You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Si no se pudo con la madre.. (relato bastante gay)

Este relato saldrá en dos capítulos, primero la madre, luego el hijo. Todo, como siempre, 100% ficticio, pero verosímil.
1.- Alicia
Muchos comenzamos con esto en edades que no se pueden decir, nada nocivo, nada violento, nada de pedos, nada de filias, como un juego entre pibes, un juego sexual, un juego prohibido, a escondidas, oculto, nadie quiere que lo etiqueten de "puto", de "marica", de "gay". Son juegos, no hay libido, no hay morbo, no hay conciencia de la sexualidad. Entonces cuando llegando al último año de la primaria, ya se comienzan a despertar nuestras hormonas, miramos a nuestras compañeritas, antes unas bobas pesadas, como chicas lindas y deseables, no con gran furor sexual, pero con ese enamoramiento medio platónico y que casi no se permite pensar en el sexo con ellas pero que nos hace desear un beso, un tomarse de la mano, un abrazo, una mirada.
Lucas se babeaba por alguna compañerita, pero seguía a full con su primo, de la misma edad, que casi todas las semanas le comía el culito y Lucas se lo comía a él, en un justo balance del 50%. Había que justificarlo, por supuesto, ¡ellos no eran putos! Se decían uno al otro: "no, nosotros no somos putos, yo me  dejo coger para que vos te dejes, sinó no me dejaría, yo no soy puto", o sea entregar el culo no era ser gay, era una simple "transacción comercial" para poder conseguir el culito del primo, un "quid pro quo", un "yo te doy, vos me das". Pero bueno, a veces algunos otros amiguitos del barrio entraban, sin tantas consideraciones éticas en su culito, o se comían su aún no desarrollado pijín.
Lucas tenía esa loca dicotomía, diurnamente se moría de amor por una piba y nocturnamente le chupaba la pija a su primo con una desesperación tal que al rato le pedía, le rogaba casi, que le rompiera el culo, cosa que por supuesto su primo hacía con gusto. Luego el primo se daba vuelta, se abría las cachas y así, siempre de parado, contra la pared, Lucas se la clavaba en seco y lo bombeaba con todo su furor de púber hasta llenarle el culo de su leche joven.
Alicia lo fascinaba, bajita, blanquísima, cara pecosa, pelirroja, siempre sonriente, una mirada que lo hacía mear encima. Nunca se animó a más de una charla babosa en algún rincón del patio de la escuela, a una caricia de manos, pero se le quedó prendida en el alma.
La vida siguió, cada uno por su lado, Alicia y Lucas perdieron todo contacto. La adolescencia borró de Lucas todo deseo femenino si alguna vez hubo, y su culo siguió comiendo pija y su pija siguió comiendo culos de su mismo sexo. La juventud llegó, el mandato social llegó, se casó con una mujer y tuvo sus hijos. Pero no duró, no se puede engañar a la naturaleza, es como dice la icónica canción, "soy lo que soy, no tengo que dar excusas por eso". Se separó y se volvió a vivir a la casa de sus viejos, que ya no estaban, a su viejo barrio.
Pasaron un par de años. Con sus 40 llevaba una vida homosexual discreta, ya sólo como activo, sin siquiera amigos con derechos, entraba a alguna app, mostraba su más que apreciable poronga y nunca le faltaba un culito para llevar al telo, sacarse la leche y dejar a un putito dolorido pero feliz. A la casa?, ni en pedo. La letra de la canción le gustaba, pero no se animaba, prefería seguir tapado. 
Un viernes caminado por el barrio la encontró, bajita, cara pecosa, con alguna cana mezclada en el rojizo de su pelo. -Alicia!-,-Lucas!-. Se abrazaron como tal vez nunca se habían abrazado. Pero la calle no era un buen lugar para contarse la vida. Esa misma tarde se juntaron a tomar mate en la casa de Alicia, que vivía a pocas cuadras de su casa. Cuando iba rumbo a la panadería, Lucas pensaba "Mejor que Ali no espere fiesta después del mate porque ni creo que se me pare con una mina, pero ¿qué se yo?, me gustaba tanto!". A las 5 estaba en la puerta con el paquete de facturas. La charla fue enorme, tantos recuerdos!, tanta vida!. Alicia, asistente social, separada, un hijo. Lucas profesor de matemáticas, separado, una hija.
-Profe de matemáticas?, ahh, no sabés que bien que me viene, Mati está a punto de llevársela-
-Con gusto le doy una mano Ali, en qué año está?- 
-En quinto, tiene 17 porque, para qué te voy a contar, con mi ex pasaron cosas y Mati se atrasó un año. Ahora te lo presento, debe estar en el dormitorio con su play o su celu-
Apareció el pibe con cara de entre sueño y fastidio, delgado, colorado como la madre, algo de pecas también. Mirada profunda, labios grandes, cara de culo. Charlaron, acordaron y quedaron que el sábado a la mañana Mati vendría a la casa de Lucas a estudiar. Lo vio alejarse, sus ojos, por supuesto se clavaron en su culo, pero su amplio pantalón de futbol no dejaba adivinar gran cosa.
La charla siguió a temas más íntimos. Lucas mintió un poco. Alicia, discretamente, sugirió algo. Los 40 la habían engalanado con unas tremendas tetas y un culazo perfecto. Pero a Lucas los culos con tajito adelante no le llamaban la atención, y para hacer una francesa, prefería los pechos de un gordito con mini pitito. Por momentos hubo silencios, hubo miradas. Algún labio se movió para hablar pero se cerró sin decir nada. Llegaron las fotos de las últimas vacaciones en la playa, ¡Uy lo que era ese ojete en bikini! Alicia se acercaba, casi se pegaba a Lucas para mostrarle algo de las fotos en el celu, su perfume era hermoso, su voz era la misma de la escuela, las manos se rozaban. "Puta madre, por qué seré tan trolo!!" se gritaba Lucas a si mismo. Llegó el beso, apenas, rozado. Se moría de ganas de decirle "soy gay", pero no lo hizo. Se levantó de la silla y la abrazó como para partirla. Su miedo, o la conciencia de su sexualidad, buscaron un atajo.
-Ali, tu hijo...- 
-Si, perdón-, dijo Alicia, separándose de los brazos de Lucas. Sonrojados como adolescentes, se sentaron y volvieron al mate. Lucas en el acto cambió de tema, apuró un par de mates más y con cualquier excusa se volvió a su casa, no sin antes recordarle que al otro día, a las 10, esperaba a Matías para la ayuda en matemáticas.
Lucas llegó a la casa, se lavó la cara con agua fría, se fue al dormitorio, se desnudó completamente y empezó a masturbarse, cerraba los ojos y quería pensar en Alicia. No, no podía, corrían las imágenes por su mente pero su cabeza de abajo seguía mustia. Pensaba en ese orto, en esa foto en bikini. No. Una y otra vez, como en flashes, aparecía su primo, su culito con ese lunarcito en la nalga derecha, su poronga cabezona. 
-Dale boludo, ¿qué esperabas nabo?, ¿que una mina te la pare? - fue a ese caja escondida en el fondo del placard, sacó el consolador que hacía tanto no usaba, lo lubricó y se lo metió casi de una en el culo, a pesar del dolor su pija se puso dura como piedra, su mano subió y bajó, su boca gimió, su culo gozó de ese remedo de plástico como si de verdad fuera la pija cabezona de su primo, su leche saltó por el aire como nunca. El relax fue tan grande que se quedó dormido. A las 9 de la noche despertó, el consolador no se había escurrido del todo y aún lo tenía en el culo. "Cosa de putos", se dijo con una sonrisa.
Se preparó la cena, miró un poco de porno gay en la cama, otra paja, ya sin consolador, lo preparó para el sueño. Cosa de putos.
Esa noche Alicia no podía dormir, mil cosas le pasaban por la mente, lo que pudo ser, lo que fue. Ese beso apenas rozado, ese bulto que sintió en el abrazo. Se desnudó completa. Se paró frente al espejo, se acarició las nalgas, su concha se comenzó a mojar. Volvió a la cama, se acostó contra el respaldo, abrió las gambas, sus dedos buscaron el tajo húmedo, pensó en Lucas, lo imaginó bufando entre sus piernas, chupándole las tetas, imaginó su poronga dura partiéndole la concha, gimió, acarició, metió, estalló. Se durmió con una sonrisa de paz. 
(continuará)

0 comentarios - Si no se pudo con la madre.. (relato bastante gay)