Oblitus I

Nota: En los últimos tiempos de mi adolescencia, invadido por una frustración creativa, concebí una historia inusualmente larga, que me demandó mucho esfuerzo y trabajo. Los años me hicieron perder tanto los orígenes como los motivos de la historia, pero sí recuerdo la intención de escribir sin mucho plan, con la mano suelta como quien dice. De dejarme llevar por las situaciones, los personajes y las palabras. Escribí mucho, durante muchos días hasta que llegué a un punto de inflexión. La trama se topó con un Nudo Gordiano y yo estoy lejos de ser Alejandro. Me di de bruces contra el poco relieve de los personajes, contra la falta de sutileza de la trama, contra los diálogos que escupían afectación, y, posiblemente, contra mi propio ego. Con resignación abandoné la historia y dejé que juntara telarañas en un viejo archivo de Word.
Soy nostálgico, pero también soy perezoso. Ahora la publico, porque si bien exhibe como virtudes casi todo lo que detesto en literatura, también me resulta imposible la tarea de revisarla corregirla para eliminar todo lo que no sirve. Básicamente porque casi nada sirve.
El retazo de frenesí y locura que publiqué hace unos días (http://www.poringa.net/posts/relatos/2732257/Fragmento.html) recibió unos pocos pero gratificantes comentarios positivos, si pasa lo mismo con éste me comprometo no sólo a publicar el resto de las partes que están juntando polvo hace tiempo, sino a escribir de una buena vez un final definitivo para todo esto.


I

La luz del atardecer se filtraba por una pequeña rendija de la persiana y se clavaba como una lanza en los sensibles ojos de Valeria quien acaba de despertarse e intentaba recordar dónde estaba. Se encontraba acostada en lo que parecía ser una cama repleta de almohadones y prendas, y una sábana la cubría de la cintura para abajo. No le costó demasiado darse cuenta de que estaba desnuda.
— ¿Qué pasó? — Pensó, un poco asustada — ¿Qué hice? — Se incorporó para poder sentarse y descubrió que tenía una fuerte jaqueca y un poco de nauseas. A su alrededor no podía verse demasiado, era escasa la luz que había. Volvió a acostarse y se volteó hacia la derecha, acurrucándose. Recién en ese momento se percató de la desconocida chica que dormía a su lado. El susto fue mayúsculo y se levantó de un salto, sin quitar la mirada de su misteriosa acompañante e intentando cubrirse las tetas con sus antebrazos. Mientras caminaba hacia atrás muy lentamente, tratando de entender qué sucedía, sintió un leve quejido que provenía desde abajo. En el suelo adivinó la forma de otra mujer, acostada sobre unas mantas y al parecer totalmente desnuda, igual que la que yacía sobre el lecho. A cada instante su sorpresa y confusión era mayor, y comenzó a escrudiñar en la oscuridad del recinto, buscando respuestas. Cuando sus ojos se acostumbraron a la leve penumbra, la habitación se le presentó como enorme y ocupada, en cada uno de sus rincones, por muchachas despojadas de sus prendas y durmiendo plácidamente.
Valeria trató de tranquilizarse y de recordar dónde estaba, qué era lo que había hecho en ese lugar, por qué había mujeres por todas partes y, lo más importante de todo, por qué todas (incluida ella) estaban desnudas. Volvió a la cama y se sentó en el borde, puso la cabeza entre sus manos para poder pensar y vio a sus pies una cartera idéntica a la suya. La tomó y miró en su interior. Lo primero que encontró, para su alivio, fue una pequeña tanga negra, que quizás había guardado en caso de emergencia. Se cercioró de que estuviera limpia y rápidamente se la puso.
— Bueno, algo es algo; — pensó con alivio — ahora sería un golazo encontrar mi remera.
Con este objetivo intentó distinguir todas las formas que colmaban el cuarto, pero fue inútil, no solo era imposible discriminar entre una remera y cualquier otro pedazo de tela, sino que además no tenía ni idea de qué ropa tenía puesta cuando llegó a ese, aún anónimo lugar. Decidió atreverse a más y prendió el pequeño velador que se encontraba al lado de la cama. Una tenue pero suficiente luz bañó por completo el lugar, y con la velocidad del rayo trató de divisar alguna prenda conocida. A los pies de la cama, contra la pared y a un lado de una puerta entreabierta había una silla cargada de prendas y carteras, y entre todas ellas le pareció ver algo conocido. Apagó la luz y con mucho cuidado fue hasta allí, sorteando los obstáculos en los que se habían convertido las misteriosas doncellas desnudas. Tomó lo que había visto y a la luz del pequeño rayo de sol que entraba por la ventana, trató de confirmar si le pertenecía. Era una musculosa negra, que decía “Vale” con letras rojas. No había demasiado para dudar. Inmediatamente se la puso y volvió a suspirar de alivio mientras se sentaba a los pies de la cama.
De pronto sintió algo de agitación a sus espaldas y luego una suave y profunda voz:
— ¿Vale, sos vos? —Los movimientos se hicieron más bruscos, pero Valeria no se atrevía a voltear. Sin saber muy bien de dónde salió su fuerza le dijo:
— Sí… perdoname, no quería despertarte.
— No importa, mi amor. No sé qué hora es, pero podríamos quedarnos un rato más en la camita. — Cuando la chica dijo “mi amor”, Valeria sintió que caía sobre ella un balde de agua fría y al mismo tiempo se le detenía la sangre en las venas. “Mi amor”, por qué esa frase, si ni siquiera se conocían. Qué era lo que había sucedido la noche anterior. Volviendo a tomar coraje volteó para mirar a su interlocutora, que estaba sentada en la cama con cara somnolienta y con todo el pelo (que en la oscuridad era de un color indefinido) revuelto. Estiró lentamente la mano y prendió el velador que estaba en el otro lado. La luz le mostró a Valeria una hermosa muchacha de cabello claro, exhibiendo una desnudez casi atemorizante. Tuvo que mantener la compostura y evitar que su mirada se fijara en esas perfectas tetas que desvergonzadamente se exhibían frente a ella.
— Es la una de la tarde — dijo la muchacha luego de consultar su celular — ¿Vos te tenés que ir o preferís otra revolcada? — continuó, mientras se relamía el labio superior y se enrulaba un mechón de pelo.
— Eh… — Valeria tragó saliva. No quería sacar conjeturas, no por prudencia, sino para no encontrarse con una realidad posiblemente indeseada. Luego de unos segundos de meditación decidió seguirle el juego y ocultar su amnesia.
— Ten… tengo que irme. Hay un trámite muy importante que tengo que hacer
— ¿Trámite, un domingo? — A pesar de su evidente resaca, la chica demostraba suspicacia.
— En realidad no es un trámite formal pero… es muy largo de explicar, no te preocupes — Su patética mentira pareció funcionar. — ¿Dónde está el baño?
La muchacha rió.
— ¿No te acordás, tonta? Ahí, atrás tuyo — Con su dedo señaló la puerta entreabierta, que inmediatamente se cerró, luego de dar paso a una Valeria de lo más nerviosa. Se miró fijamente en el espejo del lavabo; su aspecto era lamentable: tenía los ojos enrojecidos y debajo una profundas ojeras. Sus rizos colorados y hermosos estaban completamente revueltos y enredados. Se mojó un poco la cara mientras trataba de pensar claramente y rogaba que sus conjeturas fuesen completamente erróneas.
Se estremeció cuando a sus espaldas, detrás de la cortina de la ducha oyó primero algo parecido a suaves risas y luego la súbita caída del agua de la regadera. Aunque sabía que no debía hacerlo, muy lentamente se acercó y descorrió la cortina. Sentadas dentro de la bañera, una sobre la otra y enfrentadas, dos jovencitas se besaban apasionadamente mientras una tibia lluvia caía sobre sus cuerpos completamente desnudos. Al verla exclamaron al unísono:
— ¡Vale!
Luego, cada una de forma distinta comenzó a incitarla para que se uniera al acto amoroso. Valeria, mientras retrocedía lentamente argumentaba excusas que se veían entorpecidas por lo difícil que le resultaba pensar frente a tanta carne, a tanto erotismo. Ambas se levantaron enseñando sus cuerpos mojados y jóvenes, uno más tostado que el otro, e intentaron agarrarla desde dentro de la bañera. No pudieron, pero el lento retroceso de Valeria se vio impedido.
— Ah, las chicas ya se despertaron, nos vendría bien una ducha de a cuatro — La chica de la cama se había levantado y ahora estaba a sus espaldas, imposibilitando su huída. Valeria se volteó para tratar de explicar, pero fue inútil, tres pares de manos la recorrían por detrás y por delante, mojándola y calentándola en partes iguales. De pronto su boca se vio invadida por una lengua que parecía de fuego y que le llegaba hasta la garganta. Estaba recibiendo su primer beso de otra mujer, o al menos eso era lo que pensaba.
Si bien ya todo su cuerpo había sido visitado, al menos por un instante, por caricias y besos, aún conservaba la totalidad de su ropa, que no era mucha. Como pudo apartó a sus amantes y, olvidándose de todo disimulo, huyó despavorida del cuarto de baño.
Ninguna de las chicas supo explicar qué había sucedido. Las que estaban en la bañera, sin darle demasiada importancia continuaron amándose, pero la otra, muy preocupada, decidió ir en busca de la fugitiva. La encontró en la cocina, sentada en uno de los bancos de la barra.
— Vale, hermosa ¿Qué pasa? — le preguntó con dulzura mientras se sentaba a su lado.
— Yo no soy así, a mí no me gustan las chicas — dijo sollozando. La muchacha soltó una risita.
— ¿Qué decís? Si anoche la que llevaba la batuta eras vos.
— No lo puedo creer — dijo Valeria muy avergonzada y triste — No puedo acordarme de nada de lo que pasó anoche. No sé dónde estoy, ni cómo llegué, ni quienes son todas esas minas en pelotas — Se le escapó un leve llanto. La chica comprendió que no estaba bromeando y muy extrañada preguntó:
— ¿No sabés quién soy? — La pelirroja negó con la cabeza.
— Ahora que pienso, — dijo de repente la chica — anoche dijiste muchas veces que hoy no ibas a acordarte de nada. Yo pensé que estabas jodiendo. Incluso andabas con una cámara para todos lados filmando y sacando fotos.
El rostro de Valeria se iluminó. Comenzó a indagar sobre lo que ella misma había dicho y sobre el paradero de esa cámara.
— No sé dónde quedó, ni siquiera sé dónde está mí tanga. En un ratito la buscamos, mejor te cuento que fue lo que pasó.
La chica resultó llamarse Samanta, y las adolescentes del baño eran Sabrina la más morocha, y Aldana la otra. Valeria y ella se habían conocido la noche anterior en un bar de lesbianas, habían bailado, intimado, cometido algunas locuras y luego se despidieron cerca de la una de la mañana. Antes de separarse Samanta le dejó su dirección porque iba a hacer una fiesta, sólo para chicas, a la que Valeria se presentó alrededor de las tres de la mañana. La fiesta devino en otra un poco más íntima y alocada, y luego todas se durmieron.
Cómo y por qué llegó Valeria a un boliche para lesbianas, y por qué había ignorado su heterosexualidad, la chica lo desconocía.
— No puedo creer que no recuerde nada ¡Dios, quien sabe las cosas que hice! Digo, estuve en una orgía con mujeres — Samanta trató de tranquilizarla diciéndole que lo habían disfrutado enormemente, no lo logró. Luego regresó a la habitación en busca de las cosas de Valeria y una bata para ella. Le trajo su cartera, un jean y unas zapatillas destrozadas. La pelirroja reconoció todo.
— Perdón, pero es casi imposible distinguir una bra de otro — le dijo, no sin un dejo de burla.
Enseguida se pusieron a revisar la cartera en busca de pistas de la noche anterior. Lo primero que encontraron fue el celular, apagado. Al encenderlo Vale se encontró con una llamada perdida y dos mensajes de su hermana preguntándole dónde estaba y si pasaría por su casa porque quería hablarle de la noche anterior. Le respondió enseguida. Además había unos cuantos de su ex novio, no les prestó la más mínima atención. Luego revisó los mensajes viejos, sólo tres le llamaron la atención. El primero, de un tal Andy decía: “tdo stuvo prfecto, tns talento. volve cundo qieras.”
— ¿Quién este imbécil que no sabe ni escribir? — dijo Valeria, que no soportaba los errores gramaticales. El segundo mensaje, ya bien escrito era de una tal Lore y decía: “La verdad es que me salvaste la vida, todos quedaron encantados. Después pasame el video. Besos.”
A cada instante la situación era más confusa. El tercer mensaje lo firmaba Angie: “Sos maravillosa, Lili y yo quedamos maravilladas. Esperamos vernos pronto, a vos y a tu amiguita.”
Nada parecía tener sentido. Un idiota que parecía no haber terminado la escuela le decía que tenía talento, para qué. Y ¿a dónde podía volver? De sólo pensar en las posibilidades se le ponía la piel de gallina. El mensaje de Lore no era tan alarmante, evidentemente era alguien a quien había ayudado. Pero la mención de la existencia de un video la alteraba considerablemente. No podía sacar de su mente las ideas relacionadas con el sexo, sentía que durante esa noche irrecuperable había realizado un itinerario sexual desenfrenado que quizás era mejor no recordar. Pero no, debía averiguar en qué se había metido para poder evaluar las posibles consecuencias.
— No seas tan negativa — la tranquilizó Samanta — Tranquilamente pueden haber sido cosas normales, sin necesidad de que te revolcaras con todo el mundo.
— Sí claro, seguro que estuve tranquila toda la noche hasta que me metí en un bar de lesbianas, cogí con vos y después con veinte minas más.
— Con vos éramos diez — corrigió Samanta. La pelirroja la miro con ira y ella bajó la cabeza.
— Tengo que averiguar qué fue lo que pasó. Tengo que reconstruir esa noche. El otro mensaje es de una tal Angie y habla de que ella y otra más quedaron maravilladas y además, nombran a una “amiguita” mía. Dios. — Valeria cruzó los brazos sobre la barra y oculto su cabeza entre ellos. Samanta le acariciaba el pelo y la miraba con dulzura.
— ¿Sabés una cosa? Anoche me dijiste muchas veces que me amabas.
La pelirroja levanto la mirada lentamente.
— Perdoname Samy, pero yo no soy así. Nunca había estado con otra mujer, y ahora me encuentro con que me encame con quinientas.
— Con nueve — volvió a corregir Samanta.
— ¡Las que sean! — Gritó con impaciencia — Tratá de entenderme un poco. No te conozco, no sé qué hice anoche. ¿Y si hice cosas horribles, cosas de las que pueda arrepentirme o cosas que después me traigan problemas? — Comenzó a lagrimear otra vez — No es que yo no te quiera, es que ya no sé quién sos. Si puedo recordar lo que pasó, o volver a conocerte… Podríamos ser amigas.
Samanta bajo la mirada, con evidente desilusión.
— No — retomó Valeria — Entendeme un poco. Yo no soy homofóbica ni nada parecido. Pero pasar de la noche a la mañana de dudar de mi identidad sexual no es fácil. Por favor, dame un poco de tiempo. En cuanto sepa que fue lo que pasó me voy a encargar de este asunto ¿Sí?
La chica volvió a mirarla a los ojos. Luego le dio un suave beso, como diciéndole que tendría paciencia, pero advirtiéndole cuál era la respuesta que ella esperaba. Valeria no impidió la muestra de afecto, sólo cerró los ojos y luchó contra sentimientos encontrados.
— Te voy a esperar y a ayudar, mi amor.
Cuando tuvo su boca liberada, Valeria lanzó un profundo suspiro. Le costó mucho retomar el orden de sus ideas.
— Bueno — dijo al fin —, si querés ayudarme contame detalladamente qué hicimos juntas.

Continuará...

2 comentarios - Oblitus I

zvlv +1
Empezó muy bien el relato!, esperemos la siguiente entrega a ver como se desarrolla!!
BlueFeelHaze
Muy bien! Te dejo mis puntos, esperamos la continuacion capo!