Un cuento "El Paro"

Una tarde de lluvia en Buenos Aires los encontró a ellos libres, sin compromisos, dispuestos a disfrutar del tiempo y las circunstancias.

Cuando se acercaron al hotel vieron las dificultades para llegar dado que la crecida del río cubría las calles por las cuales debían acceder.

Minutos después y habiendo superado aquellos obstáculos ella se encontraba sobre la cama eligiendo la música entre las distintas opciones que se ofrecían.

El se acostó a su lado y la tomo por la cintura, besándola suavemente en la nuca, para después invitarla a que se diera vuelta y mirarla fijamente a los ojos y sin pronunciar una palabra se puso de pie y extendió su mano llamándola a pararse.

Ya de pie, ambos se volvieron a besar y poco a poco se fueron desvistiendo el uno al otro. Ella le quitó la ultima prenda y él quedó tal cual había llegado al mundo, salvo que exponía su miembro viril en estado de esplendor. Ella lo tomó fuertemente y comenzó a frotarlo. El comenzó a acariciar su pubis, buscando al mismo tiempo su boca para darle un profundo beso.

Lentamente se fueron acercando a la cama donde el suavemente la tendió, y ella tomando el pene lo introdujo en su boca, durante unos minutos él se mantuvo casi inmóvil, disfrutando el roce de la lengua de su compañera con su glande.

Minutos más tarde él se corrió y sin que ella dejara de saborear su pene, abrió sus piernas y comenzó a juguetear con su boca, primero dando pequeños besos en sus muslos, para luego dirigir su lengua al clítoris. Así se mantuvieron un largo rato.

Luego se puso de pie y ella sentada al borde de la cama continuó succionando su pene. El tomó el condón que había dejado sobre el lateral de la cama y se lo puso.

Ella se recostó lentamente, levantando sus piernas en un gesto de entrega y al mismo tiempo de provocación lo incita para entregandarse a una profunda penetración, viéndolo directamente a los ojos. El se acomodó lentamente y con su mano guío el erecto pene por el camino del placer. Lo introdujo lentamente. Se sintieron unos tenues pero agudos gemidos y se besaron profundamente cuando el ahondo la penetración.
El calor se hizo agobiante y él comenzó a balancearse furtivamente mientras ella aumentó sus gemidos, para luego detenerse de repente.

Ella lo tomó de sus glúteos y aceleró el ritmo que él llevaba. Mientras él besaba sus senos. De pronto se detuvo y comenzó a realizar movimientos en forma de círculo con su pene totalmente dentro de la vagina.

La transpiración corrió por el cuerpo de ambos y unos minutos después dejaron de moverse, ella bajó sus piernas y él sin retirar su miembro de la vagina, las levantó para que ella cerrara las piernas, así comenzó nuevamente los movimientos, mientras ella presionaba para cerrar lo máximo posible y sentir la erección los más posible.

De pronto se paró, la tomó por la cintura suavemente indicándole que se diera vuelta, ella comprendió, corriendo su rubia melena hacia un lado y dejando su nuca descubierta. El la acarició y ella rápidamente, sin mediar palabra alguna se puso en posición de cuatro, entonces él se ubicó por detrás y de pronto ambos sexos se tocaron e impulsaron una honda penetración, sin respirar por unos minutos, sintiéndose sólo el sonido que producen dos cuerpos la chocarse.

Ella poco a poco se fue irguiendo mientras él continuaba con la penetración, hizo medio giro torciendo su espalda y buscando su boca para terminar en un profundo beso, mientras él la tomaba firmemente de los pechos.

Lentamente ella se recostó sobre la cama y con un suave cambio ella quedó en la parte de arriba, comenzando así con un balanceo ascendente y descendente, él para profundizar la penetración levantó su cintura y ella respondió acelerando el ritmo y gimiendo cada vez en tono más alto.

Mientras él recorría con su boca sus pezones erguidos, comenzó a gemir. El movimiento se tornó colérico, la cogió por la cintura y ella bramó de placer llegando juntos en ese instante al clímax. De pronto la acción cesó y ambos quedaron quietos, escuchando la música de fondo, sintiendo los latidos de sus corazones y como las gotas de transpiración, dignas del esfuerzo realizado surcaban por sus cuerpos.

Ella quedó sobre él un largo rato. El miembro semi-erecto continuaba en su interior. Se miraron fijamente y sus lenguas se volvieron a encontrar.

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