Semen sobre mi webcam

Muchas veces hacemos amigos en el chat con los que podemos tener cibersexo y pajearnos. En otras podemos inclusive tener sexo en persona y este resultar grato o ingrato, luego de ese chat. Es decir se parecía a lo que suponíamos en la imaginación de la paja o por el contrario resultaba un verdadero fiasco.
Con Marcela nos pasó al revés, teníamos una relación genial y sin ningún chat. La conocí en una empresa de construcción subsidiaria a mi laburol. Era todo sereno, se deliraba chupándome la pija y eso me enloquecía sabiendo que ella se moría por hacerlo. Me consintió todo, y fue ella preparándose para darme el culo de una manera gratificante, no solo para mí, sino que ella disfruto el training para que mi gruesa poronga pasara por su ano. Y cuando me montaba de arriba y su cadencia era un movimiento con el que su concha empapada de sus flujos acariciaba mi pija invitándome a correrme dentro de ella.
Con Marcela nos llevábamos muy bien, dentro y fuera de la cama. Podría hasta decirse que estábamos enamorados.
La empresa en la que trabajo e un día me envía Girona, España, a hacer un curso de Seguridad Industrial. Marcela no podía venir, recién separada y con tres hijos ni podía sugerírselo, yo estaba haciendo mi porvenir en esa empresa luego de recibirme en la universidad, así que como gente madura aceptamos las condiciones.
Creo que a pesar de lo bien que lo pasábamos, cometimos un error. El MSN recién estaba incorporando la camarita y fue un torbellino de pajas y repajas.
Marcela tenía tres cesáreas y las trompas ligadas. Una selecta cirugía plástica disimulaba entre el vello púbico las cicatrices. Digo esto, porque a pesar de su cuerpo perfecto no se depilaba, solo la encovadura para usar su bikini.
Creo que comenzó un delirio masturbativo mutuo inherente a la calentura que ambos nos teníamos. Al principio no se atrevía a hacerlo, pero un día su madre se llevó a los chicos y sin saberlo vi, como se sacaba el pullover, se desabrochaba la camisa y me mostraba las tetas.
Ni lerdo ni perezoso le mostré el resultado de mi pija redura por lo que había contemplado. Luego movió la cámara hacia su concha y vi como sus dedos medio y anular entraban en sus agujero, mientras el índice y el meñique retenía en la puerta las primeras penetraciones. Separaba sus labios vaginales para fregar su clítoris con sus dedos. Recogía el flujo y uniendo los dedos me los mostraba empapados para mostrarme como se los llevaba a una boca puesta en actitud de recibir el chote dentro de ella.
En realidad no se cuánto tiempo pasaba. Ella fumaba, solo puedo recordar que lo solía hacer luego de que acababa frente a la web cam, dos o tres veces. Como una pausa fumaba un cigarrillo.
Claro que durante ese instante su lenguaje se volvía más procaz incitándome a que eyaculara para que ella pudiera ver.
Quedaba desnudo frente a la cámara y comenzaba a estirar la pija con mi puño cerrado mostrando el glande bien bordo. Lograba en esos momentos acabar, no fantaseaba era real y era terrible la cantidad de semen que conseguía las primeras veces.
En ese va y viene de lenguaje subido de tono, me incitaba como otras veces que le acabe en la cara. Cosa que en realidad no podía hacer y se lo recordé.
Sugirió que tratara de acabar y que la leche cayera la cámara. Sera mía como siempre decía mientras frotaba con sus dedos sus labios como cuando tenía el semen en la boca luego de que yo le acabara.
Fue así, frente a la web acerque mi glande lo más cerca posible y comencé un masaje frenético y como si fuera programado, con un print screen me devolvió una foto toda borrosa de mi leche tapando mi web cam lo que le impedía ver nada, solo eso el semen vertido para ella.
Cuando limpie la cámara pude ver como terminaba ella, tirada contra un sillón reclinable todo su torso y su pubis donde anclaba su mano locamente enajenada masturbándose. La vi abrir su boca como cuando llegaba a su orgasmo, la vi retorcerse de placer, un instante prolongado y encendió un cigarrillo.
Tres meses así todos los días.
Volví a Buenos Aires y Marcela me esperaba, hicimos de todo lo que sabíamos y que nos había llevado a esa locura compartida. Pero ya no era lo mismo.
Recuerdo que estando juntos jugábamos a filmarnos con una cámara digital. Pero es desenfreno apasionado había desaparecido.
Luego la vida cotidiana y sus peleas con su ex, me fueron poco a poco alejando de Marcela. Justo cuando estábamos proponiéndonos vivir juntos, nos dimos cuenta que era ya inútil. Luego de tres años, cada uno siguió por su camino.


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