Paula quería hablar con Pablito del tema pero no sabía cómo hacerlo, no sabía y no se atrevía, incluso me dijo que se sentiría apoyada y tendría más fuerzas si yo estaba presente. Puesto que es mi amiga y yo también estoy por decirlo involucrada, accedí. Se me ocurrió la idea de invitarles una noche a cenar a mi casa y ver si así entre las dos teníamos valor. Paula y yo fijamos el día de la cena y nos despedimos.
Esa noche se presentaron en mi casa, los dos, Paula y Pablito. Ella llevaba un pantalón y un suéter y él, un chándal.
Antes de cenar Paula y yo estuvimos hablando un rato de nuestras cosas y Pablito mientras viendo la tele.
La cena transcurrió normalmente, sin encarar la situación. Algunas preguntas por parte de su madre y mías hacia él, pero sin hacer referencia al tema, solo preguntas sobre el colegio y estudios. Decir que él las evitaba, o respondía mediante monosílabos, si, no, poco más, en su línea, sin querer saber nada del mundo.
Una vez terminamos de cenar Paula y yo seguíamos sentadas a la mesa y Pablito se había vuelto a ir a ver la tele.
Pasado un tiempo nos percatamos que Pablito no estaba, entonces fue el momento en que aprovechamos su madre y yo para ver cómo encarar la situación. Llegamos a la conclusión que ninguna tenía el valor suficiente, ni siquiera estando juntas.
- Pablo !!! Dijo su madre en voz alta.
- Dime mamá ? Respondió él.
- Donde andas hijo ?
- En la cocina bebiendo agua, ya voy.
Paula me contó que la situación había empeorado. Parece ser que hace unos días se encontró uno de sus tangas en la cesta de la ropa sucia. Ese tanga ella lo había lavado el día antes y lo había guardado en el cajón de su ropita interior. Ahora el tanga volvía a estar en el cesto de la ropa sucia. Lo sacó de allí y vio que el tanga estaba manchado. Os imagináis, verdad ? Efectivamente, Pablito lo había cogido del cajón de la lencería de su madre y se había debido haber estado masturbando con él hasta terminar eyaculando sobre el mismo. Luego evidentemente, no podía volverlo a poner en el cajón así que, lo dejo en el cesto otra vez.
Tuvimos que dejar de hablar de él porque apareció en el salón de nuevo. Se sentó otra vez en frente de la tele y no dijo nada.
Saco su móvil y empezó a trastear con él dejando de prestar atención al televisor.
Paula y yo seguíamos hablando de nuestras cosas.
Pasado un rato Pablito se incorporó nuevamente, momento en el que pude darme cuenta que el niño tenía una erección. Por lo visto debajo del chándal no llevaba nada de ropa interior, solo había un bulto, por cierto, enorme, gigantesco. Aparté rápidamente la vista de el niño y la dirigí otra vez hacia su madre. Pablito abandonó el salón nuevamente y le comenté a su madre la situación.
- Oye Paula, a ver, no sé cómo decírtelo pero, creo que, que Pablito...
Ella me interrumpió.
- Si corazón, ya me he fijado. Así está todo el día, parece un mandril en celo.
- Tiene que ser complicada tú situación Paula.
- Si pero, soy su madre y es lo que me ha tocado. Es difícil convivir con un hijo de 15 años y si encima está todo el día en celo, erecto y esas cosas, imagínate. Y por si fuese poco, el tamaño que tiene es imposible disimularlo.
Paula me contó que una tarde de verano, cuando entró en la habitación de Pablo a dejarle ropa lavada en los cajones, se lo encontró echado la siesta en la cama, completamente desnudo y con el pene a la vista. Fue tal el impacto que le causó el tamaño de ese pene que incluso se llegó a asustar según me dijo. Y sinceramente, la entiendo ya que eso justamente es lo que me pasó a mi, y eso que yo no vi el miembro, solo el enorme bulto que provocaba debajo del pantalón de su chándal.
Dado que éramos las dos incapaces de afrontar el asunto, decidimos dar por terminada la cena y nos despedimos. Ambas teníamos que madrugar al día siguiente para trabajar. Paula, Pablito, y su enorme erección se fueron para su casa. Yo me quedé en la mía. Me puse un pijama y por fin ya cómoda, di por finalizado el día y me metí en la cama.
Esa noche se presentaron en mi casa, los dos, Paula y Pablito. Ella llevaba un pantalón y un suéter y él, un chándal.
Antes de cenar Paula y yo estuvimos hablando un rato de nuestras cosas y Pablito mientras viendo la tele.
La cena transcurrió normalmente, sin encarar la situación. Algunas preguntas por parte de su madre y mías hacia él, pero sin hacer referencia al tema, solo preguntas sobre el colegio y estudios. Decir que él las evitaba, o respondía mediante monosílabos, si, no, poco más, en su línea, sin querer saber nada del mundo.
Una vez terminamos de cenar Paula y yo seguíamos sentadas a la mesa y Pablito se había vuelto a ir a ver la tele.
Pasado un tiempo nos percatamos que Pablito no estaba, entonces fue el momento en que aprovechamos su madre y yo para ver cómo encarar la situación. Llegamos a la conclusión que ninguna tenía el valor suficiente, ni siquiera estando juntas.
- Pablo !!! Dijo su madre en voz alta.
- Dime mamá ? Respondió él.
- Donde andas hijo ?
- En la cocina bebiendo agua, ya voy.
Paula me contó que la situación había empeorado. Parece ser que hace unos días se encontró uno de sus tangas en la cesta de la ropa sucia. Ese tanga ella lo había lavado el día antes y lo había guardado en el cajón de su ropita interior. Ahora el tanga volvía a estar en el cesto de la ropa sucia. Lo sacó de allí y vio que el tanga estaba manchado. Os imagináis, verdad ? Efectivamente, Pablito lo había cogido del cajón de la lencería de su madre y se había debido haber estado masturbando con él hasta terminar eyaculando sobre el mismo. Luego evidentemente, no podía volverlo a poner en el cajón así que, lo dejo en el cesto otra vez.
Tuvimos que dejar de hablar de él porque apareció en el salón de nuevo. Se sentó otra vez en frente de la tele y no dijo nada.
Saco su móvil y empezó a trastear con él dejando de prestar atención al televisor.
Paula y yo seguíamos hablando de nuestras cosas.
Pasado un rato Pablito se incorporó nuevamente, momento en el que pude darme cuenta que el niño tenía una erección. Por lo visto debajo del chándal no llevaba nada de ropa interior, solo había un bulto, por cierto, enorme, gigantesco. Aparté rápidamente la vista de el niño y la dirigí otra vez hacia su madre. Pablito abandonó el salón nuevamente y le comenté a su madre la situación.
- Oye Paula, a ver, no sé cómo decírtelo pero, creo que, que Pablito...
Ella me interrumpió.
- Si corazón, ya me he fijado. Así está todo el día, parece un mandril en celo.
- Tiene que ser complicada tú situación Paula.
- Si pero, soy su madre y es lo que me ha tocado. Es difícil convivir con un hijo de 15 años y si encima está todo el día en celo, erecto y esas cosas, imagínate. Y por si fuese poco, el tamaño que tiene es imposible disimularlo.
Paula me contó que una tarde de verano, cuando entró en la habitación de Pablo a dejarle ropa lavada en los cajones, se lo encontró echado la siesta en la cama, completamente desnudo y con el pene a la vista. Fue tal el impacto que le causó el tamaño de ese pene que incluso se llegó a asustar según me dijo. Y sinceramente, la entiendo ya que eso justamente es lo que me pasó a mi, y eso que yo no vi el miembro, solo el enorme bulto que provocaba debajo del pantalón de su chándal.
Dado que éramos las dos incapaces de afrontar el asunto, decidimos dar por terminada la cena y nos despedimos. Ambas teníamos que madrugar al día siguiente para trabajar. Paula, Pablito, y su enorme erección se fueron para su casa. Yo me quedé en la mía. Me puse un pijama y por fin ya cómoda, di por finalizado el día y me metí en la cama.
1 comentarios - Diario. Capítulo 3.