Mi amada geisha Limeña

La suerte de viajar mucho
Mi amada geisha Limeña

Por mi profesión tengo la suerte de viajar mucho. Al principio lo hacía para capacitarme y ahora con más de 50 años lo hago para dictar conferencias y dar cursos de alta especialización.
Para este viaje de 45 días a Lima había surgido un inconveniente, los departamentos para personal externo (becarios, pasantes, conferencistas, etc.) estaban todo ocupados. Me pidieron disculpas de todas las formas posibles y tímidamente me preguntaron si podía compartir un departamento de dos habitaciones con otra persona a lo que les respondí que no se hicieran problemas, que estaba acostumbrado y que me adaptaba a lo que pudiesen ofrecerme.
Así que en una cálida primavera viajé por tercera vez a mi amada Lima.
Me fueron a buscar al Aeropuerto y me llevaron hasta las residencias del campus.
Al llegar al bloque 3, golpeo suavemente la puerta en el departamento 8, tenía la llave pero sabía que podía haber otra persona.
Para mi sorpresa me abre una joven estudiante Japonesa que estaba haciendo una pasantía en el ITP. La saludo en Inglés y rápidamente me aclara que hablaba fluidamente el castellano.
En fin … si mi señora se llegaba a enterar que estaría con una japonesa durante 45 días en un mismo departamento se me iba a poner complicado.
Me acomodo en mi cuarto y trato de no invadir la privacidad de Kumiko.
Durante los primeros días casi no nos cruzamos, la relación es respetuosa y formal. Yo salgo temprano y siempre regreso tarde. Al llegar el viernes me pregunta si quiero acompañarla ya que con unos cuantos extranjeros del ITP estaban organizando una salida al barrio bohemio que se encuentra cerca de la comercial zona de Miraflores.
Sinceramente ya conozco bastante por ahí pero no tenía nada planeado y no quería parecer tan frío. Al fin y al cabo éramos dos profesionales lejos de casa. Ella en su etapa de formación y yo haciendo las veces de experto internacional.
Esa noche, antes del paseo, me asomé por la puerta de mi cuarto y la crucé saliendo del baño con su largo y lacio pelo negro chorreando agua, una ajustada remerita blanca de algodón y un short mínimo. Por primera vez tomé conciencia de lo linda y sexy que era. Por otro lado pensaba que ya llevaba una semana fuera de casa y empezaba a ver a todas las mujeres con otra cara, con otras ganas y también podía ser eso.
Nos tomamos un taxi Tyco que, como es usual, parecía que iba corriendo una carrera urbana, nos deja bastante agitados en el Malecón donde nos juntamos con el resto del grupo. Yo era, por lejos, el más viejo.
Paseamos un montón, charlamos profusamente, tomamos demasiado y mientras cruzábamos el famosísimo Puente de la Alameda nos quedamos por primera vez solos y fue ahí donde sentí unos irrefrenables deseos de besarla. Me costó muchísimo contenerme, no quería parecer un viejo verde, ella sabía que era casado y nos quedaba más de un mes de convivencia. Mejor no hacer cagadas me dije.
La segunda semana fue intensa, con mucho trabajo y compromisos pero ya no sé si por casualidad o causalidad comenzamos a compartir desayunos y alguna cena. Ya no había la formalidad inicial de los primeros días y, para serles sincero, yo la veía cada vez más hermosa. Ya me costaba mucho disimular las ganas que le tenía.
Ese fin de semana paseamos mucho. El sábado, otra vez conducidos por un taxista demente en su brioso y poco espacioso Tyco, anduvimos por el centro, las catacumbas subterráneas, la zona típica de los bellísimos balcones limeños y terminamos internándonos como turistas en el barrio chino. Fue una experiencia fabulosa. Al llegar al departamento estábamos completamente distendidos, compartimos un dulzón Pisco Sour y antes de irnos cada uno a su habitación nos cruzamos largamente las miradas. ¡¡ Qué lo parió !! ¿Y si había onda y yo estaba quedando como un boludo?
El domingo fuimos al Museo del Oro y luego terminamos en un complejo de cines donde pasaban un festival de clásicos de la Ciencia Ficción. Vimos (yo por decimoquinta vez) Blade Runner con Harrison Ford y volvimos hablando sin parar hasta las residencias. Ya estaba perdidamente enamorado de Kumiko y no sabía cómo manejar este tema.
El lunes me pasan a buscar para ir hasta el Puerto del Callao pero debido a inconvenientes de último momento termino regresando a media mañana al departamento. Sabiendo que no era un horario habitual de regreso, entro tratando de no hacer mucho ruido, al parecer Kumiko estaba ya que había música y luces encendidas. Al entrar a mi cuarto sucedió algo inesperado y a la vez soñado. Kumiko estaba en mi cama, vistiendo sólo una camisa blanca mía y tocándose acaloradamente. Al verme, dudó un instante, se sonrojó un poco e instantáneamente y para mi asombro se levantó, me abrazó con desesperación y me partió la boca con el beso más ardiente que jamás me habían dado. ¡Mi Dios!!!! Parecía un sueño. ¡Qué ganas que le tenía !!! Y sin lugar a dudas las ganas eran mutuas. Hicimos el amor hasta el otro día sin preocuparnos por nada y amanecimos abrazados. Al despertar nos matamos a besos nuevamente, hicimos por enésima vez el amor y nos despedimos enamoradísimos hasta la noche.
Demás está decir que ese día mi cabeza no estuvo focalizada precisamente en temas laborales, lo único que tenía en mente era esa hipnótica piel blanca y suave, ese pelo negro intenso, esa suavidad y humildad para hablar y expresarse, esa fascinante sensualidad natural y las increíbles sensaciones que me había regalado.
De ahí en más Lima nunca volvió a ser la misma, los paseos se sucedían sin descanso, siempre tomados de la mano. Los fines de semana viajábamos mucho, a ver las Líneas de Nasca, a Pisco, a Cusco y a Macchu Picchu; Perú es un país increíble.
Rápidamente me hice adicto a mi sofisticada geisha de piel de porcelana.
Cada día llegaba más temprano al departamento y siempre era recibido con sutiles aromas de sahumerios, luz tenue, velas; a veces suaves batas de seda roja y exquisita lencería otras veces solamente fina ropa blanca.
Nunca hice tanto el amor en mi vida y nunca tuve tantas ganas de hacerlo. Me recuperaba casi al instante y no paraba de disfrutar aquella fabulosa y estilizada mujer con gusto a miel entre sus piernas y maravilloso trasero que se contraía a voluntad para transportarme hacia un éxtasis inacabable.
De a poco iba llegando la hora de mi regreso y no quería que aquello tan hermoso terminara pero lamentablemente ese día llegó.
A la noche, mi última noche en Lima, repetimos solos nuestra primera salida y en el Puente de la Alameda nos volvimos a mirar como aquella vez con la salvedad que nos besamos apasionadamente.
La despedida no tuvo lágrimas ni tristeza. La tomamos como el punto de partida para la cuenta regresiva hasta el día en que nos volveríamos a encontrar. Sólo hubo infinita ternura y agradecimiento sin fin.
Al llegar a casa noté que en la valija faltaba mi camisa blanca y una nostálgica sonrisa se dibujó en mi cara. A mi regreso nadie parecía comprender de dónde venía mi repentina debilidad por los sahumerios, el Feng Shui y mi habilidad para manejar los palitos al comer Sushi.
Desde ese entonces nunca nos volvimos a ver aunque seguimos en permanente contacto. Yo sigo viajando mucho y albergo la esperanza que nuestros caminos algún día se vuelvan a cruzar.
TQM Kumiko, ha sido enorme placer y un gran honor conocerte, que tengas una hermosa vida. Sólo espero encontrarte de nuevo en el sueño de hoy.

P.D.: Muero por verte nuevamente vistiendo mi camisa de la suerte.

3 comentarios - Mi amada geisha Limeña

pacovader
Me encantó, no todo tienen que ser detalles anatómicos. Además, ¡Cómo me gustaria qud me pasara algo así! ... Sólo que no la dejaría. 😀