Senderos de sumisión - Cap. N° 6

Susan Taylor y Rachel Redgrave permanecieron mucho rato en silencio. Sus cabezas intentaban procesar los acontecimientos de las últimas horas, pero se negaban a entenderlos. El trasero de la joven Redgrave aún ardía debido a los varazos que le había propinado Lord Drako, pero más humillante había sido el tener que practicar el cunnilingus a una de sus esclavas. La hija de la senadora Taylor, por su parte, había sido suspendida del techo y sometida a varias humillaciones para acabar haciendo la primera mamada de su vida. Finalmente, ambas habían sido atadas cara a cara y obligadas a base de latigazos a besarse y zorrostrar sus cuerpos y sus vaginas hasta correrse violentamente.


¿Cómo está tu trasero, Rachel? –preguntó finalmente Susan


Me arde como el fuego –respondió su amiga- ¿y el tuyo?


Me escuece un poco, pero lo mío no es nada comparado con lo tuyo. No podía aguantar el verte chillar de esa forma.


Los ojos de Rachel se llenaron de lágrimas


Era horrible. Cada vez que esa vara caía sobre mis nalgas me sentía morir. Habría dado lo que fuese por detener el castigo.


Rachel, me siento confusa –dijo Susan de repente.


¿Confusa?


Sí. Sé que no debería, que todo esto es perverso, pero algunas de las cosas que han pasado no me han desagradado como debieran.


Rachel se quedó en silencio. Sabía lo que su amiga quería decir.


Cuando ese hombre comenzó a meterme su pene –siguió- te juro que no lo deseaba, pero al poco rato sentía un placer tan intenso que rezaba para que acabase con mi virginidad y me penetrase hasta el fondo.


¿Entonces, no te ha desvirgado?


No. Me metía sólo un trocito y me lo sacaba. Por cierto, ¿Has visto qué pene tan tremendo?


Rachel asintió.


Es muy grande –dijo- nunca he visto uno igual.


¿Y el de Curtis? –preguntó Susan


El chico era el ex-novio de Rachel que según ella estaba muy bien dotado.


No, no. Era más corto y mucho menos grueso.


Me ha obligado a mamarselo –soltó Susan


Lo sé


Y a tragarme su semen


Rachel Redgrave no dijo nada.


No me ha dado tanto asco ¿sabes? –prosiguió Susan- en realidad, me ha dado mucho morbo y no lo entiendo. Y también me ha excitado lo que nos han obligado a hacer, y me he corrido como nunca. Y tampoco lo entiendo, Rachel ¿qué me está pasando? ¿Es esta situación? ¿es verdad que vamos a ser sus esclavas? No sé qué pensar.


Susan Taylor rompió en sollozos.


Susan, no te preocupes. Nuestras familias nos sacarán de aquí, seguro –intentó tranquilizarla Rachel.


La joven, sin embargo, seguía llorando


Yo también estoy confusa, Susan –prosiguió Rachel- la mujer rubía me ha obligado a comerle el coño y ... y me ha gustado. Bueno, al principio no, pero poco a poco me he ido poniendo cachonda. Y también me ha excitado lo que hemos hecho nosotras.


Susan dejó de gimotear y miró a su amiga con los ojos como platos:


¿Te has excitado comiendole el coño? –preguntó incrédula


Rachel bajó la cabeza avergonzada y balbuceó un tímido "Sí". Quizá no debería haberle dicho nada a su amiga, pero ahora ya era demasiado tarde.


Pero tu no eres lesbiana ¿no? –insistió Susan


Claro que no. A mi me gustan los hombres. Es sólo este sitio, que te hace sentir cosas raras.


En ese instante se abrió la puerta del calabozo y Christine y Andrea se dirigieron hacia las jóvenes, que guardaron silencio, expectantes. Christine sacó un delgado collar de cuero rojo y lo ajustó alrededor del cuello de Rachel Redgrave. Después, enganchó a él una correa. Mientras tanto, Andrea liberó las manos de la joven de los grilletes y las esposó a su espalda.


Vamos –dijo- Lord Drako desea verte.


Rachel lanzó una mirada angustiada a Susan y siguió a las dos mujeres fuera del calabozo. Estaba terriblemente asustada. Andrea y Christine la guiaron por varios corredores hasta el despacho de Lord Drako. Cuando entraron, el hombre estaba sentado tras su escritorio, escribiendo en un ordenador portátil. Sin levantar la vista dijo:


Dejadla en el centro de la sala y marchaos. Ya sabeis lo que teneis que hacer.


Sí, Amo –respondieron las dos esclavas al unísono.


Rachel fue dejada allí como una vulgar mercancía, mientras Lord Drako seguía pendiente de la pantalla del ordenador. Acobardada, la chica permaneció en silencio. Quince minutos después, el hombre levantó los ojos y la miró durante unos segundos.


Esa no es la postura correcta para una esclava –dijo- tu cabeza debe estar inclinada, mirando al suelo en señal de sumisión, el pecho expuesto y las piernas ligeramente abiertas para darme acceso a tu coño. Los brazos tras la espalda, con las manos cruzadas detrás de la nuca, excepto cuando estés esposada como ahora. ¿Está claro?


Sí, Señor –dijo la joven, asumiendo la posición requerida.


¿Tu nombre es Rachel Redgrave, verdad?


Sí, Señor.


Y tienes dieciocho años


Sí, Señor.


¿Eres virgen, Rachel?


La joven se puso roja y no respondió.


Veamos –dijo Lord Drako- no pienso repetirte esto más veces, así que espero que tomes buena nota. Voy a hacerte una serie de preguntas y espero respuestas rápidas y francas. Si vuelves a quedarte callada o sospecho que me has mentido, recibiras el castigo de antes multiplicado por tres. Así que te pregunto de nuevo, ¿eres virgen?


No, Señor –respondió la chica con premura.


Vaya, vaya. Cuentame. ¿cuándo fue y con quién?


Fue con mi ex-novio, Curtis. Me desvirgó en el asiento de atrás de su coche hace cosa de un año.


¿Disfrutaste?


No mucho, Señor. Me hizo daño y aunque se puso preservativo yo estaba nerviosa por si se rompía y me quedaba embarazada.


¿Volvisteis a hacerlo?


Sí, Señor. Con bastante frecuencia hasta que lo dejamos.


¿Disfrutaste más en esas ocasiones?


Sí, Señor. Ya estaba más tranquila y me gustó más.


¿Llegaste al orgasmo?


Oh, no, Señor. Curtis acababa muy rápido.


¿Con qué frecuencia te masturbas, Rachel?


La joven se quedó callada. Ella no había reconocido que se masturbase. Pensó en mentir, pero en el último segundo sintió miedo.


Lo hago de vez en cuando, Señor. Bueno, en realidad, casi todos los días.


¿Y llegas al orgasmo?


Sí, Señor


¿Y en qué piensas cuando te masturbas, Rachel?


Aquella pregunta le pilló por sorpresa


Bueno, yo...no sé...depende del día.


¿Fantaseas con ser dominada, Rachel, usada a la fuerza?


Tenía que mentir, debía mentir...


No –balbuceó sin convicción. Y el Amo lo notó.


¿Estás segura? –insistió Lord Drako mientras colocaba una vara de bambú sobre el escritorio.


La joven sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo de la cabeza a los pies.


Bueno, a veces sí –rectificó rápidamente.


A veces – repitió el Amo, acariciando la vara.


El pánico se apoderó de la chica.


No, Señor. En realidad, casi siempre. Casi siempre que me masturbo cierro los ojos y fantaseo con ser dominada.


Entiendo que entonces me has mentido.


Perdón, Señor. Le ruego que me perdone. Me daba vergüenza reconocerlo. Se lo suplico, no me castigue –la pobre Rachel estaba aterrada. Las lágrimas caían por sus mejillas, temiendo los temibles varazos.


Lord Drako simuló reflexionar.


La falta es grave –dijo al fin- pero estoy dispuesto a pasar por alto el castigo si a cambio me ofreces tu virginidad.


Pero, Señor...ya le he dicho que no soy virgen.


Me refería a tu OTRA virginidad.


Los ojos de la joven se abrieron como platos.


¿El....a...ano? –balbuceó


Supongo que aún eres virgen por el culo ¿verdad?


Sí, Señor –respondió vencida.


¿Y bien?


Rachel Redgrave no quería pensar qué sería peor, los treinta varazos o el ser penetrada por el ano. Pero sus nalgas aún dolían horrores y no podía imaginar cómo encajar treinte golpes más. Temblando y llorando de miedo, la joven claudicó


Señor, le... le... ofrezco mi...ano....


Muy bien –dijo el Amo sin denotar la más mínima emoción- avanza hacia el escritorio y doblate hasta apoyar la cabeza y los pechos sobre la madera.


La joven Redgrave obedeció como una marioneta. Con una sonrisa en los labios, Lord Drako se levantó y se situó tras ella. Tenía unas fabulosas nalgas, ahora cruzadas por varias tiras rojas. Debajo de éstas y entre los muslos se asomaban los labios de su joven chochito. Rachel lo llevaba depilado, a excepción de una fina tira de pelo rubio sobre su clítoris. Lord Drako separó un poco más las piernas de la joven y con sus dedos comenzó a jugar delicadamente con el coño de la chica. Rachel se esperaba un trato más brusco y se sorprendió por la suavidad con la que el Amo acariciaba su intimidad. Para su sorpresa, comenzó a relajarse y a lubricar. Sin prisas, Lord Drako acariciaba su vulva, jugaba con su clítoris o la penetraba con sus dedos. La joven no tardó en empezar a jadear. Entonces, el Amo se detuvo y se desnudó. Rachel se sorprendió deseando que volviese otra vez a tocarla. Estaba cachonda. Cuando los dedos volvieron otra vez a tomar posesión de su chochito la joven los recibió con una abundante descarga de flujo. Rachel gemía ahora abiertamente, dando su aprobación tácita a las expertas manipulaciones del Amo. Lord Drako aprovechó para extender el flujo de la chica por la raja de su culo. La recorría con sus dedos húmedos y acariciaba suavemente el tierno y virginal ojete. En un principio, a pesar de su excitación, Rachel se ponía tensa cuando los dedos del Amo tocaban el rosado agujero, pero poco a poco se fue relajando y disfrutando del tacto de las yemas sobre su esfínter. Fue entonces, en una de esas caricias cuando el dedo de Lord Drako se hundió en su ano. Rachel dio un chillido y su músculo se contrajo al instante, pero ya era demasiado tarde. El dedo estaba dentro y avanzó hasta el final, para después retroceder y comenzar a follarse el apretado ojete.


Relajate y te gustará –le aconsejó el hombre- ¿quieres que continúe tocandote el coño?


Sí, por favor, Señor –pidió la chica


Mientras con una mano follaba su culo, con la otra comenzó a manipular de nuevo su encharcado conejito. Eso hizo que poco a poco Rachel se fuese olvidando del dedo en su trasero y se concentrase en el placer que recibía su coño. Pero Lord Drako no se olvidaba. Su dígito entró y salió una y otra vez hasta que el recto de la chica se comenzó a lubricar. Entonces, hundió un segundo dedo. Al borde del orgasmo, Rachel no protestó y aceptó la nueva intrusión. Lo único que le importaba en ese momento era que el Amo la terminara. Pero antes de que pudiera correrse un tercer dedo invadió su estrecho recto. La joven lanzó un agudo grito de dolor y se extremeció sobre la mesa, pero inmutable Lord Drako siguió follandola con los tres dígitos. Rachel podía sentir el dolor en su culo y el placer en su coño. Era una sensación extraña pero intensa. Cuando empezaba a acostumbrarse a ella, los dedos de su trasero desaparecieron y en seguida sintió algo empujando contra su esfínter. Giró la cabeza y...plop...el enorme glande de Lord Drako se había alojado en su culo. El chillido de la pobre muchacha se debió oir en toda la casa.


Tranquila, tranquila. Intenta relajarte. Concentrate en el placer de tu coño –le pidió el Amo


La chica lloraba y gritaba, hiperventilando agitadamente. Era incapaz de articular palabra. Aquella tranca estaba abriendola el culo en dos. Intentó focalizarse en los dedos que masajeaban su clítoris. Aún podía sentir el placer que le producían.


Lo estás haciendo muy bien –le animó Lord Drako- piensa en tu coño, te gusta que te lo toque ¿verdad?


Sí, Señor


¿Te lo toco bien?


Sí, Señor. Me lo hace muy bien.


¿Te gustaría correrte?


Sí, Señor....pero con...bueno, ya sabe....eso en el ano.


Mira Rachel, mientras estamos hablando te he metido casi la mitad de mi polla en el culo. ¿A que no te duele tanto como al principio?


No tanto, Señor. Pero aún siento que me va a partir en dos.


No te voy a partir en dos. Te voy a dar el mejor orgasmo de tu vida, pero tienes que ayudarme.


¿Cómo, Señor?


Deseandolo. Cuando te masturbas, ¿fantaseas que te dominan, verdad?


Sí, Señor


Y fantaseas que te dan por el culo, ¿verdad?


Sí, Señor


Y eso te excita, ¿verdad?


Sí, Señor


Rachel Redgrave estaba empezando a jadear y Lord Drako podía sentir cómo ahora su recto se lubricaba a marchas forzadas.


Te encanta que te sodomicen como una vulgar puta. ¿verdad?


¡Oooh, sí! Amo, me encanta.


La niña de papa, la pijita rica follada por el culo como una puta. Eso es lo que te gusta ¿verdad?


¡Ooooh, Dios Santo! ¡Siiiiiii!


Pues suplicalo, puta, suplica que te joda el culo.


¡Oooooh, Sí! Amo. Jodame el culo.


Rachel babeaba cachonda. Era el momento y Lord Drako no lo dudó. De un golpe se la clavó hasta el fondo. La joven lanzó un chillido de dolor.


¿Duele, niña pija?


¡Oooh, sí! Amo. Duele mucho.


La tienes clavada hasta el fondo.


Sí, Amo. Me siento llena a reventar.


Ahora voy a follarte el culo mientras te masajeo el coño.


Sí, Amo. Lo que usted diga. Intentaré aguantar.


Lord Drako comenzó a mover su polla dentro del recto de la joven, primero despacio, dejando que se acostumbrara a la distensión, después, a medida que lubricaba, más y más deprisa. Al mismo tiempo, una de sus manos masturbaba con ritmo y habilidad el conejito de la chica. Rachel, a pesar del dolor, gemía excitada. Estaba cumpliendo su fantasía de ser dominada, y eso, junto con el placer de su coño era suficiente para mantenerla cachonda. Pero lo que no esperaba la joven era que poco a poco la sensación de dolor se fuera diluyendo y comenzase a confundirse con una sensación de placer. Un placer extraño, que emanaba de su ano y era diferente al que brotaba de su clítoris. Pero era un placer que crecía con fuerza y que la joven sintió, la iba a barrer sin remedio.


¿Me voy a correr? – preguntó incrédula


Lord Drako notó cómo el rectó de la chica se lubricaba y sus musculos comenzaban a contraerse con espasmos alrededor de su miembro, ordeñandolo. Sabía lo que eso significaba: Rachel Redgrave estaba a las puertas de un potente orgasmo.


No te corras, aún –pidió el hombre- disfruta un poco más del sexo anal


¡Oooh, sí! Amo, ahora no duele, me encanta, me encanta.


Eso es pequeña, eso es. Siente mi polla llenando tu culo.


¡Ooooh, siiiiiii! ¡Dios, que gusto! Esto es alucinante


Lord Drako dejó de masturbarla y la tomó por las caderas, marcandola el ritmo de la follada. Ella gemía y se meneaba viciosa. ¡Vaya una putita!


¿Puedo correrme ya, Amo? No aguanto más


Aún no, perra. Quiero que sientas mi leche llenandote el culo.


¡Oh, Dios Santo! Amo, no puedo más.


Entonces suplicame que te llene el culo de leche


Oh, sí, Amo. Llene de leche el culo de su esclava. Quiero sentir su leche dentro de mi culo.


¡Correte ya, perra! –gritó Lord Drako, descargando un chorretón de semen en las entrañas de la joven.


Rachel sintió la leche bañando su culo y sin poder retener más el orgasmo, explotó en un clímax aterrador. Los chillidos inundaron la habitación, pero esta vez no eran de dolor.


¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaauuuuuuh! ¡OOOOooooooooooooooooh!


Lord Drako pasó una mano entre sus piernas y la masajeó el clítoris con vigor. El cuerpo de la joven se quedó rígido y su coño comenzó a eyacular a borbotones.


¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ...


Rachel ya no controlaba su cuerpo que se retorcía espasmo tras espasmo hasta que finalmente la chica se desmayó sobre el escritorio. Satisfecho, Lord Drako le sacó la polla y contempló excitado lo abierto que se quedaba su ojete. Tomó raudo su cámara digital y le sacó varias fotos. Le encantaba contemplar un esfínter bien dilatado después de una buena enculada. Después se acercó a un arcón que reposaba sobre una pared y extrajo un "plug" anal, que introdujo en el ano de Rachel. Había que seguir trabajando en su distensión pues planeaba usarlo muy a menudo.

La joven se despertó unos minutos después. Lord Drako la había tendido sobre el sofa y la contemplaba sentado en una silla. Tardó unos segundos en hacerse cargo de la situación.


¿Me he desmayado, Amo?


Sí. Imagino que has experimentado más placer del que eras capaz de soportar.


Oh, Amo. Ha sido fantástico. Jamás he sentido algo así. Gracias, Amo.


Bien, es hora de volver al calabozo. Levantate y adopta la posición.


Rachel obedeció. Con las manos aún esposadas, le costó incorporarse, pero finalmente lo consiguió. Fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía algo dentro del ano.


Amo...-empezó a decir.


Es un "plug" anal –le cortó Lord Drako- Quiero que tu culo se vaya distendiendo.


La joven permaneció en silencio. Era incómodo, pero sabía que no podía oponerse. Como tampoco se opuso cuando Lord Drako le pidió que abriese la boca para introducirle un "gag" en forma de pene, corto y grueso que ajustó tras su nuca. Ahora no podía hablar. El Amo tomó la correa y la llevó como a un perro hasta el calabozo. No había ni rastro de Susan. Mientras se preguntaba dónde estaría su amiga, Rachel fue introducida en una jaula y encerrada. Era una especie de cubo con barrotes. Con tristeza y aprehensión, contempló impotente cómo el Amo abandonaba la estancia y la dejaba completamente sola. Entonces se dio cuenta de que no había comido y de que tenía un hambre atroz.

No habían pasado ni cinco minutos cuando la puerta del calabozo volvió a abrirse y Christine y Andrea entraron seguidas de Susan. Le habían puesto un collar como el suyo, pero en blanco y la guiaban tirando de una correa. También llevaba las manos esposadas a la espalda y como Rachel, tenía el mismo "gag" metido en la boca impidiendole hablar. La joven Redgrave se dio cuenta en seguida de la ausencia del vello púbico de su amiga. El triángulo de pelo rubio que a Susan le gustaba lucir había sido totalmente rasurado. Pero lo que dejó atónita a Rachel fue ver los labios vaginales de su amiga abiertos como pétalos de rosa, dejando a la vista un coño rosado y encharcado de líquidos y un clítoris hinchado y eniesto. Era evidente que Susan estaba super excitada. ¿Qué le habrán hecho?, pensó Rachel.

Tan pronto como Christine y Andrea habían dejado a la joven Redgrave con Lord Drako, habían vuelto a por Susan. Las órdenes del Amo eran claras: Adiestrar su boca. Y eso es lo que habían hecho. Habían empezado por los consoladores, haciendola chupar varios y de distintos tamaños. Por fortuna no le había costado mucho superar el reflejo del vómito y habían conseguido meterle los dos más pequeños en la garganta, aunque aún tenía mucho que aprender. Después, las dos mujeres habían rasurado por completo el pubis de Susan y la habían utilizado para su propio placer, sin desobedecer la orden del Amo de adiestrar su boca. La joven Taylor había rendido pleitesía a los cuerpos de ambas hembras lamiendo y chupando sus tetas, sus coños, sus pies e incluso sus anos. La pobre Susan había intentado resistirse a casi todo, pero Christine y Andrea no habían dudado en abofetear severamente su cara, sus tetas, sus nalgas y sus muslos hasta que la joven había acabado por acceder a sus perversas demandas. Al final la habían roto y la inocente muchacha había terminado convertida en una marioneta en sus manos. Sólo así se explica por qué Susan había obedecido las últimas órdenes sin oponer resistencia, aun cuando eran las más perversas, como por ejemplo lamer los ojetes de las dos mujeres o follarselos con su lengua. Pero sobre todo, sólo así puede explicarse cómo después de semejantes vejaciones la joven Taylor había terminado cachonda y mojada como una perra en celo y suplicando que le permitieran correrse. No lo habían hecho y era una muy excitada Susan la que fue introducida en una jaula similar y muy cercana a la de Rachel. Después, Christine y Andrea habían abandonado el calabozo dejando solas a las dos amigas.

Sin posibilidad de hablar, las dos chicas se habían mirado a los ojos intentando leer en la mirada de la otra lo que sus bocas no podían contar. Rachel vió deseo y sumisión en los ojos de su amiga, y al mismo tiempo una cierta turbación y vergüenza en la manera en la que apartó la mirada. Susan no acertó a interpretar la mirada de Rachel. ¿Resignación? ¿Aceptación? ¿Había aceptado su amiga el destino que les había impuesto aquel hombre?

Esperaba que no. Al menos no para toda la vida. Quizá durante las vacaciones podrían transigir y ser sus esclavas. Jamás había pensado que ser usada y vejada por dos mujeres pudiese ponerle tan cachonda. Quizá debiesen vivir esto como una experiencia para descubrir sus deseos más ocultos y disfrutarla al máximo. Estaba dispuesta a ser su esclava durante estos días, pero una vez en los Estados Unidos tendría que dejarlas en libertad para que pudiesen seguir con sus estudios y sus vidas. Tengo una plaza esperándome en la facultad de Derecho de Yale, pensó. No sabía que los pensamientos que su amiga Rachel estaba teniendo en esos momentos eran muy parecidos a los suyos. Tampoco sabía que ninguna de las dos acabaría yendo a la Universidad.

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