Mujer que goza marido cornudo

Todo sucedió cuando fui a la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Allí me hospedé en un hotel de los que se denominan “apart” los cuales tienen además del baño y el dormitorio, una pequeña cocina y una sala de estar. Si bien son más costosos, terminan siendo menos que si alquilara una oficina para recibir a las personas y cerrar acuerdos. En plenos centro de la City porteña, una ciudad que realmente adoro, pese a algunos personajes que la habitan, pero es una hermosa capital. No soy argentino, soy uruguayo, pero Buenos Aires es una de los orbes más hermosa del mundo y conozco varias. Lo cierto es que llegué el sábado para pasar todo el fin de semana y quedarme alrededor de unos 10 días más o menos. La noche del domingo, solo, pero muy tranquilo, me dispuse a levantarme temprano, darme una ducha, desayunar y luego ver qué partido de fútbol podía ir a ver. De pronto siento gritos en el pasillo, era la voz de una mujer, salgo raudo y veo a una dama, envuelta en una de las toallas del hotel, descalza, con el pelo mojado, gritando. Mi habitación era la penúltima y la que ocupaba esta mujer veía a ser la última en un recodo del pasillo, lo cual no dejaba ver la puerta de entrada de la misma. Me acerqué a ella y estaba en un estado de shock. Le pregunté que le pasaba y sus brazos temblaban al igual que sus manos y señalaba hacia la puerta de entrada de su habitación a la cual no quería entrar y hacía movimientos como para escapar del lugar. Se puso detrás de mí y cuando me di vuelta me dijo: “por favor no quiero entrar “y se fue para la puerta de mi habitación. Le dije que pasara entró y casi que se desvaneció. La incorporé, la puse sobre la cama y en eso se abrió la toalla, producto de todo el movimiento. Cuando eso sucedió sus pechos quedaron a la luz y su pubis, con vellos prolijamente cortados también. Era una mujer de unos cuarenta años, de una altura mediana, pelo rubio, ojos marrones, excelente figura hermosas piernas y con acento caribeño. Todo esto que les cuento en oraciones, fue en segundos. Nadie del hotel apareció, no hubo otros huéspedes que salieran, ni siquiera alguna persona de higiene del hotel, nadie, pero nadie. Si bien era una hembra hermosa, mi caballerosidad pudo más la tapé y llame a la recepción. Inmediatamente vinieron una chica y un chico. En el intermedio a que llegaran, esta mujer se reincorporó gracias al perfume que le puse en sus narinas y fue cobrando “vida”. Una vez incorporada, sentada en la cama y con los empleados del hotel, logramos enterarnos del suceso por el cual había pasado. Mientras se duchaba, en el recinto de la ducha apareció un ratón que, según ella, salió debajo de un azulejo que se había desprendido. Realmente un escándalo, pero imagino que la fobia puede causar esos efectos. Los chicos del hotel le dijeron que iban a revisar la habitación y todo eso que se dice cuando pasa algo así. Ella fue contundente, no volvería a ese lugar y les exigía que le consiguieran otra. Los empleados quedaron apilados, porque tenían presente y así lo hicieron saber que no había más apartamentos libres. Solo quedaban habitaciones de otro valor y de menos precio. La mujer, se puso furiosa y comenzó a amenazarlos y a decirles mil cosas. La calmé y cuando me vio bajó un tanto los decibeles y comenzó una conversación más animada:

- Me llamo Roma y quiero agradecerle, realmente me hubiera muerto allí en el pasillo.

- No debes agradecerme nada, es lo menos que se puede hacer en un caso así. Mi nombre es luis y estoy a tus órdenes.

Nos dimos la mano en un acto protocolar de presentación formal. En tanto los empleados debatían y llamaban por sus intercomunicadores. Roma los observaba y yo la observaba a ella. Estaba hermosa ahora sí ya mis ojos, sabiendo que era lo que pasó, estaban en plan de ver a una mujer preciosa.

En todo ese lío comienza un gran problema:

Señora - le dice el empleado del hotel – no tenemos más apartamentos hasta el miércoles, por lo tanto vamos a hacer una inspección profunda en el que ocupa para asegurarnos que no hay más dificultades.

Roma: - Ya les dije que no vuelvo allí, mi marido es cliente de este hotel, es diplomático y siempre venimos aquí les exijo una nueva suite departamento.

No había arreglo, por lo tanto, al ver a los empleados en pleno nervios me metí y dije:

- Por qué no toman el mío, yo lo cambio, en realidad son iguales a mí no me molesta hacerlo y la señora y el hotel lo pueden solucionar.

- ¿Harías eso Luis? – preguntó ella, ya tuteándome y con carita de ángel.

- Sí claro, solo que debemos hacer las mudanzas sin entreverarnos y tú debes consultar con tu marido si está de acuerdo.

- Mi marido no está, viene el miércoles, por lo tanto yo acepto y te estoy eternamente agradecida.

Los empleados del hotel respiraron y enseguida llamaron a un batallón de personas para que nos ayudaran a realizar la mudanza. Por mi parte, como había llegado la noche anterior, aún estaba todo casi empacado. Roma, acompañada por la chica del hotel, fue a acomodar sus cosas. Trajeron los carritos de los hoteles, uno para ella y otro para mí y así hicimos el enroque. Romina se había puesto una bata larga y la salida de baño del hotel. Apenas cargaron sus cosas, se vino a mi departamento volvió a agradecerme con esa voz sensual caribeña y unos labios carnosos, ojos hermosos y piel tersa y suave. Cada tanto veía que ella me miraba pero no podía hacer mucho porque estábamos rodeados de empleados que limpiaban los departamentos, otros que llevaban las cosas y otros que revisaban el lugar para cerciorarse que no había más “ratoncitos”.

- ¿No te da miedo Luis ir sallí? – me preguntó Roma

- No, para nada, ese ratón, con tus gritos ya está a varios kilómetros de aquí. (risas) Sin embargo si me da miedo me vengo contigo y ya está. (más risas pero cómplices)

Todo pronto, de nuevo mil gracias de parte de ella y otro tanto de los recepcionistas del hotel. En verdad había sido una hermosa mañana, me trajeron el desayuno casi almuerzo porque habían pasado casi dos horas de todo el in-suceso y me quedé pensando en Roma. ¡Qué Mujer! Por lo pronto sabía que era casada, el marido diplomático, viajan mucho, el no estaba, vendría el miércoles y también supe que tenía 45 años, porque en un momento de locura dijo: “desde que nací odio a estos bichos, hacer 45 años que los repudio”, deducción simple la mía. El asunto era volver a entrar en contacto con ella. Pasó la mañana y no la vi. Fui a ver a Lanús, un equipo que me gusta de la Argentina y cuando volví, casi a la tarde noche me golpean la puerta, Roma. Abrio y tenía algo en sus manos:

- luis, te quedó esto en la ducha - y me entregó el bóxer que me había cambiado al bañarme y dejé colgado en la ducha, con todo el ir y venir me lo olvidé. Lo que me impactó es que me lo entregó en manos y con poco problema, es decir sin repudio ni asco, como a veces suele suceder. Eso me dio una pauta de romina.

- Gracias, Roma (ya quise entrar en confianza) me lo olvidé en la locura.

- De nada, no sea que vayas en cueros – se rió al igual que yo

- ¿Quieres pasar y tomamos algo?

- No – dijo- es que caminé mucho y estoy cansada, mañana será otro día.

Perdí, pero bueno uno no cesa en su búsqueda y hasta el miércoles sé que tengo tiempo, ese fue mi pensamiento.

El lunes a la tarde, cuando vuelvo de mi jornada matutina a darme una ducha y descansar un poco, tengo en la contestadora de mi teléfono de habitación un recado que decía más o menos esto: “Roma, te he llamado a tu móvil y no me atiendes, ahora te dejo un mensaje en el teléfono del hotel, comunícate, porque no llego el miércoles sino el sábado, hubo atrasos en mi agenda”. Era el marido, sin dudas no sabía que habíamos cambiado de apartamento y conociendo el número que ella estaba le dejó el mensaje de voz.

Fui a mi ex apartamento, ahora el de Roma y le toqué su timbre, ella salió, con una hermosa falda negra, medias negras, camisa o blusa blanca y zapatos de tacón negros. Un bombón a punto de caramelo.

- Hola Luis

- Hola Roma, te han dejado un mensaje de voz en mi teléfono de la habitación ven y escúchalo.

- ¿En serio? ¿Quién ha sido?

- Creo que tu marido, pero tú ven y saca tus propias conclusiones.

Mira su celular y ve que no tiene señal, la compañía era de Colombia y no había roaming, por lo tanto estaba incomunicada. Viene a mi habitación yo detrás de ella mirando su culo, sus piernas y recordando su conchita velludita y bien preprada, además de aquellas tetas con pezones rosados. Volví en mi cuando me pide para levantar el teléfono, accedo y escucha el mensaje. Cambió su cara, se puso de muy mal talante, golpeó el piso con uno de sus pies y colgó la bocina del teléfono que casi lo parte.

- Cabrón de porquería, me tiene harta – salió sin darme las gracias y entro a su apartamento dando un tremendo golpe a la puerta.

Ahí quedé yo como el rey de los idiotas. Puta de mierda pensé, pese a que no soy ordinario, pero me sacó de las casillas, siempre desde que la vi, la ayudé y ni siquiera gracias o hasta luego, me dejó parado como un policía de tránsito. Me vestí y salí, enojado y con mucha bronca.

Cuando llegué en la noche, debajo de mi puerta había un papel de los que da el hotel para tomar notas que decía textualmente porque aún lo conservo “Luis, perdona mi actitud de hoy, fui una mal educada, por favor cuando llegues búscame”. Mi sonrisa de satisfacción fue tremenda, ahora sí me la cogía sí o sí. Me di cuenta que ella había oído me llegada, en esos hoteles se escuchan las cosas y percibí que ella estaba pendiente. No pasaron ni diez minutos que toca a mi puerta. Bingo, era Roma, le abro, vestía pantalón jean celeste claro, bien apretado con ese culo de novela, una remerita azul con el canalito de las tetas bien marcado y una cara de putita que mataba a cualquiera.

- Hola - le dije – no te preocupes, te entiendo, solo que pensé que te habías enojado conmigo por ser portador de malas noticias – me jugué una víctima

- No, no Luis, es que te pido perdón, desde que te he visto te traje problemas, en verdad te pido perdón disculpas y no sé por qué me comporté así.

- Bueno, está bien pero no las acepto.

- ¿No aceptas mis disculpas?

- No, no las acepto. Salvo que aceptes ir a cenar entonces sí, ahí te disculpo.

- Ok – junto a una risa nerviosa – acepto tu invitación.

- Bien te paso a buscar en media hora y vamos a Puerto Madero que se come muy bien y nos conocemos mejor y sin ratones ni maridos.

- Chévere – expresión bien caribeña – así será. En media hora estamos.

Me apronté, una buena ducha, mi polo Ralph al máximo y la fui a buscar. Toque su puerta y salió casi al instante como si estuviera mirando por la mirilla esperándome. Por Dios, cuando apareció, se había puesto un vestido negro, con escote que dejaba ver aquellos hermosos melones, que tetas por favor. Apretado en la cintura con una redondez en el culo que mostraba un formato de infarto. No era alta, pero con unas sandalias de tacón y medias color carne. Una mujer de cuarenta y pico, obviamente con sus defectos y virtudes, pero son mi debilidad, ellas me pueden.

- ¡Roma! – le lancé casi como un grito contenido - ¡Qué belleza!

- Gracias galán, estoy a tono contigo.

Tomamos un coche de alquiler y fuimos a Puerto Madero a una de esas parrilladas exquisitas, un lugar con vista al puerto de Buenos Aires, en un apartado, tranquilos y con mucho para conversar.

Me explicó que su marido debía venir el miércoles y con el si hija que estudia en Estados Unidos y desde allí venían los dos. El retraso le hacía perder momentos con su hija a la cual extrañaba. Recuerdo la conversación casi palabra por palabra:

Ella: - Mi marido es un hombre de la diplomacia y ya me acostumbré decenas de veces me hace esto. Me da pena por mi hija.

En eso suena su teléfono móvil y era su marido. Le dice que está cenando y que tiene problemas de comunicación que ya hizo los descargos en la compañía telefónica.

Cuando terminó de hablar le dije:

- Cómo te cuidan, se ve que eres importante.

- Porque estoy acá, cuando estamos casi no hablamos, así que es todo para asegurarse

- ¿Asegurarse qué? – le pregunté

- Pues, asegurarse que estoy a la orden como una esposa a sueldo, como si fuera un empleado más de la diplomacia.

Sus palabras eran irónicas y a la vez hirientes con la situación, para mi excelente.

- Tu marido debe estar loco por vos, yo lo estaría – le tiré el primer golpe a ver cómo reaccionaba.

- Gracias por tus palabras, pero no es así, el solo me llama cuando estamos lejos.

- Bueno cuando venga ya se reconciliarán las cosas

- Sí, claro – dijo y se puso a reír

Ya bien atrevido me le lancé con el tema sexo, encubierto pero ya lanzado:

- Vamos Roma que cuando venga no saldrán del Apartamento por horas – y me puse a reír, ella sin ningún temor me dijo:

- Mira, mi marido tiene 65 años, es un hombre que no demuestra mucho lo que siente o desea, hace 22 años que estamos casados, además viene con mi hija, haz que baje tu imaginación que si esperas oír algo del otro lado, pues nada se oirá más que mal humor y rezongos como siempre.

Ya era mía, solo debía esperar el momento. De todas maneras era un hueso duro de roer, no estaba nada fácil ni me la ponía nada fácil.

Comimos, seguimos charlando, le miré las tetas muchas veces, otras le toque las manos, pero todo muy superficial, nada profundo. Pagué la cuenta y salimos, ella me dijo que pidiera un auto y le contesté que por qué no íbamos caminando. Me miró con cara de asombro, pero al final aceptó. Antes se detuvo en una esquina, abrió su cartera, sacó unas sandalias bajitas como si fueran unas chalinas, se poyó en mi hombro y se cambió el calzado.

- Siempre las llevo por las dudas, para que mi columna no sufra y por la rotura de mis tacos, que decenas de veces me ha sucedido, más cuando he aumentado un poco de peso.

- Aumentado de peso???? – le dije- si tienes un cuerpo hermoso, muchas mujeres quisieran ser como tu a los 20 años.

- Gracias - contestó pero siguió callada.

Caminamos por Avenida Corrientes, la noche era profunda pero había gente en la calle y el miedo de ella se fue calmando. En un momento íbamos a cruzarnos con varias personas que venían de frente, ella me miró con cara de miedo, yo le tomé la mano. Se apretó a mi mano, no la dejó floja eso me dio esperanzas. Seguimos caminando así hasta llegar al hotel que ella se soltó de inmediato. Era obvio, en unos días estaría allí con su marido. No dijo palabra, Cuando subimos al ascensor, marcamos el piso diez y ahí no me aguanté más. La tomé por la cintura, la atraje hacia mí y le di un beso profundo. Le abrí la boca con mis labios y mi lengua le comenzó a comer la suya. Fueron décimas de segundo, cuando sentí que su lengua rozaba con la mía, cuando sentí que sus manos me abrazaban por la espalda. La abracé más fuerte y al atraje hacia mí apenas le rocé el culo y las caderas. El ascensor llegó a nuestro piso. Ella salió como corriendo, en una acción como de niña, yo detrás y cuando llegó a su puerta la llevé hacia donde era mi apartamento y en un recodo que hay, donde nadie nos vería, la apoyé contra la pared y comencé a besarla con locura. Le lamía la lengua, la tocaba por los costados y ella me gemía sin apartar su boca de la mía. Subí mis manos y toque sus tetas, ella dio un salto y sentí como su lengua comenzó a moverse más rápido. De pronto se apartó y me dijo:

- No Luis – salió corriendo, puso su tarjeta en su puerta, la abrió y se metió dentro sin decir más nada. Quedé totalmente pasmado, con mi verga casi por salir, con mis manos vacías. Solo atiné a abrir mi puerta, entrar y tirarme en el sillón de la sala de estar y pensar. Sin más, me levanté, fui al teléfono y la llamé.

- Hola – me dijo con voz muy pausada

- Hola romina, soy yo

- Si, lo imaginé, sabía que me ibas a llamar

- Es que no sé por qué saliste así de golpe, no quiero que te lleves una imagen de mí que no es, pero me gustas y solo actué por como sentí y siento.

- Yo también, pero me dio miedo, no se casi quien eres y no soy una mujer que se deja llevar de esa forma.

- Está bien, pero creo que no debemos dejar de la do lo que se siente

- Lo sé pero bueno, mañana será otro día y hablaremos

Quedé re caliente, pero en todos los sentidos, esta mujer me había sacado de mis cabales. Al rato suena el teléfono y era ella:

- Piensas que estoy loca. ¿Verdad?

- Bueno , no pero me has dejado loco a mí

- ¿Quieres que hablemos?

- Sí por supuesto.

- Bien. ¿Vienes tú o voy yo?

Pensé que iba a ser por teléfono, pero esta no me la esperaba.

- Voy yo, allí no hay ratones – se rió y me dijo - te espero.

Salí raudo, cuando llegué ya estaba con la puerta abierta y ella detrás de la paso y cuando me doy vuelta mientras se cerraba la puerta, la veo con una bata traslúcida, una bikini blanca y viniendo de frente a mí. Era una hembra en celo, me abrazó por el cuello, y comenzó a besarme a lamerme la cara a gemir como una posesa. Estaba en celo, deseosa, caliente, fuera de sí y yo comencé a vibrar. La agarré por la cintura, la bese en el cuello seguía su ritmo, todo era muy fuerte, muy caliente, sumamente erótico, Había prendida solo una luz muy tenue en el dormitorio, ella me llevaba hasta allí sin decir palabra, yo tampoco hablé. La detuve, le saqué la bata y la deje en dos piezas, la admiré, era hermosa, piel muy blanca, ojos marones, perlo rubio alborotado, piernas redondeadas y una pancita de mujer de cuarenta y pico que me enloquece. La atraje hacia mí y la besé de nuevo, pero ahora con lengua y saliendo de ella para lamerle las tetas, por los costados de su cuello, por las orejas, por la espalda. Giré alrededor de ella que había quedado parada en medio de la sala, descalza, sin bata y yo detrás de ella lamiéndole la espalda su cuello casi a la altura de la nuca. Vi y sentí como se erizaba su cuerpo. Le quite el sostén, saltaron dos hermosas tetas, medianas, pero pezones grandes, como los que había visto la primera vez. Se los toqué, gimió, se derretía y yo con ella. La apoyé contra mí mientras ella miraba como mis manos estrujaban sus tetas y yo, detrás de ella la besaba, le lamía sus hombros y ambos sin decir palabras. La di vuelta y ella me quitó mi camisa. Pasó sus manos por mi pecho me lamió los pezones y sintió como mis manos atrapaban sus nalgas. Toque por fin su culo, hermoso, durito, maduro, metí mi mano por dentro de la bikini, le pase mis dedos por su culo, por dentro de su raya, esto la enloqueció, gimió gritó y le dije:

- ¿Te gusta?

- Me apasiona, hace mucho que no vivo el sexo corazón. –

No la deje hablar le plante otro beso y le bajé la bikini la di vuelta de nuevo la puse contra mí y le hice ver como mis manos tocaban su concha. Estaba totalmente mojada, era un mar de jugos, saqué mis dedos bañados en sus flujos y le mojé los pezones. La die vuelta y se los lamí. La miré a los ojos, la tome de la mano, la llevé al dormitorio y la empuje en la cama. Cayó de espaldas e instintivamente al caer levantó sus piernas y las abrió. Una hermosa concha apareció debajo de sus vellos muy cuidados y prolijos. Me arrodillé al borde de la cama y le besé los pies que estaban encima del somier. Le lamí los muslos y miré aquella concha abierta, llena de jugos que bajaban por las comisuras de las piernas, su culito redondeado, metí mi boca en los labios de su vagina. Su grito fue feroz, mis manos subieron a sus pezones y mi lengua la penetró como si fuera a buscar el tesoro más preciado. Le comencé a lamer el clítoris que era inmenso y latente, noté que ella no daba más y empezó ahora sí a hablar:

- Cabrón jódeme, ven, quieres hacer que me muera de un infarto, lame lame te voy a llenar esa boca que tienes.

Inició unos espasmos tremendos, hacía movimientos pélvicos contra mi boca y de pronto lanzó un grito acompañado de un chorro de jugo que llego a mi boca. Aquella hembra se acababa con todo, era como una inmensa catarata, me llenó la boca. Yo no pude más y me había sacado el pantalón mientras la lamía y tenía mi verga hinchada, parada, abierta en la punta y con gotas de semen. Subí por su vientre, apenas estrías pero me encantan, le lamí el ombligo y fui a su boca, le lamí la boca y sintió mi gusto que venía de su concha. Me besó con locura, me aparté y la miré. Estaba hirviendo casi a tener fiebre, pero en un estado de calentura que me hizo casi ponerme loco. Le tomé la mano y se la llevé a mi verga.

- Papito, que pedazo tienes

- ¿Te gusta puta? Ahora eres mi puta

- Sí, quiero que me trates como puta, soy una puta, maltrátame.

No acostumbro a maltratar mujeres, pero sé lo que es en el sexo eso, por lo tanto la comencé a tocar con fuerza, y ella masajeaba mi verga la puse en la cama a lo largo y me puse yo de rodillas al lado de su cara. Le lleve mi verga a su boca, no esperó nada, comenzó a lamerla y yo me incliné entre sus piernas y de nuevo a lamerle la concha. Puse mi cabeza entre las piernas y le comía la concha y el culo. Mi lengua pasaba por su clítoris y por su culo en segundos. Ella movía su cuerpo y comía mi verga. Me daba hermosos lengüetazos y me la llenaba de saliva. En el momento que la nalgueo comenzó a gemir y sentí como sus manos me apretaban contra su concha. Estaba acabando de nuevo, le metí suavemente mi dedo índice en su culo y sus contracciones se tornaron tremendas y sus gemidos eran gritos. Una inmensa acabada me largo en la boca, la cara, nunca me habían acabado así. Mi verga hinchada pero sin deseos de acabar (sabiendo que no iba a perderla me había tomado un rico viagra antes de cenar) salió de su boca con un grito y con insultos eróticos que recuerdo perfectamente:

- Cabronazo me vas a matar, te comes mi cosita, te gusta verme gemir y desesperada por que me jodas. Ahora dame esa verga dámela.

Me di vuelta busque su boca, la besé la lamí y me arrodillé entre sus piernas y mi verga comenzó a rozarle la concha. Estaba todo empapado el olor a sexo era impresionante, tremendo aquella hembra era todo jugos, cuando sintió la punta de mi verga en los labios de su vagina se estremeció.

- Métela hijo de puta, cabrón no me hagas esto – la hice rogar – por favor anda, no aguanto, dámela, por favor.

De un solo golpe se la introduje hasta el fondo, ella quedó como tiesa, por unos segundos no se movió hasta que comenzó un vaivén de locura. Me atrajo hacia ella y su boca se pegó a la mía su lengua era una víbora en mi boca. Gemía gritaba, se apretaba a mi espalda, cogía fuerte, el somier pegaba contra pared en un ir y venir de locos. Roma inició una profunda acabada que aceleró a mi verga. Las paredes de su concha se contraían y parecía que iban a aprisionar a mi verga de una forma casi abrupta. Más la penetraba y más gemía.

- No me puse forro perrita – le dije – porque te quería coger al pelo, tal cual como te vi el primer día desnuda.

- Si, si, si, dame la lechita dentro, no quiero forro quiero la carne dentro, toda dentro, y ahora me vas a llenar toda, toda por favor.

Inició una terrible pero constante movida de pelvis y yo ya fuera de control empecé a sentir que mi semen iba a salir de los huevos que no daban más, me aparte de ella le miré la cara y estaba con los ojos entrecerrados y sus boca abierta gimiendo y diciendo todo tipo de cosas, con ese tono colombiano de hembra.

- Juntitos – me dice –juntitos por favor amor.

Saco mi verga y se la pongo de un solo golpe de nuevo y allí sí, mi acabada fue bestial, sentí como mi leche salía casi como una misma meada, fue algo impresionante, ella gritó al unísono y sus uñas se clavaron en mi espalda. No pude mas y le besé de nuevo, su lengua me taladraba sus manos me apretaban los brazos. Estaba en shock, gemía, se movía y de pronto me aprieta, me trae hacia ella con la boca abierta y siento que me comprime la verga que aún parada estaba dentro y vuelve a acabarse. Algo inusual, casi demencial.

Me baje de ella, me puse a su lado y la miré a los ojos. Los tenía cerrados y su boca aún abierta. Se la besé, la cerró y abrió sus hermosos ojos marrones. Se rió y dijo:

- Jamás olvidaremos esto, fue tremendo – mientras miraba hacia abajo y el somier estaba empapado totalmente, era como si lo hubieran mojado. Mi semen, los jugos de ella y nuestra transpiración lo dejó casi imposible para dormir.

- Vas a tener que dormir en el suelo – le dije en broma en tanto ella se levantaba.

- No me importa, con esta cogida, hoy duermo en la ducha igual, fue algo celestial – recuerdo aún esa palabra.

Se bajó de la cama y miré ese culo hermoso, yendo hacia el baño. Me levanté busque mi ropa y miré la hora. Las cuatro de la mañana, al otro día no iba a hacer mucho y con esta cogida, no me daba para más. La esperé que saliera del baño, lo hizo con la salida que hay en el hotel. Estaba toda despeinada, se iba cepillando el pelo y fue a ver la cama.

- Te invito – le dije – a dormir en mi apartamento, total acá o allá es lo mismo.

- Bueno, si tú lo deseas.

Salí yo primero como muy sigiloso y atrás ella. Venía con unas ropas en la mano, eran su bikini y su sostén. Entramos en mi apartamento y fuimos al dormitorio. Ella se sentó en la cama y dijo:

- No hay ratón que me asuste ahora – y ambos reímos.

Fui al baño me aseé y volví al dormitorio. Estaba romina tendida en la cama mirando televisión y con la sábana por encima. Vi que no se había puesto su ropa interior. Me acosté a su lado y comenzó a contarme que con su marido no había casi sexo y llevaba más de seis meses sin nada. Eso me calentó, no sé que me pasó pero mi verga se empezó a parar (el viagra jugaba su partido también). Ella no lo había visto, Me metí debajo de la sábana también y la abracé por encima de su hombro. Le gustó y me miró, la volví a besar. Me acosté a la altura de sus tetas y se la besaba mientras ella me hablaba. Solo miraba sus pezones que iban parándose. De pronto me dice:

- Me estás volviendo loca, que buscas cabrón

- Nada, - le dije.

Me acosté a su lado y ella vino a besarme, la atraje hacia mí, la puse encima de mí y sintió como mi verga estaba ya en la puerta de su concha. Hizo un gesto de asombro pero no le di tiempo a nada, con un movimiento de mi pelvis se la clavé de nuevo y sin darle tiempo empecé a cogerla como loco. Me ponía caliente, esa putona de mujer, una hembra colombiana caliente que ama la verga y la vive como toda cuarentona. La cogía como poseso y ella gemía en mis oídos encima de mí. Le cacheteaba sus nalgas y eso más la calentaba.

- Pégame. Nalguéame hijo de perra, me vas a coger mil veces, ahora en tu cama, pégame más, más fuerte.

Las nalgas le sonaban y ella más pedía que la nalgueara, inició un gemido profundo y se puso enfrente de mi boca y cayó sobre ella con su lengua para acabar de esa forma. Estaba totalmente expuesta. Yo no acabé si bien tenía mi verga dura, no pude volver a acabar. Roma se dejó caer a mi lado, estaba totalmente desalineada nuevamente. Me levanté hacia su costado y la besé en la cadera, en su culo. Ella se puso boca abajo y yo por encima de ella le besaba su espalda. Tenía su culo a mi merced le lamí la espalda y con la lengua surqué toda la columna hasta su orto. Mi lengua pasó por la raya de su culito, llegue a su concha y se la lamí el orificio de su ortito se lo redondeé con mi lengua y volví a subir hasta su cuello. Caí encima de ella y por debajo de su cuerpo tomé sus tetas ella se dejaba hacer, solo gemía y decía:

- Hazme lo que quieras.

Con esa frase, con mi verga parada, y así encima de ella, sentí como la punta de mi pija tocaba los labios de su vagina que estaba totalmente húmeda, sin mucho movimiento fui deslizándome hacia arriba hasta que el hermoso golpe final hizo que mi verga le entrara toda. Comencé a cogerla como loco, me enloquecí y ella acompañaba el movimiento

- Toma puta, te voy a dar de nuevo, vas a sentir una verga por días

- Dame papito, dame papito

- Decime que tu marido no te coge así

- No, el no me coge así, cógeme así

Roma estaba casi al borde y yo sentí que debía hacer más. Me incorporé, me salí de la cama, ella me dijo

- Ven cabrón que haces

- Vení vos – le dije – mientras me sentaba en una silla que traje y con mi verga parada la hice venir – sentate putita

Ella me miró pasó una pierna por un lado y quedó encima de mí y comenzó a bajar, ella misma garro mi verga con su mano y l apuso en la puerta de su concha latente. Se sentó de golpe y grito como lo puta quera.

- Te gusta sentarte eh puta

- Si sentame, me gusta que me sientes en esa verga.

La agarré de sus nalgas la levante e inicie un acogida feroz. Ella se tomaba del respaldo de la silla y yo de sus nalgas. Le lamia las tetas le mordía los pezones y de repente sentí un espasmo. Ella lo notó se vino a mi boca y me dijo con una inmensa lujuria:

- Lléname de nuevo por favor

No aguanté y sendos chorros de semen le invadieron su concha. Ella al sentirlo gritó y su concha aprisionó mi verga y una inmensa acabada me bañó la verga y mis piernas.

Caímos rendidos, como pudimos nos levantamos y ambos fuimos a la cama. Eran casi las cinco de la mañana. Roma se abrazó a mí y así se durmió.

Esto es el final de ese día.

4 comentarios - Mujer que goza marido cornudo

NAN_CYCD
Excelent .. grax por compartirlo !