Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 18

Cuando colgué el teléfono hubiera dado cualquier cosa por no haber hecho esa llamada, acababa de ponerle en bandeja a mi mujer; Lo que fue un juego morboso en Julio que a punto estuvo de convertirse en algo mas, había sido cerrado entonces; Ahora por mi absurda obsesión acababa de abrirle el paso de nuevo a Pablo.
Otra vez reconocí esa sensación de vértigo que tantas veces me había invadido ante situaciones que no podía controlar. En mi mano había estado dejar aquello donde estaba, en los recuerdos; Sin embargo ahora Pablo estaría seguramente llamando a María.
Pasé el resto del día en una tensión insoportable, hubo momentos en lo que deseé salir corriendo y buscarla para decirle que parasemos aquello que si, que tenia razón, no era capaz de continuar, me rendía.
Pero no lo hice, otra parte de mi, más sensata, me decía que María no era un ninfómana que se fuese a tirar a los brazos de Pablo, para ella aquello era un juego erótico que compartíamos, un juego que se resistía a jugar mas allá de lo que hasta ahora habíamos hecho. María era la sensatez y la cordura frente a la irresponsabilidad que yo representaba.
Salí del despacho antes de lo habitual y camino de casa llamé a su móvil.
"Hola cielo ¿Qué haces en la calle tan pronto? " – María había captado el sonido del tráfico.
"Necesitaba tomarme un respiro, ¿te paso a recoger y nos vamos al gimnasio?"
"Jo! Lo siento, hoy no puedo, tengo una reunión a las seis y media" – se me congeló la sonrisa en la cara.
"Con Roberto, supongo"
"Claro, pero no tardaré demasiado, llévame la bolsa al gimnasio y me voy directamente allí ¿quieres?"
"De acuerdo"
"¿Qué pasa, te he estropeado el plan, no?"
"Es igual, no te preocupes, lo comprendo"
Esperé algún comentario por su parte sobre la llamada de Pablo que daba por segura, pero María no dijo nada y no quise comenzar por teléfono algo que prefería hacer en persona.
Roberto, otro motivo de preocupación añadido; desde que se había presentado la oportunidad del acenso para María yo sospechaba que no le iba a ser gratis, le conocía de sobra y temía que estuviese sometiendo a María a un asedio constante, las veces que le había hecho algún comentario sobre esto había reaccionado de una manera demasiado brusca, casi a la defensiva, lo cual me daba pie a pensar que algo estaba sucediendo; A pesar de todo estaba seguro de que ella no lo iba a tolerar, si hubiese pasado algo, ella ya lo habría zanjado.
Recordé aquellos días taciturnos y tensos de María, al inicio del proyecto, entonces los había achacado a la tensión del trabajo suplementario que implicaba diseñar el nuevo departamento, aunque siempre mantuve la sospecha de que se pudiera deber a algún otro motivo.
Desfondado, sin ganas de hacer nada, me obligué a ir al gimnasio, necesitaba olvidarme por un momento de todo esto.
Pero no lo conseguí, la ansiedad por saber si Pablo ya la había llamado me mantenía en un estado de desasosiego que me impedía concentrarme en los ejercicios, estaba tenso, impaciente.
María llegó al gimnasio cuando yo me disponía abandonar y meterme en la sauna, al verla aparecer ya cambiada me hizo variar mi intención y la acompañé mientras hacia sus ejercicios.
Estaba hermosa, las mallas ajustadas marcaban la forma perfecta de su culo que se tensaba rítmicamente en el step, el top negro pegado a su pecho dejaba al desnudo sus trabajados abdominales; Me situé en un banco de dorsales detrás de ella, lo suficientemente alejado como para poder vigilar sin ser visto. De esa forma pude cazar las miradas de los que pasaban cerca de ella.
Comparé desapasionadamente y me di cuenta de que es una de las chicas con mejor cuerpo del gimnasio, su espléndida figura, su forma de caminar, sus movimientos cargados de esa sensualidad natural llaman la atención y así, a cierta distancia, pude ver las miradas de deseo que provocaba.
Nos cambiamos para entrar en la zona de piscinas y sauna, apareció con un bikini negro deportivo y de nuevo me sorprendí mirándola como si no la hubiese visto nunca.
Estuvimos en la sauna unos diez minutos charlando, me contó los avances del proyecto, sus planes para el departamento… por un momento me olvidé de Pablo y, - esta vez sí -, compartí con ella mis propias ideas intentando ayudarla. Por fin me sentía relajado, sin presiones absurdas, sin piques.
Salimos de la sauna a las duchas, la miré mientras ella, con los ojos cerrados y la cabeza erguida hacia la ducha, dejaba que el chorro de agua helada cayera por su cara y su cuerpo, entonces capté una mirada en uno de los monitores, un chaval de veintipocos años, el típico culturista de cuerpo hiperdesarrolado; Fue suficiente para cambiarme el chip; cuando volvimos a entrar, el recuerdo de Pablo se había despertado de nuevo ensombreciendo esos momentos compartidos. Seguíamos hablando pero ahora mi obsesión estaba otra vez torturándome.
"¿Te ha llamado Pablo?" – por su expresión entendí que mi pregunta había estado fuera de lugar, manteníamos una conversación sobre su proyecto, hablábamos de su ilusión por conseguir ese ascenso y mi pregunta totalmente extemporánea parecía evidenciar muy poco interés por lo que me contaba.
"Pues sí, me ha llamado, si" – acababa de romper el buen clima que teníamos, no sabía cómo recomponerlo, me hubiera abofeteado allí mismo sin con eso hubiera logrado retroceder y evitar esa salida de tono. Elevé las cejas e hice un gesto de disculpa y reconocimiento de mi error.
"¿Te ha molestado que te pregunte?, lo siento, me he acordado en este momento y…"
"Y no has atendido a nada de lo que te estaba diciendo" – me alivió ver que su tono expresaba tan solo un leve reproche.
"Eso no es cierto" – María negó con la cabeza.
"Es igual, estoy acostumbrándome a que últimamente no me prestes demasiada atención, parece que no te importa en absoluto lo que estoy haciendo…" – me miró a los ojos, comprendí que necesitaba hablar – "… solo te importa si Pablo me llama, si Roberto me toca… " – tome su mano en las mías, en ese momento mi intención de contestarle se vio interrumpida cuando entraron en la sauna un par de personas, aguantamos nuestros diez minutos en silencio y salimos a las duchas.
"¿Entramos en el jacuzzi? – propuse con intención de seguir hablando.
"Me voy a cambiar, no me apetece"
"Espera, no hay nadie ahora, démonos un baño y hablemos, por favor" – el jacuzzi estaba vacío, dudó un instante y al final accedió, nos sentamos en un lateral, con unos potentes chorros de agua en nuestra espalda.
"No se cómo no me he dado cuenta cielo, lo último que quiero es no estar a tu lado cuando me necesitas, pensé que tenias muy controlado lo del ascenso y, la verdad, lo del juego que llevamos quizás ha ido demasiado lejos"
María me contó sus dudas, sus temores, evitó hablarme de Roberto y su acoso pero yo intuí por sus palabras que había algo más que no me contaba; Aquella conversación sirvió para acercarnos, para romper la absurda tensión que se había instalado entre nosotros por puro orgullo, ninguno de los dos queríamos dar nuestro brazo a torcer y eso nos aislaba.
Un par de noches más tarde, ya en la cama, leíamos como de costumbre pero yo no me podía concentrar, necesitaba saber.
"Al final no me has contestaste el otro día, te escabulliste" – María me miró sin saber a qué me refería – "¿Te ha llamado?" – María sonrió con malicia, cerró el libro y lo dejó en la mesita, luego se volvió de lado hacia mí.
"¿Y tú? ¿has hablado con Elena?"
"Yo pregunté primero" – hizo una estudiada pausa para ponerme nervioso.
"Hace unos días, sí" – se quedó pensativa mientras yo la miraba, sus pensamientos estaban en otra parte, sus ojos andaban perdidos por el techo.
"¿Y?" – volvió de donde estuviera y me lanzó una de esas miradas traviesas que tanto me gustan y que siempre anuncian el inicio de un juego
"Pues nada, charlamos… poca cosa"
"Mentirosa" – me miró con un gesto de fingida ofensa.
"¿Mentirosa? ¿por qué? ¿no tengo tu permiso para hablar con él?
"No necesitas mi permiso para eso" – se volvió de nuevo hacia mí, sus ojos habían cambiado.
"¿Y para qué necesito tu permiso entonces?"
"Para nada"
"¿Seguro?"
"Absolutamente" – María se giró cayendo boca arriba sobre la cama, de nuevo su mirada se perdía mas allá del techo.
"¿Te habló de Sevilla?"
"Si, bueno, no al principio, fue esta mañana"
"¿Así que te llama todos los días? ¿habláis mucho, entonces?"
"Diez minutos, un cuarto de hora, algo así"
"¿Y qué te dijo hoy?" – María había levantado el antebrazo izquierdo y jugaba con el piercing de su ombligo, su mano colgaba relajada de su muñeca y con la yema de los dedos, dibujaba formas circulares en su estómago, sonrió antes de comenzar a hablar, como dominada por un cierto pudor.
"Me preguntó lo que yo pensaba que habría ocurrido si…" – mis ojos seguían el movimiento de sus dedos sobre su piel.
"Si…" – la anime a seguir.
"Si… aquella noche… no hubierais aparecido Elena y tu" – el corazón me dio un vuelco, advertí que mi polla había crecido en el momento que hizo contacto con el muslo de María.
"Y… ¿qué piensas…" –inmediatamente corregí mi frase, quería saber algo más concreto – "… qué le contestaste?" – se mantuvo en silencio pero no le dije nada, sabía que estaba pensando la mejor forma de decírmelo, sus dedos habían ascendido por su estómago y ahora recorrían la base de su pecho izquierdo.
"Que nos habríamos arrepentido" – me miró de reojo un segundo, intentando leer mis emociones, luego siguió mirando hacia el techo, pero cuando el silencio fue evidente, volvió a mirarme escrutando mi reacción, notaba la tensión en ella, como si no estuviese segura de haber hecho lo correcto al desvelar ese pensamiento.
"¿Os habríais arrepentido… de qué?" – mis ojos, hipnotizados por los movimientos de su mano, seguían su lento camino en ascenso por la ladera de su seno hasta rodear su pezón, dibujando el contorno de su rosada areola.
"De dejarnos llevar" – otra vez volvió sus ojos hacia mí sin mover la cabeza, su mirada, de reojo, preguntaba por mis sentimientos, me acodé sobre el brazo izquierdo y retiré la sabana que apenas la cubría hasta la cintura, su vello púbico recortado formando una estrecha columna vertical, atrajo a mis dedos que se ocuparon de él peinándolo una y otra vez.
"Dime ¿qué habría pasado si no aparecemos? ¿Cómo te habrías dejado llevar?
No contestó, su mirada seguía perdida más allá del techo, sus dedos continuaban excitándome con su delicada caricia cerca de su pezón.
"Te tenia abrazada en aquel banco, estabas totalmente reclinada en su brazo, cuando os vi él estaba casi sobre ti, con su rostro muy cerca del tuyo, ¿te estaba besando, verdad?"
"Me acababa de besar" – sonrió al recordar, sonrió y me miró al reconocerlo ante mí, su mano colgaba lacia de su muñeca; de sus dedos semiflexionados sobresalía el índice, con su yema rozaba el pezón, sin moverlo, tan solo un leve contacto en completa quietud. Como un flash me vino a la cabeza la imagen del cuadro de la Creación de Miguel Angel, aquellos dedos que se rozan se trasmutaban en María en su propio dedo tocando levemente la erguida punta de su pezón. Toda una obra de arte en ambos casos.
"Tenías tus piernas abiertas, me di cuenta enseguida, desde atrás se veía tu pierna vencida hacia un lado, supongo que ya tenía sus dedos en tu coño…"
Mi mano seguía jugando con su vello, el dedo pulgar y el medio formaban una especie de tenaza que recorría el perímetro de su abultado pubis marcando un triángulo en su piel, luego descendían por las ingles, se juntaban en el periné para a continuación recorrer el camino inverso hasta encontrarse de nuevo en su vientre, María arrastró el pie izquierdo por la sábana hasta casi tocar su nalga, la pierna quedó totalmente flexionada pero me impedía seguir con mi juego, le di un suave cachete en la parte interior del muslo instándola a dejarla caer de lado pero, en lugar de esto, María dobló su pierna derecha hasta hacerla descansar sobre mí, me ofrecía su coño, abría sus muslos para mi, buscando mi caricia.
A todo esto, había evitado contestarme.
"Tuvo que notar la humedad en tu braga ¿verdad?"
"Si, lo tuvo que notar, si" – su voz era un susurro, su mano seguía extática sobre su pezón.
"Si no hubiéramos llegado, habría apartado tu tanga con sus dedos y habrías podido sentir como se abría paso entre tus labios" – un leve quejido casi inaudible se escapó de su garganta - "Y no habrías hecho nada para evitarlo"
….
"Le habrías dejado que entrase en tu coño, ¿verdad que si?" – María había comenzado a mover su pelvis sin darse cuenta, pequeños movimientos que reclamaban mi atención.
"Si"
"Lo necesitabas dentro.
"Oh si!" – hice una leve presión con mi dedo en sus labios y me deslicé en su interior con facilidad.
"Estas empapada cielo" –sus ojos cargados de lujuria se clavaron en los mios.
"Por ti" – removí mi dedo en su interior para empaparme bien y lo saqué.
"Por mi y por Pablo…" – llevé mi dedo a la boca y lo saboreé golosamente – "este era para mí y este…" – volví a meter el dedo provocando de nuevo una queja convertida en suspiro, lo retiré de nuevo totalmente empapado, brillante – "… y este es para Pablo, para que su polla te penetre con facilidad"
"¡Que bruto eres!" – una media sonrisa desmontó su protesta.
"¿No estabas empapada en Sevilla mientras te metía mano?"
"Si, lo estaba, estaba completamente mojada" – tenía los ojos cerrados, su cuerpo emitía pequeños espasmo cada vez que mis dedos rozaban su clítoris.
"¿Lo ves? Te preparaste para recibirle en tu coño"
"¿Y si hubiera follado con él entonces, que pasaría ahora? ¿cómo estaríamos tu y yo ahora?"
"Seguramente así, como estamos, pensando en volverle a ver"
"Yo no estoy pensando en volverle a ver" – de nuevo su sonrisa la delató
"Falsa, dime que no te mojaste hablando por teléfono con él"

"Dímelo"
"Un poco" – mis dedos seguían torturando su coño, actuaban como un pincel extendiendo el flujo que manaba de su interior, me dedicaba especialmente a su clítoris y cuando sentía que la excitación crecía demasiado abandonaba mi presa y me desviaba a sus labios o su periné. Veía crecer la excitación en ella pero quería sincronizar su clímax con mis argumentos.
Empapé otra vez mis dedos en su coño y descendí entre sus nalgas hasta alcanzar su esfínter, María flexionó las piernas y pegó sus rodillas a su pecho, un intenso suspiro se escapó de su boca, me ofrecía su pequeña entrada, el lugar más intimo de su cuerpo, extendí su propio flujo alrededor y presioné levemente hasta notar como lo relajaba, la yema de mi dedo entró sin dificultad siendo estrangulada inmediatamente por su fuerte músculo.
"Dime, ¿Quién va a ser el primero en darte por culo, Pablo o yo?" – intenté expresar con toda la crudeza posible mi más profundo deseo, llevábamos años de preparación, pacientemente había conseguido que sus primeras reacciones de rechazo a ser tocada ahí se convirtieran en curiosidad y placer, pero el dolor que le provocaba cualquier grosor mayor que mi dedo nos impedía avanzar. María me miró sorprendida al escuchar mi frase.
"Tonto, eso es algo nuestro, tuyo y mío" – la emoción que me produjeron su palabras me llevó a abrazarla y a besarla apasionadamente, no importaba lo que sucediera con Pablo, ella y yo éramos y somos algo más que una pareja buscando sexo.
Volví a buscar su coño, sabía que estaba a punto de lograr un orgasmo y deseaba dárselo.
"¿Habéis quedado en volver a hablar?"
"Si, me pregunto si me apetecía volver a charlar con el"
"Y le dijiste que si, naturalmente"
"Naturalmente" – acompañaba con una sonrisa cada confesión de sus deseos, como si se liberase de un freno que le impedía decir lo que realmente sentía.
"¿No te habló de volver a veros?" – notaba un ligero temblor que iba en aumento cada vez que mis dedos rozaban su clítoris, faltaba poco para su orgasmo, no quería provocarlo aun y bajé resbalando por sus labios hasta alcanzar su ano, comencé a hacer pequeñas presiones que provocaron que se relajara para mí.
"Lo insinuó"
"Tú quieres verle?"
"No es una buena idea"
"Quieres verle, si o no"
"Y que pasa si…" – bajó su mano y guió la mía a su clítoris, luego regresó a su pezón.
"¿Si te intenta besar? Que le dejarás hacerlo ¿si te acaricia las piernas y se mete por debajo de tu falda? Que abrirás tus muslos para que llegue a tu coño, porque estás deseando sentir esos dedos entre tus labios… " – cada vez temblaba mas – "… y si estáis en un lugar adecuado, te dejaras tumbar y verás cómo se desnuda y se acerca entre tus piernas y sentirás su polla rozando tu coño y te abrirás para recibirle dentro"
"Me quedé con ganas de sentirle más, fue todo tan rápido…"
"¿Te gustaría terminar lo que empezaste en Sevilla, verdad?
"Si, siii" – sus ojos se clavaron en mi, parpadeando lentamente cada vez que mi dedo castigaba su clítoris.
María seguía en el nivel de la fantasía, su aceptación tan rápida me indicaba que lo vivía en la imaginación, pero yo quería traerla al mundo de lo posible.
"¿Te das cuenta de que podrías estar follando con él en una semana, quizás dos?" – estaba a punto de alcanzar el orgasmo, era el momento de hacerle ver la proximidad del encuentro"
"¿Y tú, estarás también?" – no empleo el condicional, hablaba en futuro. El placer que me produjo ese matiz me golpeó como un huracán.
"A tu lado amor mío, besándote mientras sientes su polla entrando en ti"
María estalló en un orgasmo silencioso, intenso, entre espasmos, ni un sonido salía de su garganta pero eso no le restaba intensidad. Cuando se recuperó me echó los brazos al cuello, necesitaba más, me subí sobre ella y comencé a deslizar mi polla entre sus labios, una y otra vez, sin entrar.
"¿Y después? – su mirada seguía ebria de placer.
"Después, nos arreglaremos, saldremos juntos de donde estemos, le acompañaremos a su hotel y os besareis en la puerta, quedareis en llamaros al día siguiente, el me dará la mano o puede que nos demos un abrazo de amigos; Luego nos iremos a casa, quizás esa misma noche te llame para ver cómo estas, después tu me contarás como lo has vivido mientras te hago el amor, eso es lo que sucederá" – me movía rítmicamente en su interior, sin prisas.
"¿Seré la misma para ti?" – sonreí, la amaba tanto que su miedo a mi reacción me enterneció.
"Serás más, mucho más amor mío"
El orgasmo me llegó como una ola que sube lentamente, cerré los ojos y me deje llevar del placer que sin grandes tensiones me desbordó dentro de ella.
A partir de aquel día, ambos asumimos las llamadas de Pablo como algo natural, María me contaba siempre si la había llamado, que habían hablado y luego, por las noches, mezclábamos la realidad de la llamada con la fantasía de mis deseos que día a día se iban haciendo cada vez mas suyos.
Pablo cuidaba de no agobiarla pero no cesaba en su intento de que María no olvidase lo que habían compartido en Sevilla, con ello le recordaba de una manera indirecta que ella también había participado, que nada había sucedido por la fuerza. Si bien al principio esos comentarios la ponían violenta, María se acabó acostumbrando a hablar de aquello sin pudor y con deseo
Yo vivía en una especie de constante excitación, una tensión permanente que me llevaba a pensar en ellos a la hora que sabía que solía llamarla; el miedo a las consecuencias cada vez era más tibio y la excitación por saber que mi esposa hablaba de sexo con otro hombre que la deseaba era cada vez más potente y mas cegador.

3 comentarios - Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 18

parejitaamor
Excelente, como siempre, es la mejor historia de cuernos que he leído ya quiero la parte siguiente!!!
morboson
Increíble, me leí todos los relatos,en una noche... La mejor historia por lejos.
elchapela
Me encanta esta saga de relatos, estoy enganchado desde el minuto uno. Muy bien contado, cada vez te engancha mas.