Fantasía... ¿O realidad? Capítulo 7

Conocí a Carla en un chat, en el canal de Sexo. Al contrario de lo que se pueda pensar, estuvimos un buen rato sin tocar nada relacionado con el tema, conociéndonos, y la verdad es que nos caímos muy bien. Por nuestras respectivas profesiones, teníamos de lo que hablar.
Vivimos a un par de horitas de distancia, así que nos decidimos a mantener la amistad y quedar algún día, que si bien está un poquito lejos, a buen seguro valdría la pena. Y tanto que valió la pena.
Carla, de aproximadamente 1’65, ojos castaños, vivos, y cabello cortito, también castaño, lo tenía todo en su sitio. Un pecho no excesivamente grande, pero que se intuía bonito bajo el escotado vestido que traía puesto, redondito y con los pezones muy marcados (sin duda, no traía el sujetador puesto). El vestido, blanco y con un estampado colorido, era cortito, con la falda de vuelo, y ya empezó a disparar mi imaginación cuando nos saludábamos. Habíamos decidido ir al cine. Su culito, pequeño y redondeado, se intuía, prácticamente, dada la escasez de tela del mismo…
Y hacia el cine nos dirigimos. Es extraño, la primera vez que ves a una persona con la que has hablado mucho, y de muchas cosas, en un chat, que apenas surgen las palabras. Así que, prácticamente sin hablarnos, fuimos a ver la película.
Antes de entrar a la sala, Carla indicó que necesitaba ir al baño, así que esperé en la puerta a que saliese. No tardó mucho, y traía algo en la mano que no acerté a identificar hasta que se acercó. Era su tanga. Un tanga minúsculo, negro de encaje que, sonriendo, metió en mi bolsillo. Me tomó de la mano y entramos a la sala. Las intenciones estaban más que claras, de película… íbamos a ver bien poquito.
Nos fuimos al rincón de la última fila del cine. Al ser una sesión vespertina, y la película bastante mala (os juro que no lo hice a propósito) no había mucha gente. Apenas 3 o 4 parejas más desperdigadas por el resto de la sala.
Me gustan esos cines con butacas que permiten levantar el reposabrazos. Por suerte, esta sala era una de las que los tienen así, y además, contaba con unos asientos bastante cómodos. Carla se sentó a mi derecha, levantó el reposabrazos y recostó su cabeza sobre mi pecho, dejando en posición franca su culito para mi. Qué delicia. Deslicé mis manos bajo el vestido y me sorprendió su tacto. Estaba muy, muy suavecito, y empecé a juguetear con él. Le apretaba una nalga, las dos, introducía los dedos en él. Pronto descubrí un juego que a ambos nos encantaba. Consistía en deslizar mis dedos hasta su coño (totalmente rasurado) acariciarlo, excitarlo, y dado que estaba empapadísimo, aprovechar la lubricación para estimularle aún más el culo, que notaba como se dilataba por momentos.
Pero no creáis que Carla permanecía quietecita. Su intención inicial no era ni mucho menos acomodarse en mi pecho para ver la película, sino que se fue directa a mi polla, que ni que decirlo tiene, estaba encantada con la situación, en una erección monstruosa. Cómo la chupaba. Era increíble, y tenía que contener la respiración para que la poca gente que había en la sala no notase nada. El que hubiera gente, además, parece que nos ponía mucho más cachondos a los dos. Se la metía entera en la boca, una y otra vez, lamiendo como si fuese un caramelo que le encantase, y deleitándose cada vez que paraba a contemplar su “juguetito”.
Mis dedos, cada vez más rápido, iban de su coño a su culo, y en trayectoria inversa, en un frenesí intenso. Quería follármela, y ya me daba igual por dónde…
Se levantó, de pronto, y mirando a la pantalla se sentó sobre mi. Fue una auténtica gozada estar dentro de su empapadísimo coño. Bajamos el reposabrazos, y como si estuviese en un trono, se convirtió en la reina más zorra del mundo. Cómo cabalgaba. Era imposible que el resto de la gente no se estuviese enterando de lo que hacíamos, puesto que cada vez era más inevitable dejar escapar suspiros de placer, y gemidos. Cómo gemía, y qué cachondo me ponía con cada gritito ahogado.
Iba a correrme, y después de haber dejado su culo dispuesto, quería hacerlo en él. Dame el culito, le susurré al oído, y asintió, obediente, facilitándome la entrada. Se adaptó a mi polla como un guante de seda, y tras unas cabalgadas más, pude finalizar en él…

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