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Me garcho a mi suegra en Pinamar (2)

El ruido del motor me atravesó el cuerpo como un baldazo de agua fría. Nos quedamos inmóviles por un segundo eterno, mirándonos a los ojos, respirando agitados, con la adrenalina todavía vibrando en la piel. Mariela fue la primera en reaccionar.
M—“Vestite ya”—susurró, con esa voz firme que le conocía de siempre, pero ahora cargada de algo nuevo
M—“Después hablamos.”
No era una orden común. Era una promesa.
Fui a la pieza y me puse la ropa como pude mientras ella se acomodaba el pelo frente al espejo, volviendo a ser, en segundos, la mujer impecable que nadie sospecharía.
Salimos cada uno de su cuarto casi al mismo tiempo que el resto de la familia entraba cargada de bolsas, risas y comentarios del súper. Nadie notó nada. O eso creí. Yo apenas podía sentarme sin sentir el cuerpo en llamas, repasando cada segundo de lo que había pasado… y lo que no habíamos terminado.
Esa noche, durante la cena, Mariela evitó mirarme al principio. Pero cada tanto, cuando Martina hablaba o mi suegro se reía fuerte, sentía su mirada clavarse en mí. Breve. Intensa. Como una caricia invisible bajo la mesa. Pinamar seguía sonando afuera, el viento, los turistas, el mar lejano… y yo sabía que esa casa ya no era la misma.
Esa madrugada el sonido no vino del mar.
Primero fue un golpe seco, apenas perceptible. Después, un murmullo. Martina se movió a mi lado, medio dormida. Yo abrí los ojos enseguida. La casa estaba en silencio, pero no del todo. Desde el cuarto de mis suegros llegaban ruidos apagados, ritmos desparejos, respiraciones que no eran de sueño.
Martina se levantó un poco, confundida.
Marti—“¿Escuchás eso?“—susurró.
Asentí sin decir nada. Los sonidos se hicieron más claros. No hacía falta entender demasiado. Ella se llevó una mano a la cara, muerta de vergüenza.
Marti—“Ay, no… qué horror” —dijo en voz bajísima—. “Mis viejos…”
Intentó taparse los oídos con la almohada, pero era inútil. La casa amplificaba todo. Yo miraba el techo, con el cuerpo tenso, y no podía evitar pensar en Mariela. En su mirada. En lo que había pasado horas antes, a metros de ese mismo cuarto.
Martina se giró hacia mí, colorada, incómoda… y caliente. Lo sentí. No hizo falta tocarla para saberlo.
Marti—“Perdón” —murmuró—. “Esto es re incómodo.”
Fede—“Tranquila” —le dije—. “Es normal… son pareja.”
Ella se rió nerviosa, pero no se apartó. Al contrario. Se acercó más. Su pierna buscó la mía, como sin querer. El contraste era brutal: sus papás cogiendo al otro lado de la pared, y nosotros ahí, compartiendo ese secreto involuntario.
Marti—“Qué asco… pero… “—dudó—. “No sé por qué me pone así.” Dijo mientas me llevo mi mano a su concha.
Nos besamos despacio, sin apuro, como si el riesgo nos obligara a bajar el ritmo. Cada ruido del otro cuarto hacía que nos detuviéramos un segundo, que nos miráramos, que reprimiéramos una risa nerviosa. Todo era más intenso porque no debía pasar.
Cuando los sonidos finalmente terminaron, ninguno de los dos dijo nada. Quedamos abrazados, respirando juntos, con el cuerpo todavía vibrando y yo dentro de ella. Martina apoyó la cabeza en mi pecho.
Marti—“No quiero pensar en eso” —dijo—. “Mejor pensemos en nosotros.”
Esa noche dormimos poco. Hacía tiempo no teníamos una calentura así, fueron 3 polvos uno atrás del otro que hicieron que termináramos agotados.
A la mañana siguiente, el desayuno fue una actuación perfecta. Mi suegro hablaba de los planes del día, Mariela tomaba café como si nada, Martina evitaba mirarlos demasiado. Yo sentía cada gesto de Mariela como una provocación silenciosa. Una mirada sostenida de más. Una sonrisa mínima. Un “¿dormiste bien?” que solo yo entendía del todo.
Llegó el momento de cambiarse para la playa, empezamos con los preparativos y partimos nuevamente rumbo a la frontera, para disfrutar de la tranquilidad del mar abierto y las playas gigantes. Una vez ahí empezamos a preparar unos tragos, alternando con ratos en el que apaciguábamos el calor metiéndonos al mar, en una de esas idas al mar quedamos mano a mano con mi suegra charlando y no perdí oportunidad para comentar lo sucedido, casi como una escena de celos.
F-“Anoche escuchamos todo, lo sabes no?”- Le pregunté irónicamente
M-“Qué pasó? Teníamos el volumen de la serie muy alto en la tele?? - Respondió ironizando
F-“No te hagas, se escuchaban claramente tus gemidos. Que pasó? Te quedaste caliente por lo nuestro y te sacaste las ganas con el?”
M-“Epa, me parece que tengo un yernito muy celoso.” - Respondió. -“Tranquilo chiquito, lo tuyo es tuyo, te lo ganaste, sé paciente.”
F-“Sabes que soy ansioso, no me gusta que me hagan esperar.” - Le dije mientras me iba nuevamente a nuestra carpa para disimular
La tarde siguió con normalidad, mi novia quiso ir a jugar a los médanos con la camioneta, y pasó lo de siempre. La camioneta se enterró porque la arena estaba seca por la falta de lluvia, y tuve que tomar el volante para poder sacarla con ayuda de otra persona que también divirtiéndose con su camioneta en los médanos. Una vez que salimos empecé a alejarme más y más del mar, y mi novia comenzó a hablar nuevamente de la escena de sus padres a la noche, fueron 2 palabras y ya posó su mano sobre mi verga, que no dudó en dar un salto de sorpresa y calentura. Rápidamente aminoré la marcha y tratando de pasar lejos de los demás vehículos, cuatriclos y motos que andaban por el lugar, permití que Marti se prendiera a hacerme un muy lindo pete, sin importar la sal del mar que tenían nuestros cuerpos, la chupaba sin parar, babeándola entera. Como si supiera que debía hacer méritos para que no me enamoré de los petes nada más ni nada menos, que de su madre. Fueron 5 minutos de pura intensidad, hasta que me pidió que le acabe la boca para no ensuciar la camioneta, y así fue. La descarga no fue tan grande debido a la noche de pasión que habíamos tenido, pero de todos modos fue buena, abrió su boca, me mostró y se lo tomó. Para despejar cualquier duda de que pudiera escupirla, me volvió a mostrar que ya su boca estaba vacía y me besó. Ya más tranquilos volvimos a la carpa y seguimos disfrutando del mar.
Esa noche volvimos a la casa y cenamos todos juntos, mi suegra insistía en salir a tomar un helado aunque mi suegro no se lo notaba muy animado con el plan. Así fue que salimos mi cuñado y su pareja, Martina, Mariela y yo. Quedándose en la casa mi suegro y mi cuñada menor a quien prometimos traerle un helado cuando volviéramos. Ya en el centro disfrutamos de un muy rico helado, mientras charlábamos y nos reíamos. Dimos una vuelta y mi cuñado vio un bar que luego se haría boliche y quiso frenar a tomar algo. La respuesta de todos fue positiva, aunque sabíamos que por una cuestión de edad Mariela iba a tomar un trago y se iba a ir, así fue que después de 2 tragos ella manifiesta sus ganas de irse, pero el resto nos queríamos quedar. Había un problema, solo ella se quería ir, nadie quería llevarla pero tampoco que se lleve la camioneta y nos deje caminando ya que la casa queda en un barrio cerrado un poco alejado del centro. Aprovechando toda la situación, me pareció adecuada y muy fácil de disimular, me ofrecí a llevarla y volver rápidamente al bar. Salimos del bar y pasamos a comprar el helado que le habíamos prometido a Juana (mi cuñada menor), bajó Mariela y volvió con dos potes de helado, lo cual me pareció raro, pero deduje que su marido le había pedido uno también. Emprendimos el camino de vuelta charlando normalmente, cuando empezamos a meternos en un sector de bosque me pidió que doble en una calle que parecía poco transitada y mal iluminada, obedecí a su pedido y a las 2 cuadras detuvimos el vehículo. Ella me mira fijamente como si estuviese enojada y me dice
M-“Federico esto no puede seguir así”
F-“Perdón Mari, si te molestó la charla del mar no se vuelve a repetir”- Le dije muy tímidamente y con miedo.
M-“Si por favor, que no se repita, soy una mujer felizmente casada. Le estoy llevando helado a mi hija y mi marido, no creas que por traerme va a pasar algo entre nosotros otra vez”
F-“Te juro que no fue con esa intención, te traje de buena onda nada más.” - Respondí un tanto desconcertado y mirando hacia abajo de vergüenza
Cuando siento que me agarra el mentón, me levanta la cara y la veo riéndose a carcajadas
M-“Te asustaste tonto? Es una broma jaja cómo cambiaría tan rápido de parecer si hoy en el mar te dije lo contrario”- Dijo mientras se reía y estiraba al asiento trasero a agarrar la bolsa de la heladería.
Sin emitir más palabras enciendo la camioneta nuevamente para volver a la casa y ella me frena, y se acerca a mí, al sentir su perfume tan rico no dudo ni un segundo y le como la boca, nos empezamos a besar muy románticamente, casi comiéndonos el uno a el otro, un beso tan húmedo como caliente. Siento que ella mueve sus manos y se escucha el ruido de la bolsa, me incorporo y le pregunto:
F-“Que pasa suegri? Te molesta la bolsa? La pasamos atrás!”
A lo que ella me responde:
M-“Ya la pasamos, pero primero busco un regalito pendejo”
F-“Que regalo? No me digas que me compraste algo cual noviecita de 15 años jaja” - Le dije en forma de chiste
M-“En realidad el regalito es más para mí que para vos, me quedé con ganas de comer algo dulce” - Dijo mientras abría un pote de helado…

Hasta acá el episodio de hoy, si quieren una tercera parte ya saben! Me gusta y comenten.

Por la buena onda les dejo de regalito una foto de mi suegra en la playa ese verano! Puede haber más…

Me garcho a mi suegra en Pinamar (2)

4 comentarios - Me garcho a mi suegra en Pinamar (2)

facuss911 +1
apa que bien que viene la suegri
Jokercito1234 +1
waaaaaaaauuuuuuuuuu tremendooooo segui por favor!!! van 10
RenzoWib
JOJO se esta poniendo linda la aventura!!! segui contando je