un par de semanas en su casa, hasta que volvió a ausentarse.
El verano comenzó a irse, y ya los días de calor no abundaban.
Hasta que un día sonó el teléfono.
- Hola, contesté
- Hola, Juan, soy Marisa.
Me quedé de una pieza.
- Marisa, que gusto escuchar tu voz.
- Te agradezco, pero pienso que mereces una explicación.
- No tienes nada que explicar, eres dueña de tu vida. Solo diré que contigo la pasé muy bien, y que lamento que haya terminado tan rápido.
- Es que, sabes, estoy casada, tengo hijos, y mi esposo no toleraría mi desliz si se enterara.
- Comprendo Marisa. Por mi no te preocupes, pero me pareció que a tí también te gustaba.
- Me gustó mucho, pero sabes, no quiero emprender ese camino. No va a terminar bien.
- ¿ Estás sola?
- Si. Mi esposo viajó y mis hijos tenían un cumpleaños.
- Se que no es posible, pero dime ¿ Te gustaría estar aquí conmigo?
- Sabes que sí. No miento en lo que siento.
- ¿ Y que harías si estuvieras aquí?
- ¿ Cómo que haría?
- Si. Yo por ejemplo, si te tuviera aquí, te besaría, te acariciaría, y seguramente a esta altura estarías desnuda acostada a mi lado.
Un silencio llegó desde el otro lado de la línea.
- No es justo lo que haces...
- Espera, espera. Mis labios recorriendo tu cuello, tus pechos, adueñándose de tu boca, imagina el cuadro...
- Ya basta Juan, basta.
- Cuelga cuando quieras, pero mientras tanto déjame soñar en voz alta. Mis manos siguiendo el camino de mis labios. Tu cuello, tus hombros, tus pechos, tus pezones duros y sensibles, tu cintura dibujada, tus caderas sensuales, tu sexo húmedo y ansioso...
- Detente o cuelgo, dijo como suplicando.
- Mis manos acariciando tu sexo, mis dedos comenzando a entrar en tu cuerpo.. todas las sensaciones que tanto te gustan y mas, porque hay muchas cosas que no llegamos a hacer y que nos debemos antes de decidir si esto va a seguir o no. No es justo de otra forma.
- No es problema de justicia.
- ¿ Estás excitada? Dime la verdad
- Si. Sabes que me calientas.
- En este momento estoy en mi habitación, sobre la cama, totalmente desnudo. Mi verga se encuentra totalmente furiosa. Me voy a levantar y voy a abrir la puerta del garage para que vengas y entres directamente hasta mi habitación. Cierra con llave luego que entres. No queremos visitas molestas. Te espero, dije. Y colgué.
Fui a abrir la puerta que había dicho y me fui al dormitorio donde me desnudé rápidamente, mientras el teléfono no paraba de repiquetear. Marisa quería hablar conmigo para decirme que no podía hacer lo que yo le pedía. Pero si quería decirlo iba a tener que venir personalmente, y eso la pondría en mis manos. Y ella lo sabía.
Puse una porno en el televisor. Elegí una con sexo normal entre un hombre y una mujer y la dejé sin sonido. Me tapé con una sábana, donde se marcaba bien el bulto y apagué la luz, iluminando la habitación solo el resplandor de la pantalla.
El teléfono dejó de sonar y pasó un largo cuarto de hora. Cuando ya pensaba que ella no había picado, sentí que la puerta del garage se abría. Luego fue la entrada de servicio de la casa, y a continuación, el ruido de la cerradura cerrando la misma.
Unos pasos se acercaron por el pasillo, y por fin, la silueta de Marisa apareció en la puerta de mi habitación.
- No contestabas
- Si hubiera contestado no habrías venido, dije, mientras mi mano se perdia bajo la sábana y comenzaba una masturbación lenta pero evidente.
Desde la puerta, ella miró el cuadro. Se pasó la lengua por los labios, y entró.
- Vas a conseguir que tenga un problemón con mi marido, dijo acercándose a la cama.
- El cornudo se merece lo que le pase, dije mientras continuaba masturbándome bajo la sábana.
Parada al costado de la cama, su figura era muy deseable. Una remera ajustada que marcaba sus hermosas tetas, y un pantaloncito corto suelto que invitaba a acariciarla, cosa que hice de inmediato. Mi mano libre subió por su pierna, y llegó a su sexo, entrando a su pantaloncito y descubriendo con placer que no llevaba nada debajo. De inmediato tropecé con su sexo y lo acaricié suavemente.
Al sentir mi mano, ella me miró, y lentamente apartó la sábana para apreciar mi masturbación.
- Me fascina verte haciendo eso, dijo con cara de deseo.
- A mi me gustaría mas hacerlo si estuviera en tu boca, dije, incitándola.
Lentamente se sentó en la cama y capturó con su boca la cabeza de mi verga, mientras mi mano continuaba con la paja. Al hacerlo descubrió el televisor encendido, donde una muchacha estaba arrodillada haciendo una fellatio de campeonato.
- Así me gusta mas, dije cerrando los ojos y disfrutando de las sensaciones. Mi mano libre se metió entre sus piernas y volvió a juguetear con su sexo con total libertad, Ella, despacio fue separando sus piernas para darme todo el espacio que necesitara.
Luego de un rato, su mano reemplazó a la mía en la maniobra de masturbación y entonces mi mano libre pudo meterse bajo su remera, para comenzar a juguetear con sus hermosas tetas. Sus pezones estaban duros como piedras, prueba de que la excitación era pareja para los dos.
- Necesito que te saques el pantaloncito, le dije y ella sin soltar mi verga con su boca, se quitó rapidamente la prenda.
- Ahora ven encima mío, le dije.
Al principio no comprendió, pero cuando mis manos la guiaron giró ubicando sus piernas a los lados de mi cuerpo y entonces fue el turno de mi lengua de recorrer toda su entrepierna mientras ella seguía con voracidad comiéndose mi herramienta, y no perdía detalle de la tv, donde ahora la muchacha inclinada hacia adelante sobre una mesa de billar, recibía el tratamiento bucal del macho, arrodillado a sus pies.
- Nunca me habían hecho esto, dijo soltando un segundo mi verga, para luego volver a la tarea.
- Cuantas cosas te has perdido. Pero no te preocupes, no es tarde aún, le contesté.
Seguimos así un buen rato, y notaba como ella se acercaba al orgasmo, y a la vez, el mío también estaba al caer. Pensé en cortar para penetrarla pero a último momento preferí que acabara así con mi lengua, lo que le daría mas morbo, y a la vez, hacerle tomar mi leche calentita, algo que seguramente tampoco había hecho nunca, y que la sacudiría, así que seguí e intensifiqué mi trabajo bucal.
Sus piernas se apretaron contra mi cabeza, señalando que estaba a punto , y de pronto, soltó mi verga.
- Me voy, me voy, no puedo mas, ahhhhhh, que placer, mi Dios, que placer, y en su desesperación capturó mi verga y se la tragó casi toda, momento en que me deje ir con ganas. El primer chorro la sorprendió y noté como sacudió su cabeza, pero luego, mientras ella terminaba con su orgasmo, fue recibiendo cada ramalazo de leche y tragándolo como lo recibía, hasta que me vacié por completo. La sensación fue fabulosa.
Luego de un rato soltó mi verga, y se pasó el reverso de su mano por los labios, como si tratara de limpiarse mi polvo.
- Nunca había hecho esto. Jamás quise tragarme el semen de mi marido.
- Pero el tampoco te había hecho volar con su lengua como yo. Me merecía algún tratamiento especial, querida.
Se dio vuelta y se acostó a mi lado. Estaba agotada.
- Estuvo muy bueno y muy novedoso, por lo menos para mí, dijo acomodando su cabeza sobre mi pecho.
Mis manos buscaron sus tetas y comenzaron a acariciarla suavemente mientras hablábamos de cosas cotidianas.
- Me tengo que ir, dijo de pronto.
- No, esta vez no te irás como el otro día.
- Pero ya te vaciaste.
- ¿ Acaso tu marido termina y ya?
- Lógico. Ya te quitaste la calentura y yo también.
Y de pronto comprendí porqué el otro día se había ido tan apurada.
- No querida. No entiendes nada. Mira, hagamos una cosa. Metéla de nuevo en la boca un ratito.
Ella se quedó quieta y por fin giró quedando con el trasero para arriba, y tomó mi verga morcillona y comenzó a pasarle la lengua.
Luego de unos minutos de ese tratamiento, noté que empezaba a empinarse de nuevo, y ella también lo notó, porque le costaba mas trabajo tenerla en la boca. Se entusiasmó y empezó a ponerle ganas, hasta que estuvo tan dura como al principio.
- Vaya, vaya, no sabía que podías recuperarte tan rápido.
- Y ahora te voy a montar como una perra. Vamos ponte en cuatro, dije mientras me levantaba de la cama.
Ella de inmediato tomó la posición pedida.
- Tienes un hermoso culo, dije cuando me puse a su grupa, va a ser un placer empujarte mi verga hasta el fondo de tu concha, le dije al oído, mientras mi lanza frotaba su entrepierna.
- No me hagas desear, ¿ a que esperas?, dijo excitada.
- Acomodala con tus manitos, le pedí, y ella metiendo sus manos por debajo de su cuerpo, tomo mi distendido aparato, y lo acomodó en la puerta de su raja. Cuando noté que estaba en el lugar correcto, empujé hacia adelante, entrando en su cuerpo como un cuchillo caliente en mantequilla. Hasta el fondo. Me quedé allí unos segundos y luego comencé un mete y saca lento, pausado, pero profundo, que la hacía gemir de placer. Bajó su cabeza apoyándola en la almohada y también bajó sus codos, quedando en un ángulo donde sentía bien el roce de mi verga caliente y húmeda.
- Dame, dame, suplicaba, mientras mis embestidas iban ganando profundidad y violencia. El ruido de nuestros cuerpos chocando era sumamente erótico.
Marisa luego de un rato, alcanzó otro orgasmo, y es que realmente estaba muy necesitada. Con la rutina de su marido, difícilmente alcanzaba nunca el orgasmo, y conmigo vivía al borde del paraíso. Ojo, no era por mérito mío sino por el morbo de lo clandestino, eso lo tenía claro. Pero como fuera, mientras tanto, seguía acabando y acabando. Había descubierto que era multiorgásmica ella, que pasaban meses antes de comerse una rosca.
Cuando por fin me volví a vaciar, esta vez dentro de su cuerpo, Marisa lloraba de placer. Mi leche quemándola era una sensación única, y como me confesó después la hacía sentir por fin mujer, amante, puta, deseable.
Hoy, seguimos viéndonos a escondidas, y para darle mas morbo a la situación, me hice íntimo amigo de su marido, el cual me pide que la vigile cuando él no está, para evitar que alguien se aproveche de ella. Una vez mas se confirma aquello de que a tu mujer se la van a coger mas fácil tus amigos, que tus enemigos.

2 comentarios - Calor, zunga, sexo (2da. parte, final?)

viciosomdq
Genial amigo!!! Tantos años de malcogida al fin llegaron a buen puerto convirtiendo a la triste señora en una perra desatada. Solo falta que el marido se entere. Y le guste...