Siete por siete (85): El eslabón más débil.




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Compendio I


No es mi intención darles lata con mi trabajo, pero esto fue la base el cambio en mi relación con Hannah y Marisol debe estar comiéndose las uñas porque no he escrito.
Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil, porque es en ese punto donde se rompe.
Cuando volví a faena, mi personal me saludó, pero se veían preocupados. No querían decirme lo que pasaba.
Apenas me conecté a la intranet, me llegó una notificación de la Administración. Querían reunirse conmigo al mediodía.
No le di importancia, porque quería ponerme al día con mi trabajo. No era un desastre, pero mi reemplazo había desordenado mi sistema.
Así que me entretuve en eso por la mañana.
Cuando me fui a la reunión, me dio la impresión que ellos no querían que asistiera.
En la planta, todos saben que Hannah y yo somos amantes. Pero como muchas otras cosas que pasan en faena, son cosas que se mantienen en secreto.
No estoy diciendo que la mayoría de los mineros sean infieles. El problema es que, como en mi caso, los turnos son tan largos, que uno necesita la compañía del sexo opuesto y eso es lo que nos pasa con Hannah.
Yo tengo a Marisol en casa y ella tiene a Douglas, un estudiante de leyes, pero aun así, dormimos en la misma cama y a mediodía, me invita a inspeccionar vehículos, donde aprovechamos de tener relaciones también.
Hannah es Jefa del Departamento de Mantención y Operaciones.
Acaba de cumplir los 29 años, es Ingeniero Mecánico y probablemente, la mujer más bonita de toda la planta.
Es bajita, de 1.65m, más o menos, rubia, con cabello corto, blanquita y de ojos azules.
En Mantención, y en general, en toda la planta, la conocen como “Cargo Shorts”, porque siempre usa bermudas que realzan su cola y al principio, no les simpatizaba que tuviera algo con ella.
Sin embargo, vivimos el mismo romance que tengo con mi esposa y es algo que la ha calmado un poco.
También tiene una personalidad obsesiva y trabajólica como yo, pero desde que empezamos a andar juntos, se ha puesto más dulce y femenina, algo que hombres como nosotros apreciamos bastante.
Y es por ese motivo que nuestro romance es un “Secreto a voces”, pero hacen la vista gorda y nos dejan en paz, porque nos queremos.
En el camino a las oficinas, me encontré con ella.
“¡Has vuelto!” me dijo, con una cara afligida.
“Si… pero por la manera que me miras, pareciera que no querías que volviera.”
“¡Te equivocas!” dijo, mirando el suelo con coquetería. “¿A dónde vas?”
“A Administración…”
Al decir eso, su semblante empeoró.
“¡Marco, lo siento!” me dijo, casi poniéndose a llorar. “¡No quise meterte en problemas!”
“¿Lo dices por lo que pasó en mis vacaciones? ¡No tienes que preocuparte!” le respondí, con una sonrisa sincera.
“Si… pero…”
Quiso decirme la verdad, pero no pudo.
“Sólo cuídate, ¿Por favor?” Me pidió.
Y al llegar a la oficina, comprendí por qué todos estaban abrumados: estaban buscando al eslabón más débil del accidente.
Era uno de los gerentes de no sé qué parte. Un tipo canoso, melenudo, de unos 50 años, que se notaba como un empresario exitoso.
Un pez gordo.
En realidad, me molestan las personas de Administración, porque son tacaños y nunca toman el punto de vista de nosotros.
Pero hay excepciones, como el Supervisor de Área que me permitió llegar hasta acá, que son personas de esfuerzo y que saben de lo que hablan.
Este hombre se notaba imparcial y aunque proveníamos de mundos distintos, intentaría entenderme.
Pero no podía decir lo mismo de la sabandija que le acompañaba.
Un tipo delgado y larguirucho, de unos 30 años, con cabello rizado color café y anteojos, que le dan un aura de mosquita muerta, pero al ver con más detalle su mirada, es astuta y de malos instintos.
No lo conozco laboralmente, pero tiene una cara de sinvergüenza, que no escatimaría en sacrificar a cualquiera por salvar su trabajo.
Y eso era lo que intentaba hacer conmigo.
“Siento interrumpirle en su trabajo… pero su nombre es… Marco… ¿Cierto?” me preguntó el Gerente, leyendo mi ficha.
“Sí, soy yo.”
“Dice que usted viene llegando de vacaciones…”
“¡Así es!”
“Y sin embargo, su nombre aparece implicado en el incidente con el camión cisterna.” Dijo, mirándome con más seriedad. “¿Podría explicarme cómo sucedió eso?”
“Mi personal me contactó mediante correos.”
“Pero… ¿Por qué a usted? ¡Usted es Jefe de Extracción!” dijo el Gerente, yendo directo al grano.
Le expliqué en lo que consiste mi labor.
Yo y mi equipo debemos monitorear el desempeño de todos los equipos que entran y salen de la mina (camiones, scoops, boomers, perforadoras, etc.), así también como la cantidad de material extraído y que alimentan a las 3 bandas transportadoras que cargan las trituradoras de piedra.
Somos los encargados de coordinar los planes de mantención, los que ven los costos de mantenimiento para los vehículos y todos los requerimientos necesarios para que la extracción sea eficiente y se cumplan las metas.
Pero para mí, la información a la que puedo acceder por contrato no es suficiente.
“¿Por qué?” preguntó el gerente.
“Porque existen otros factores que afectan mi trabajo.”
Por las labores que cumplo, voy muy ligado con los Departamentos de Mantención y Planificación. Aunque mi cargo dice que no debo preocuparme por la cantidad de material extraído, yo lo hago por curiosidad.
Siempre estoy llamando a Tom o a Hannah para consultar por qué se paró un equipo o bajó la producción.
Casi siempre me responden que son por desperfectos.
Pero en otras ocasiones, se debe a que encontraron napas subterráneas inesperadas.
En Planificación, hay un par de Ingenieros en Minas que me conocen y también me mandan informes de operaciones y ocasionalmente, les doy una mano cuando están complicados.
“Yo no sé todo lo que pasa en la mina, pero tengo bastante claro lo que pasa en ella.”
El Gerente me miraba asombrado.
“¡Pero usted estaba de vacaciones!”
“Así es. Pero eso no significa que no sepa lo que pasa en mi trabajo.”
“¿Por qué no? ¡Debía estar descansando!” Me decía, alzando la voz, porque buscaba un culpable.
“Si, y así lo hice. Pero mi trabajo me entretiene y fueron ellos quienes me buscaron.”
“Bien. No le cuestionare sobre su tiempo libre.” Dijo el hombre, sacándose los lentes y apretándose el tabique de la nariz, para relajarse. “Hábleme del accidente.”
Le expliqué lo que sabía. Al camión cisterna se le pinchó un neumático y se le desenganchó el eje trasero.
Para no obstaculizar el tránsito, lo movieron debajo de la banda transportadora y fue entonces que llegó el equipo de Tom.
La banda mide aproximadamente 300 metros, con una inclinación de 20 grados.
En el sector donde ocurrió la falla, la banda corría a unos 25 metros de altura.
Aun no se sabe bien por qué fallo la banda, compuesta de cojinetes de caucho, pero el hecho fue que se cortó y rasgó parte del tanque de la cisterna, afortunadamente, sin que nadie saliera lastimado.
“Entonces… ¿Ellos no estaban revisando la banda?” dijo el Gerente, mirando a su compañero.
“¡Por supuesto que no! El servicio de mantención es realizado por otra compañía y la última mantención fue realizada en noviembre del año pasado.”
El Gerente se notaba muy confundido, porque esto se escapaba de su área de experticia y trataba de explicarle de la manera más sencilla que podía.
“¿Está completamente seguro?”
“Absolutamente. Como le mencioné, entre mis labores está la alimentación de la banda transportadora y tengo que guardar las boletas y listas de chequeos de sus mantenciones.” Respondí, mirando a la sabandija, que sudaba nerviosa. “Además, es imposible para el equipo de Tom poder efectuar reparaciones en esa correa.”
“¿Por qué no?”
“Porque no cuentan ni con el equipamiento, ni las capacidades para realizar esa mantención.”
Un cojinete de esos pesa aproximadamente 20 kilos (imaginen el “latigazo” que recibió la cisterna). La revisión de la banda tarda, como mínimo, una semana, a causa de su largo y es realizada por un equipo de 20 personas, aproximadamente, que sería casi la totalidad del personal de Mantenimiento.
El taller de Mantenimiento es grande y puede albergar entre 6 y 8 vehículos mineros, pero no tiene una bodega para almacenar repuestos e incluso si la tuviera, su labor es ver la maquinaria y no dedicarse exclusivamente a un equipo de esa envergadura.
“Ahora entiendo un poco más por qué le contactaron.” Dijo el Gerente, al verme más informado.
“En realidad, me contactaron porque querían denunciar al equipo de Mantenimiento a la Dirección e implicarlo en ese incidente.” Le confesé, intimidando a la sabandija. “Yo tenía evidencia suficiente para demostrar su inocencia y por eso querían contactarme.”
“¿Y qué hay de su relación con la Jefa de Mantenimiento y Operaciones?” preguntó, finalmente la sabandija.
La pregunta me pilló de sorpresa.
“No entiendo qué tiene que ver con esto.”
“Existen rumores en la planta que entre usted y ella tienen un amorío y eso presentaría un conflicto de intereses en su participación.” Dijo la sabandija, como si me tomara por las bolas.
Le sonreí.
“En el reglamento de la compañía, existen solamente normas para prevenir el acoso sexual. No dice nada sobre ese tipo de relaciones entre funcionarios…” y miré al Gerente. “Y mientras la imagen de la compañía no se vea comprometida, no veo por qué debería preocuparle.”
Pero la sabandija quería seguir insistiendo en el tema.
“Pero hay pruebas que entre usted y ella tienen una relación más allá del compañerismo…”
Lo miré con sarcasmo.
“¿Es eso cierto?” Le pregunté. “Porque podría demandarlo por injurias y calumnias, en el caso que no las tuviera.”
Y con decir eso, lo dejé mudo.
En realidad, hay evidencia que puede sustentar esa posición (las sabanas de mi cama, por ejemplo), pero son cosas que pasan en faena y que uno las ignora, porque todos se salen de protocolo de alguna manera.
Por ejemplo, todos saben que los de Mantenimiento tienen una barbacoa fondeada en el taller y que de vez en cuando, asan carne e invitan a sus amigos, bebiendo cerveza sin alcohol, mientras ven un evento deportivo.
“Dejando ese tema de lado, según usted, ¿Quién es el responsable del accidente?” preguntó el Gerente.
“Yo pienso que es del equipo de Mantenimiento, por realizar las reparaciones bajo la banda transportadora.” Respondí, dejándolos boquiabiertos.
“Sin embargo,” añadí. “si la mantención a la banda se hubiese hecho como corresponde, esta no se habría cortado, por lo que habría sido irrelevante dónde se reparara el equipo.”
El Gerente se mostró más satisfecho y la sabandija, abrumada.
“Solamente, me queda felicitarle por su buen desempeño.” Dijo el Gerente, extendiéndome la mano. “El contrato dice que usted debe desarrollar sus labores, pero ha sido un respaldo para el trabajo de su jefe. Me encantaría recomendarlo para un ascenso, pero…”
“¡No se preocupe!” le interrumpí... y descargué la artillería pesada. “Por el momento, estoy cómodo con mi cargo. Además, no es conveniente que me asciendan, porque apenas llevo un año en mi puesto, no se puede mover la cadena de mando de la operación y el costo en el mercado de los metales no es tan fuerte para justificar mi promoción.”
Los dejé con la boca abierta, porque un “Eslabón tan débil” como yo no debía estar al tanto de la situación.
Y para darles el golpe de gracia: la guinda del pastel…
“Además, la oficina en Melbourne ha adquirido la administración de la compañía y se encuentran implementando el proyecto de catálogos digitales, por lo que necesitan que el personal de planta de antigüedad se mantenga en su rango.”
Los dejé anonadados y el Gerente dijo que trataría de mantenerse en contacto conmigo.
Alcancé a llegar 10 minutos antes que cerraran el casino. En la entrada, Hannah estaba muy preocupada.
“¿Cómo te fue?”
“Bien. Tú sabes que soy un genio para estas cosas.”
Ella se rió y me abrazó tiernamente por la cintura.
“Hannah, ¿Cuándo me dirás que te casaste?” le pregunté, mientras sentía su rostro en mi pecho.
Había muchas cosas que ponerse al día… pero las contaré mañana, ya que luego debo acompañarla a una inspección.


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