Y LA TANGA MELOSA (RELATO REAL + FOTOS)
En ese tiempo Dani era mi novia (hoy la cosa cambió, pero ahí empezó mi locura). Para que se den una idea, imagínense a una morocha que te volaba la peluca. Tenía esa cara exótica, media aindiada tipo Pocahontas, pero con una mirada de puta bárbara. Boca chiquita, ojitos chinos y dientes perfectos... Y de cuerpo... uff. Lo más increíble es que ya tenía dos hijos (una nena y un varón), pero estaba igual de buena que una pendeja de veinte. Es más, los embarazos le habían dejado esas caderas anchas ideales para agarrarla y un culo parado y redondo que parecía de piedra. Una hembra que pedía a gritos un macho básico a lo Tarzán que la rompiera toda, no un tibio.
Ella había pegado laburo vendiendo planes de ahorro. Ya saben cómo es ese ambiente: lleno de pibes "cancheros" con camisa abierta, olor a perfume barato y esa mentalidad de cagar gente y ver quién se coje a la nueva. El supervisor era un tal "Gusti", el nombre me sonaba al típico langa que se las sabe todas. Dani estaba re copada con el laburo, demasiado para mi gusto. Mi sexto sentido ya me decía que una mina no se pone tan contenta por vender un plan de ahorro falso de Fiat Cronos si no hay una pija motivándola de fondo. Aunque quizá ella no sabía que era falso, ni yo en ese tiempo, y cuando vas te comés el chamuyo de que ahí se hace mucha plata y todos tienen mucha guita y poder.
La cosa explota una tarde. Me tira: "Amor, los chicos se quedan con el padre hoy. Tengo una capacitación urgente. Gusti se ofreció a enseñarnos los cierres de venta a mí y a una compañera, porque confía en que nos sacará buenas". Mientras me chamuyaba, se estaba produciendo como si fuera a un casamiento. Se clavó una tanga de encaje negra, de esas tipo triángulo que resaltaban ese orto y me daban ganas de chupárselo ahí mismo. Por arriba se puso un pantalón de vestir negro, de esa tela elastizada que se le metía en la raya del orto y le marcaba hasta el alma. Unos tacos aguja que la dejaban hecha una diosa inalcanzable y una camisita blanca de seda traslúcida.


Yo, de pollerudo y caliente, me acerqué a hacerle un mimo, a tocarle ese culazo. ¿Y ella? Me sacó la mano de una: —No, gordo, no me despeines ni me arruines el maquillaje que Gusti es re exigente con la presencia. Y ya dijo que confía en que voy a llegar lejos. No da llegar desprolija, vos sabés que laburo es laburo.
Se metió al baño y dejó el celular desbloqueado en la cama. Fue instinto puro. Lo agarré y leí el WhatsApp que me cambió la vida. Era con "La Colo", la compañera de laburo (otra que seguro estaba igual de buena y encima colorada, prototipo de puta argenta). El chat era cortito y al pie:
Dani: "Ya llego! están ahí?" La Colo: "Sisi, vení, no colgues" Dani: 👌👈 La Colo: 😊

(Asi me la imaginaba a la colo con gusti)
Me quedé helado. Ese emoji. 👌👈. No puso "voy a estudiar", puso el gesto universal de meterla, de coger, de verga en el culo. Y encima preguntaba si "están", y ella le decía "no colgué". Por eso estaba apurada y no aceptó mis mimos. La ficha me cayó de golpe: la "capacitación" era una festichola para el jefe. Gusti las iba a agarrar a las dos. No sé si ellas se les iban a entregar o él las convenció de cogérselas, no sé cómo se dan esas situaciones que solo los machos saben generar.
Se fue a las 5 de la tarde. A las 7, me dejó de contestar. El celular muerto.

De las 7 a las 11 de la noche, estuve maquinando como un enfermo. Fueron cuatro horas donde me imaginé de todo. Pensaba en Gusti en la oficina, o en algún telo barato de la zona, con mi novia y la otra mina. Me imaginaba cómo se turnaban para chupársela, y competían para ver quién la tragaba mejor. O una se prendía de los huevos mientras la otra se entretenía con el tronco... cómo él la ponía a Dani en cuatro con ese pantalón bajo, agarrándola de las caderas y dándole sin asco mientras la otra miraba. Me imaginaba los gemidos de ella, esos que yo conocía, pero provocados por otro tipo que la estaba usando de juguete.

Llegó a las 11 de la noche. Seis horas después. Entró con una energía rara, estaba eléctrica, "fogosa", con los ojos brillantes. Cuando le reclamé por qué había desaparecido, me tiró la excusa más vieja del manual de las putas: —¡Ay, no seas escandaloso! Me quedé sin batería y ni me di cuenta. Gusti nos enseñó muchísimas cosas y estuvimos a mil practicando y aprendí un montón. Sí, seguro aprendió un montón de posiciones nuevas.
Lo que me terminó de detonar fue que llegó y no se fue a bañar. Así como entró, y mientras conversábamos, fue a la cama y se tiró boca abajo, regalada, parando ese orto hermoso que sabe que es mi debilidad. Yo estaba entre la bronca y una calentura que me explotaba el pantalón. Fui y le bajé el pantalón y la tanga de un tirón. Y ahí estaba la verdad. Al tocarle la concha, la tela de la tanga no estaba mojada normal... estaba melosa. Tenía esa textura pegajosa, densa, media blanquecina. —¿Qué es esto, amor? —le pregunté, con el corazón a mil. Ella se rió, con esa caradurez total: —¡Es transpiración, tonto! Hizo un calor bárbaro en esa oficina y transpiré como loca.
"Transpiración"... ja. Yo sabía perfectamente que eso eran los restos de Gusti. O de la leche que se le había escurrido después de que le llenaran el tanque. Era la evidencia cremosa de que se la habían cogido por todos lados. ¿Y saben qué? Lejos de enojarme, eso me puso más violento y caliente. Saber que mi novia venía sucia, usada y con la leche de su jefe en la bombacha me pudo. Me la cogí ahí mismo, empujando con rabia, mezclando mis fluidos con las sobras que le habían dejado en la "capacitación". Fui el segundo plato y nunca la sentí tan rica como esa noche.

No pude foto de "Dani" aunque no es su nombre real para no quemarla y para que no me baneen. Pero paso info por privado
En ese tiempo Dani era mi novia (hoy la cosa cambió, pero ahí empezó mi locura). Para que se den una idea, imagínense a una morocha que te volaba la peluca. Tenía esa cara exótica, media aindiada tipo Pocahontas, pero con una mirada de puta bárbara. Boca chiquita, ojitos chinos y dientes perfectos... Y de cuerpo... uff. Lo más increíble es que ya tenía dos hijos (una nena y un varón), pero estaba igual de buena que una pendeja de veinte. Es más, los embarazos le habían dejado esas caderas anchas ideales para agarrarla y un culo parado y redondo que parecía de piedra. Una hembra que pedía a gritos un macho básico a lo Tarzán que la rompiera toda, no un tibio.
Ella había pegado laburo vendiendo planes de ahorro. Ya saben cómo es ese ambiente: lleno de pibes "cancheros" con camisa abierta, olor a perfume barato y esa mentalidad de cagar gente y ver quién se coje a la nueva. El supervisor era un tal "Gusti", el nombre me sonaba al típico langa que se las sabe todas. Dani estaba re copada con el laburo, demasiado para mi gusto. Mi sexto sentido ya me decía que una mina no se pone tan contenta por vender un plan de ahorro falso de Fiat Cronos si no hay una pija motivándola de fondo. Aunque quizá ella no sabía que era falso, ni yo en ese tiempo, y cuando vas te comés el chamuyo de que ahí se hace mucha plata y todos tienen mucha guita y poder.
La cosa explota una tarde. Me tira: "Amor, los chicos se quedan con el padre hoy. Tengo una capacitación urgente. Gusti se ofreció a enseñarnos los cierres de venta a mí y a una compañera, porque confía en que nos sacará buenas". Mientras me chamuyaba, se estaba produciendo como si fuera a un casamiento. Se clavó una tanga de encaje negra, de esas tipo triángulo que resaltaban ese orto y me daban ganas de chupárselo ahí mismo. Por arriba se puso un pantalón de vestir negro, de esa tela elastizada que se le metía en la raya del orto y le marcaba hasta el alma. Unos tacos aguja que la dejaban hecha una diosa inalcanzable y una camisita blanca de seda traslúcida.


Yo, de pollerudo y caliente, me acerqué a hacerle un mimo, a tocarle ese culazo. ¿Y ella? Me sacó la mano de una: —No, gordo, no me despeines ni me arruines el maquillaje que Gusti es re exigente con la presencia. Y ya dijo que confía en que voy a llegar lejos. No da llegar desprolija, vos sabés que laburo es laburo.
Se metió al baño y dejó el celular desbloqueado en la cama. Fue instinto puro. Lo agarré y leí el WhatsApp que me cambió la vida. Era con "La Colo", la compañera de laburo (otra que seguro estaba igual de buena y encima colorada, prototipo de puta argenta). El chat era cortito y al pie:
Dani: "Ya llego! están ahí?" La Colo: "Sisi, vení, no colgues" Dani: 👌👈 La Colo: 😊

(Asi me la imaginaba a la colo con gusti)
Me quedé helado. Ese emoji. 👌👈. No puso "voy a estudiar", puso el gesto universal de meterla, de coger, de verga en el culo. Y encima preguntaba si "están", y ella le decía "no colgué". Por eso estaba apurada y no aceptó mis mimos. La ficha me cayó de golpe: la "capacitación" era una festichola para el jefe. Gusti las iba a agarrar a las dos. No sé si ellas se les iban a entregar o él las convenció de cogérselas, no sé cómo se dan esas situaciones que solo los machos saben generar.
Se fue a las 5 de la tarde. A las 7, me dejó de contestar. El celular muerto.

De las 7 a las 11 de la noche, estuve maquinando como un enfermo. Fueron cuatro horas donde me imaginé de todo. Pensaba en Gusti en la oficina, o en algún telo barato de la zona, con mi novia y la otra mina. Me imaginaba cómo se turnaban para chupársela, y competían para ver quién la tragaba mejor. O una se prendía de los huevos mientras la otra se entretenía con el tronco... cómo él la ponía a Dani en cuatro con ese pantalón bajo, agarrándola de las caderas y dándole sin asco mientras la otra miraba. Me imaginaba los gemidos de ella, esos que yo conocía, pero provocados por otro tipo que la estaba usando de juguete.

Llegó a las 11 de la noche. Seis horas después. Entró con una energía rara, estaba eléctrica, "fogosa", con los ojos brillantes. Cuando le reclamé por qué había desaparecido, me tiró la excusa más vieja del manual de las putas: —¡Ay, no seas escandaloso! Me quedé sin batería y ni me di cuenta. Gusti nos enseñó muchísimas cosas y estuvimos a mil practicando y aprendí un montón. Sí, seguro aprendió un montón de posiciones nuevas.
Lo que me terminó de detonar fue que llegó y no se fue a bañar. Así como entró, y mientras conversábamos, fue a la cama y se tiró boca abajo, regalada, parando ese orto hermoso que sabe que es mi debilidad. Yo estaba entre la bronca y una calentura que me explotaba el pantalón. Fui y le bajé el pantalón y la tanga de un tirón. Y ahí estaba la verdad. Al tocarle la concha, la tela de la tanga no estaba mojada normal... estaba melosa. Tenía esa textura pegajosa, densa, media blanquecina. —¿Qué es esto, amor? —le pregunté, con el corazón a mil. Ella se rió, con esa caradurez total: —¡Es transpiración, tonto! Hizo un calor bárbaro en esa oficina y transpiré como loca.
"Transpiración"... ja. Yo sabía perfectamente que eso eran los restos de Gusti. O de la leche que se le había escurrido después de que le llenaran el tanque. Era la evidencia cremosa de que se la habían cogido por todos lados. ¿Y saben qué? Lejos de enojarme, eso me puso más violento y caliente. Saber que mi novia venía sucia, usada y con la leche de su jefe en la bombacha me pudo. Me la cogí ahí mismo, empujando con rabia, mezclando mis fluidos con las sobras que le habían dejado en la "capacitación". Fui el segundo plato y nunca la sentí tan rica como esa noche.

No pude foto de "Dani" aunque no es su nombre real para no quemarla y para que no me baneen. Pero paso info por privado
2 comentarios - El despertar del Cornudo: La 'capacitación' de mi novia