Fragmento

Aclaración que hace las veces de disculpa
Hace unos dos años comencé un ambicioso proyecto literario. Me propuse, con una seriedad exótica en mí, escribir una novela. Era sobre un tipo de lo más ordinario, que por una serie de circunstancias se ve envuelto en un itinerario sexual cada vez más frenético y que sólo puede terminar en desgracia. Contaba desde sus inicios hasta el descenso al infierno. Escribí largos pasajes envuelto en una fiebre creativa que me daba energías para seguir. En algún punto, como suele ocurrirme, la energía se acabó. La historia quedó con enormes agujeros narrativos, sin principio ni fin, y solo con un esqueleto apenas bosquejado en mi mente. Si bien me lo planteo muy seguido, la falta de un rumbo fijo, el oxido de mi prosa y la constante pereza evitan que la retome.
Un poco para deshacerme del peso de su cadáver, otro poco para darle uso a mi cuenta, publico ahora éste fragmento de ésta novela permanentemente inconclusa.
Lector: recordá que la mayoría de las personas no busca escribir, sino haber escrito. Tener el libro manso en la mano es mucho más llamativo que pasar largas horas de soledad frente al teclado laburando por una idea.

Fragmento:
La otra habitación a la que me condujo Clara era algo más pequeña y oscura, el ambiente tenía una intimidad muy fuerte. La música se escuchaba bajo, como en un susurro, casi nadie baliaba. Muchas parejas demostraban su afecto de forma poco disimulada: dos mujeres algo maduras se besaban efusivamente, en un rincón una muchacha se masturbaba con un enorme dildo, mas adelante un viejo recibía sexo oral de parte de una jovencita completamente ebria. En un momento, mientras Clara me conducía desde atrás por ese callejón de excesos, sentí que algo me jalaba del pantalón, era una chica muy joven tirada en el piso que me miraba con los ojos bien abiertos, estaba en bikini y me dijo algo en francés.
- ‘Si tenés merca te dejo por el orto, tengo veinte años’, o algo así – me tradujo Clara mientras reía.- No le des bola, te tengo algo especial.
Le hice caso, por supuesto, y seguí caminando muy despacio. Quería verlo todo. Sobre un canapé una chica acostada boca abajo recibía por detrás a un poco amable joven. Otros dos se masturbaban conformando una especie de fila, esperaban su turno para disfrutar. La muchacha tan sólo gemía, el cuerpo inerte, los brazos colgando, la mirada perdida. A un costado un hombre recibía sexo oral de otro, que a su vez penetraba por el ano a una adolescente que no pasaría de los dieciocho años. Me asombró que la escena me excitara más que las otras. Casi en el extremo del enorme cuarto se sucedía una escena curiosa y divertida: un grupo de jovencitas sentadas en ronda armaban y consumían líneas de cocaína sobre un falo de tamaño bestial.
- Ahí está tu sorpresa, me dijo Clara señalando el último sillón del cuarto. Una muchachita hermosa, disfrazada de colegiala, se miraba los zapatos en actitud pensativa. Quise mirarla en detalle, saborear con los ojos eso que no terminaba de comprender, sus enormes tetas asomando por una camisa ajustada, sus largas piernas, cruzándose, descruzándose, su rostro suave, difuminado, sus ojos profundos. No podía tener menos de diecinueve, ese disfraz, las colitas en el pelo, la mirada inocente y despreocupada me intentaban engañar, pero yo sabía que tenía diecinueve, quería que tuviese diecinueve.
Aún no podía reaccionar cuando Clara me susurró muy suavemente: Es toda tuya, esta noche le vas a hacer lo que quieras.
No acercamos, mi cautela era mayor que mi excitación. De cerca era más hermosa, creo que empecé a perder la cabeza cuando alzó la vista y me clavó esos ojazos preciosos y brillantes. Susurró algo que no entendí.
- No habla nada de inglés y menos de español – me explicó Clara. Luego, políglota, le habló unos largos segundos en lo que luego supe que era ruso.
Todavía podía pensar, porque comparé su piel trigueña, sus ojos negros, su pelo castaño y enrrulado con su lengua y noté algo extraño. Parecía netamente sudamericana, o por lo menos proveniente de algún lugar sub ecuatoriano. Por qué divagar ahora con eso si en ese momento apenas fue un relámpago que pasó por mi mente y se opacó enseguida a la luz de su belleza extrema, su voluptuosidad vertiginosa.
- Está mucho más entusiasmada de lo que pensaba- me dijo Clara con una sonrisa. En ese momento la muchacha se me colgó del cuello y me besó con una pasión asfixiante. Veía sus tetas aplastadas contra mi pecho, tocaba suavemente su cintura, recorría con minuciosidad su boca con mi lengua, sentía estrellarse sus labios calientes contra los míos. Me tomó de la mano y me condujo por uno de los pasadizos que salían del cuarto, enseguida entramos en una habitación oscura y confortable. Se sentó en la cama y siempre con su mirada de inocencia, me invitó a su lado. Clara que nos había acompañado volvío a mi oído con sus susurros cálidos: - Se llama Alyx, y no está unsando un disfráz.
No puedo describir la fuerte sensación que me provocaron sus palabras, la excitación, el morbo, la moral y el miedo chocaron entre sí para desatar un caos que me dejó tendido de cara al infierno.
- Esto es una locura – le dije con auténtica indignación. – Es una menor, Clara, no puedo.
- Dale, tiene dieciocho, en unos meses termina las escuela. Además es una hermosura ¿o no?- No pude responder a su pregunta con sinceridad, en verdad era una hermosura, y yo tenía la posibilidad de hacerla mía, de utilizarla como más me apeteciera.
- Tiene más experiencia que vos – me dijo, divertida – Vamos, te está esperando, quiere que te la cojas.
Alyx en verdad parecía esperar, aunque su perpetua cara de inocente me hacía dudar. Me entregué, cometí el primer acto realmente transgresor e incorrecto de mi vida, decidí tener sexo con una adolescente y que el mundo me juzgara una vez me hubiese vacíado en ella. Pobre de mi, esa noche límites aún más fuertes esperaban a ser rotos por mí.
Me senté a su lado e intenté conducir la situacíon, nos besamos acaloradamente y di rienda suelta al recorrido de su cuerpo. Lo recuerdo muy claramente, tan suave, tan firme, sentía que emanaba juventud por todos sus poros. Por momentos pensaba que esa ñiña tenía casi veinte años menos que yo, que aún iba a la secundaria, que podía ser mi hija, que un número indefinido de hombres la habían curtido una y otra vez, y mi excitación se descontrolaba. Apenas le había abierto la camisa y palpado sus hermosas tetas cuando perdí el control y me convertí en el amante pasivo: ella se arrodilló y casi sin que me diera cuenta estaba mamándo mi pene. Lo hacía con una maestría asombrosa, con una habilidad que me obligó enseguida a compararla con la frialdad de Lucero, de Estefi, de tantas que se convertían en hielos inertes al lado de esa profesional tan precoz. Era incluso mejor que Clara.
Mientras subía y bajaba por mi miembro me miraba fijamente, con esa misma mirada, esa que había mantenido desde el primer momento, al inocente, reforzada por las colitas en el pelo, las leves pecas que le salpicaban el rostro, contrastada con el pene que devoraba con minusicidad, con la saliva que le corría hasta el cuello, con las enormes tetas entre las cuales me envolvía y frotaba.
Clara se subió a la cama, se sentó atrás mío, como le gustaba, y comenzó a acariciarme y a recorrer mi cuello con su lengua.
- Vas a ver de lo que es capaz, gil, no te va a dejar ni una gota de leche.
Como si hubiese entendido la muchacha abandonó su taréa y se puso de pie. Subió su corta pollera tableada, me mostró su culo, redondo, tostado, pequeño, firme, delicioso. Quise tenerlo, tocarlo, apretarlo, morderlo, pero Clara me tomó las dos manos por detrás de la esplada. No pude ver el momento en que la pequeña tanga descendió, cuando me percaté Alyx estaba presionando la punta de mi pene en la entrada de su ano. Apenas necesitó un poco de fuerza, se sentó con violencia sobre mi ingle, quedé tan asombrado, tan pero tan asombrado.
- ¿Viste lo que es ese orto? Vamos, rompelo, que se la meta toda, que le salga por la boca. –Clara me perforada el oído con su aliento cálido y sus comentarios incendiarios. Podía dejarme ir, darle a esas mujeres tan terribles el control total de toda la situación, que me desborden por todos lados. Alyx subía y bajaba cada vez más rápido, gemía de forma exagerada, era una profesional. Se sentaba y volvía a levantarse, devoraba una y otra vez mi pene con su pequeño culo. Casi no me percaté cuando se abrió la puerta y una hermosa jovencita asomó la cabeza. Nos miró con una sorpresa que yo creí exagerada. Clara le dijo algo en francés y la muchacha sonrió. Miró hacia atrás y con mucha delicadeza entró en el cuarto.
No creo haber comprendido mucho lo que ocurría en aquel momento. La francesa se acercó a la cama y se arrodilló frente a nosotros, yo no podía ver, pero por cómo levantó las piernas Alyx y cómo aumentó sus gemidos, supuse que le estaba lamiendo la vagina. Tal vez aquello fue demasiado, sentía la inminencia del orgasmo y la niña parecía adivinarlo, porque desaceleraba el ritmo por unos momentos y luego volvía a cabalgarme con locura. En ciertas ocasiones sacaba completamente mi pija de su interior y podía sentir como la francesa me la chupaba, y era la gloria.
-- Te estás cogiendo a dos de las chicas más lindas que vi en mi vida – Me susurraba Clara al oído – Me calienta tanto ver como las garchás.
Estaba llegando a mi límite, había soportado demasiado esa situación. Acabé con gritos y convulsiones, mientras escuchaba los gemidos de las chicas y los gritos de Clara.
-- Sí, sí, llenale el otro de leche, llenáselo.
Alyx me siguió montando hasta que mi pija se salió por lo fláccida que estaba. Aún tuve fuerzas para mantenerme despierto y ver, entre penumbras, como la francesa recogía con su lengua toda la esperma de su ano. Después, entre risas y miradas picaras se besaron teatralmente, pasándose mi leche de una boca a la otra. Antes de dormirme escuché que Clara me decía: “Descansá un poquito que todavía no viste la sorpresa.”

6 comentarios - Fragmento

machotemotero +1
Muy bueno...buen relato... seguro que es un buen libro.
cyntia_ +2
🔥 tremendo, te felicito!
husardemomo
Gracias, es una alegría.
Contagi0us_ +1
Me encantó el relato, me quedé toda húmeda
husardemomo
Ja ja, genial.