Organizar preñada y puta acabo con su matrimonio II

- Venga, Gus, vamos a entrar, no te rajes ahora, ya estamos aquí, y en esta zona pasamos desapercibidos.

- ¿Y si luego nos arrepentimos?

- No vamos a hacer nada que no queramos, ¿no? Anda, memo, vamos.

Cruzaron la avenida y entraron en el edificio. Había tres salas y proyectaban dos pelis pornos americanas y una europea. Inquieto, Gus se acercó a la taquilla donde había un señor mayor y Nazaret se quedó retrasada, como si estuviera en la cola.

- Ho… Hola, buenas noches – saludó ruborizado.

- Buenas noches. Dígame.

- Para, para la sala B – señaló con la voz temblorosa.

- ¿La puta viene contigo? – le preguntó el viejo.

- ¿Qué? -. Mmm, sí, sí, es una amiga.

- Tenga los ticket, son dieciséis euros. Acaba de empezar la proyección.

- Gracias.

Gus se giró hacia su esposa y le arqueó las cejas.

- Me ha llamado puta – le susurró ella -. Qué cabrón.

- Sí, cree que eres una prostituta. Anda, vamos dentro.

Irrumpieron en la sala del medio. Era una sala pequeña en pendiente, con forma rectangular y bastante separación entre las filas. Ya había dado comienzo el films, aunque todavía se anunciaban los créditos. Se trataba de una película de origen italiano, con mucha acción sexual por las escenas de orgías. Todo estaba en penumbra, aunque el resplandor de la pantalla iluminaba gran parte de la sala. Contaron tan sólo seis cabezas repartidas por las distintas filas.

Primero bajó ella por el pasillo lateral derecho, mientras que Gus le seguía a corta distancia. Sus tacones resonaban con cada zancada. Se metió en la tercera fila, muy cerca de la pantalla, y eligió uno de los asientos del medio. Se quitó el abrigo de visón, lo puso encima del asiento delantero y se sentó con las piernas cruzadas, mirando a su alrededor, bajándose un poco el jersey. Su marido ocupó tres asientos a su derecha, como si no la conociera de nada.

La primera escena ya se reproducía en la pantalla y los primeros gemidos ya ensordecían. Alguien de la segunda fila no paraba de mirar hacia atrás, como asegurándose de que Nazaret estaba sola. Al cabo de un momento, Gus vio que se levantaba, que salía al pasillo lateral izquierdo y entraba en la tercera fila por el lado de su mujer. Parecía un chico joven, alto y muy delgado, con cabeza alargada y gafitas redondas tipo intelectual. No tendría más de veinte años a juzgar por su aspecto. Tomó asiento al lado de su mujer, a su izquierda.

- Hola – la saludó susurrándole a la oreja.

- Hola.

- ¿Vienes sola?

- Sí

- ¿Y ése? – dijo señalando a Gus.

- No sé quién es – le mintió.

- ¿Eres prostituta?

- No, no, vengo porque me gustan este tipo de películas – le dijo ella en voz baja, embaucándole con su perfume y con su elegancia.

- Eres muy guapa. ¿Estás casada?

- Sí, pero me gusta venir sola. Soy de fuera – le mintió hablándole al oído -. Cuando vengo de viaje, me gusta venir aquí.

- Me pasa lo que a ti, tengo novia y eso, pero me gusta la pornografía. ¿Quieres hacerme una paja mientras vemos la película?

- Sí, como tú quieras – le dijo con la vagina muy ardiente por la morbosa proposición.

El chico se desabrochó el cinturón y el botón del pantalón. Luego se bajó la bragueta y se abrió el pantalón hacia los lados. Nazaret, erguida en el asiento, aguardaba mirando cómo se desnudaba, ya con las bragas mojadas por el morbo. Se sacó la polla y los huevos, una polla de tamaño normalito, más bien delgada, como una salchicha. El chico le pasó el brazo derecho por los hombros y la acurrucó contra él. Ella pegó la mejilla a su cuello, percibiendo el roce de su barba de tres días, y extendió los brazos hacia su regazo, mirando con él hacia la pantalla.

Continuara

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