You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

115📑El Suertudo y la Gordibuena

115📑El Suertudo y la Gordibuena

La música explotaba en el salón de eventos de la universidad. Luces de colores, tragos, risas y piel sudada. Era la típica fiesta de cierre de semestre: todos querían brillar, bailar, emborracharse y, con suerte, terminar cogiendo con alguien.

Todos, menos él.

Tomás estaba en una esquina, apoyado contra la pared, con su vaso de cerveza casi caliente, los hombros tensos y los ojos clavados en el suelo. Nadie lo elegía para bailar. Ni una sola chica lo había mirado esa noche. Algunas lo esquivaban abiertamente. Otras, directamente se reían bajito.

No era lindo. No tenía carisma. Usaba lentes gruesos por su miopía, el pelo algo grasoso, ropa demasiado grande. Un nerd más en una fiesta que no estaba hecha para él.

—Este lugar no es para vos, boludo —se murmuró a sí mismo.

Pensó en irse.

Hasta que la vio.

Ella.

Una mujer entró tarde al evento, caminando entre la gente como si no le importara nada. Alta, de curvas grandes, peligrosas. Muslos anchos, caderas de escándalo, tetas redondas que se movían con cada paso. Tenía el rostro hermoso, labios llenos, ojos vivos y una seguridad que lo dejó helado.

Era una gordibuena de esas que no piden permiso para entrar, que te dominan con solo una sonrisa.

Se acercó a un grupo de chicas, saludó a algunas conocidas y miró a su alrededor... hasta que sus ojos se clavaron en Tomás.

Y no lo soltó.

—Ey, vos —dijo ella, caminando hacia él con una copa en la mano—. ¿Te pasa algo o estás cargando la pared?

Tomás levantó la vista, sorprendido. Trató de sonreír.

—No… nada. Estoy bien.

—Mentira —dijo ella, directa—. Te vi. Nadie te quiere sacar a bailar, ¿no?

Él bajó la mirada, incómodo.

—No soy muy… bueno para esto.

Ella rió con dulzura. Luego le extendió la mano.

—¿Querés bailar conmigo? A menos que no te gusten las gorditas…

Tomás parpadeó. La miró de arriba abajo sin poder disimular el deseo. Esa mujer era una diosa de carne, con curvas tan provocativas que daban ganas de pecar mil veces. Pero no podía creer que le estuviera hablando… y menos aún ofreciéndose.

—Claro que sí —respondió él, tartamudeando—. Me encantaría.

—Entonces vení —dijo ella, guiándolo a la pista.

Los primeros pasos fueron tímidos, pero ella sabía cómo romper el hielo. Bailaba con soltura, pegada, moviendo el culo con ritmo, haciendo que el cuerpo de Tomás reaccionara solo. Y cuando lo sintió duro a través del pantalón, le sonrió al oído:

—Ah, mirá vos… el nerd tiene con qué.

Él se puso rojo.

—Perdón…

—¿Perdón? —rió—. Me encanta.

Cuando el DJ puso un reguetón lento, ella lo abrazó por el cuello, pegó su culo grande contra su entrepierna y empezó a frotarse con ganas. Tomás sentía que se le iba a salir el corazón. No solo por el roce. Por el hecho de que una mujer así —una bomba sexual— lo estuviera deseando como si fuera el tipo más caliente del lugar.

—Me llamo Paula —le dijo al oído, frotándose aún más fuerte—. Y vos te vas a venir conmigo esta noche. ¿Te queda claro?

Él solo asintió, ya sin aliento.

Su pieza era un caos, pero ella no se quejó. Lo empujó sobre la cama, se quitó el vestido con una naturalidad brutal y quedó completamente desnuda frente a él. Piel morena, estrías hermosas en las caderas, tetas grandes con pezones oscuros, un culo redondo y una vagina húmeda y rasurada.

hermosa



—Mirá bien, nerdito —le dijo—. Esto no lo vas a olvidar nunca.

Se arrodilló frente a él, le bajó el pantalón y soltó un silbido.

—¡Apa! Te la venías guardando, ¿eh?

Tomás ya estaba duro, temblando de nervios.

—¿Puedo…?

Ella lo calló llevándose su pija a la boca.

Y empezó a mamársela como si fuera una profesional.

Lenta, profunda, mojada. Se lo tragaba casi completo, con la saliva chorreando por sus labios carnosos. Jugaba con la lengua, con los huevos, con las manos, gimiendo suave, provocándolo más y más.

putita



—¡Paula…! —jadeó él, sin poder más.

Ella se subió encima suyo, le restregó las tetas en la cara.

—Chupame, comeme, hacé lo que quieras. Hoy sos el suertudo.

Él se perdió entre esas tetas gigantes, besándolas, succionando los pezones, perdiendo la cabeza mientras ella lo montaba con fuerza. La sintió caliente, húmeda, apretada. Paula se movía con ganas, sin vergüenza, gimiendo como si nadie los pudiera escuchar.

—¡Dale, metémela más! ¡Me encanta tu pija!

El ritmo subió. Tomás se sentía en trance. Ella lo cabalgaba como una loca, hasta que él le pidió más.

—Paula… quiero darte por atrás.

Ella lo miró con una sonrisa sucia.

—¿Mi Culo? ¿Ya querés todo?

—Por favor…

Paula se bajó, se puso en cuatro, levantó ese culo enorme y perfecto, y se lo abrió con las manos.

—Poneme un poco de saliva… y rompeme.

Y Tomás se lo metió por atrás, con cuidado, hasta el fondo. Ella jadeó fuerte, pero no se detuvo.

Relatos eroticos


—¡Sí! ¡Más! ¡Rompeme el culo, suertudo!

El polvo fue brutal. Él la cogía con fuerza, mientras las nalgas grandes temblaban con cada embestida. Hasta que no aguantó más.

—¡Me vengo…!

Salió justo a tiempo y acabó sobre sus tetas, que quedaron cubiertas de semen espeso y caliente.

Paula se acostó sobre él, jadeando.

—¿Viste? A veces, los que parecen perdedores… son los más ricos de todos.

Tomás la abrazó, aún sin poder creerlo.

Esa noche fue el suertudo.
Y ella… su premio más sucio.

gordibuena



Habían pasado tres días desde la noche en que Tomás vivió su primera verdadera cogida. Desde entonces, no podía sacarse a Paula de la cabeza. La forma en que lo mamaba, cómo se lo montaba, cómo le pedía por atrás con esa voz ronca que lo volvía loco.

Lo que él no sabía… es que ella tampoco podía dejar de pensar en él.

No era solo por su pija grande y gruesa. Ni por su forma torpe de gemir, que la calentaba como una colegiala. Era algo más: Paula sentía que lo había descubierto primero, y no pensaba dejar que ninguna otra se le acercara.

Y tenía un plan para dejar eso bien claro.


Esa tarde, Tomás salía de clases. Llevaba la mochila al hombro, los lentes algo torcidos y el mismo paso tímido de siempre. Pero algunas chicas empezaban a mirarlo diferente. Se corrían rumores.

—Dicen que se cogió a la Paula la gordibuena —susurraban—. Que la dejó temblando…

Tomás no sabía si sentirse avergonzado o orgulloso. Pero antes de poder pensar más, un claxon fuerte lo sobresaltó.

—¡Tomás! —gritó una voz desde un auto negro, estacionado frente a la universidad.

Él se dio vuelta y la vio: Paula, con gafas oscuras, escote profundo, labios pintados y un vestido corto que apenas le cubría las piernas gruesas.

Las chicas en la entrada se quedaron mudas.

—¿Quién es esa bomba?

—¿Está llamando al nerd?

—No puede ser…

Paula bajó la ventanilla y le sonrió con picardía.

—Subite, amor. Vamos a dar una vueltita…

Tomás, colorado como tomate, obedeció. Se metió en el auto, y antes de que pudiera cerrar la puerta, Paula le dio un beso profundo, lengua incluida, mientras las otras lo miraban con la mandíbula floja.

—Te extrañé, nerdito —le susurró—. Estoy caliente desde anoche. ¿Sabés lo que me hiciste? Me dejaste adicta a esa pija tuya…

Tomás tragó saliva.

—¿A dónde vamos?

Ella aceleró, riendo.

—A marcarte como mío.

Estacionaron a los quince minutos en un descampado al borde del río. No había nadie. Paula apagó el motor, se subió sobre él, y sin perder tiempo le bajó el pantalón y se lo sacó con los dientes.

—No puedo más. Quiero esto en mi boca ya.

Y se lo tragó.

Lo mamaba con desesperación, como si fuera droga, como si necesitara su sabor para vivir. La saliva chorreaba por su mentón, lo miraba desde abajo con esos ojos llenos de lujuria.

—Tu pija es perfecta, Tomás. Gorda, caliente… mía.

Cuando lo dejó bien duro, se subió encima, sin quitarse las bragas. Solo las corrió a un lado.

relatos porno



—¿Ves esto? —le dijo, refregando su concha húmeda contra la punta—. Esta concha te pertenece… y vos sos mío. Nadie te va a quitar de mis manos.

Y se lo metió entero, de una.

Tomás gemía, embobado por el calor, el peso, el ritmo. Paula lo cabalgaba con fuerza, haciendo que el auto se moviera. Lo besaba, lo arañaba, le mordía el cuello.

—¡Dale, nerd! ¡Rompeme toda! ¡Cagáme a pija!

Él la agarró de las nalgas enormes y le devolvió el polvo con la misma intensidad. Ella se giró, se puso en cuatro en el asiento del conductor y le ofreció el culo, jadeando:

—¡Dame por atrás! ¡Marcame, haceme tuya, suertudo de mierda!


culona hermosa



Tomás se lo metió por el culo, lento al principio, hasta que ella lo gritó:

—¡Sí! ¡Dámelo así! ¡Tu pija es mía, toda mía!

Cuando él estaba por acabar, la sacó y eyaculó sobre su espalda, respirando agitado.

Ella se echó hacia atrás, con el cuerpo cubierto de semen, y le dijo, jadeando:

—Ahora sí… ya todas saben quién te tiene.

Y vos, nerdito… sos solo mío.


Tomás no entendía cómo había llegado hasta ahí. En solo una semana, había pasado de ser el chico invisible de la universidad al novio informal de la mujer más ardiente que jamás había conocido. Paula no era como las demás. No se avergonzaba de su cuerpo, lo usaba como un arma. Pero con él, era diferente.

Esa tarde estaban en su casa, en la cama. Él con la remera vieja y los lentes empañados. Ella desnuda, con la cabeza sobre su pecho, acariciándole la barriga.

—¿Sabés qué me gusta de vos? —dijo ella, con voz ronca— Que nunca tuviste que demostrarme nada. No actuaste como un macho. Solo… fuiste vos. Y eso me encantó.

Tomás tragó saliva, emocionado.

—Y vos sos… la única que vio más allá de esto —dijo señalando sus lentes—. Yo creía que nadie jamás me iba a mirar así.

Paula levantó la cabeza, lo miró fijo y sonrió.

—Pues te equivocaste, tontito. Y voy a ayudarte con eso. No para que gustes a las demás. Para que te veas como yo te veo. Como un papacito que no se da cuenta lo que vale.


Al día siguiente, Paula lo llevó al oculista.

—Quiero que vea bien, doctor… y que se vea bien también —dijo con picardía, sentada al lado de él mientras Tomás se probaba armazones más modernos, con monturas livianas, rectas, que le hacían ver los ojos más grandes.

—Wow —murmuró Paula, cuando lo vio con los nuevos puestos—. Te quiero coger ahora mismo.

Él se puso rojo.

Después lo llevó a una barbería de moda.

—Un corte desordenado, casual, que le saque la cara de nerd y le deje la de semental escondido —pidió ella, cruzando las piernas mientras lo atendían.

Tomás, tímido al principio, empezaba a mirarse al espejo diferente. Ya no veía al rechazado. Veía a alguien nuevo. Y ese cambio no era solo estético… venía de adentro.

Esa noche, fueron a comprar ropa. Paula eligió camisas ajustadas, jeans que resaltaban su trasero, zapatillas limpias, perfumes discretos. Él se dejó guiar, fascinado por la forma en que ella lo mimaba, lo tocaba, lo halagaba.

—Sos mi proyecto sexy —le susurró ella mientras le abrochaba una camisa—. Y cuando termine contigo, no vas a poder salir sin que te quieran violar por la calle.

Cuando salieron del shopping, con bolsas en las manos, Tomás frenó. La miró, con los nuevos lentes, el pelo recién cortado, y le tomó la mano.

—Paula…

—¿Sí?

—¿Querés ser mi novia? Oficial. De verdad. No solo la que me coge y me viste…

Ella se detuvo. Lo miró con los ojos grandes, brillosos. Y sonrió con esa mezcla de ternura y lujuria que lo volvía loco.

—Pensé que nunca me lo ibas a pedir. Claro que quiero. Pero eso sí… ahora que soy tu novia oficial, esta noche te voy a destruir como nunca.

Él sonrió, nervioso.

—¿Otra vez?

—No. Todas las veces. Hasta que no puedas ni caminar, mi amor.

Lo besó profundo, y en su lengua venía cargada una promesa: la obsesión recién empezaba.

El espejo del ascensor lo decía todo. Tomás ya no era el mismo. Lentes nuevos, camisa entallada, corte moderno. Se miraba con una mezcla de nervios y deseo. A su lado, Paula, con un vestido negro ajustado, sin sostén, sin ropa interior… su sonrisa era una amenaza sexual.

—¿Listo para tu noche de estreno, bombón? —le susurró al oído, mordiéndole el lóbulo.

Tomás solo pudo asentir.

La cena fue rápida. Apenas probó bocado. Paula lo miraba desde el otro lado de la mesa como si se lo fuera a devorar.

En cuanto llegaron a su departamento, ella lo empujó contra la puerta, lo besó con hambre, y sus manos ya estaban bajándole el pantalón.

—Tenés cara nueva… pero esta parte —dijo agarrándole el pene endurecido bajo el bóxer— sigue siendo mi favorita.

Se arrodilló frente a él sin quitarle los ojos de encima. liberó su pija con cuidado, lo acarició con ambas manos, y lo empezó a mamar con una dedicación enfermiza. Lo lamía, lo tragaba, lo gemía. Como si estuviera poseída. Como si lo hubiera esperado toda la semana.

—Dios, Paula… —jadeó él, con la cabeza hacia atrás— Vas a hacer que…

Ella se detuvo, lo miró con los labios húmedos.

—Todavía no, nene. Esto recién empieza.

Lo llevó al cuarto, lo empujó sobre la cama y se subió sobre él, aún con tacones. Se acomodó su pija en la concha y lo montó con un gemido profundo, con la desesperación de quien lleva días mojada por dentro.

—Me encanta verte así —le susurró al oído mientras subía y bajaba—. Modernito por fuera… pero igual de bestia por dentro.

puta culona



Tomás le apretaba y besaba las tetas, la sujetó de la cintura, se la clavaba desde abajo, ella temblaba sobre él, mojada, sucia, hermosa. Pero necesitaba más.

—Date la vuelta —le dijo él, con voz ronca.

Paula obedeció, y se puso en cuatro sobre la cama, levantando el culo redondo, perfecto.

—¿Así? ¿Te gusta así, mi amor?

Gordibuena tetona


Él se lametió de una, en la concha, haciéndola gritar.

—¡Sí! ¡Así! ¡Entrame, todo!

La embestía con fuerza, con ritmo. Los cuerpos chocaban con violencia húmeda. Ella gemía como si se le fuera el alma.

Y entonces, él le abrió las nalgas con las manos y le susurró:

—Dame tu culo.

Paula jadeó, sin dudar.

—Es todo tuyo, bebé.
115📑El Suertudo y la Gordibuena



Él la metía lento, con firmeza. Ella mordió la almohada mientras sentía su pija entrar, centímetro a centímetro, hasta quedar enterrado en ella. Y comenzó a bombearla.

—Sos mi vicio… —susurró él—. Mi puta hermosa.

Ella gimió como respuesta, temblando, dominada.

No duró mucho más. Él se salió, la dio vuelta, la tomó de las tetas mientras se masturbaba sobre ella, y terminó chorreándole todo en el pecho y la boca. Paula lo atrapó con la lengua, lo lamió con una sonrisa obscena.

—Quiero que te acostumbres a esto. A mí. A mi locura por vos.

Tomás, con el corazón latiendo como un tambor, la besó sin decir palabra.

Ella se acurrucó sobre su pecho.

—Y mañana… seguimos entrenando.

hermosa


putita

2 comentarios - 115📑El Suertudo y la Gordibuena

Komi_718
Suban otra parte, me atrapó la historia xd, quiero saber cómo lo ven en el colegio ahora que tiene otra imagen