El Harén

Viernes por la noche, en mi casa y sin compañía. Mi novia, que estaba de viaje de negocios, un par de horas antes me había llamado para comunicarme que se había complicado la operación que estaban a punto de firmar y que se tenía que quedar unos días más.

Tenía ganas de salir con ella a cenar, hacia una semana que no la veía y me moría de ganas de verla para comentarle como iban los últimos preparativos de la boda. Hacia un año que salíamos y manteníamos una relación muy estable, pasábamos los fines de semana en su casa o en la mía, salíamos con amigos y entre semana nos veíamos cuando podíamos, pero nos habíamos decidido a finalizar esa etapa de idas y venidas y de ajustes de horarios para empezar una vida nueva como pareja. Y yo, que para esas cosas soy muy tradicional y le había pedido de casarnos.

Después de la primera sorpresa por su parte, había aceptado y parecía tan entusiasmada como yo por la idea. ¡Ya tenía ganas de verla vestida de blanco!, Una boda por todo lo alto con todos nuestros amigos y familiares. Si teníamos que ser pareja, hacerlo todo al completo, boda y viaje de novios.

Me había centrado tanto en la boda y el viaje al caribe, que todo lo otro se resentía. Como no me espabilara en la trabajo me acabarían echando, suerte que tenía buena relación con mis superiores. ! En fin!, quedaba una semana para la boda y ese fin de semana sin novia me iría de perlas para descansar, ponerme al día y reponerme del estrés del último mes.

Sobre las nueve de la noche sonó el timbre del portero automático, pensé que se habían equivocado y preguntarían por algún vecino ya que yo no esperaba a nadie, pero tengo buena relación con estos y decidó contestar al interfono.

Me equivocaba, ¡Era para mí! Era un mensajero con un enorme ramo de rosas y una nota, ¡creo que nadie me había enviado flores con un mensajero en mi vida, y menos a esas horas! La nota, manuscrita con una letra muy bonita y pulida, creo que de mujer, solo indicaba una dirección, que me sonaba vagamente de las afueras de la ciudad, y una hora.

La misteriosa nota me citaba una hora y media más tarde. Me quedé de piedra, era la primera vez que me encontraba en una situación parecida. Dada la hora decidí llamar a Marisa, mi novia, a ver si ella tenía alguna cosa a ver con la nota... El móvil estaba apagado o fuera de cobertura, ¡típico en ella!, ¿por qué narices llevaba móvil si nunca estaba disponible? Hice también un par de llamadas más a ver si alguien sabía alguna cosa, pero todo el mundo estaba fuera de cobertura. Empecé a darle vueltas a la cabeza y a una semana de la boda me paso por la cabeza que quizás era una típica despedida sorpresa, pero no había hablado de ello con nadie, ni tan siquiera lo comenté con el grupo o con Marisa, por lo ya creía que celebraríamos ninguna. El grupo de gente con el que salíamos, no era muy proclive a ese tipo de fiestas y como no me había casado nunca ni nadie de nuestro entorno lo había hecho tampoco, no había pensado en ello. Pero bien mirado tenía toda la pinta de ser una buena explicación a las rosas y la nota.

Me arme de valor y con un poco de espíritu de aventura heredado de mi padre, ¡con algo de miedo eso sí!, decidí acudir a la cita, tampoco es que tuviera otros planes para esa noche. Me arregle un poco y llamé a un taxi, si me pasaba algo al menos que alguien pudiera rastrear mis movimientos por el taxi. ¡Paranoias de mías… años y años de mi madre pidiéndome que tuviera cuidado de adónde iba!

Cuando llegué, parecía un edificio de oficinas o despachos para empresas, pero el piso en cuestión no tenía ningún indicativo o yo no lo vi. Tenía los nervios a flor de piel y ya no sabía ni quien era. Con el corazón desbocado por la angustia de no saber que narices hacía, llamé a la puerta y sin más, se hoyo un clic y la puerta se abrió como de la nada. No era un buen principio, si querían asustarme lo habían conseguido.

Al entrar, un largo pasillo bastante oscuro y al fondo una tenue luz. Recorrí el pasillo no sin antes comprobar que la puerta se abría bien por si tenía que salir corriendo de allí, al llegar al final, había una habitación de dimensiones bastante difíciles de averiguar por lo oscura que estaba. No había ninguna ventana o bien estaban bien cerradas y no entraba ninguna luz del exterior.

En el centro de la habitación, suavemente iluminada, algo parecido a una cama redonda, de al menos tres metros de diámetro, y alrededor cuatro chicas sentadas cubiertas con una especie de túnicas de raso vaporoso y con un velo semitransparente en la cara. Era la viva imagen de sueño erótico hecho realidad. A esa distancia y con esa luz se me hacía muy difícil distinguir sus rostros, me fui acercado a ellas, con el corazón latiendo a mil y al quedar a unos pocos metros empecé a distinguir los rostros... María, Susana, Alicia y Beatriz... ¡Mis mejores amigas y semidesnudas todas!, de cerca las túnica solo tapaban lo mínimo, dejando más bien poco para la imaginación. Cuando fui a soltar una barbaridad de las mías, ¡que nervios me habían hecho pasar! Alicia que era la que tenía más cerca, con una gran sonrisa me hizo guardar silencio poniendo su dedo índice en mis labios a la vez que me indicaba que me sentara en la cama redonda.

Con esas túnicas y la ambientación, sus pretensiones eran más que claras, parecía que mis amigas me habían preparado su particular despedida de soltera.
Aquellas cuatro preciosidades semidesnudas parecían mi particular harén, excepto con Beatriz que la conocí cuando ya salía con Marisa, con todas ellas había mantenido algún tipo de relación, pero tenerlas así, de manera inesperada y todas juntas, daba mucho morbo a la situación.

Una vez me tuvieron sentada, fueron pasando una a una, besándome apasionadamente por sí tenía alguna duda de sus intenciones, primero Alicia, después María y Susana y finalmente Beatriz. Los besos, las sensuales caricias y sus sonrisas picaronas hicieron desaparecer de mi cualquier vestigio de los nervios que me habían hecho pasar.
Una vez pasada la tanda de besos, me tumbaron en el centro de la cama, y mientras Beatriz me seguía besado la boca, Alicia y Susana besaban suavemente mis hombros por encima de mi blusa y María se dedicaba a sacarme los zapatos.

Alicia y Susana pasaron de los hombros a unos muy suaves besos por encima de mis pechos y María, una vez me había desnudado mis pues, se dedicó a acariciarme el vientre, bajando de vez en cuando allí donde ya no era vientre. Con tanta atención no sabía exactamente que debía hacer, por lo que decidí dejar hacer y disfrutar de aquellas cuatro preciosidades, al fin y al cabo era mi despedida de soltera. A ver que me tenían preparado.

María fue bajando del vientre ya de manera descarada y empezó a acariciarme la cintura y con la otra mano la parte interior de mis muslos, rozado de vez en cuando mi pubis por encima del pantalón. Sin dejar de basarme fue desabrochando el cinturón, los pantalones y la cremallera, y metió la mano por debajo para acariciarme por encima de las braguitas, que en esos momentos ya estaban muy mojaditas. Sin darme cuenta iba abriéndome de piernas, dejándole acceso libre a mi entrepierna con lo que María, ya sin tapujos, empezó a acariciar mi coño, primero suavemente y después con más intensidad con lo que no puede evitar un gran gemido. Beatriz aprovecho y se separó un poco de mí y se fue sacando la túnica dejando al descubierto sus magníficos pechos, grandes y muy apetecibles, cuando esta acabo resbalando hasta el suelo, pude admirar a esa espectacular chica, la verdad es que hasta ahora no me la había mirado demasiado, pero era guapísima. Mientras, Alicia y Susana ya tenían mi blusa completamente abierta y el sujetador desabrochado, y cada una de ellas estaba chupando uno de mis pezones con toda la pasión del mundo.

Sin poder aguantar ya demasiado más, me incorporé; con tanto ataque por todos los frentes tenía que empezar a moverme para poder respirar un poco o acabaría perdiendo el mundo de vista de seguida. Quedamos todas sentadas, yo me acabé sacando la blusa, el sujetador y los pantalones, quedándome solo con mis empapadas braguitas. Ellas por su lado, una a una, en una especie de sensual estriptis también se quitaron las túnicas, quedando completamente desnudas. Las miraba a todas embobada, estaban guapísimas todas desnudas y a mi disposición. Miré fijamente a Beatriz que era con la única que no me había acostado nunca, esta me tenía loca esa noche. Me acerque a ella y nos dimos un cálido beso, quedamos unidas por la boca de nuevo durante unos segundos, nuestras lenguas se rozaban y entrelazaba. Sorbí su aroma de sexo y excitación, acercamos nuestros cuerpos aún más hasta quedar pagados y nuestros pechos se atrapaban unos con los otros, al final me lancé sobre la teta derecha y comencé a chuparle el pezón. Pese a que tenía las tetas más grandes que yo estas eran muy tersas y suaves, una auténtica delicia. Mientras, ella ya tenía su mano bajo mis braguitas y me introducía la punta de su dedo en mí agujerito, mientras que con la palma de la mano me masajeaba suavemente el clítoris.

Entretanto María y Alicia estaban besándose aparte, con sus manos entretenidas la una con el coño de la otra, parecía que se lo estaban pasado en grande. Susana también a parte, se lo miraba todo, ahora a nosotras, ahora a ellas y mientras se masturbaba con las dos manos metiéndose los dedos de vez en cuando.

La situación estaba calentísima, Beatriz se percató que miraba a Susana de reojo, y tras una mirada de complicidad fuimos a por ella. Me acerque a ella y me arrodille entre sus piernas, tenía necesidad de la humedad de sus sexo y sin pensármelo dos veces le di una lamida a su rico coño, al momento, Beatriz se puso a mi lado, le abrió un poco más las piernas y me acompaño con la comida que le estaba propinando. Las dos tumbadas frente a la rosada entrepierna de Susana, nos dimos una auténtica comilona en esa sabrosa rajita, nos dedicamos a lamer todos los rincones, metíamos la lengua en el agujerito coñito, succionábamos el clítoris, pasábamos la lengua por toda la rajita mientras nuestras lenguas rozaban de vez en cuando mezclando todos los sabores del mundo. Al cabo de muy poco, llego el orgasmo y recibimos sus jugos en toda la cara. Así, aun tumbadas frente al coño de Susana, besé de nuevo a Beatriz, que tenía ahora gusto y olor a coño. Estaba deliciosa.

María y Alicia, se nos acercaron por detrás, y mientras aun estábamos besándonos con Beatriz, empezaron a acariciarnos la espalda para pasar después a las nalgas. Yo aún llevaba las braguitas puestas, pero por arte de magia acabaron en el suelo en un santiamén. Nos cogieron de las caderas y nos obligaron a subirlas, dejándonos del todo expuestas, culos y coños a su entera disposición. Alicia empezó a basarme suavemente las nalgas y se fue centrando hasta llegar al agujerito del culo, lo besó suavemente, lo lamió con delicadeza, dando lametones alrededor y de vez en cuando introducía la puntita de lengua en el centro del agujerito, después más atrevida introducía también la puntita del dedo. Al cabo de un momento fue bajando por el perineo hasta llegar al agujerito de mi coño, que a esas alturas rezumaba líquido por todas partes llegando a resbalar por los muslos. Ya no recordaba lo que le gustaba a Alicia chupar el culo, y lo bien que lo hacía la puñetera. Intercalaba la introducción de un dedo en el agujerito del coño, la introducción de la lengua y el suave roce de su nariz con el agujerito del culo. Lo hacía de forma lenta y sensual haciéndome delirar, ¡yo estaba a punto…! A mi lado, tenía a Beatriz que estaba recibiendo de María un trato en el mismo sentido, su cara era la viva imagen del placer. En el momento que Alicia bajo un poco más su lugar de atención y me succiono el clítoris con los labios y presiono el clítoris con la lengua, no pude aguantar más y un orgasmo arrollador surgió de entre mis entrañas. Deje a Alicia bañada en los flujos de mi orgasmo. Mientras me recuperaba de los espasmos del orgasmo, oí el largo gemido que indicaba el orgasmo de Beatriz, inmenso. Su cara era un auténtico poema a la belleza.

Quedé adormecida tras el intenso orgasmo, mientras, a nuestro lado, Alicia y María estaban enfrascadas en un 69 salvaje y frenético. Oía vagamente sus gemidos pero el estrepitoso orgasmo de María me devolvió a la realidad. Nos miramos las cinco, algo entumecidas y nos pusimos a reír como locas.

Sin darme cuenta, Beatriz que parecía no tener aún bastante, se puso detrás de mí acariciándome el pelo y lamiendo el lóbulo de mi oreja, acariciando a la vez suavemente las tetas con las manos. Aquella chica era insaciable, las otras amigas se besaban unas a otras, el conjunto era espectacular, esos magníficos cuerpos entrelazados en un largo abrazo. En un momento, vi que Alicia le decía algo al oído de Susana y las tras unas sonrisas cómplices se acercaron a mí. ¿Qué tramaban estas tres? Seguro que la noche no se acababa aquí.

Entre las cuatro me tumbaron boca arriba, me abrieron las piernas tanto como pudieron y Susana y Alicia se sentaron encima de mis piernas a la altura de los tobillos, inmovilizándolas. Notaba la humedad de sus coños en la piel. María cogió mis brazos alzándolos por encima de mi cabeza, y Beatriz aprovechó para abrir sus piernas y ponerse de cara hacia mí a horcajadas, dejando su coño delante mismo de mi boca. ¡Que visión! Esa magnífica entrepierna a mi disposición que todavía no había tenido tiempo aun de saborearla. Estaba a su merced, completamente inmovilizada por las otras tres. Y no iba a resistirme, como pude acerqué mi lengua y le di una rápida lamida justo entre sus labios, pero era ella la que mandaba y me lo dejo muy claro separándose un poco de mí y diciéndome que era una chica muy mala. Al cabo de un momento dejo caer su entrepierna en mi boca quedando ahí atrapada, empecé a sorber y lamer, pero al ritmo que marcaba Beatriz. Mientras tanto ella, en un gesto de auténtica contorsionista se dedicaba a pellizcar mis durísimos pezones. La situación de impotencia y de vulnerabilidad, los pellizcos en las tetas y el gusto y aroma del depiladito coño de Beatriz, me estaba haciendo volver a destilar jugos vaginales en cantidades industriales.

De repente un ruido de fuera de la cama y tomé conciencia de que había alguien más en la habitación, el coño de Beatriz no me dejaba ver nada y no podía moverme ya que me tenían atrapada, pasé del placer puro al pánico irracional en unos instantes, Beatriz se levantó un poco para dejarme respirar, y me comento suavemente.

- Ahora viene tu regalo, querida. –

No entendía nada. Se apartó del todo y la vi allí plantada. ¡¡¡¡¡Marisa, mi novia!!!!!.

El pánico alcanzó niveles estratosféricos, una cosa es estar en una despedida de solteras pasada de tono y otra muy distinta que tu novia te pille en plena faena, follando como una loca con nuestras amigas. Todo y así, una sonrisa pícara de oreja a oreja la delataba. Y allí lo vi todo claro, ¡lo había preparado todo ella la muy zorra!. ¡Si, si… retraso en el viaje de negocios!

Estaba vestida con un delicado vestido blanco, no era el vestido de novia típico pero sí que tenía un cierto aire. Se acercó a mí, y sin decir ni hola me planto un beso en todos los morros y me dijo.

- ¡Tu cara huele a coño, cariño mío! –

Carcajadas de las otras cuatro y yo sin saber que hacer o qué decir, y sin tiempo para reaccionar se levantó el vestido blanco y vi que no lleva braguitas, solo un arnés con el mayor falo que haya visto jamás. ¡Por Diossss! Un falo negro, de unos treinta o cuarenta centímetros con la punta más estrecha y haciéndose más ancha, como una especie de cono alargado, enorme, con una espiral suave gravada a lo largo de todo el.

- ¿Coño o falo? -

La pregunta que me hizo me dejó aún más perpleja y la respuesta me salió del corazón.

- ¡Coño, yo siempre coñito cariño! -

En esas Beatriz se volvió a poner a horcajadas encima de mí dándome a comer de nuevo su coño, la suave tibieza y humedad de este y su aroma acogedor me tranquilizó al instante y empecé a sorber y a lamer sus labios y el clítoris como una niña buena. María me había dejado libres las manos con lo que podía acariciar el vientre y el hermoso culo de Beatriz, las otras dos me dejaron también las piernas libres y note como mi novia se acercaba a mi almejita y la empezaba a sorber. Lo hacía de maravilla, sorbiendo todos los pliegues, lamiendo suavemente la hendidura, a medida de que pasaba el tiempo empezó a pellizcarme el clítoris, primero con sus labios y después muy suavemente con los dientes. Me estaba poniendo a cien. Introdujo primero un solo dedo, primero la puntita, despacito, y después lo introdujo de golpe, con lo que solté un gran gemido que quedó amortiguado por los labios vaginales de Beatriz a la que seguía comiendo con toda devoción. Empezó a entrar y salir con su dedo, mi calentura seguía subiendo, imparable, después empezó a hacer círculos con el dedo sin ningún tipo de esfuerzo, haciendo evidente lo dilatada que estaba, introdujo otro dedo y la secuencia fue la misma, primero entrando y saliendo y después haciendo círculos, hasta que tuve el tercer dedo dentro, rotando, entrando y saliendo sin ningún tipo de dificultad. Me encontraba completamente abierta... a todo.

- ¡¿Ya estas preparada cariño?! - me soltó Marisa.

Beatriz se apartó, dejándome sin su mojadito refugio, y me quede frente a frente con Marisa y su inmenso falo. Se acercó a mí con un cálido beso en la boca, sabía a mi sexo y a pintalabios, con tanta excitación necesitaba sentirla dentro y que me metiera esa inmensa polla. Muchas veces en casa jugábamos con dildos pero nunca con uno tan grande, por lo que tenía cierto temor a que eso no me entrara. Marisa se había bajado un poco su vestido blanco dejando sus pequeñas tetas a la vista, al ponerse encima de mí, noté la suavidad del vestido y la de su piel, yo estaba bien abierta de piernas, con el gran falo rozando mi pubis. La situación era del todo morbosa, estaba muy excitada por sentirme observada por nuestras amigas y a punto de ser follada por Marisa.

Noté que con una de las manos movía la gran polla negra alrededor de mi coño, rozaba el clítoris e iba dando golpecitos a mis hinchados labios vaginales, poco a poco se acercaba a mi agujerito, mis labios vaginales iban lubricando el pene de silicona y este hacía presión e iba abriendo mi agujerito que se dilataba aún más para poder dar cabida a esa inmensidad. En cuanto Marisa notó que ya tenía toda la punta del dildo dentro de mi coño, me dio una embestida metiéndolo todo hasta llegar a la matriz, haciendo brotar de mi interior un largo gemido


- ¡Ahhhhh!¡Ahhhhh!¡Ahhhhh! -
- Te gusta que te folle bien adentro cariño -
- Por favor, calla y continúa metiéndomelo -

Me empezó a embestir despacito, metiéndomela cada vez bien adentro y aumentando el ritmo progresivamente, pensé que en cualquier momento iba a romperme en dos, la follada era a un ritmo vertiginoso. Cuando estaba prácticamente a punto de llegar, paró la cabalgata, se acercó más a mí cara y me susurro al oído.

- Ahora van a ver estas como te gusta que te folle como a mi perrita, ¡date la vuelta y ponte de rodillas! -

Dicho y hecho, cuando lo sacó de dentro mío noté un gran vacío en mi interior, acababa de salir y yo lo echaba en falta. Me puse de rodillas tal y como me pedía, Beatriz y Susana me cogían de los brazos y Alicia se puso delante de mí besándome y acariciándome la cara y las tetas. Sin ningún tipo de preámbulo me lo metió todo desde atrás, yo ya estaba muy lubricada, pero la impresión fue sublime. Empezó a cabalgarme si piedad, era imposible que me entrara todo aquello, pero conseguía entrarlo hasta lo más hondo de mí.

- ¡Más fuerte, dame más fuerte! – Me sorprendí a mí misma pidiendo más, mucho más.

Encontrarme así, con el morbo de estar cabalgada si piedad por mi novia, asistida por nuestras amigas y aquella inmensidad entrando y saliendo de mi coño a toda velocidad, hicieron que de lo más hondo de mi matriz brotara el segundo inmenso orgasmo de la noche.

Después de las convulsiones del orgasmo, entre todas me dejaron caer suavemente en el lecho, después, Marisa se acurrucó detrás mío y mientras me iba recomponiendo me besaba la nuca y la espalda, me acariciaba suavemente los glúteos, el vientre y me fui quedando del todo relajada.

Todo y así, ella estaba todavía muy caliente, y mientras Alicia y María se dedicaban a besarme y a acariciarme suavemente, Beatriz y Susana después de sacarle el arnés con el falo, dedicaron toda su atención a su mojado coñito. Pocos minutos después oí un auténtico rugido orgásmico, Marisa se había corrido salvajemente. Ver a mi novia con esa dulce carita completamente satisfecha era un auténtico regalo de boda.

La noche se alargó hasta más allá de la salida del sol, con todos los juegos y variaciones que se nos ocurrió, una autentica orgía lésbica, después de tanto sexo acabamos todas rendidas y dormidas en cualquier rincón. Al despertarme estaba abrazada a Marisa, que también ya estaba despierta.

- Te quiero amor mío, espero que te haya gustado la despedida de solteras que te he preparado. -
-Me ha encantado, pero no tengo claro que una vez descubierto esto, quiera prescindir de ello en adelante. -
- Empezamos una nueva vida de pareja, y no una reclusión monacal, no hay que renunciar a nada -

Después de la espectacular puesta en escena tuve claro que me había equivocado en mi primera impresión, esa despedida de soltera no había sido mi particular Harén, sino que aquella noche había formado parte del Harén de Marisa.

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