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Visita a casa de mis abuelos

Visita a casa de mis abuelos
¡Ey, les voy a contar tal cual lo que pasó con mi tía Rosa esas vacaciones en Salinas, una experiencia que me tiene hasta hoy pajeándome cada vez que la recuerdo!
Yo soy de Guayaquil, tenía 15 añitos recién cumplidos y mis padres no quisieron venir a la playa. Mi tía Rosa, que es de Esmeraldas por parte de mamá, llamó a la casa y les dijo que como yo estaba de vacaciones y ella también —porque su marido pescador estaba en un viaje largo— sería rico que me mandaran con ella a la casita de mis abuelos en Libertad, Salinas. Ella tiene un local de ropa, siempre anda con plata, así que pagó todo y me llevó.
Mi tía Rosa tenía como 32 años, piel canela deliciosa, tetas pequeñas pero paraditas y duritas con pezones oscuros que se marcaban siempre, y un culo carnudo, grande, redondo y tan jugoso que cualquier tanga se perdía entre esas nalgas. En la familia siempre se murmuraba que era la puta del grupo, que se cogía a los maridos de sus hermanas cuando podía, pero nadie lo había pillado… hasta que yo llegué.
El primer día nos fuimos solos los dos a la playa. Jugando la enterré en la arena y mientras le tiraba arena encima “sin querer” le metía mano en las nalgas, las apretaba, las rozaba, las amasaba… ella solo se reía y no decía nada. Yo ya sentía la verga dura como piedra dentro del short, y en un momento ella miró para abajo, vio el bulto clarito, se mordió el labio, soltó una carcajada caliente y dijo: “Ya, vamos a casa que se está haciendo tarde y ya hace frío”.
Mis abuelos duermen temprano y la casa es re pequeña, solo tiene un cuarto para ellos, así que nosotros dormíamos en la sala, en dos colchones separados en el piso. Esa noche hablamos hasta tarde de todo: la escuela, su local, la vida… y de pronto ella empezó a hablar de sexo, de su primera vez, de cómo le gustaba que la cogieran fuerte, que le metieran lengua en el culo, que le dieran nalgadas hasta dejarla roja. Yo ya estaba caliente perdido, la verga me latía debajo del bóxer.
De repente dijo: “¿Quieres un té para dormir mejor?”. Le dije que sí. Se levantó y ¡la puta! llevaba una camiseta enorme, seguramente del abuelo o del marido, que le llegaba casi a las rodillas, y solo una tanguita negra chiquitita. Cuando se agachó a preparar el té la camiseta se le subió y vi cómo ese culo carnudo se tragaba la tanga entera, las nalgas canelas abiertas, la tela perdida en la raja… me quedé sobándome la verga despacito sin que me viera.
Volvió con las tazas, tropezó y me tiró todo el té caliente justo encima de la verga. Se desesperó, “¡ay no, perdón, perdón!”, y rapidito me bajó el bóxer para limpiarme. Ahí estaba mi verga de 15 años dura, apuntando al techo, palpitando, pero ella no dijo nada, como si fuera normal. Me miró y preguntó: “¿Te quemaste el cosito?”. Le dije que no sabía. Fue a una repisa, agarró una crema, se embarró las manos y empezó a untármela: primero me masajeó las bolas suavecito, después recorrió todo el tronco de abajo hacia arriba, y finalmente me embadurnó la cabeza con movimientos lentos, apretando un poquito. Yo gemía bajito, la verga me latía como loca en sus manos, pero ella terminó, me dio una palmada suave en el muslo y dijo: “Ya, vamos a dormir”.
Esa noche no dormí casi nada. Me pajeé tres veces pensando en clavarle la verga a mi tía Rosa, en abrirle ese culo carnudo, en mamarle esas tetitas paraditas, en llenarle el coño de leche… me corrí fuerte cada vez hasta que me quedé rendido.
fotos caseras

Al día siguiente mis abuelos salieron temprano y ella me despertó. Venía en bata corta, debajo una camisita liviana que dejaba ver clarito que no llevaba sostén: las tetitas pequeñas paraditas, los pezones oscuros marcaditos. Me dijo que me revisara y me pusiera crema otra vez. Me acosté desnudo, la verga ya dura solo de verla, y ella fue directo: se embarró crema, me agarró las bolas y las masajeó, después con las dos manos me cascó la verga lento pero fuerte, subiendo y bajando, apretando justo en la cabeza, masturbándome rico mientras yo gemía como loco. Justo cuando sentía que me iba a correr me soltó y dijo: “Ya está, vamos a desayunar”.
Bajamos a la mesa, yo con la verga todavía latiendo debajo del short. Me miró fijo y preguntó: “¿Alguna vez has visto a una mujer desnuda de verdad?”. Le dije que no (mentira, había visto porno), y ella sonrió pícara, sacó el celular, abrió una carpeta y me mostró varias fotos bien explícitas: una mujer canela, tetas pequeñas paraditas, culo carnudo, abierta de piernas, coño depilado chorreando, posando como una puta profesional. Me dijo: “Mira, así se ve una mujer desnuda de verdad… ¿te gusta?”. Yo me quedé mirando esas fotos, la verga se me puso más dura que nunca, y le dije que sí, que me encantaba, que era perfecta.
Después supe que esa mujer de las fotos era ella misma, que se las había tomado sola en su local o en el baño, y que me las pasó a propósito para calentarme. Y durante ese mes, yo también le tomé fotos: la hice posar desnuda en la sala cuando los abuelos dormían, abierta de piernas en el sofá, en cuatro con el culo carnudo en alto, chorreando jugos, metiéndose dedos… esas son las fotos que estoy mostrando aquí para que vean lo rica que estaba mi tía Rosa.
Ahí fue cuando me preguntó si todavía era virgen. Le dije que sí. Me agarró la mano, se la llevó por debajo de la camisita y me puso a tocarle una teta: “¿Quieres tocar de verdad?”. Sentí esa tetita pequeña pero firme, caliente, el pezón duro… la apreté, le pellizqué el pezón, después me puso las dos manos y me ordenó que le masajeara las dos tetas mientras ella cerraba los ojos y suspiraba caliente.
Sacó un pote de mermelada del desayuno, se levantó la camisita, se untó mermelada en los pezones oscuros y me empujó la cabeza contra su pecho: “Chúpamelas, muérdelas rico, lámelas todas”. Me volví loco mamando esas tetitas canela con mermelada dulce, mordiendo los pezones, oyendo cómo gemía y se le quebraba la voz.
Se dio vuelta, se bajó la tanguita hasta las rodillas, me puso la cara contra ese culo carnudo y me ordenó que le agarrara las nalgas. Las amasé fuerte, las abrí, vi su ano oscurito y el coño chorreando. Se untó mermelada en toda la raja y me dijo que le diera nalgadas fuertes, que le lamiera el culo y le hiciera chupones. Le di azotes que retumbaban en la sala, le abrí las nalgas, le lamí toda la raja de abajo hacia arriba, le metí la lengua en el ano, le chupé las nalgas y le dejé morados por todos lados mientras ella gemía “así… más fuerte…”.
Me llevó al sofá, se sentó, abrió las piernas bien ancho, se apoyó los tobillos en la mesa y me mostró el coño depiladito chorreando jugos. Me guió un dedo adentro: “Mételo, sácale… siente lo mojada que estoy”. Yo metía y sacaba mientras ella se retorcía. Se untó mermelada en toda la raja y me ordenó: “Ahora chúpamelo todo”. Abrí esos labios hinchados, le lamí el clítoris con mermelada, le metí la lengua hasta el fondo, ella gritaba, me agarraba la cabeza y me hundía contra su coño hasta que casi me ahogaba en sus jugos calientes.
Después dijo “ahora tú” y me quitó toda la ropa. Me untó mermelada por el pecho, el abdomen, me lamió todo como loca, bajó hasta la verga, la metió en el pote de mermelada y se la mamó entera hasta la garganta, garganta profunda, babeando, pajeándome al mismo tiempo.
Al final se paró, me apuntó la verga empapada y se la clavó de un solo golpe hasta los huevos. Gimió fuerte, “¡ayyy sí, qué rica verga tienes!”, y empezó a cabalgarme como animal: las tetitas paraditas rebotando, el culo carnudo golpeando mis muslos, el coño ardiendo tragándose mi verga virgen, moviendo las caderas en círculos mientras gritaba “¡más… más… métemela toda!”. No aguanté nada y me corrí adentro, chorro tras chorro llenándole el coño de leche caliente de sobrino. Ella me abrazó fuerte, siguió moviéndose suave hasta calmarse con mi verga todavía dentro.
Después de eso mi tía Rosa se convirtió en mi puta personal esos dos meses. Como dormíamos en colchones separados en la sala, cada noche se pasaba al mío desnuda o en tanga, se me montaba encima, me abría las piernas o se ponía en cuatro y nos cogíamos despacito para que los abuelos no escucharan. Me la follé en la sala, en la playa cuando estábamos solos, en el baño, en la cocina… donde fuera. Me enseñó a comerle el culo, a meterle dedos en los dos huecos, a correrme en su boca, en sus tetas, pero sobre todo adentro de su coño. Hasta hoy me pajeo mirando esas fotos que le tomé y las que ella me pasó de sí misma, recordando cómo mi tía Rosa me desvirgó y me convirtió en su amante secreto. 😈
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