Mi mujer me hizo perder la razón

Había alcanzado una edad madura cuando me casé con una hermosa chica once años menor que yo. No sé por qué les quiero contar esto. No lo sé, pero siento verdaderas ganas de
que lo sepan. Tal vez sea para descargar mis remordimientos, quizá porque siento extraño placer haciéndolo. ¿Quieres escucharme?

Bien, comenzaré diciendo que Martha y yo siempre fuimos muy convencionales para hacer el amor. Apasionados, muy apasionados, pero muy convencionales. Siempre lo disfrutamos a nuestra manera. Nunca nos pusimos a investigar poses ni sitios espaciales para hacerlo, y creeme, nunca pensamos en la infidelidad como algo posible entre nosotros.

Todo comenzó cuando alguien -no tiene caso precisar quién fue- me dijo que Martha recibía en casa a un jovencito de unos 25 años cuando yo salía hacia la oficina, que lo hacía una o dos veces por semana. Que dicho sujeto permanecía en casa unas dos horas y luego se marchaba.

Como ya les dije, la infidelidad no era cosa que cupiera entre nosotros, de manera que me enfadé con esa persona, le pedí que no viniera con habladurías y aclaré que si alguien había visitado a mi esposa en mi ausencia sería algún familiar, algún técnico que iba a reparar algo, pero nada de lo que su sucia mente estaba imaginando.

Así quedaron las cosas durante dos o tres días. Prácticamente había olvidado el incidente, pero como dice el refrán: calumnia, que algo queda.

Algo quedó, porque de pronto comencé a pensar en ello. Miraba a Martha y pensaba si realmente sería capaz de engañarme de esa manera. Comencé a sentir celos, comencé a sentir la necesidad de reclamarle, de contarle lo que me habían dicho, de preguntarle si era verdad.

Cada día me sentía peor. Entonces pensé que no podía seguir así, que algo tenía que hacer para desechar esa idea. Me decía: Definitivamente, Martha no es de las mujeres que son infieles a su marido, no puedo reclamarle, ni siquiera preguntarle si es verdad lo que me contaron, sería ofenderla. No, no la imagino engañándome.

Pero entonces ¿cómo quitarme de la mente esa absurda idea? Y me dije: pues convenciéndome de que todo fue un chisme malintencionado.

Y para convencerme de que todo era mentira, sólo para eso, pensé en espiarla por unos días. Así comencé a salir de casa como lo hacía para ir al trabajo, sólo que en vez de llegar a la oficina iba a rentar un auto y me estacionaba cerca de casa para estar vigilando.

Pasaron cuatro días y nada del visitante. Comencé a sentirme seguro de Martha y hasta comencé a sentir vergüenza por estarla espiando. Se acabó, me dije, última vez que hago esto. Arranqué el auto y ya me retiraba cuando vi a un jovencito de unos 25 años que caminaba con rumbo a casa. Me dio un vuelco el corazón. Una sensación de frío recorrió mi cuerpo.

El sujeto llegó hasta mi puerta y llamó, Martha abrió y el tipo entró, según noté, con mucha familiaridad. ¡No puede ser! Me golpeaba en la cabeza.

No, no puede ser, seguro que hay alguna explicación. Trataba de consolarme, pero en realidad quería entrar a casa y sorprenderlos, sentía ganas de hacer lo peor...

Decidí calmarme y no perder la confianza en mi esposa hasta que tuviera pruebas precisas, después de todo podría no ser lo que parecía.

Entonces decidí acercame y acechar por las ventanas. La casa es de una planta y está rodeada de jardín, así que sería sencillo mirar.

Me bajé del auto y con mucho cuidado entré al predio, me acerqué a la ventana de la estancia, pero no estaban allí. Comenzaba a sentir miedo a lo peor. Tampoco estaban en la cocina.

Cuando me acerqué a la ventana de la recámara tenía mucho miedo de asomarme, el cuerpo me temblaba. Sentía un vacío en el estómago.

Haciendo un gran esfuerzo miré hacia el interior... Y allí estaban. En mi propia cama.

Él tumbado sobre Martha besándola, acariciando su cuerpo. Quedé paralizado por un momento. Ahora sí, entro y los mato a los dos, pensé.

El sujeto comenzó a despojar de la ropa a mi esposa. Primero la blusa, lo hacía con delicadeza, no dejaba de acariciarla y ella... ella parecía gozarlo intensamente.

Luego el sostén, sus hermosos senos, blancos y firmes, quedaron al descubierto. Lamía sus pezones, acariciaba esos volcanes ardientes.

Abrió su falda y la retiró, luego sus bragas, la tenía desnuda entre sus brazos. Ella suspiraba y se aferraba a él.

Y de pronto me di cuenta de algo que me aterrorizó. Seguía allí parado, mirando y hasta disfrutando lo que miraba en lugar de entrar a detener lo que estaba por ocurrir.

Miraba a Martha y me producía gran placer su cuerpo desnudo, su agitación creciente. Creo que nunca la había mirado tan hermosa, tan exquisita.

¿Qué me ocurre?

El tipo se levantó para desnudarse y mis ojos quedaron fijos sobre el cuerpo de Martha, miré su vagina depilada. hinchada de excitación. Mi pene estaba erecto.

El intruso estaba bien dotado, cuando descubrí su pene duro y húmedo mi respiración se agitó.

Martha tomó en sus manos ese instrumento, lo acarició, acercó sus labios al mismo, lo lamió, lo besó y... Y lo introdujo en su boca. ¡Nunca me hizo algo así! Siempre tan convencionales para el sexo...

Y yo me sentía totalmente excitado. Podía sentir la humedad corriendo por mi pierna, traspasando mi pantalón.

Lo chupó, creo que llegaba hasta su garganta, el sujeto contorcionaba del placer que le producía.

Luego la acomodó en la cama, él puesto de pié se metió entre sus piernas muy abiertas, las pasó sobre sus hombros y la penetró por la vagina.

Martha gemía como nunca la había escuchado, con sus manos apretaba las sábanas, apretaba los puños. Él la embestía una y otra vez, más fuerte, más...

No pude evitarlo, saqué mi pene y comencé a masturbarme, la escuchaba gemir, miraba el profundo placer que ella estaba experimentando y yo lo hacía mío, me jalaba, apretaba mi pene, él la embestía con rudeza, ella gritaba, yo estaba por venirme...

Y de pronto... Una fuerte descarga, larga, abundante, él aflojó todo su cuerpo y se dejó caer sobre Martha. Martha lo apretaba contra su cuerpo, buscó su pene para recibir la leche, lamía y se la tragaba. Yo llevaba mi mano empapada hasta mi boca, lamía, me tragaba mi leche...

Caí de rodillas, no tenía fuerzas para mantenerme de pie. Estaba exhausto.

Esa fue la primera vez que lo hice. Ya no sé cuántas veces la he espiado de igual manera, disfrutando como jamás había disfrutado el sexo.

Algunas veces he pensado en confesarle todo, pedirle que lo hagan frente a mí, pero luego pienso que tal vez acabaría con la magia de espiarlos. Prefiero que siga siendo como es. Nunca se lo diré.

Y aquí estoy de nuevo, mirándoles. Esta vez la penetra por el ano, la hace gritar más fuerte, mi pene escurre mientras yo grabo la escena... Es que, esta vez estoy usando una videograbadora, he pensado que si los grabo después podré volver a disfrutar mirandolos cuantas veces quiera, quiero disfrutarlos una y otra vez... Sigan, sigan, sí, así, así... oooohhh!!!! Que delicioso,,, aaaahhh!!! Sigan... Sigan...

9 comentarios - Mi mujer me hizo perder la razón

FOKME
mmmmmmm pssss saca el video man para checar q todo este en orden
Teseo79
Epa... creo que encontré un talento!!!
CAT2007
el autentico cornudo conciente!!! por lo menos deci que ahora te tira la goma y le haces el orto,si no matate
BioAlex
CAT2007 dijo:el autentico cornudo conciente!!! por lo menos deci que ahora te tira la goma y le haces el orto,si no matate

el pibe tiene razón, si no te deja hacerle el orto, MÁTATE!!!
misterin123
estas enfermo loco jajaja cornudo conciente
pacha1980
no maquina no podessss.... sos una bolsa de cuernos!!! alto gato tenias en tu casa y las tiradas de goma que te perdiste... sos un gil hermano!!!!
stevenash
un dia cogela por el culo y por donde se pueda al fin que le gusta pero cogela como un real toro intentale yaaaaaaaaa.. 😛 😛 😛
sebaferroviario
mmmmm q gil!!! loco hacele el orto vos a ver si te lo da y esperamos el videooo