Fantasía... ¿O realidad? Capítulo 8

Ya sabéis cómo acabó la primera cita entre Carla y yo en el cine… Más que ver la película, prácticamente protagonizamos una. El tono de nuestras charlas, cada vez más habituales desde entonces, se iba incrementando, y no había vez que hablásemos y la conversación no derivase en sexo. Nuestras fantasías (tenemos un trío pendiente con otra chica, tomad nota posibles voluntarias XD) lo que íbamos a hacer la próxima vez que nos viésemos… El caso es que siempre terminaba en tremenda paja a uno y otro lado de la pantalla. En una ocasión, y creo que tengo el vídeo en mis archivos, me llamó por teléfono, y con el manos libres, se dedicó a follarse el culo con un inmenso consolador para que la escuchase gozar. Y a fe que lo hacía, qué gemidos, qué cachonda estaba y qué cachondo me ponía yo…

No tardamos pues en programar nuestro siguiente encuentro, y esta vez incluía un invitado. Carla me confesó que había adquirido un huevo vibrador con mando a distancia, y ya os podéis imaginar lo que se me pasó por la cabeza. Ser el dueño de ese control remoto, con el huevo en sus bragas, y en un lugar público… Podía dar mucho juego. Así que nos citamos de nuevo en el centro comercial. Para hacerlo interesante, decidimos no vernos en un principio. Carla me dejaría el mando a distancia en el lugar acordado (uno de los baños) y yo entraría a recogerlo y la seguiría de cerca.

Desde una cafetería pude verla salir del baño. Esta vez no llevaba un vestidito, sino un pequeño short vaquero que realzaba de forma espectacular su increíble culo, además de una camiseta blanca ajustada con un dibujito animado de lo más sensual. Su vestuario lo completaba con unos zapatos de tacón, un tacón fino y largo que estilizaba aún más su ya de por si poderosa figura. Ya debía tener el huevo en su coño, y el mando a distancia estar a mi disposición en el baño, así que entré a buscarlo. Estaba en el lugar acordado, y me dispuse a seguirla. El mando, pequeñito y manejable, contaba con varias velocidades, por lo que podía medir la intensidad del orgasmo a provocar, cosa que me encantaba.

Lo primero que hizo fue sentarse en la terraza de la cafetería donde yo había estado instantes antes, y pidió un helado. Pese a no verme, sabía que la seguía de cerca y le encanta provocar, así que empezó a dar lametones al helado de una forma… De una forma en la que cualquiera cambiaría con gusto el lugar del helado por su polla. Empecemos el juego, pensé. Y pulsé el mando, en su primera velocidad. Apenas una ligera vibración, que sin duda notó, pues sonrió encantada mientras seguía lamiendo el helado. Estuve un buen rato contemplándola, hasta que lo terminó, sin decidirme a aumentar la intensidad (cosa que estaba deseando que hiciese). Lo que sí que hice, una vez se levantó, fue apagarlo, dejándola calentita, ya para empezar la tarde. Se dirigió a pagar. La chica que atendía era una latina espectacular. Pecho inmenso, con los pezones muy marcados fruto de la intensidad del aire acondicionado, muy probablemente, muy bonita de rostro y con un culo inmenso, pero muy atractivo. Sin duda a Carla le atraía, se lo intuí en su mirada, así que aproveché… Intensidad 3. Así, sin avisar. La cara que puso debió ser un poema, porque la camarera le preguntó si se encontraba bien. Yo no podía casi ni caminar de la empalmada que llevaba, pero estaba gozando muchísimo de nuestro juego. Cuando su coño se había habituado a la vibración, decidí quitarle el caramelito de nuevo, y volví a desconectarlo. Una mirada de odio me atravesó (bueno, me hubiese atravesado de cruzarse con la mía, puesto que yo seguía fuera de su alcance visual). Y se dirigió a una zapatería. Estuvo curioseando, y cuando se sentó a probarse unas botas, unas botas altas, de gatita juguetona (cómo me hubiese gustado verla en ese momento sólo con las botas) volví a conectar el huevo. Velocidad 2. Lo mantuve durante todo el tiempo en que estuvo con las botas puestas, a modo de premio. La cara de satisfacción que ponía al mirarse al espejo con las botas puestas, no dejaba resquicio de duda. Estaba disfrutándolo. Cuando se colocó de nuevo los tacones, y salió de la tienda con la bolsa (había comprado esas botas) decidí que caminase con el huevo vibrando en su precioso coño, así que lo dejé en la primera velocidad, la más suave, que sin duda caminando incrementaba su placer.

Su siguiente parada fue una conocida tienda de ropa, y estuve fijándome en las prendas que curioseaba. Shorts, a cuál más cortito, blusas con mucha transparencia… Si entra a probárselos, me lanzo. No puedo más con este calentón, pensé. Y creo que ella pensaba lo mismo por su sonrisa. Se acercó a los probadores, y yo hice lo mismo. En cuanto calculé que tendría su ropa quitada… Velocidad 4. El gemido creo que se escuchó en toda la tienda. Me quedé un poco cortado, sabiendo que había provocado semejante suspiro y que la gente andaba pensando qué pasaba en aquel probador donde habían visto entrar a una chica, sola, y muy atractiva. Esperé un rato a que se calmase la situación antes de dirigirme hasta allí, y cuando descubrí la cortina… Vaya imagen.

Carla estaba completamente desnuda, de cintura para arriba, con sus pezones durísimos, y un minúsculo tanguita verde, prácticamente transparente, y con un lacito rosa en el centro. Qué cachondo me puso verla así. Saqué el mando para desconectar el huevo y follármela, pero me lo quitó. Le marcó la quinta velocidad (aumento de intensidad) y con el huevo aún en su coño se arrodilló y empezó a desabrocharme, con mucha parsimonia, los pantalones. Mi polla prácticamente se escapaba de ellos, caliente como estaba, y al bajar mi ropa interior, el latigazo que me dió… yo creo que hasta me hizo un moratón. Tomó mis huevos con una de sus manos, y la polla con la otra, y empezó a chupármela con mucha tranquilidad (vengándose sin duda de mi, que lo que deseaba era que fuese con furia y rapidez, porque estaba demasiado cachondo para andar con sutilezas). Hay pocas imágenes más sensuales que la de una chica que te atrae, de rodillas, comiéndote la polla, así que, aunque parezca imposible, mi excitación aumentó. Se había propuesto jugar conmigo, devolvérmela y lo estaba consiguiendo. Estuvo un buen rato lamiendo, jugueteando con mis huevos y mi polla hasta que no pude más. La corrida iba a ser de escándalo, y ni mucho menos pretendía ensuciar las prendas que entró a probarse, así que ya sabía dónde terminar. Abrió la boca con muchas ganas y descargué litros y litros de leche (seguro que fue menos, pero mi me parecieron litros) sobre su boca, que se apresuraba a engullir, relamiéndose, contenta con la recompensa. Ver su sonrisa tras eso, sin duda fue la mejor recompensa de la tarde…

Continuará

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