deudas de juegos. Fuente: gemidos.

Lorena se daba un solo gusto en la vida: el casino, realmente la apasionaba, pero como su marido no lo sabía, a veces le había costado que cuando perdía más dinero de la cuenta, debía inventar ante su esposo que se le había perdido el dinero o le habían abierto la cartera y le habían robado. A veces había logrado hacer un pequeño monto de dinero que le permitía ocultar sus travesuras de forma más fácil.
Pero ese día realmente se dejó llevar por la pasión, y estaba perdiendo mucho dinero, ya se le había escapado todo lo que tenía de reserva, e incluso el de los impuestos de la casa, estaba destrozada, ¿que le diría a su esposo?. Realmente esa había sido una semana muy mala, y había gastado “los argumentos”, si hasta también le había “prestado dinero a una amiga”.
Estaba absorta pensando en sus posibilidades, cuando una voz la sobresaltó.
- ¿mal día, no?
Miró hacia atrás y no le gustó lo que vio, un tipo de la misma edad que ella, la miraba con un aire malévolo, con una sonrisa.
- La verdad que sí – dijo tratando de no ser descortés, pero se retiró un poco para alejarse de él.
- Perdiste todo, te estuve observando, yo te lo puedo solucionar.
Ella lo miró con furia contenida, y en voz baja le dijo
- Retírese, por favor
Entonces el levantó un poco las manos y con falsa amabilidad, pero sin cambiar la cara, le hizo caso.
Lorena, todavía un poco contrariada por el levante que había intentado ese tipo, comenzó a pensar que a lo mejor le prestaba un buen dinero, pagaría intereses altos, de eso estaba segura, pero si cambiaba la racha, podría pagarle sin problemas, incluso podría recuperar “el dinero que le había prestado a la amiga”.
Comenzó a buscarlo con la vista, no lo vio por ningún lado, caminó un poco por el salón y finalmente lo encontró sentado en el bar. Cuando se estaba acercando, él ensayó su despreciable sonrisa, y con fingida cortesía, la señaló la silla del otro lado de la pequeña mesa que ocupaba. Se sentó y sin perder el tiempo comenzó a hablar.
- Discúlpeme, lo traté un poco cortante recién, no estoy en mi mejor momento.
- Te comprendo, suele pasar – dijo él mirándola a los ojos.
- Ud. Me dijo que podía solucionar mi problema.
- Y ¿a cuanto asciende tu problema?
- Tres mil – Dijo Lorena un poco avergonzada.
Un leve silbido escapó de los labios del tipo.
- ¡Es mucha plata! – dijo con aparente asombro.
- Si, ya lo sé, por eso es un problema – dijo mientras sonreía un poco.
El se quedó callado unos segundos, mientras se tomaba el mentón, como si estuviera pensando.
- Bueno, está bien, te lo voy a dar, pero te imaginarás que acá delante de todos no puedo darte ese dinero.
- Ok, ¿Cómo quiere que hagamos?
Esa era la frase que esperaba él, ahora una sonrisa de satisfacción ocupaba su cara.
- Mirá, acá a la vuelta, un amigo tiene un bar, te espero allá en 10 minutos.
- Está bien – dijo ella un poco aliviada.
Exactamente en el tiempo pactado, entraba en un pequeño bar, ocupado por algunos hombres, pero por más que buscó no encontró a “su salvador”. Un poco decepcionada le preguntó al mozo, que un poco desganado estaba apoyado en la barra, que al describírselo le contestó.
- Ud. Busca a Don Juan, ya se lo llamo.
El hombre fue y golpeó en una puerta que había en el fondo del bar. Después de unos segundos, salió quien ella buscaba, y con una seña le indicó que se acercara.
- Permiso, dijo Lorena al ingresar a la habitación.
- Pasá – le indicó el hombre, desde atrás de un viejo escritorio que mantenía aún ese lustre de los muebles antiguos bien cuidados.
- Acá estoy – agregó ella, mientras se sentaba.
Él, exagerándole ademán, sacó del bolsillo interno de su saco un fajo de dinero, le sacó la banda elástica que lo mantenía armado. Fue contando hasta llegar a 3000. Lo puso a un lado del escritorio. Luego contó otros 2000 más y los puso en el lado opuesto, pero siempre frente a ella.
- 3000 – dijo señalando el primer fajo – siete días para devolver 4500
Ella se quedó pasmada.
- No, no puedo pagar esos intereses.
- 5000 – dijo ahora juntando ambos billetes, de regalo a cambio de algún favor.
Lorena se levantó enojada, sabía perfectamente a que se refería ese tipo.
- ¿Qué se ha creído que soy?, ¿una prostituta?
- No, creo que sos una mujer que necesita recuperar el dinero que perdió, para no tener problemas en su casa. Yo sólo te doy opciones. Pero tenés dos minutos para pensar.
Ella se quedó pensando, – son cinco lucas – pensó para sus adentros. Con eso realmente solucionaba todos sus problemas por un buen tiempo. Pero ¿Qué querría ese tipo?
- Seguramente con una mamada lo dejo seco, algo rápido y listo- se justificó, pues realmente estaba desesperada por el dinero.
- Tu tiempo – dijo él.
- Está bien, vos ganás – quiso agarrar el dinero.
- Esperá, no seas ansiosa – Sacó un papel de uno de los cajones, era un formulario de pagaré.
- Pero ud. Me dijo que no tenía que devolver nada.
- Y así es preciosa, pero me tengo que asegurar que no vas a salir a decir que te violé, o algo por el estilo. Si te quedás callada yo también, si hablás, yo también. Dijo mientras le pasaba el papel para que firmara.
- Aquí tenés – dijo ella una vez firmado.
El tipo, se levantó y se fue a sentar a un largo sofá, le hizo un ademán para que sentara junto a él. Luego se abrió el cierre del pantalón, y se sacó el miembro, ya semi erecto.
Ella retrocedió un poco, nunca había hecho esto, si hasta le costaba hacérselo a su esposo.
- Liberate un poco –le dijo él, sirviéndole un vaso de wisky – esto te va a ayudar.
- No tomo wisky, no tomo alcohol – dijo ella
- Mejor, entonces esto te a liberar aún un poco más rápido – exclamó él, señalando el vaso ya servido.
Lo peor que puede hacer alguien que no bebe, es tomar un vaso de wisky de golpe. Sintió que le quemaban las entrañas, tosió en busca de aire, la vista se le nubló un poco, se sentó junto a él y debió apoyar su espalda para intentar recuperarse. Él tipo la tomó por la nuca, y haciendo un pequeño esfuerzo la volcó sobre su bragueta. Ella instintivamente abrió la boca, sintió como la verga se ponía cada vez más dura entre sus labios. El le marcaba el movimiento con la mano en su cabeza, ella sólo obedecía, Luego él le tomo una mano y se la llevó a sus testículos, ella una vez más, obedeció y comenzó a acariciarlo. Parecía que le gustaba lo que sucedía. Entonces él comenzó a acariciarle la cabeza, y ella parecía concentrarse cada vez más en su tarea.
- Que bien que la chupás – dijo él en tono de sorna
Ella no respondió, solo atinó a mirarlo, entonces la tomó por los hombros la separó un poco y le ordenó sacarse la ropa.
Ella, volvió a mirarlo, y como suplicando le dijo
- No, por favor basta –
- Ya es tarde mi reina, ya estás en el juego, no te podés ir-
Ella aunque reticente se puso de pié frente a él, se desnudó lentamente, el se quedó observando esos hermosos pechos, que eran apenas más grandes de lo normal. Luego bajó la mirada hacia las caderas.
- date vuelta – le ordenó
Ella obedeció, pero debió apoyarse en el escritorio, pues estaba un poco mareada. Él se acercó a ella, la tomó de la cintura y la apoyó contra él. Luego llevó las manos al vientre de ella y de allí subió a las tetas.
- Que hermosas que son – exclamó él – apretándolas suavemente
Ella no contestó, pero tenía sus ojos cerrados, estaba comenzando a disfrutar. Y empujó un poco hacia atrás, haciendo que la dura verga se apretara contra su culo.
- Dejame – dijo ella débilmente.
- ¡Ja!, lo que menos querés en este momento es que te deje.
Él, bajó una de sus manos nuevamente hacia su vientre, y bajando un poco más empezó y comenzó a acariciarle la vagina, dedicando uno de los dedos al clítoris, Ella totalmente excitada dejó un leve suspiro.
- Veo que está empezando a gustarte –
- Sí – dijo ella totalmente obnubilada.
Hizo un poco de presión sobre el sexo de ella
- Si, me encanta –
- ¿querés mas?
- Sii – dijo entre gemidos
Entonces él introdujo el dedo, y comenzó a moverlo muy lentamente. Se colocó a su lado, y con la otra mano la tomó por la cintura. Ella sin darse cuenta, pasó su brazo sobre el hombro de él, para sostenerse mejor.
- ¿Así, querés?
- Si – repitió ella
Lentamente comenzó a aumentar el ritmo,
- ¡Si!, ¡si! – repetía ella sin cesar
Sintió que las piernas le flaqueaban, que las fuerzas la abandonaban, y apoyó la cabeza sobre el hombro de él. El no se detuvo y continuó provocando sus gemidos y suspiros. Que se transformaron en quejidos cada vez mas fuertes, debió tomarse con más fuerza de él, cerró sus ojos también con fuerza, y le entregó un profundo orgasmo, ella quiso besarlo, pero él no se lo permitió, ahora con un poco de rudeza la apoyó contra el escritorio, al principio ella apoyó sus manos, levantando levemente su cola, para dejarle al alcance la vagina. Él volvió a poyarse contra ella, apretando su verga contra ese hermoso culo. Ella suspiró
- Dale, cogeme – dijo ella totalmente entregada.
Le apoyó el miembro contra la vagina. Ella se recostó sobre el escritorio, abandonándose a él, quién la penetró con rudeza pero lentamente. Ella se quejó, a la vez que giraba su rostro hacia él, lo miraba con deseo, y con esa mirada le entregaba todo lo que tenía. El se movía con fuerza, sosteniéndola con una mano de la cintura y con la otra le acariciaba el culo. Ella se quejó con más fuerza, y suplicaba.
- Partime así, dámela toda, haceme tuya, así ¡si!
- Sos una putita – le decía él
- Si, ¡soy tu putita, toda tuya!
El frenó de repente y sacó su miembro.
- Noo. Por favor, seguí, no me dejés así.
- ¿La querés adentro?
- ¡Si!, por favor, ponémela.
Él volvió al ataque, ella cada tanto volvía su rostro hacia él, tratando de mirarlo, pero el placer que sentía hacía que cerrara los ojos. El ahora apoyó su dedo índice en el ano, que aún cerrado ofrecía cierta resistencia, empujó sólo un poco, ella se quejó con fuerza, y se movió hacia él, para que la siguiera penetrando por ambos lados. Ahora era ella la que se movía, y a su ritmo, y así volvió a sentir como se apoderaba de ella la completa sensación del placer, el temblor en el cuerpo le indicó que un segundo orgasmo se apoderaba de ella.
- Ahh, siiii, tuya, soy toda tuya.
Lentamente fue bajando el ritmo, a medida que los temblores, se hacían más intensos. Él se mantenía inmóvil y era ella la que había hecho el trabajo. Se abandonó sobre el escritorio.
- Ufff, gracias – dijo ella
Él se abrochó de nuevo el pantalón, la observó así con el culo en alto, y le introdujo un dedo en el culo, ella volvió a quejarse con fuerza. Entonces él tomó el dinero del escritorio, y lo tiró al piso, desparramando los billetes.
- ahí tenés la plata, levantala.
- no puedo, dijo ella con placer , me tenés inmovilizada.
El sacó el dedo, provocando otro suspiro en ella.
- agarrá la plata y andate, y acordate de no decir nada, tengo el pagaré.
Ella se arrodilló todavía totalmente desnuda. Juntó el dinero y se vistió. No se dio cuenta en que momento el tipo se había ido.
Se arreglo los cabellos totalmente desordenados, y salió al bar, buscando con la mirada a su poseedor y se dio cuenta que todos los hombres del bar la estaban mirando, habían escuchado todo: sus quejidos, sus palabras, o por lo menos lo más importante, que allí adentro la habían hecho gozar y mucho.
Salió a la calle y se juró a sí misma. Nunca más jugaría por plata, Nunca más.

Fin de la primera parte.

Segunda parte

En treinta días Lorena había perdido todo, se había posesionado apostando y le había ido mal. Ya no le queda un centavo y necesitaba dinero. Mientras tuvo para apostar ni había pensado en Juan, tratando de engañarse a si misma, y al igual que ese juramento que se había hecho de no apostar más, también se había jurado que no volvería a caer en las redes de ese hijo de puta. Pero así como a los dos días estaba apostando de nuevo, ahora apenas vacías sus reservas, y totalmente desesperada por seguir en el juego, volvió a pensar en él. Lo buscó con la mirada, pero no lo vio, se movió un poco por el salón, pero no había caso, no estaba. Salió a la calle, dio vuelta a la esquina, y llegó al bar, dudó sólo unos segundos, pero ingresó, buscó al mozo que seguía igualmente acodado a la barra, quien al mirarla sonrió con lujuria.
-¿Estará don Juan? Pregunto ella con fingida inocencia.
-Un segundo, ya se lo llamo – dijo el mozo
Se dirigió hacia el fondo, llamó a la puerta y le indicó a Don Juan que era requerido.
Don Juan se asomó miró hacia ella y le hizo una seña para que se acercara.
-Hola princesa, pasá –
Una vez adentro, él la miró inquisitivamente.
-¿Qué necesitas? Le preguntó aunque ya conocía la respuesta
-Dinero, me ha ido mal, y no puedo recuperarme.
-¿Cuanto necesitas?
- Setecientos – dijo ella
- Es mucho dinero, no creo que pueda hacerlo – dijo Juan mientras apoyaba su eterno vaso de wisky.
- Por favor, necesito que me lo preste –Dijo Lorena- prometo pagarle lo que ud. quiera.
-¿Prestarte?, no, eso si que no, ¿con la racha que tenés?, sería como tirar el dinero. Puedo darte quinientos. Y te los tenés que ganar
- ¿quinientos?, ¡la otra vez fueron cinco mil! – exclamó un poco enojada.
- Pero mi vida, era la primera vez, tenía que tentarte, siempre es bueno cojerse a una mujer casada con otro, y hay que tentarla, ¿lo hubieras hecho por mil?
Ella bajo la vista avergonzada.
-No, la verdad que no.
- Bueno estas son las condiciones, ¿querés setecientos?, está bien te los doy, pero ganátelos, hacé que me guste, sino no vuelvas más. –
Lorena apretó lo puños contra el viejo escritorio, sentía impotencia, pero quería el dinero.
-Está bien, me los voy a ganar – dijo mientras suspiraba.
Juan se levantó, corrió la silla hacia un lugar despejado de la habitación y se sentó como para admirar el espectáculo que se avecinaba. Ella tomó el vaso de wisky del escritorio para tomar valor, lo vació de un solo trago. Igual que la vez anterior, tosió bastante, perdiendo la compostura, las paredes se le movieron un poco por el mareo. Pero eso le sirvió para perder un poco los límites de sus valores. Se dirigió hacia él, y mirándolo a los ojos se sentó de costado sobre él. Aunque ambos estaban vestidos, ella sintió perfectamente el duro miembro revelarse contra la presión que ella ejercía. Comenzó a moverse con un suave vaivén. Él apoyó una mano sobre las piernas de ella, Lorena la tomó y comenzó a moverla hacia sus aductores por debajo de la falda. Sin mediar palabras, él la hizo poner de pié. Ella quería tener el control, quería hacerlo sufrir un rato pero él posó sus manos sobre el cierre de la falda, ella quiso impedírselo, Juan ejerció un poco de fuerza en sus manos y ella no pudo resistir el embate. La falda cayó al piso fácilmente. Dejando a la vista una pequeña tanga sobre una cola muy hermosa. Él se puso también de pié, la abrazó y aunque ella quisiera oponerse un poco, no pudo evitarlo. Él comenzó a besarle el cuello, la giró y comenzó a besarle la nuca mientras ella dejaba escapar un suspiro. La tomó por las tetas, que aún se encontraban debajo de una camisa y un sujetador que con un rápido movimiento se abrió, dejando los pechos de ella en su caída natural.
-Son hermosas tus tetas – exclamó él
-apretalas – dijo ella
Le arrancó un leve quejido, ella apretó su cola aún más contra él. Lorena estaba perdiendo el control. Y eso le gustaba. Juan bajó su mano hacia la entrepierna, Se deslizó por debajo de la tanga, llegó al clítoris y lo masajeó suavemente, ella intentó darse vuelta hacia él pero no pudo, el la tenía inmovilizada, ella pasó la mano para acariciar hacia atrás la cabeza de su dueño, Frente a ellos había un largo espejo de cuerpo entero. Ella miró y se vio con la camisa abierta, bajo la que asomaban sus tetas, sin la falda, y un tipo del que ni siquiera sabía el apellido, estaba jugando con ella como se le antojaba. Eso la hizo excitar aún más, entonces se giró hacia él, bajó la mano hasta el miembro que estaba duro como piedra, le abrió el cierre del pantalón, metió la mano y lo sacó. Se arrodilló ante ese hombre que constituía su única realidad del momento, abrió la boca e introdujo la verga en su boca, la abarcó lo más que pudo, la quería toda en la boca, y acariciándole los testículos comenzó el trabajo de chuparla. Quería, necesitaba satisfacerse con ese macho, Necesitaba ser poseída por él. Se esforzaba por hacerlo bien y parecía lograrlo, pues ese pene se ponía cada vez más duro. Sintió un gemido, levantó la vista y cruzó la mirada con él. Sentía como la dominaba y ahora estaba a punto de acabarle en la boca, ella quiso evitarlo, pero él la tomó por la nuca y la obligó a dejárselo adentro. Sintió como el semen le llenaba la boca. Sonrió al ver como “su amo” efectivizaba el control sobre ella. Entonces le desprendió el pantalón, Juan se sentó y ella le ayudó a quitárselo y se sentó sobre él, de frente, mirándolo a los ojos comenzó a hacerse penetrar, Ella cerraba los ojos quejándose y gimiendo, comenzó a moverse lentamente, mientras se apoyaba sobre los hombros de él. Fue moviéndose cada vez más rápido, intentaba mirarlo pero no podía, era tanto lo que sentía, que debió apoyar su cabeza sobre él, abrazándolo ahora con fuerza, gemía y jadeaba, y no le importaba saber que desde el bar se escuchaban sus sonidos. Sin dejar de moverse la inundó una explosión de placer, se sintió quemar por dentro, y lo expresó con un profundo quejido, de a poco fue deteniéndose, abandonándose sobre él. Se quedó quieta, sintiendo todavía la dura verga en su interior.
-No puedo moverme – dijo ella
- Se nota – acotó el hombre – pero lo vas a tener que hacer si querés salirte.
-No quiero salirme, quiero quedarme así
-Sos golosa ¿eh?-
-Vos me has hecho esto, no puedo dejarte ahora.
-¿Pero y tu casa?, ¿tu marido?
- No me importa nada, solo quiero sentirte a vos dentro mío, no puedo pensar en nada más.
Ella yacía sobre él, ahora toda desnuda, entregada, cansada, a su completa voluntad.
-Bueno – dijo él – debo seguir trabajando.
-Por favor, déjame un ratito así, quiero tenerte un rato más.
-No, basta, levantate.
Ella obedeció, pero al ponerse ambos de pie, ella lo abrazó y sonriendo le dijo
-Gracias,
El la miró sorprendido
-¿A qué se debe eso?
- A que me has hecho tuya, me has hecho sentir lo que nunca había sentido.
Se terminó de vestir, intentó besarlo, pero el le recordó el sexo oral. Entonces salió de la habitación, Volvió a sentir las miradas de los del bar, pero esta vez no le importó, se sintió feliz de saberse hembra satisfecha por ese macho, se sintió conforme de que supieran que en esa habitación a ella se la habían cogido y muy bien.
Ya en la calle, se dio cuenta que no había tomado el dinero, pero no le importó, ese día no iría al casino. Pero ya tenía una excusa para volver al otro día.
Fin de la segunda parte.
Tercera Parte

Al otro día Lorena se levantó feliz, desayunó tranquila, todavía tenía en su cabeza los recuerdos del día anterior, es más, se había colocado nuevamente la misma camisa solo para sentir el olor a sexo de su macho. Como estaba sola, eligió el sillón frente al televisor, para desayunar mientras veía las noticias de la mañana. No se podía concentrar, aún se recordaba sobre él, moviéndose para satisfacerlo. Casi sin darse cuenta se llevó una de sus manos al clítoris, pero se detuvo, estaba en el sillón que usaba su marido, y se sintió como si lo estuviera haciendo con Juan, pero frente a su esposo. Se sintió puta y le gustó. Fue a su dormitorio, detrás de los perfumes de ella, tenía su Juguete, un consolador. Pensó en volver al sillón, pero eligió la cama, cerró los ojos, y se imaginó a su marido observando, ella en posición de perrito soportaba los embates de Juan, que con su enorme pistola, la hacía gritar de placer. Lentamente introdujo su juguete en su vagina, y mientras lo movía, jadeaba regalándole a su imaginario dominador todo su placer.
Ahora su marido le rogaba que dejara de hacerlo, y era ella la que se movía con fuerza, lo sentía a Juan humillarla con palabras, diciéndole las barbaridades más duras que se podía imaginar. Y respondía con movimientos aún más fuertes. Se imaginó boca arriba sobre el escritorio, y como Juan la tomaba del culo, la alzaba y ella quedaba colgada de él, mientras la penetraba con todo, se movían a la par. Su esposo seguía pidiéndole que se detuviera, pero ella seguía con su “macho”, se sentía una leona dejándose dominar por el león macho de la manada. Sintió el temblor del orgasmo, jadeó y gimió mientras llegaba con una fuerza inusitada al orgasmo.
Se quedó un rato inmóvil sobre la cama, deseando ir a ver a su nuevo hombre. No podía esperar más. Se vistió, y salió rumbo al bar. En busca de su dinero y de Juan. Llegó ante el mozo, y le preguntó por Juan.
-Juan no está más, se mudó de oficina
-¿Cómo?, ¿Cuándo? Preguntó ella con desesperación
-No, se, esta mañana vino una camioneta y se llevó todo.
La cara de Lorena se transformó, los ojos se le llenaron de lágrimas.
-Dejó esto para ud. – le dijo el mozo mientras extendía una mano con un sobre. Adentro el pagaré y siete billetes de cien junto a una nota:
Debo irme, no puedo hacer negocios con vos, me interesás demasiado.
Lorena.

2 comentarios - deudas de juegos. Fuente: gemidos.

luismiguelito78
POST a FAVORITOSdeudas de juegos. Fuente: gemidos.

"Él volvió a apoyarse contra ella, apretando su verga contra ese hermoso culo. Ella suspiró"

Super caliente Amigo, nos encantó!!!

puta+10 para VOS
DiegoPerrete +1
Gracias por comentar y por los pts !!!!
luismiguelito78
Usted se lo merece Amigo 🙂