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27/1📑La Chica de la Limpieza-Parte 1

Camila empujó el carrito de limpieza por el pasillo alfombrado del quinto piso. Su uniforme ajustado, aunque modesto, no podía ocultar sus curvas latinas, ese culazo que parecía desafiar las leyes de la física a cada paso. El cabello recogido en un moño apurado dejaba escapar mechones rebeldes que enmarcaban su rostro lleno de vida.

Ese día tocaba el departamento 504. Sabía que el nuevo inquilino había llegado esa semana: un ingeniero que vino a hacer su postgrado en ingeniería estructural. Se llamaba Martín. Alto, delgado pero firme, siempre con una mirada seria y un acento que a Camila le hervía la sangre.

Tocó la puerta.
—Servicio de limpieza...
Martín abrió. Camiseta blanca pegada al pecho, un pantalón de pijama flojo y el cabello todavía húmedo.
—Ah... sí, pasa. —dijo él, apenas sorprendido.

Camila entró con su carrito, pero su mirada se deslizó sin pudor por el pecho marcado del ingeniero. A él no le pasó desapercibido.

Mientras pasaba el trapo, se agachó frente al sofá, asegurándose de darle la espalda. Sabía lo que mostraba, su falda levantada, dejando ver sus cachetes y su tanga. Ese movimiento lento de caderas, el contoneo natural de quien sabe que está siendo observado. Martín dejó de mirar el portátil.
—¿Siempre limpias tan... a fondo? —preguntó con una sonrisa.
Camila se giró despacio, mordiéndose el labio.
—Solo cuando hay algo que vale la pena.

Él se levantó. Se acercó sin decir palabra, deteniéndose a centímetros de ella.
—¿Y yo valgo la pena? —susurró.
Camila alzó la mirada, desafiante.
—¿Querés comprobarlo?

Entonces Martín la tomó de la cintura y la empujó con firmeza contra la pared. Camila soltó un jadeo, entre excitada y sorprendida, mientras él hundía los labios en su cuello. Ella arqueó el cuerpo, su trasero apretándose contra su pantalón.

Las manos de él le abrieron la camisa del uniforme. No llevaba sostén. Las tetas, pezones duros se ofrecieron como una provocación descarada. Martín se los chupó con hambre mientras ella le metía la mano bajo el pantalón, sintiendo la dureza creciente de su pija.
—Mmm... estás más que listo, ingeniero. —le susurró al oído, encendida.

Camila se arrodilló en la alfombra. Bajó el pantalón y liberó su pene. Lo rodeó con su boca caliente, profunda, húmeda. Martín apoyó la mano en su cabeza, guiándola, viéndola mirarlo desde abajo con esos ojos traviesos.

Cuando ya no pudo más, la levantó y la apoyó sobre la mesa del comedor. Le alzó la falda, bajó la tanga y le acarició el culo con las dos manos.
—Tenés el mejor trasero que he visto en mi vida... —dijo él, y sin más, agarró el pene y se lo metió de un empujón brutal en su concha que la hizo gemir de placer.

27/1📑La Chica de la Limpieza-Parte 1



—¡Sí, papi así, no pares! —gritó Camila mientras se agarraba al borde de la mesa.

La embestía con fuerza, con ritmo, mientras el eco de los gemidos y los golpes llenaban el departamento. La agarraba del pelo, la nalgueaba, le decía cosas sucias en voz baja, y Camila lo disfrutaba todo. Lo provocaba, lo montó después sobre el sofá, con su vagina saltando sobre su pene, lo ordeñaba con su cuerpo caliente. Él acabó dentro de ella..

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Acabaron sudados, desnudos, abrazados en el suelo. Camila le acariciaba el pecho con una sonrisa pícara.
—¿Querés que venga a limpiar todos los días? —bromeó.
Martín rió, besándole el hombro.
—Te doy las llaves.

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Pasaron tres días desde aquella cogida salvaje en el departamento 504. Camila no volvió a limpiar otros pisos. Desde ese día, solo limpiaba a Martín… y lo dejaba bien brillante.

Aquella tarde, entró sin tocar. Martín ya le había dado las llaves. Llevaba un vestido ceñido, corto, sin ropa interior. El tipo de vestimenta que habla por sí sola.
—¿Viniste a limpiar o a ensuciar la cama? —dijo Martín desde el sofá, sin quitarle los ojos de encima.
—Hoy solo vengo a sacarte el estrés —respondió Camila, dejándose caer sobre él.

Le besó en la boca, el cuello, bajó por su pecho, y con manos expertas le desabrochó el pantalón. Su pene ya estaba duro, como si su cuerpo recordara el sabor de ella. Camila lo tomó en sus manos con una sonrisa voraz.
—No sé qué me gusta más... si sentirlo en mi boca o en mi conchita —dijo con voz traviesa, antes de devorarlo lentamente, jugando con la lengua, con los labios, mamandolo,mirándolo fijo.

Martín gimió, le enredó los dedos en el cabello.
—Sos una puta perfecta... —le susurró.
—Y soy tuya... ¿Qué vas a hacerme hoy, ingeniero?

La alzó en brazos como si no pesara nada y la llevó contra la ventana. Camila se agarró del marco mientras él le subia el vestido y la abría con sus dedos húmedos, sintiéndola empapada.
—¿Así de mojada por mí? —
—Por vos... y por lo que quiero que me hagas —jadeó ella.

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La penetró de pie, pija dura en su concha, fuerte, sin avisar. Camila ahogó un grito, el placer la sacudió entera. Cada embestida retumbaba en el cristal. Estaban en el quinto piso, frente a otros edificios. Camila gemía alto, sin pudor.
—Que me vean... que vean cómo me cogés, Martín...!!

Cambió la posición. La puso de rodillas sobre la alfombra, le metió la pija en el culo, ese culo glorioso que ahora era suyo, y lo castigó con cada estocada mientras la acariciaba las tetas, la besaba, la llenaba.
—Vas a hacer que me enamore de tu cuerpo —dijo él, perdido en ella.
—Ya estás atrapado, ingeniero... y lo sabés. Le dijo mientras él bombeaba su concha.

Ella terminó primero, con espasmos dulces,. Él acabó segundos después, adentro, sin protegerse, sin miedo. Camila se dejó caer sobre él, sudada, jadeante, satisfecha.

—Creo que este departamento necesita mantenimiento diario —bromeó Martín, abrazándola.
—Y yo tengo toda la semana libre —dijo Camila, lamiéndole el cuello—. ¿Querés que venga con un uniforme... o sin él?

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Martín no podía concentrarse. El plano estructural que debía entregar estaba abierto en la pantalla, pero su cabeza solo pensaba en ese culo redondo rebotando contra su pene. Camila se había vuelto una necesidad, una adicción. Y lo peor era que ella lo sabía.

A las 11:27 AM, su celular vibró. Un mensaje.

> “Estoy en el cuarto de mantenimiento del piso 3. Traé tu herramienta.”

Martín no lo pensó. Salió del departamento sin camisa y con el corazón latiendo en la pija. Nadie lo vio en el pasillo. El ascensor se le hizo eterno.

Cuando entró al cuarto, la vio. Camila estaba agachada, con las rodillas abiertas, en cuatro sobre una manta vieja. El vestido rosa subido hasta la cintura, el culo expuesto, brillante, abierto para él.
—Mirá lo que tenés para vos, ingeniero... ¿vas a dejarlo esperando?

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Martín se arrodilló detrás y le metió dos dedos de una. Camila gimió fuerte, la boca contra la tela.
—Estás tan mojada, puta hermosa...
—Soy tuya. Usame, rompeme, haceme tuya acá mismo..

La penetró su concha con furia, sin palabras, con el deseo contenido de los últimos días. El cuarto olía a humedad, a sexo, a pecado. Las embestidas eran salvajes, sucias, como dos animales en celo. Él le agarraba el culo, lo abría, lo nalgueaba con fuerza hasta dejarlo rojo.
—Quiero llenarte todo —jadeó—. Que no te puedas sentar después de esto.
—¡Sí, sí! Reventame esa conchita, papi...

Camila se arqueó y se metió dos dedos en la boca, caliente por el morbo, gimiendo como una actriz porno pero con el cuerpo real de una diosa latina.
—Dame por el culo... —susurró de pronto—. Quiero que me lo rompas.

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Martín la escupió, la lubricó con sus dedos y fue entrando lento pero firme. Ella se tensó, luego se relajó, y comenzó a moverse contra él.

—Estás loca —jadeó—. Me vas a matar de placer.
—Y vos me vas a hacer acabar gritando...

La cogió duro por el culo, agarrándola de la cintura, sintiendo cómo lo apretaba. Ella se tocaba la concha, gemía sin control, mientras él la llenaba hasta el fondo. Cuando sintió que venía, la sacó y le acabó en las tetas, caliente, espeso, marcándola como suya.

Camila, jadeante, se lo metió en la boca, limpiándolo toda como una perra obediente.
—Esto es adicción, Martín —susurró—. No me vas a poder dejar.

Él la besó con rabia.
—Ni quiero hacerlo.


Eran las 2:14 de la madrugada cuando Martín recibió otro mensaje de Camila:

> “Estoy en la azotea. Subí si te animás.”

El corazón le bombeó como si estuviera por robar un banco. Subió por la escalera de emergencia, descalzo, la pija ya dura por anticipación. Cuando abrió la puerta metálica que daba al techo del edificio, la vio.

Camila estaba sentada sobre la baranda, las piernas abiertas, el vestido negro pegado a la piel, sin ropa interior, el viento nocturno acariciándole la piel. La ciudad entera se extendía a su alrededor: miles de ventanas, luces, ojos potenciales.
—¿Estás loca? —susurró él, con una mezcla de miedo y deseo.
—Quiero que me cojas donde cualquiera pueda vernos —dijo ella, deslizando los dedos entre los labios de su concha —. Quiero que me tomes como tuya frente al mundo.

27/1📑La Chica de la Limpieza-Parte 1



Martín la besó con furia, con hambre. Camila respondió montándolo de inmediato, frotando su vagina empapada sobre su bulto. Él la empujó contra una pared tibia del motor del ascensor, levantándole la pierna.
—Hoy te rompo toda, Camila. No hay vuelta atrás.

Le subió el vestido hasta la cintura y la devoró. Le chupó las tetas y mordisqueo sus pezones.Se arrodilló y le lamió la concha con lujuria, sintiéndola temblar contra el concreto. Ella se agarraba del borde, gemía al cielo abierto, sus tetas firmes saltando con cada movimiento de lengua.

Luego se la dio de espaldas, con la cara de ella pegada a la pared, el culo alzado al viento, mientras él la cogía con fuerza desde atrás.
—Dale, nene... metémela toda... más fuerte, que se escuche... —gimió ella.

El sonido de la piel chocando contra la piel llenaba el aire junto a los jadeos. El viento era fresco pero el cuerpo ardía. Camila lo apretaba como si nunca quisiera soltarlo, como si el riesgo la hiciera venirse más fuerte.

Martín la bajó al suelo caliente y la tomó de frente, mirándola fijo, embistiéndola mientras ella le clavaba las uñas en la espalda.
—Dios... sos mía —jadeó él.
—Tu puta... tu perra... tu todo —gritó Camila—. ¡Acabame adentro!

Y así lo hizo. La llenó la concha mientras ella temblaba y se corría a la vez, un orgasmo compartido que los dejó rotos, tirados, abrazados en la azotea como si el mundo no existiera.

Después del silencio, Camila susurró con una sonrisa:
—Mirá si mañana alguien revisa las cámaras de seguridad...
Martín rió, besándola.
—Que miren. Que se pajeen. Esto es nuestro.

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2 comentarios - 27/1📑La Chica de la Limpieza-Parte 1

Aceby2
Buenísimo! Van 10
luisferloco
muy bueno, de lo poco bueno que se publica