enroque de mujeres

El celular emitió el aviso de mensaje de texto entrante minutos antes de que mi esposa, Marina, entrase en casa casi tres horas más tarde de lo que habitualmente lo hacía de regreso de su estudio de ingeniería.
“hecho maru es una masa alejo” era el SMS enviado por Alejandro (Alejo) mi mejor amigo desde la primera infancia.
Después del beso con que me saludó, con cara de perplejo pregunté a mi esposa:
-¿Qué pasó que te retrasó tanto? Ya me estaba preocupando -
Según los estudiosos del tema no está claro si hay algo que nos hace “específicamente humanos”. No hay nada concluyente. Pero la capacidad de mentir, que tenemos, juega un papel más que destacado.
-Sólo trabajo acumulado Carlos. Acumulado e impostergable. Pero te dejé un mensaje en el celular ¿No lo escuchaste? –respondió sin sombra de turbación en el rostro. Si, lo había escuchado y tuve la premonición de que “…me voy a retrasar un par de horas….” significaba, que Alejo por fin la había convencido y el par de horas eran el turno de un telo. No había errado: el SMS “hecho maru es…”. era la confirmación de que, por fin, él y mi esposa habían fifado, supuestamente, a mis espaldas, para ella. Esto es, me había sido infiel y mentía con toda naturalidad ante mi averiguación.
Con Alejandro, amigo de toda la vida, por separado habíamos percibido (por un sinnúmero de indicios concretos) que, consciente o inconscientemente, nuestras esposas tenían fantasías cruzadas. Esto es Marina, mi mujer, con él y Fabiana, su esposa, conmigo.
A lo largo de nuestra amistad habíamos compartido muchas vivencias y a algunas mujeres las habíamos amado los dos.. ¿Por qué no a Fabiana y Marina, si ellas parecían, como mínimo, interesadas y ninguno de los dos podía, aun empeñándose a fondo, negar que con todo gusto se voltearía la mujer del otro?
Es que las dos chicas, caras bonitas y de rasgos delicados, posiblemente no califiquen para bellezas superlativas pero están para ser incluidas en todo tratado de excelencia de las proporciones y medidas del cuerpo femenino. Por añadidura son de buen genio y agradables en el trato. Desearlas es cuasi-inevitable.
En el juego de ajedrez, el movimiento en que el rey y la torre cambian, simultáneamente, su posición se lo conoce como enroque. Nosotros intentaríamos cambiar la ubicación de nuestras mujeres: ambas debajo pero del marido de la otra.
Quedó convenido que la modalidad sería la de self made transa, es decir cada uno, sin límite de tiempo, debía, por sí sólo, conseguir que la esposa del otro aceptase tener sexo con él. Nada de intercambio concertado entre los cuatro conyugues. Eso sí, nos comprometimos en informar la primer experiencia concreta. Con el SMS Alejo había cumplido su parte del convenio: me avisó que, después de remar unos tres meses, se había cogido a Marina y se declaraba altamente satisfecho.
Yo a ese punto, seguía con las manos vacías, aunque no había perdido tiempo en dar inicio al operativo. Fabiana se resistía, sin embargo la estimaba próxima al caer.
No me equivocaba. Apenas algo más de quince días después saldé mi “deuda” con Alejo cogiendo largos y deliciosos minutos con su esposa, en su casa, en el sofá primero y epílogo en el sommier matrimonial.
Ni bien tuve el “visto bueno”, al día siguiente en realidad, simulé una, poco creíble, confusión y visité a Faby en un horario que, con el marido en la oficina y los dos hijos en la escuela, sabía que estaba sola. Como preveía, me invitó a entrar y no tardó en darse cuenta de para qué lado “iba la corriente”. No se molestó, tampoco rechazó ninguno de los encuentros posteriores a solas, pseudo-casuales o propuestos por mí. Evidentemente se divertía y eran de su interés mi compañía, mis avances y la prolongada “esgrima erótica” que, más tarde o temprano, tenía un solo desenlace previsible y deseado por ambos.
-Carlos ¿vos te das cuenta que está de por medio tu amigo Alejo? – o algo por el estilo respondía cuando de las indirectas yo pasaba a alusiones concretas a mi ganas de tener una historia con ella. Pero nunca las rechazó de plano y siguió frecuentando nuestros encuentros a solas.
-Vos sos una preciosidad, lo demás poco importa, además percibo que te gusta tenerme cerca ¿Me equivoco? –
-No, no…¡Ohhh digo si, si te equivocas!! Bueno no,….pero no para lo que vos pensás -
-Lo que yo pienso es que te deseo y creo que a vos no te disgusta. – solía replicar yo. Su beneplácito era evidente pero no se decidía a dar el último paso:
-Estás loco Carlos. Basta.-
Urgido, por el deseo e, inconscientemente, por el éxito de Alejo con Marina, forcé el encuentro decisivo.
Sabedor de que mi amigo, por trabajo, había viajado por dos días a Lima, supuse que esa circunstancia favorecería una distensión en las defensas de Faby, al cosiderarlo a salvo de herirlo al descubrir su infidelidad. Toqué el timbre de su puerta a la hora de clases de los hijos. Me recibió con una amplia sonrisa y una mirada de “ya sé a qué has venido”.
-¡Carlos, que sorpresa!! ¿Vos por acá hoy? – percibieron mis oídos y un “¡Si, y hoy no me vas a gambetear” como remolino en mi cabeza al transponer la puerta abierta de par en par. La cerré con la mano izquierda. Fabiana amagó el clásico saludo con beso en la mejilla. Mi brazo derecho rodeó su cintura de modo que sus tetas quedaron apoyadas en mi pecho, su vientre pegado contra el mío:
-Hoy no nena, en la mejilla no alcanza, en los labios. – le susurré y besé su boca sin recato.
No presentó mucho más que una oposición simbólica al boca a boca que se prolongó varios segundos. Al cabo de los mismos protestó sin una pizca de energía ni en la voz ni ademan de rechazo en el cuerpo:
- ¿Carlosss,…que hacesss??? –
-¿No te imaginás a que vine? –
-¿Te parece que soy sonsa? –
-No. Ni sonsa ni sosa –
Volví a besarla en los labios y con mis dos manos en su culo pimpante, la levanté y la llevé hasta el sofá del living.
- Carlos no debemos…..vos sos amigo de Alejo y yo de Marina. Sería una turrada -
- Tranquila vamos a mantenerla en absoluto secreto entre nosotros dos – y la fui acostando. Mi mano derecha se deslizó sobre su teta izquierda, ella irguió la cabeza y unió a los míos sus labios, los entreabrió a su lengua que buscó la mía.
Ahí fue donde se evaporó mi autocontrol y metí manos por todos lados con el beneplácito de Faby que a los pocos, perdidos los zapatos, pantalón y blusa, quedó tendida en los cuatro cuerpos del sillón. Corpiño y calzón sucumbieron velozmente. Enseguida me deshice de mis zapatos, camisa y pantalón. Ya desnuda, no le quedó un centímetro de piel, no lamido por mí. Comenzando por el dedo gordo del pié izquierdo fui bajando, lamiendo y besando, por la pierna, cuando llegué por primera vez a la concha ya estaba mojada y con el clítoris erecto.
Fue el turno de mi slip en caer víctima de la gravedad. Enseguida me ubiqué entre las hermosas piernas abiertas de Fabiana. Busqué sus labios por enésima vez, mientras mi espada entraba en la funda, ella disparó su lengua dentro de mi boca. Sabía que ella toma anticonceptivos, se lo había oído comentárselo a Marina. Comencé a bombear lentamente pero sin pausas. Su “reacción” a mi acción, con movimientos sensuales a los míos al penetrarla, era el disfrute soñado los casi cuatro meses que me consumió el trabajo de llevarla a la transgresión. Ella, a su vez, atrapada en un torbellino de placer pronto se soltó y comenzó a manifestarse “chocha de ser hembra”, con suspiros y gemidos, ora suaves ora profundos, monosílabos y frases entrecortadas soltadas a media voz: “¡iiiiiihh!!! ¡aaaahhh!!, …..¡asiiiii….asiiiii….asiiiiii…Carlitos!…” “¡Uhhhyyyy como te sientoooo!..¡miii…Diosssss!!!”…”¡Seguí,…seguí,….seguíiií!!!!”
Con mínimas variantes llegamos a las contracciones de su orgasmo, del mío y al miembro “derrumbado”, luego de soltar hasta el último vestigio de semen en el interior de su conchita. Nos separamos y quedé exhausto sobre el sofá mientras ella, una vez recuperado el ritmo normal de las pulsaciones, fue a higienizarse, recomponerse y vestirse.
Antes de ir al baño para mi turno de higiene le advertí que:
- La tarde es joven Nena. Me parece que te apresurarte al vestirte –
Fabiana argumentó que ya habíamos hecho demasiadas deslealtades, bajezas e indecencias para un solo día. No estaba convencida y, mucho menos, fue lo suficientemente convincente conmigo y, esta vez en el dormitorio, volvió a perder todas sus prendas y, ambos, disfrutamos de la segunda cogida en el corto tiempo en que sus hijos estaban en clase.
No hubo tiempo para más. Ella tenía que ir a buscar a sus chicos que salían de la escuela.
Fue mi turno de poner al tanto a Alejo de que mis esfuerzos se habían visto coronados por el éxito, esto es que acababa de coger dos veces con su esposa. No le dije, crudamente, que las dos cogidas habían sido descomunalmente satisfactorias para los dos; usé un SMS elegante:
“te envidio, Faby es un banquete digno de reyes carlos”.
A los pocos días mi amigo me contó que, de regreso de Perú ya enterado de mi encuentro con Fabiana, quiso “sondear” la reacción de su esposa al invitarla a contar:
-¿Cómo pasaste el par de días que te dejé sola? Querida -
Ella con cara de quien ve llover en Londres:
-Como siempre, en casa con los nenes. No pasó nada fuera de lo habitual. –
Lo dicho: los estudiosos del tema no saben que nos hace “claramente humanos”. Yo creo que la capacidad de mentir que tenemos, los hombres y, como vimos las mujeres, da para pensarlo seriamente.
Con la mentirosa y deliciosa Fabiana llevamos concretadas una media docena de reincidencias, en su casa o en hoteles. Claro que no se las informo a Alejo. Cuando convinimos esta vivencia no la limitamos a una única trampa. Nos comprometimos, sólo a informar la primera. Si hablamos de una primera es porque admitíamos la factibilidad de una segunda y subsiguientes.
Vaya a saber si Marina y Alejo nos emulan. Mejor dicho, puestos que ellos nos primeriaron en las cogidas ilícitas, si Faby y yo vamos arriba o bien en persecución, en el cómputo de encuentros indebidos, ardientes y aditivos.

fuente: gemidos autor: carlos

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