Siete por siete (45): Batalla real




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Compendio I


Con esa noche, empezaba a despedirme de ellas. Volvían el 2 de enero y quería disfrutar de su compañía.
En la cama, son estupendas y las amo, pero no sería consecuente si solamente me quedara en el dormitorio.
Ellas opinaban lo contrario: dividir los tiempos y aprovechar lo mejor posible…
Pero me entienden y querían darme en el gusto.
Además, a Marisol y a mí se nos presentaba una oportunidad única: Ryan y Diana estarían juntos nuevamente.
A Marisol, le vive preguntando por él, a través de mensajes de texto…
Por mi parte, aparte de seguir intentando reparar mi laptop, también me pregunta por ella…
“Y la chica del cumpleaños… ¿La has visto?” me pregunta casi siempre cuando me llama por teléfono.
Sonrió y le digo que no, que como viaja, casi nunca coincidimos…
Entonces, se lamenta y prosigue hablándome de los intentos que ha hecho para reparar mi maquina…
Y además, estaba la pelirroja Rachel, que no quería pasar el año nuevo a solas…
Pero no fue responsabilidad exclusiva de ella lo que pasó esa noche.
En realidad, convergieron muchas variables…
“Marco… quería preguntarte… si Marisol y su familia ya tienen planes para estas fiestas…” Llamó Fio, a eso de las 2 de la tarde del 31.
Su voz se notaba apagada y deseosa. Me daba la impresión que estaba más interesada que fuese yo a verla, en lugar que Marisol y su familia.
“Tenemos pensado hacer una fiesta aquí, para recibir a Diana en su salida de turno…” respondí.
El vuelo de ella llegaría en 3 horas más…
“Pues… Kevin y yo pensamos hacer un pavo asado…” intentó de convencerme.
“¡Gracias!... pero como te digo, aparte de la familia de Marisol y Diana, invité a Ryan y a Rachel…” le respondí, tratando de desanimarla.
“¿Ryan… también vendrá?” preguntó, más interesada.
“Sí… pero también vendrá Rachel…” respondí, recalcando el nombre de la pelirroja.
“¡Eso no importa!” exclamó, con muchísimo entusiasmo. “Es su primer año nuevo aquí y sería de pésimos modales que no recibiéramos a nuestros vecinos y sus invitados…”
Aunque la llamada me extrañó, le dije que primero lo hablaría con Marisol y confirmaría más tarde. Mi ruiseñor, como era de esperarse, no puso problemas a la invitación de los vecinos y solamente empacamos las cosas preparadas para la cena.
Pedimos a Verónica que cuidara a las pequeñas, mientras Marisol, Amelia y yo íbamos a buscar a Diana al aeropuerto.
Aunque al principio, mi cuñada estaba reticente para conocer a la jovencita azafata, tras un intercambio de huidizas miradas entre ellas, Marisol las presentó oficialmente.
Fue Amelia la que comenzó el interrogatorio, dado que la timidez de Diana supera a la de mi cuñada y fue descubriendo en el trayecto de regreso a casa, que tenían bastantes cosas en común: las 2 eran vergonzosas y la mayoría de las personas las trataba o veía como niñas.
Sin embargo, lo que más cautivaba a Amelia sobre la “hermana postiza” de Marisol era que, a pesar de su introvertida personalidad, se había atrevido a viajar por tierras desconocidas y atender a millares de personas, gesto que atribuyó al redactor de esta bitácora…
Pero al poco rato, llegó Ryan… y Marisol y yo nos dimos sonrisas de complicidad.
Esas miradas las conocemos bien: entre ellos, parecía que nadie más estaba y era evidente lo grato que era la compañía de uno con el otro.
Para “completar el circulo” que comenzó en el cumpleaños de Diana, ella le obsequió un pendrive con forma de panda, que compró en su estadía en Tokio.
Aunque la tienda donde trabaja Ryan vende productos similares y a pesar que Marisol se enfadó un poco al no cumplir con los mangas que le había encargado, el simple hecho que se acordara de él, durante sus viajes, lo llenaba de mucha dicha.
Amelia, siempre pendiente del romance que se desarrollaba frente a ella, me sonreía al ver que no le había mentido sobre encontrarle un reemplazo a Diana.
A eso de las 8, llegó Rachel y sus ojos quedaron prendados en Kevin, quien, aunque estaba nervioso, no dudaba de mirar de reojo a ella y a Verónica, que ocasionalmente le sonreía.
Cenamos un delicioso pavo, cocinado por las manos de Fio, complementado con un rico pollo asado preparado por mi suegra y a eso de las 11, encendieron el televisor para ver la transmisión en vivo desde el centro de Adelaide.
“¿Y las cumbias? ¿El reggaetón? ” Me preguntó Verónica, muy extrañada. “¿Ellos no bailan?”
Yo me reí.
“¡Lo siento!... pero son colonia británica…” le expliqué. “Sus gustos son más apagados…”
“¡Que aburridos!” me respondió, bastante decepcionada.
No me pasó desapercibido el nerviosismo de Amelia un cuarto de hora antes del año nuevo…
Me miraba complicada, porque aunque estaba al lado de su hermana y mi esposa, ella quería recibir el nuevo año a mi lado…
Pero yo no la había olvidado…
Empezó la cuenta regresiva y el ambiente se empezó a cargar…
Sin lugar a dudas, el gesto más clarificador fue que Diana y Ryan recibieron el año nuevo, tomados de la mano.
Marisol y yo, obviamente nos besamos, mientras que Verónica, Amelia y Violetita recibían el año en un abrazo familiar, para pesar de mi tierna cuñada.
Kevin abrazó y besó a Fio, pero siempre pendiente de la mirada solitaria de la pelirroja Rachel. Y posteriormente, empezaron los abrazos a los demás.
No me pasaron desapercibidos los abrazos entre Fio y Ryan, ni los de Rachel con Kevin, que tardaron un poquito más que lo normal y que iban con algunos susurros medianamente discretos.
Aprovechando el aire festivo, exceptuando los abrazos de Kevin, Ryan y Violetita, todos fueron muy efusivos, apegándose bastante más de lo habitual para un amigo, un vecino o un pariente normal.
Curiosamente, incluso el de Diana…
A los 3 minutos del nuevo año, sentimos las detonaciones provenientes del club de yates. En realidad, había varios juegos pirotécnicos a través de la zona costera, pero no eran tan intensos como los que veía con mis padres (Tal vez, fue por nostalgia por ellos que no me impresionaron tanto).
Sin embargo, el reflejo que se proyectaba sobre el mar era sobrecogedor y aproveché ese momento, donde nadie nos ponía demasiada atención, para tomar a Amelia por la cintura y abrazarla de la misma manera que asía a Marisol.
No compensaba su pena, por no haber recibido el año a su lado, pero la consolaba un poco más…
Finalmente, a eso de las 0:40, Marisol quiso retirarse, en compañía de “Sus hermanas”…
“Diana ha viajado mucho…” me dijo, con esa mirada de traviesa. “Y me conoces… igual quiero hacer un “Daedalus” con mi hermana… aunque nos falta la “Fortaleza Espacial”…”
Le di una sonrisa, bastante confundido…
“¿Y esto no se despega de tu plan original?” pregunté, ya que nuevamente se estaba contradiciendo a sus deseos.
“¡Claro que no!” respondió, bien avergonzada. “A Diana le gusta Ryan… pero igual no está segura de lo que siente por ti… y bueno… me conoces… y lo he hablado con Amelia… y ya debes imaginar lo demás, ¿No?”
“¡Está bien!” le dije. “¡Te llevaré a las pequeñas e iré a dejar a “Romeo” y a Rachel a sus casas!”
Me besó en la mejilla…
“¡No te tardes!” me dijo, mientras empezaba a despedirse.
Y todo iba relativamente normal: yo acarreaba el coche y los bolsos, mientras que Amelia tomaba de la mano a Violetita y la joven pareja nacida de esa noche intercambiaban con algo de vergüenza sus números telefónicos personales…
Pero el giro de la noche empezó cuando Verónica quiso quedarse un rato más…
“¡Es que estoy aburrida!… y quiero ver si pasa algo…” señaló, siempre pendiente de los otros invitados.
Una vez que mudamos a las pequeñas y las 2 jovencitas se preparaban en el baño y en el dormitorio que le habíamos cedido, volví a la casa de los vecinos…
En esos momentos, la situación estaba tensa: de alguna manera, todos estaban pendientes de Verónica, que revolvía un naipe de cartas, sentada en la mesa.
“¿Qué haces?” pregunté en español.
“¡Qué bueno que llegas!” dijo ella, con su mirada picarona. “¡Estoy un poquito aburrida… y quería ver si se animaban a jugar!”
Pero claro, el contexto de ese juego era otro…
(¿Qué dice tu suegra?) Preguntó Kevin, extrañado y con tremendos ojos.
(Que se siente aburrida y quiere jugar a las cartas…) Respondí.
Él tragó saliva, tras leer la mirada de Rachel…
(¡Dile que no podemos!) Trató de excusarse. (¡Es tarde!... ¡Y Fio debe descansar!)
Pero su esposa pensaba distinto…
(Kev…) Confesó, algo avergonzada y lujuriosa (La verdad… es que me gustaría jugar como la otra vez… ya sabes…)
Kevin no podía las palabras de su esposa…
(Pero Fio…) Respondió, sintiendo la mirada de Rachel sobre sus hombros (…Sabes que te amo…)
La mirada de Fio, en cambio, estaba toda ganosa…
(¡Lo sé, Kev! ¡Lo sé!...) y luego de buscar el rostro confundido de Ryan, añadió. (Pero esa vez, lo disfrute mucho… y si tú también tienes deseos…)
Porque esa era la variable que ninguno de nosotros habíamos considerado esa noche: Rachel, con una calentura de una semana o tal vez más; Fio, con el segundo trimestre en pleno apogeo, revolucionando sus hormonas y Verónica, que quería probar salchichón inglés otra vez…
Tuve que explicarle a Ryan la situación…
(¡Marco, de verdad preferiría irme!) Me suplicó, interpretando bastante bien la situación.
(¡Lo haré, amigo! ¡Lo haré! Pero te necesitamos en la mesa. De lo contrario, quedaríamos impares…) Expliqué, tratando de calmarlo.
También miraba avergonzado a Fio, que apostaba sus zapatos…
“¿A quién se le ocurrió la idea que todos tuviéramos el mismo número de prendas?” me preguntó Verónica, refunfuñando por sacarse la chaqueta, los zapatos y el pantalón, revelando unos sensuales calzones negros. “Se supone que uno se va desnudando a medida que apuesta…”
No era la única, ya que Rachel tuvo que sacarse la camisa, las pantimedias negras y los zapatos, dado que la que tenía menos prendas de vestir era Fio, con un traje de una sola pieza y ropa interior.
El piso era 4 prendas por persona. 3, si se descontaba la que empleábamos para la apuesta inicial.
Nuevamente, Kevin y yo quedamos fuera para la tercera partida, mientras que Ryan, valientemente, defendía sus pantalones de las 3 conspiradoras empeñadas en desvestirlo.
Curiosamente, me di cuenta que Ryan podía contar cartas y por ese motivo, terminó ganando la partida.
Las 3 estaban lujuriosas, por el brillo entre sus piernas… y era hora de cosechar la victoria.
Cada una se tomó un sillón o un sofá, llevando a la pareja que deseaba…
Salvo Verónica, claro.
“¡Esto es un poco decepcionante!” dijo, al quedarse conmigo.
“¿Por qué? ¿No era lo que tenías pensado?” pregunté, viendo como los otros empezaban a gozar.
“Si… pero ya debes estar aburrido de coger conmigo todo el tiempo.” Respondió, desanimada.
“¿Estás loca? ¡Eres la mejor!”
Le pedí que se apoyara en el sofá, porque quería tomarla a lo perrito.
Me había olvidado por completo que Marisol me esperaba. Sin embargo, no era el único: Ryan amasaba los deliciosos pechos de Fio, quien lo besaba con locura, sin pensar que su marido estaba gozando con la azafata pelirroja que tantos celos le había ocasionado la otra vez.
Estábamos calientes y lo único que pensábamos era en coger…
Rachel estaba arrodillada, lamiendo deseosa la enorme vara de mi vecino, mientras que Fio sacudía su abultada cintura, disfrutando la penetración del ingeniero pelirrojo.
En cambio, yo acariciaba la cintura de mi suegra y ella se quejaba tan placenteramente.
“¡Si, Marco!... ¡Si, Marco!... ¡Me gusta!... ¡Me gusta!...” exclamaba en aprobación.
El ambiente empezaba a acalorarse en la habitación. Fio subía y bajaba con presteza, mientras que Ryan no paraba de presionar sus pechos y estrujar parte de su leche y chupar sus pezones.
Rachel, en cambio, tras haber envuelto el garrote del vecino con sus generosos pechos para templarlo, recién empezaba a montarlo deliciosamente, sin dejar de besarlo. Kevin se aferraba a sus seductoras nalgas, haciéndole que se quejara maravillosamente, al ingresar más y más en su caliente, húmedo y sensual ser.
Y yo, en cambio, estrujaba los pechos de Verónica, apegándome a su espalda, mientras le daba con todo.
Los gemidos empezaban a intensificarse en la habitación y el primero en venirse fue Kevin, a quien Rachel besaba satisfecha, sintiendo sus jugos en su interior.
Al poco rato, le siguió Ryan y por último, seguí yo…
Pero ellas querían más… y se había vuelto una “batalla real”. Es decir, todas contra todos…
Así que las 3 se apoyaron en el sofá, ofreciéndonos las colas: de derecha a izquierda, Verónica, Fio y Rachel.
El vecino escogió el rico trasero de mi suegra; Ryan, la rajita de Rachel y yo, el trasero de Fio.
Confieso que era excitante ver a los demás, forzando los agujeros que yo ya había degustado. A Rachel le encantaba la gorda verga de Ryan, mientras que Verónica se sacudía deliciosamente ante el estilo más violento de Kevin.
Sin embargo, yo penetraba a Fio hasta el fondo, desgarrándola suavemente…
No le importaba que su marido estuviera otros metros gozando con otra mujer. Estaba desquiciada, disfrutando como su vecino ensanchaba sus intestinos, rellenándola con toda mi verga.
Y el vaivén de sus pechos… simplemente, encantador.
Luego que acabáramos por segunda vez, tanto Rachel como Verónica querían probar más del salchichón del vecino.
Fio, en cambio, estaba más interesada en nosotros 2…
Era un espectáculo excitante ver cómo ellas lamían a Kevin, repartiéndose el garrote, mientras que Fio me besaba apasionadamente, enterrándome en su interior, a consecuencia de los movimientos de Ryan.
Le agarrábamos los pechos, la cintura, las nalgas…
“Si seguimos así… te terminaremos embarazando entre los 3…” le dije a Fio, quien me besó contenta con la idea.
Aunque consiguieron alzar a Kevin, Verónica aprovechó de enseñarle a Rachel algunos consejos para lamerlo mejor.
Literalmente, mi suegra le estrujó las bolas, porque Fio estaba a su lado cuando se corrió por tercera vez, algo que raramente pasaba…
Y como bien sabía yo, la siguió lamiendo para sacar una cuarta…
Pero Ryan y yo estábamos entretenidos, gozando de Rachel: él por la retaguardia y yo, por la delantera…
Al parecer, a mi amigo también le encantan las colas.
Supongo que cuando le tocó a Verónica, Kevin vivió el “Sueño del pibe”: su esposa y la amante lamían su palote, aplicando las enseñanzas que mi suegra les había dado.
Sin celos, ni rivalidades…
Terminamos la orgia a eso de las 6 de la mañana, con ellas felices y rellenas con los jugos de los 3. Llevé a Ryan y a Rachel de regreso a su casa, pero cuando dejaba a Rachel en su departamento, le pidió a Ryan que le hiciera compañía…
Aunque estaba arrepentido por sus desenfrenos, le animé, diciéndole que Diana y él aun no tenían nada serio, por lo que aceptó su invitación.
Rachel, sorprendida porque no sabía nada de la atracción entre los 2, le aseguró que no era para tener relaciones. Que solamente quería dormir acompañada un rato… y que él era un buen muchacho.
Finalmente, regresé a mi dormitorio como a las 7, percatándome que no me habían extrañado y que, en el fondo, Ryan no tenía de qué preocuparse…
Al parecer, Marisol y las chicas se entretuvieron por su cuenta, porque Diana dormía cómodamente apoyada sobre el pecho desnudo de Amelia, mientras que Marisol se acurrucaba en el extremo de su cama, durmiendo también al fresco.
Incluso, divisé el consolador doble sobre el velador, que mucho tiempo atrás me regaló Sonia y que probablemente, Amelia sacó del equipaje de su madre, por lo que tras revisar a las pequeñas y cederles los biberones, para que no despertaran a mi ruiseñor, me retiré al dormitorio de Amelia a dormir.
Para terminar, a eso del mediodía, le dije a Marisol que iría a comprar algo con Amelia. Mi esposa, sabiendo que el comercio estaba cerrado ese día, aceptó con una gran sonrisa…
Amelia, como esperaba, aun estaba triste por lo que pasó la noche anterior.
Sin embargo…
“Las 12:30…” señalé en mi reloj, mientras aparcaba la camioneta en un estacionamiento vacío de un supermercado. “¡Amelia, feliz año nuevo!”
La abracé y la besé en la mejilla, mientras que ella me miraba perpleja…
“¿Recuerdas que cuando llegaste, te sentías más cansada de lo normal y te expliqué de los husos horarios?... Bueno, en estos momentos, empieza el año nuevo en nuestra tierra y si bien lo recuerdas, el año pasado lo empezamos tú y yo a solas en un auto…”
“¡Marco!” exclamó conmovida y llorando de felicidad.
“¡No quise saludarte anoche, porque eres especial para mí, Amelia!... y quería proponerte que el próximo año, si es que se puede, también lo empecemos juntos…”
Y nos empezamos a besar y besar, hasta que nuevamente, terminé atrapado en su interior…


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