Volando un pantalón camuflado

Ella se ha puesto un traje de camuflaje para casarse. Informalmente pero conmigo. Es una prenda ajustada. Su culo ancho , negro y redondo, sus senos llenos de pezones florales, se vuelven más que evidentes. Desvergonzados. Son un crimen confeso. Vamos camino al altar pero el altar es un ropero. Antes de que digamos “si quiero”, a un imaginario párroco, lo que realmente quiero es penetrarla. Hacerle el amor hasta que le duela. Jamás llegamos al ropero. Le vuelo el pantaloncito cazador de leones, le saco a lo bestia una bombachita delgadísima y roja. Pareces una vil puta, le digo y de inmediato bajo por su vientre, con un hambre vampiresco, hasta su zorra casi sin pelos. Le chupo la concha. Le como la argolla. La beso como si su chocho fuera una boca, otra boca, y mantengo un largo, húmedo y caliente contacto. Jadeo. Jadeo mal. Creo que la leche se me va a salir a borbotones en cualquier momento, y ni si quiera me he tocado la pija. La empujo a la cama. Una cama pequeña pero cómoda donde sólo hay espacio para una cosa: meterla recto y firme. Me abro los pantalones y me asombro de lo dura que está mi vara, mi botella de coca, mi piedra, mi obra de arte. Puto Miguel Angel a ver si haces una de estas. Mármol a 150 grados centígrados. No digo nada, no pienso, soy un proyectil con una carga atómica y arremeto. Su concha es dulce, caliente. Un mar del caribe. Me come. Soy un naufrago. Un chico perdido. Me traga. Me voy por su túnel sin tiempo ni fin. Alguien toca a la puerta. ¡Ocupado! Grito y me lamento. Tocan de nuevo. !Ocupado! Grito furioso y agrego: ¡es mi puto hotel, carajo!. Y se la sigo metiendo con más bronca, con más entusiasmo. De refilón veo su boca abierta y escucho que susurra: que rico, mi amor, que rico. Y me acuerdo de todo. Me tengo que ir. Quedé en cocinarle un cordero a unos amigos. Salto de su cuerpo. Huyo de “mundo concha”. ¡Nooo!, me grita ella ahora. Pero no le dejo tiempo a nada. No doy explicaciones. Salgo corriendo de la habitación. Estoy feliz. Lleno de poderes. Aun conservo mi leche y ya puedo imaginar como terminará mi noche. Cuando mi negra esté ahí aun y yo vuelva con los protones rebotando en mi cabeza y en mis testículos.

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