El laberinto hacia el placer IV

IV

Vespertina sentó a Cándida en una pequeña silla frente a un tocador y ella se apoyó en su superficie tratando de no tapar la luz. Le puso base, sombra, máscara, rubor, todo. Cándida la miraba mientras le ponía los polvos. Vespertina había tomado la cara entre sus manos delicadamente. Estaba a una distancia demasiado próxima de su cara, sus labios se encontraban muy cerca. Cándida se puso roja y sintió que sus mejillas se sonrojaron, pero Vespertina estaba muy concentrada y no pareció darse cuenta. Cándida se preguntó miles de cosas: ¿cuáles eran las intenciones de Vespertina? ¿Por qué era tan amable con ella? Se daba cuenta la clase de chica que era: malcriada y mandona. No podía evitar desconfiar y esperar que le jugaran alguna broma en cualquier momento. Pero al mismo tiempo, se sentía mal por desconfiar…

- Listo. ¿está bien o te puse demasiado? Creo que te ves mucho mejor. Ahora, ¿qué podemos hacer con tu pelo…?
Cándida salió de allí vestida como una barbie y bajó las escaleras agarrándose del brazo de Vespertina para no caerse. Atrajo más que nunca la mirada de chicos y chicas. Se dio cuenta y eso la puso muy nerviosa. Muchos chicos estaban planeando en sus mentes una manera de lograr tener sexo con ella esa noche. Se agarró del brazo de su nueva amiga con más fuerza.

- ¡Ay, Cándida! ¡Tranquilízate! No te va a pasar nada… - dijo exasperada.

Se la presentó a algunos de sus amigos más íntimos, que no era ninguno de los chicos que había visto rondando a Vespertina en la universidad. Eran algunos amigos del colegio y del barrio. Vespertina le dijo al oído: “son los más decentes”. De pronto, Vespertina se detuvo en seco y le dijo con una voz muy seria: “no has bebido nada”.

- Te dije que yo no bebo.
- “Yo no bebo” – la imitó – ¿Has probado siquiera el alcohol? Mira, yo le voy a pedir al bartender que te prepare un trago que te juro que te va a encantar.

Luego la chica volvió con una piña colada. Cándida la probó: no estaba muy fuerte y estaba rica. Quiso probar lo que estaba tomando Vespertina. Estaba muy fuerte: le picó la garganta y se puso a toser. Vespertina se rió. Después de un rato, le dijo:

- Lo siento, te tengo que dejar sola. No puedo pasar todo el tiempo solo contigo, tengo más invitados, tú sabes…
- Si, te entiendo, no te preocupes – Cándida no quería que la dejara sola pero sabía que Vespertina tenía razón.
- ¿Vas a estar bien? Mira, tú puedes ir donde el bartender y pedirle que te prepare lo que tú quieras.
- Muchas gracias. De verdad, eres muy amable conmigo – Vespertina miró el piso y no dijo nada por unos segundos.
- Solo pásala bien, por favor – y se perdió entre la gente.

Cándida era muy tímida. Vespertina le había presentado a algunos chicos que parecían muy simpáticos pero no sabía cómo acercarse a ellos. Tuvo suerte por unos minutos porque una pareja de novios que Vespertina le había presentado, se acercó a ella para conversar.

Le hicieron las típicas preguntas: ¿De qué parte de México eres? ¿Qué estudias? ¿Dónde estás viviendo? ¿Qué cosas conoces de la ciudad? ¿Qué quieres hacer?, etc. Cándida encontró que sus respuestas fueron un poco aburridas porque hasta el momento solo se había dedicado a estudiar y no a conocer ni disfrutar. Se dio cuenta en ese momento de que se estaba perdiendo de muchas cosas, y a lo mejor no debería ser tan cerrada. Hasta el momento, las cosas se habían dado muy bien, aunque todavía le incomodaba su falta de extraversión. Eso no parecía importarles a los chicos que conversaban con ella.

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