Enculada por el jefe

Enculada por el jefe


Hacía mucho tiempo que no escribía y es que desde hace unos meses trabajo de medio tiempo y justo ahí encontré al nuevo “actor” de mis relatos.

No sé que les pasa a los hombres casados pero son mucho más decididos cuando ven a una chica que les gusta, o al menos eso fue lo que pasó con Elías. En mi primer día de trabajo, la Directora Comercial de la compañía y quien me contrató, me presentó a quién sería mi jefe: Elías, un hombre de 34 años, guapo, con una muy buena actitud, que por la ropa y los zapatos que usaba demostraba ser un tipo de inmejorable gusto, una buena cuenta en el banco… todas esas cosas que llaman la atención de una mujer.

Desde el primer día fue súper amable, sólo que se la pasaba de viaje, él estaba realmente ocupado y yo no tenía mucho trabajo que hacer y como combinaba la universidad con el trabajo, iba con una imagen muy relajada a la oficina, hasta que Elías comenzó a ser más amable que de costumbre.

De jeans y zapatos cómodos pasé a vestidos que mostraban las pecas de mi escote, mis piernas o los que marcaban mi cintura, usándolos con tacones que paraban más mis nalguitas. Cabello perfecto, perfume, labios rojos. El beso en la mejilla para saludar pasó a beso con un ligero abrazo, tocaba sus brazos, sus hombros; a él no le molestaba, las pláticas se tornaban más amistosas, preguntaba mucho sobre mi vida, mis gustos.

El hielo se rompió por Whatsapp. Durante semanas nos estuvimos coqueteando, me invitaba a cenar y finalmente me dijo que le parecía una mujer muy atractiva, que le encantaba mi cuerpo, mi cara, mi forma de ser pero que además era muy inteligente y buena en mi trabajo… sabía exactamente qué decir.

Lejos de dilema moral, a mi me gustaba mucho. Toda esa imagen de hombre de negocios, siempre ocupado, sumamente inteligente y sí… que era casado. Una tarde me invitó a comer pero quedamos de vernos a unas calles de la oficina, estaba muy nerviosa, las piernas me temblaban mientras caminaba en los altos tacones azules, sentía el roce del vestido blanco que llevaba, sentía el aire que acariciaba mi piel por la abertura que iba de la espalda baja a la mitad de la espalda, mi cabello se movía al paso de mi caminar mientras me aferraba a mi bolso.

Subí a su auto, nos alejábamos mucho pero conversábamos tranquilamente hasta que entramos a un motel. Mi corazón latía a mil por hora, me cayó de sorpresa y lo notó.

-Ya de una vez, ¿no?- Me dijo.

No contesté hasta que metió el auto al garaje.

-No te bajes aún, espera a que te abra

Elías salió, esperó a que el empleado bajara la cortina y me abrió la puerta del auto. Subimos las escaleras y al cerrar la puerta de la habitación me besó. Mientras su lengua intentaba entrar a mi boca, sus manos me tomaron por la cintura para acercarme a él, su olor era una mezcla de loción y hombre. Pasamos un rato besándonos, sentía sus dedos en el escote de mi espalda, sus manos intentaban llegar más lejos pero parecía que se contenía, tomó mi cara y me dijo:

-Hace mucho que no hago esto-

Yo no hablaba, prefería sentir su cuerpo cerca. Con una de sus rodillas abrió mis piernas y se colocó en medio, entonces sentí un gran bulto, me excitó enormemente lo duro que parecía estar; sólo pensé que si así estaba con un faje no podía perderme el resto.

Bajé mi mano a su verga, ya que él llevaba jeans la apreté un poco. Elías subió mi vestido, sin separar sus labios de los míos y notó que no llevaba bragas, también se percató de que estaba completamente depilada.

-Que rico, que deliciosa sorpresa- Susurró. ¿Cómo te quito esto?

Me giré para darle la espalda, me acomodé el cabello de lado y Elías me desabrochó el único botón que mantenía el vestido en su lugar, con un ligero jalón me quedé en tacones y brassiere. Me tenía abrazada por la espalda, su boca estaba en mi cuello, una de sus manos en mi vagina y la otra recorría mis tetas.

Me di la vuelta y por fin las palabras salieron de mi boca:

-Yo también quiero ver- Desabotoné su camisa y antes de quitársela acaricié su torso , no estaba en la mejor forma pero no me importó, sus vellos entre mis dedos, el olor que despedía su piel, el latir de su corazón, todo me encantaba.

Elías no tardó en desnudarme completamente, me chupó las tetas con mucha delicadeza al principio pero yo sólo pensaba en su verga. Le bajé los jeans, me arrodillé, le bajé el bóxer y descubrí un pedazo que no me sorprendió por su longitud pero sí por su grosor, antes de tocarla con mi boca alcé la mirada para verlo, su mirada se había hecho más penetrante.

-Te ves divina así-

-Me veo divina y hago maravillas- Le respondí para después tomar su verga entre mis manos, pase mi lengua por todo lo largo y bajé hasta llegar a sus bolas. Lamí una por una, mientras le hacía una paja aprovechando la saliva que le había dejado. La apretaba ligeramente y juaga con sus bolas en mi boca, frotaba la punta de su verga con mi dedo pulgar.

-Métetela ya, Sofía-

-Estaba ansiosa porque lo pidieras- Respondí mirándolo a los ojos. Abrí mis labios y rocé su capullo con la lengua, lo mojé bien y fui metiéndola a mi boca, estaba realmente gorda, hinchada. Apretando los labios movía la cabeza para meterla y sacarla de mi boca, al tiempo que apretaba sus nalgas con mis manos, en segundos me estaba follando por la boquita. Su verga crecía dentro de mi boca.

-La chupas delicioso, es cierto que haces maravillas. Gggrrr… Detente, para te digo-

Me levanté y lo besé ansiosamente, nuestros cuerpos desnudos juntos me ponía a mil, su erección tan firme en mi vientre me mojaba más. Sus brazos alrededor de mi cuerpo me trataban más rudamente, me tomaba un poco agresivamente, apretaba mis pezones, me daba mordiscos en el labio inferior, el cuello, las tetas, sus dedos indagaban en interior de mi vagina, pellizcaban mis nalgas, me convertí en un objeto… su objeto.

Me tiró a la cama, se puso un condón, abrió violentamente mis piernas, me comió la boca y descansó su cuerpo sobre el mío. Pesaba, me cortaba la respiración, la punta de su verga estaba a punto de abrirse paso pero Elías gozaba hacerme esperar.

-Cógeme ya- Le supliqué.

Sentí como entraba la punta, estaba lo suficientemente húmeda y aún así me dolió.

-Toda- Le exigí a Elías.

De un solo empujón me penetró por completo.

-Ahhhhhh, Elías- Grité

-¿Te hice daño?-

-Me hiciste tu puta-

-Por eso me gustas, una zorra debajo de tu ropa de niña consentida- Cuando terminó de decirlo, me embistió tremendamente fuerte, lo sentí bien dentro. Arquee la espalda como una loca, estaba llena, lo abrazaba con las piernas y dejé que hiciera conmigo lo que quisiera. Aceleró el ritmo y me perdí, gemía su nombre, gemía lo mucho que me gustaba, gemía para pedir más… y se detuvo.

Me levantó y me puso de perrito, recargada en mis codos sentí que abrió mis nalguitas y empezó a chuparme, su lengua iba de mi coño a mi culito, me daba nalgadas. Puso uno de sus dedos a la entra de mi culito y presionó.

-Elías…- Le dije mientras intentaba levantarme.

-Quédate quieta- Respondió impidiéndome que lo hiciera. –Déjate hacer estas nalguitas que me encantan, tu culito me gusta mucho… Inténtalo nena… zorra-

Sentí su verga en mi culo pero se resbaló, me besaba el cuello, los hombros. Me masturbaba mientras lo intentaba una vez más. Sentí como me abría, entró poco a poco la punta y paró, un ardor me recorría, cerré los ojos para recibir más de él. Me abría para llenarme, el dolor era intenso, tanto que derramé un par de lágrimas cuando estuve totalmente enculada.

-Me has hecho sufrir, me estás lastimando- Le dije.

-En un momento lo vas a olvidar, voy a darle a ese culo lo que necesita- Me tomó por la cintura, acarició mi espalda y empezó a moverse lentamente.

Recorría mi cuerpo y después empezó a bombear muy despacio. Estaba en 4, con una verga dentro del culo y dolor, dirigí una mano a mi coño y me masturbé, el dolor se iba, comenzaba a moverme, el placer regresó , no me di cuenta cundo metí mis dedos.

-Mmmm… ahhh…. Siii, me encantas Elías-

Justo en ese instante lo hizo más fuerte, sus manos me apretaban con fuerza las nalgas.

-Estas deliciosa, apretada, riquísima… grrr…-

-Me gusta el dolor que me provocas, mmmmm….-

-Que rico, mi zorra! Grrrr-

Pasamos así algunos minutos más, me derribó sobre el colchón si salirse de mí. Me dio algunos empujones más y se corrió.

-Me has dado una gran tarde, Sofi-

Me dejó exhausta y también me dio el siguiente día libre.

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