Me llamo Anne Hunter. Tengo 32 años. Vivo con mi esposo, con quien llevo 14 años casada, y mi hijo Jack, también de 14 años. Hace poco tuvimos un perro, pero falleció, así que aún conservamos todas sus pertenencias.
No es por presumir, pero la mayoría diría que tengo una vida perfecta. Tengo un esposo amable que tiene un buen trabajo y un buen sueldo que le permite mantener a su familia y una casa grande.
También tengo un cuerpo de MILF perfecto. Tengo el pelo largo y rubio, normalmente recogido en una coleta, una figura curvilínea de reloj de arena con grandes pechos naturales que aún no se han desprendido, un trasero firme y respingón, y muslos musculosos que la mayoría de las chicas de hoy en día llamarían "gruesos". Y por si fuera poco, tenía una piel bronceada perfecta, sin un ápice de grasa sobrante.
Sin embargo, a pesar de mi riqueza, familia y belleza, sigo teniendo dos problemas. El primero es que me siento sexualmente frustrada. Admito que una de las principales razones por las que estoy casada con mi esposo es porque me dejó embarazada a los 18. Pero como estoy totalmente en contra del aborto y mis padres me matarían si tuviera un hijo bastardo, me casé con el idiota de mi esposo. Aun así, aprendí a amarlo aunque rara vez tengamos sexo; y cuando lo hacemos, no es precisamente satisfactorio.
El segundo problema es mi hijo. Es un niño dulce, pero un poco blando como su papá. Y por eso ha estado sufriendo acoso. Se llama Jason y tiene la misma edad que mi hijo, y hoy he decidido hacer algo al respecto.
Me puse mi camiseta blanca lisa, ropa interior negra de encaje a juego, unos vaqueros ajustados y tacones de 10 cm. Una vez que mi hijo y mi marido salieron de casa después de pedirles que hicieran la compra, fui a buscar al acosador. Espero poder solucionar esto para cuando regresen.
Después de caminar cinco minutos por la calle, vi al matón del barrio, Jason. Vestía un chaleco negro, vaqueros y botas. Tenía el pelo rapado. Era bastante alto para su edad y tenía un físico musculoso, rematado con un rostro robusto y atractivo.
Me acerqué a él, con las tetas balanceándose ligeramente al caminar, y lo detuve. "¿Eres Jason Smith?", pregunté con las manos en las caderas. "Sí. ¿Y qué?"
Me enteré de que estabas acosando a mi hijo Jack. ¿Es cierto?
¿Esa zorra? Sí, la verdad es que ayer le di una paliza. Su tono era despectivo.
"Oye, no me gusta cómo tratas a mi hijo, así que vienes conmigo a charlar un rato". Lo agarré de la mano y lo llevé a casa. Noté que estaba mirando mi trasero gordo balanceándose mientras me pavoneaba. Tenía que admitir que me sentía un poco excitada por su deseo. Supongo que hacía mucho que nadie me miraba así.
Entramos en nuestra casa grande y bien amueblada. Entramos a la cocina y lo senté frente a mí.
“Así que me gustaría empezar preguntándole por qué siente la necesidad de golpear a mi hijo”.
¿No es obvio? Me cabreó. Es un cobarde y llora por todo. Para mí, darles una paliza a esos tipos es un servicio público.
Escucha, Jason, sé que es un poco blando, pero no quiero que te metas con mi hijo.
"¿A quién le importa?", se levantó, me agarró del cuello y me miró a los ojos azules. "Ese chico es mi zorra y voy a hacer lo que quiera con él. Y, como tu hijo, vas a hacer todo lo que yo diga".
Antes de que pudiera responder, me besó. Violando mi boca con su lengua. Intenté apartarlo, pero cuanto más insistía, menos quería resistirme.
Una vez que finalmente me soltó, sacó una navaja pequeña de su bolsillo trasero y me arrancó la camiseta, dejando al descubierto mis pechos cubiertos por el sostén. Empezó a intentar agarrarme el sostén, pero lo detuve agarrándolo de la muñeca. «Para, por favor», supliqué.
Pero a Jason no le importó. Simplemente me dio un revés y me arrancó el sostén. No podía creer que una niña me estuviera dominando. Y lo peor era que cada vez me excitaba más el abusador de mi hijo.
Sin previo aviso, empezó a pellizcarme los pezones y a darme besos franceses de nuevo. Sentí que me volvía sumisa y le obedecía mientras jugaba hábilmente con mis pezones. Mi punto de quiebre llegó cuando deslizó la mano por mi vientre y me pellizcó el clítoris, llevándome al orgasmo.
Me soltó y retrocedió un paso para admirar su obra. Mi blusa y mi sostén estaban rasgados por la mitad, mostrando mis grandes pechos bronceados y mis pezones rosados. Tenía la cara roja mientras jadeaba y gemía. ¿Era culpa de mi inútil marido, de que rara vez me hacía llegar al orgasmo, o de su habilidad tan poco natural para un chico de su edad? Supongo que era un poco de ambas cosas.
Antes de que pudiera recuperar el aliento por completo, Jason comenzó a hacer exigencias. "Ponte de rodillas y cógemela, perra". Al principio intenté resistirme, pero luego me dio unas palmadas en los pechos unas cuantas veces y volví a ser su juguete.
Me arrastré hacia él, empecé a bajarle la cremallera de los pantalones y le saqué la polla. Solté un grito ahogado al verla boquiabierta. Mi marido no era precisamente el más grande, pues medía poco menos de 13 centímetros.
Sin embargo, su polla es como un palillo comparada con la gorda y vanidosa polla de Jason. Parecía tener unos 23 centímetros de largo y era lo suficientemente gruesa como para que mis delicados dedos no pudieran rodearla. No solo eso, sino que sus testículos eran enormes depósitos de leche. Mientras que mi marido solo podía conseguir unos patéticos chorros de semen acuoso una vez al mes.
Me fascinaba su pene, así que empecé a lamerlo de arriba abajo y a acariciar sus enormes testículos. Después de un rato, y sin poder esperar más, empecé a rodear con mi boca la cabeza de su enorme pene, llevándolo poco a poco por mi garganta hasta que finalmente llegué a su estómago. Me retiré y comencé a menear la cabeza de arriba abajo.
Después de un rato chupándole la polla a mano, saboreando su presemen, se aburrió de mi ritmo y me agarró de la coleta. Me la metió hasta la garganta, casi sin aliento. Mis manos se aferraron a su culo musculoso para sujetarme. Me trataba fatal, como si no fuera más que un juguete, y eso me ponía muy cachondo.
No sé qué me pasa. Aquí estoy, siendo usada como una lámpara de carne por el abusador de mi hijo, y eso me excitaba. Mi cuerpo solo quiere someterse a él, ser su juguete hasta que se deshaga de mí.
Finalmente me agarró la nuca y me metió toda su verga en la garganta. Chorros de semen espeso y cremoso me llenaron el vientre. Después de tragarme lo que me pareció un litro de semen, sacó su polla de mi boca, dejando al descubierto su pene aún erecto. Me dio varias bofetadas para limpiarme el semen restante y volvió a darme órdenes.
—Eso estuvo bastante bien, zorra. No fue el mejor golpe que he recibido, pero ya aprenderás —dijo con una sonrisa arrogante—. Ahora, si quiere que siga, tienes que desnudarte para mí.
Hasta ahora siempre me resistía, intentando complacerme para creer que seguía siendo una buena madre y esposa. Pero lo deseaba con todas mis fuerzas. Me di la vuelta, me quité los vaqueros y las bragas. Lo encaré y le mostré mi cuerpo de adulta madura. Tenía la vagina mojada y los pezones duros como piedras.
Me alegra ver que empiezas a obedecerme por completo, como una zorra, como deberías. Ahora desnúdame.
Hice lo que me pidió y le quité toda la ropa para revelar su cuerpo atlético. Después de quitarle toda la ropa, esperé pacientemente su siguiente pedido.
Bien. Bueno, ya que hueles a semen, vamos a ducharnos. Como esa era su orden, obedecí. Me levanté y empecé a caminar hacia el baño de arriba. Fue entonces cuando oí un fuerte golpe y sentí un dolor punzante en la mejilla derecha.
A pesar de que acababa de azotarme, sus únicas palabras hacia mí fueron: "Muévete, zorra" y otra fuerte palmada en mi trasero, lo que provocó incluso más excitación que antes.
Subiendo las escaleras, entramos al baño y entramos en mi ducha. Abrimos el grifo y volvimos a besarnos. Sentí sus manos juguetear con mi trasero gordo y risueño. Metió los dedos en él y me azotó el trasero a bofetadas.
Satisfecho, me dio la vuelta y presionó mis pechos gordos contra las paredes de cristal de la ducha. Empezó a deslizar su polla contra mis pliegues, haciéndome retorcerme y menear el culo para seducirlo.
Pero antes de que pudiera hundir mi coño en su polla, él se apartó, haciéndome gemir de frustración.
Si quieres mi polla, tendrás que ganártela. Ahora, pídemelo, zorra.
Sin dudarlo un segundo, supliqué: "Por favor, Jason, dame tu polla".
Esperaba que eso lo satisficiera, pero lo único que hizo fue empezar a masajearme el coño.
"Si quieres mi polla tendrás que hacerlo mejor que eso", bromeó.
En ese momento ya no pude más, necesitaba su polla con desesperación. "Por favor, señor, por favor, métala en mi coño de MILF sin valor".
Por suerte, eso pareció satisfacerlo, pues metió su enorme miembro en lo más profundo de mi coño. Con las primeras embestidas ya me había llevado al orgasmo, pero eso no lo detuvo, embistiendo sin parar.
Me jaló del pelo y empezó a azotarme, dejándome caer como una cerda debajo de él. Mi marido jamás podría follarme así; estaba tan débil y se corrió enseguida. Pero Jason, el abusón de mi hijo, superó fácilmente su inútil polla. Me dio lo que de verdad quería: que me trataran como una perra en mi propia casa.
Ya habían pasado 10 minutos y seguía abusando de mi coño. Estaba en mi tercer orgasmo mientras me decía lo puta que era y cómo iba a seguir dándole una paliza al debilucho de mi hijo y follándome todos los días a pesar de lo que opinara mi marido. ¡Dios mío, qué cabrón es! Ya me había convertido en su perra y solo hacía media hora que nos conocíamos.
Con las últimas embestidas bestiales, me derramó toda su carga en el coño, haciéndome enroscar en éxtasis. Normalmente le habría dicho que se corriera en otro sitio, pero él estaba por encima de mí; puede hacer lo que quiera con mi cuerpo.
Después de llenarme el coño de semen, salió de la ducha, dejándome recuperarme del polvo más intenso de mi vida.
Lo miré para ver qué hacía. Estaba orinando en mi inodoro. Después de terminar, me miró con una sonrisa y me agarró del brazo.
¡Bébete mi orina del inodoro, zorra! Mete tu inútil cabeza en el inodoro como yo le hago a tu inútil hijo en el colegio.
Rápidamente empecé a lamerle la orina. Estaba disfrutando de este tratamiento. Después de unos minutos bebiendo del inodoro como un perro, Jason me sacó la cabeza de un tirón. Señaló el lavabo y me preguntó qué cepillo de dientes era de Jack. Señalé el azul y me lo dio.
“Usa esto para limpiarte el coño y no se te ocurra pensar en lavarlo después”, dijo con maldad.
Hice lo que me dijo y metí el cepillo en la vagina. Me froté el interior, encontrando las cerdas agradables en mi vagina. Empecé a dejarme llevar y llegué a su cepillo de dientes y lo devolví. Al dejarlo junto al lavabo, me di cuenta de algo en mi reflejo. Estaba sonriendo, pero no solo sonriendo, me veía más feliz que nunca.
Jason me miró y me preguntó: «Ahora que te he jodido con cada centímetro de tu vida, te he humillado y te he tratado fatal, quiero hacerte una pregunta. Tienes dos opciones: me voy de esta casa, no vuelvo a hablar contigo ni con tu familia, dejo de acosar a tu hijo y no volvemos a hablar de esto. O la segunda opción: te conviertes en mi mascota, sigo acosando a tu hijo y hago lo que me da la gana. ¿Qué eliges?».
Era la primera vez que me hablaba como a un ser humano. No sabía qué decir; como madre y esposa, quería elegir la primera opción. Pero este había sido el mejor día desde mi matrimonio. Decidí elegir la opción que me parecía más sensata.
Mi esposo y mi hijo llegaron a casa con las manos llenas de bolsas de compras. "Cariño, ya llegué", gritó mi esposo. Pero entonces los dos se quedaron en silencio. Me miraron: estaba completamente desnuda, solo con un collar de perro alrededor del cuello y semen rebosando de mi coño.
Mientras me agachaba, miré hacia atrás y encontré a Jason, el chico que había estado acosando a nuestro hijo con su pene erecto colgando junto a mi cara.
"¿Qué demonios?", fueron las únicas palabras que mi marido pudo murmurar. Nuestro hijo empezaba a crecer ante sus ojos.
"Lo siento, Jack, intenté que dejara de molestarlos, pero su polla era demasiado impresionante. Ahora vive aquí y tenemos que hacer todo lo que él dice", dije antes de lamerle el miembro de arriba abajo como un buen idiota.
"¡Al diablo con eso!", gritó antes de lanzarse a golpear a Jason. Pero, obviamente, Jason era mucho más fuerte que él. Jason simplemente lo esquivó y le dio un puñetazo en la nariz, rompiéndosela.
Escuchen, maricones, ahora soy el hombre de la casa. Así que aquí les dejo unas reglas: hagan lo que yo diga, cuando lo diga. Cualquiera que me desobedezca saldrá lastimado. Duerman afuera, pero tranquilos, les daré almohadas y una manta. El jacuzzi y la piscina están prohibidos; solo la zorra y yo podemos usarlos. Y, por último, hagan todos los quehaceres y me den todos sus ingresos sobrantes. ¿Quedó claro?
Jack miró a su padre, que lloraba en el suelo tras perder una pelea con un chico de 14 años. Miró a su madre, que le chupaba la polla al chico que más odiaba. Lo único que podía hacer era someterse.
Él asiente en señal de acuerdo.
Bien, ahora puedes empezar comprándome una pizza. La zorra y yo vamos a la habitación principal a follar.
Jack vio a su madre gatear tras él. Ayudó a su padre a levantarse y notó una mancha húmeda en sus pantalones. Había venido de ver la pérdida de su esposa. Jack lo soltó y fue a pedir una pizza.
Arriba, Jason estaba tumbado boca arriba mirando a su nueva guarrilla. Me senté sobre su imponente polla, sonriendo con alegría. Empezó a follarme a lo vaquera. No puedo creer que fuera tan cabrón; golpeó a mi hijo y a mi marido y se convirtió en el hombre de la casa. Me alegro mucho de poder entregarle mi gordo culo de MILF.
Me agarró el culo, igualando las embestidas de cada uno. Me folló fuerte y rápido, llevándome al borde de otro orgasmo que mi patético marido jamás podría darme. En cuanto me corrí en su verga, se salió de mi coño con un sonoro pop.
Fue entonces cuando me dobló con el culo al aire, con la cara apuntando hacia la puerta. Fue entonces cuando llamó a mi marido y a mi hijo. Entraron patéticamente en la habitación. Mi marido acababa de limpiarse toda la sangre de la nariz.
“Ahora ustedes dos tienen teléfonos ¿cierto?”
Ambos asintieron en señal de acuerdo.
Bien. Ahora saca tus teléfonos y grábame quitándole la virginidad anal a esta zorra. Y siéntete libre de masturbarte con eso.
Ambos sacaron sus celulares y nos apuntaron. Luego sacaron sus penes, que ya estaban erectos. Los miré: Jack medía unos 6 centímetros y mi esposo 13 centímetros.
Tras reírse de sus patéticas pollas, empezó a embestirme el ano apretado y virgen. Me aferré a las sábanas; los jugos de mi vagina eran justo el lubricante necesario para su imponente verga.
Jack observaba con lágrimas en los ojos mientras oía las húmedas bofetadas de Jason abusando despiadadamente de mi trasero. Jack se corrió con varios chorros de semen líquido. Poco después, mi marido también se corrió. De tal palo, tal astilla, supongo.
Jason me levantó agarrando mis enormes tetas, ellos solo podían mirar mi cara borracha de semen mientras un tipo menor de la mitad de mi edad me follaba tontamente.
—Bueno, zorra, ¿dónde quieres que me corra? Y no olvides gritar para que esas dos zorras de ahí te oigan.
“Por favor... Córrete... dentro de mi gran culo de guarrilla delante de mi patética familia”. Chillé entre gemidos.
Entonces nos corrimos al mismo tiempo. Mi coño chorreó sobre las sábanas y él me llenó el culo de semen hasta el borde. Me desplomé en la cama, jadeando.
Jason se levantó y caminó hacia mi hijo y mi esposo; apenas podía mirarnos a los ojos. "¿Lo grabaron? Bien. De ahora en adelante solo pueden masturbarse viendo videos de nosotros follando. No se preocupen, les haremos más para que no se aburran. Eso si se portan bien".
En ese momento llamaron a la puerta. "Ah, debe ser la pizza. Jack, dale tu paga a la puta de tu madre para que la pague. Y ya que estamos, deberías ir a saludar al repartidor de pizza desnudo para agradecerle su servicio, mi cerdito de leche".
Siguiendo sus órdenes, me levanté y me sorprendió gratamente que Jason me diera una paliza al salir de la habitación. Esto marcó el comienzo de un nuevo capítulo para la familia Hunter. Un capítulo donde un chico de 14 años nos gobernaba.
No es por presumir, pero la mayoría diría que tengo una vida perfecta. Tengo un esposo amable que tiene un buen trabajo y un buen sueldo que le permite mantener a su familia y una casa grande.
También tengo un cuerpo de MILF perfecto. Tengo el pelo largo y rubio, normalmente recogido en una coleta, una figura curvilínea de reloj de arena con grandes pechos naturales que aún no se han desprendido, un trasero firme y respingón, y muslos musculosos que la mayoría de las chicas de hoy en día llamarían "gruesos". Y por si fuera poco, tenía una piel bronceada perfecta, sin un ápice de grasa sobrante.
Sin embargo, a pesar de mi riqueza, familia y belleza, sigo teniendo dos problemas. El primero es que me siento sexualmente frustrada. Admito que una de las principales razones por las que estoy casada con mi esposo es porque me dejó embarazada a los 18. Pero como estoy totalmente en contra del aborto y mis padres me matarían si tuviera un hijo bastardo, me casé con el idiota de mi esposo. Aun así, aprendí a amarlo aunque rara vez tengamos sexo; y cuando lo hacemos, no es precisamente satisfactorio.
El segundo problema es mi hijo. Es un niño dulce, pero un poco blando como su papá. Y por eso ha estado sufriendo acoso. Se llama Jason y tiene la misma edad que mi hijo, y hoy he decidido hacer algo al respecto.
Me puse mi camiseta blanca lisa, ropa interior negra de encaje a juego, unos vaqueros ajustados y tacones de 10 cm. Una vez que mi hijo y mi marido salieron de casa después de pedirles que hicieran la compra, fui a buscar al acosador. Espero poder solucionar esto para cuando regresen.
Después de caminar cinco minutos por la calle, vi al matón del barrio, Jason. Vestía un chaleco negro, vaqueros y botas. Tenía el pelo rapado. Era bastante alto para su edad y tenía un físico musculoso, rematado con un rostro robusto y atractivo.
Me acerqué a él, con las tetas balanceándose ligeramente al caminar, y lo detuve. "¿Eres Jason Smith?", pregunté con las manos en las caderas. "Sí. ¿Y qué?"
Me enteré de que estabas acosando a mi hijo Jack. ¿Es cierto?
¿Esa zorra? Sí, la verdad es que ayer le di una paliza. Su tono era despectivo.
"Oye, no me gusta cómo tratas a mi hijo, así que vienes conmigo a charlar un rato". Lo agarré de la mano y lo llevé a casa. Noté que estaba mirando mi trasero gordo balanceándose mientras me pavoneaba. Tenía que admitir que me sentía un poco excitada por su deseo. Supongo que hacía mucho que nadie me miraba así.
Entramos en nuestra casa grande y bien amueblada. Entramos a la cocina y lo senté frente a mí.
“Así que me gustaría empezar preguntándole por qué siente la necesidad de golpear a mi hijo”.
¿No es obvio? Me cabreó. Es un cobarde y llora por todo. Para mí, darles una paliza a esos tipos es un servicio público.
Escucha, Jason, sé que es un poco blando, pero no quiero que te metas con mi hijo.
"¿A quién le importa?", se levantó, me agarró del cuello y me miró a los ojos azules. "Ese chico es mi zorra y voy a hacer lo que quiera con él. Y, como tu hijo, vas a hacer todo lo que yo diga".
Antes de que pudiera responder, me besó. Violando mi boca con su lengua. Intenté apartarlo, pero cuanto más insistía, menos quería resistirme.
Una vez que finalmente me soltó, sacó una navaja pequeña de su bolsillo trasero y me arrancó la camiseta, dejando al descubierto mis pechos cubiertos por el sostén. Empezó a intentar agarrarme el sostén, pero lo detuve agarrándolo de la muñeca. «Para, por favor», supliqué.
Pero a Jason no le importó. Simplemente me dio un revés y me arrancó el sostén. No podía creer que una niña me estuviera dominando. Y lo peor era que cada vez me excitaba más el abusador de mi hijo.
Sin previo aviso, empezó a pellizcarme los pezones y a darme besos franceses de nuevo. Sentí que me volvía sumisa y le obedecía mientras jugaba hábilmente con mis pezones. Mi punto de quiebre llegó cuando deslizó la mano por mi vientre y me pellizcó el clítoris, llevándome al orgasmo.
Me soltó y retrocedió un paso para admirar su obra. Mi blusa y mi sostén estaban rasgados por la mitad, mostrando mis grandes pechos bronceados y mis pezones rosados. Tenía la cara roja mientras jadeaba y gemía. ¿Era culpa de mi inútil marido, de que rara vez me hacía llegar al orgasmo, o de su habilidad tan poco natural para un chico de su edad? Supongo que era un poco de ambas cosas.
Antes de que pudiera recuperar el aliento por completo, Jason comenzó a hacer exigencias. "Ponte de rodillas y cógemela, perra". Al principio intenté resistirme, pero luego me dio unas palmadas en los pechos unas cuantas veces y volví a ser su juguete.
Me arrastré hacia él, empecé a bajarle la cremallera de los pantalones y le saqué la polla. Solté un grito ahogado al verla boquiabierta. Mi marido no era precisamente el más grande, pues medía poco menos de 13 centímetros.
Sin embargo, su polla es como un palillo comparada con la gorda y vanidosa polla de Jason. Parecía tener unos 23 centímetros de largo y era lo suficientemente gruesa como para que mis delicados dedos no pudieran rodearla. No solo eso, sino que sus testículos eran enormes depósitos de leche. Mientras que mi marido solo podía conseguir unos patéticos chorros de semen acuoso una vez al mes.
Me fascinaba su pene, así que empecé a lamerlo de arriba abajo y a acariciar sus enormes testículos. Después de un rato, y sin poder esperar más, empecé a rodear con mi boca la cabeza de su enorme pene, llevándolo poco a poco por mi garganta hasta que finalmente llegué a su estómago. Me retiré y comencé a menear la cabeza de arriba abajo.
Después de un rato chupándole la polla a mano, saboreando su presemen, se aburrió de mi ritmo y me agarró de la coleta. Me la metió hasta la garganta, casi sin aliento. Mis manos se aferraron a su culo musculoso para sujetarme. Me trataba fatal, como si no fuera más que un juguete, y eso me ponía muy cachondo.
No sé qué me pasa. Aquí estoy, siendo usada como una lámpara de carne por el abusador de mi hijo, y eso me excitaba. Mi cuerpo solo quiere someterse a él, ser su juguete hasta que se deshaga de mí.
Finalmente me agarró la nuca y me metió toda su verga en la garganta. Chorros de semen espeso y cremoso me llenaron el vientre. Después de tragarme lo que me pareció un litro de semen, sacó su polla de mi boca, dejando al descubierto su pene aún erecto. Me dio varias bofetadas para limpiarme el semen restante y volvió a darme órdenes.
—Eso estuvo bastante bien, zorra. No fue el mejor golpe que he recibido, pero ya aprenderás —dijo con una sonrisa arrogante—. Ahora, si quiere que siga, tienes que desnudarte para mí.
Hasta ahora siempre me resistía, intentando complacerme para creer que seguía siendo una buena madre y esposa. Pero lo deseaba con todas mis fuerzas. Me di la vuelta, me quité los vaqueros y las bragas. Lo encaré y le mostré mi cuerpo de adulta madura. Tenía la vagina mojada y los pezones duros como piedras.
Me alegra ver que empiezas a obedecerme por completo, como una zorra, como deberías. Ahora desnúdame.
Hice lo que me pidió y le quité toda la ropa para revelar su cuerpo atlético. Después de quitarle toda la ropa, esperé pacientemente su siguiente pedido.
Bien. Bueno, ya que hueles a semen, vamos a ducharnos. Como esa era su orden, obedecí. Me levanté y empecé a caminar hacia el baño de arriba. Fue entonces cuando oí un fuerte golpe y sentí un dolor punzante en la mejilla derecha.
A pesar de que acababa de azotarme, sus únicas palabras hacia mí fueron: "Muévete, zorra" y otra fuerte palmada en mi trasero, lo que provocó incluso más excitación que antes.
Subiendo las escaleras, entramos al baño y entramos en mi ducha. Abrimos el grifo y volvimos a besarnos. Sentí sus manos juguetear con mi trasero gordo y risueño. Metió los dedos en él y me azotó el trasero a bofetadas.
Satisfecho, me dio la vuelta y presionó mis pechos gordos contra las paredes de cristal de la ducha. Empezó a deslizar su polla contra mis pliegues, haciéndome retorcerme y menear el culo para seducirlo.
Pero antes de que pudiera hundir mi coño en su polla, él se apartó, haciéndome gemir de frustración.
Si quieres mi polla, tendrás que ganártela. Ahora, pídemelo, zorra.
Sin dudarlo un segundo, supliqué: "Por favor, Jason, dame tu polla".
Esperaba que eso lo satisficiera, pero lo único que hizo fue empezar a masajearme el coño.
"Si quieres mi polla tendrás que hacerlo mejor que eso", bromeó.
En ese momento ya no pude más, necesitaba su polla con desesperación. "Por favor, señor, por favor, métala en mi coño de MILF sin valor".
Por suerte, eso pareció satisfacerlo, pues metió su enorme miembro en lo más profundo de mi coño. Con las primeras embestidas ya me había llevado al orgasmo, pero eso no lo detuvo, embistiendo sin parar.
Me jaló del pelo y empezó a azotarme, dejándome caer como una cerda debajo de él. Mi marido jamás podría follarme así; estaba tan débil y se corrió enseguida. Pero Jason, el abusón de mi hijo, superó fácilmente su inútil polla. Me dio lo que de verdad quería: que me trataran como una perra en mi propia casa.
Ya habían pasado 10 minutos y seguía abusando de mi coño. Estaba en mi tercer orgasmo mientras me decía lo puta que era y cómo iba a seguir dándole una paliza al debilucho de mi hijo y follándome todos los días a pesar de lo que opinara mi marido. ¡Dios mío, qué cabrón es! Ya me había convertido en su perra y solo hacía media hora que nos conocíamos.
Con las últimas embestidas bestiales, me derramó toda su carga en el coño, haciéndome enroscar en éxtasis. Normalmente le habría dicho que se corriera en otro sitio, pero él estaba por encima de mí; puede hacer lo que quiera con mi cuerpo.
Después de llenarme el coño de semen, salió de la ducha, dejándome recuperarme del polvo más intenso de mi vida.
Lo miré para ver qué hacía. Estaba orinando en mi inodoro. Después de terminar, me miró con una sonrisa y me agarró del brazo.
¡Bébete mi orina del inodoro, zorra! Mete tu inútil cabeza en el inodoro como yo le hago a tu inútil hijo en el colegio.
Rápidamente empecé a lamerle la orina. Estaba disfrutando de este tratamiento. Después de unos minutos bebiendo del inodoro como un perro, Jason me sacó la cabeza de un tirón. Señaló el lavabo y me preguntó qué cepillo de dientes era de Jack. Señalé el azul y me lo dio.
“Usa esto para limpiarte el coño y no se te ocurra pensar en lavarlo después”, dijo con maldad.
Hice lo que me dijo y metí el cepillo en la vagina. Me froté el interior, encontrando las cerdas agradables en mi vagina. Empecé a dejarme llevar y llegué a su cepillo de dientes y lo devolví. Al dejarlo junto al lavabo, me di cuenta de algo en mi reflejo. Estaba sonriendo, pero no solo sonriendo, me veía más feliz que nunca.
Jason me miró y me preguntó: «Ahora que te he jodido con cada centímetro de tu vida, te he humillado y te he tratado fatal, quiero hacerte una pregunta. Tienes dos opciones: me voy de esta casa, no vuelvo a hablar contigo ni con tu familia, dejo de acosar a tu hijo y no volvemos a hablar de esto. O la segunda opción: te conviertes en mi mascota, sigo acosando a tu hijo y hago lo que me da la gana. ¿Qué eliges?».
Era la primera vez que me hablaba como a un ser humano. No sabía qué decir; como madre y esposa, quería elegir la primera opción. Pero este había sido el mejor día desde mi matrimonio. Decidí elegir la opción que me parecía más sensata.
Mi esposo y mi hijo llegaron a casa con las manos llenas de bolsas de compras. "Cariño, ya llegué", gritó mi esposo. Pero entonces los dos se quedaron en silencio. Me miraron: estaba completamente desnuda, solo con un collar de perro alrededor del cuello y semen rebosando de mi coño.
Mientras me agachaba, miré hacia atrás y encontré a Jason, el chico que había estado acosando a nuestro hijo con su pene erecto colgando junto a mi cara.
"¿Qué demonios?", fueron las únicas palabras que mi marido pudo murmurar. Nuestro hijo empezaba a crecer ante sus ojos.
"Lo siento, Jack, intenté que dejara de molestarlos, pero su polla era demasiado impresionante. Ahora vive aquí y tenemos que hacer todo lo que él dice", dije antes de lamerle el miembro de arriba abajo como un buen idiota.
"¡Al diablo con eso!", gritó antes de lanzarse a golpear a Jason. Pero, obviamente, Jason era mucho más fuerte que él. Jason simplemente lo esquivó y le dio un puñetazo en la nariz, rompiéndosela.
Escuchen, maricones, ahora soy el hombre de la casa. Así que aquí les dejo unas reglas: hagan lo que yo diga, cuando lo diga. Cualquiera que me desobedezca saldrá lastimado. Duerman afuera, pero tranquilos, les daré almohadas y una manta. El jacuzzi y la piscina están prohibidos; solo la zorra y yo podemos usarlos. Y, por último, hagan todos los quehaceres y me den todos sus ingresos sobrantes. ¿Quedó claro?
Jack miró a su padre, que lloraba en el suelo tras perder una pelea con un chico de 14 años. Miró a su madre, que le chupaba la polla al chico que más odiaba. Lo único que podía hacer era someterse.
Él asiente en señal de acuerdo.
Bien, ahora puedes empezar comprándome una pizza. La zorra y yo vamos a la habitación principal a follar.
Jack vio a su madre gatear tras él. Ayudó a su padre a levantarse y notó una mancha húmeda en sus pantalones. Había venido de ver la pérdida de su esposa. Jack lo soltó y fue a pedir una pizza.
Arriba, Jason estaba tumbado boca arriba mirando a su nueva guarrilla. Me senté sobre su imponente polla, sonriendo con alegría. Empezó a follarme a lo vaquera. No puedo creer que fuera tan cabrón; golpeó a mi hijo y a mi marido y se convirtió en el hombre de la casa. Me alegro mucho de poder entregarle mi gordo culo de MILF.
Me agarró el culo, igualando las embestidas de cada uno. Me folló fuerte y rápido, llevándome al borde de otro orgasmo que mi patético marido jamás podría darme. En cuanto me corrí en su verga, se salió de mi coño con un sonoro pop.
Fue entonces cuando me dobló con el culo al aire, con la cara apuntando hacia la puerta. Fue entonces cuando llamó a mi marido y a mi hijo. Entraron patéticamente en la habitación. Mi marido acababa de limpiarse toda la sangre de la nariz.
“Ahora ustedes dos tienen teléfonos ¿cierto?”
Ambos asintieron en señal de acuerdo.
Bien. Ahora saca tus teléfonos y grábame quitándole la virginidad anal a esta zorra. Y siéntete libre de masturbarte con eso.
Ambos sacaron sus celulares y nos apuntaron. Luego sacaron sus penes, que ya estaban erectos. Los miré: Jack medía unos 6 centímetros y mi esposo 13 centímetros.
Tras reírse de sus patéticas pollas, empezó a embestirme el ano apretado y virgen. Me aferré a las sábanas; los jugos de mi vagina eran justo el lubricante necesario para su imponente verga.
Jack observaba con lágrimas en los ojos mientras oía las húmedas bofetadas de Jason abusando despiadadamente de mi trasero. Jack se corrió con varios chorros de semen líquido. Poco después, mi marido también se corrió. De tal palo, tal astilla, supongo.
Jason me levantó agarrando mis enormes tetas, ellos solo podían mirar mi cara borracha de semen mientras un tipo menor de la mitad de mi edad me follaba tontamente.
—Bueno, zorra, ¿dónde quieres que me corra? Y no olvides gritar para que esas dos zorras de ahí te oigan.
“Por favor... Córrete... dentro de mi gran culo de guarrilla delante de mi patética familia”. Chillé entre gemidos.
Entonces nos corrimos al mismo tiempo. Mi coño chorreó sobre las sábanas y él me llenó el culo de semen hasta el borde. Me desplomé en la cama, jadeando.
Jason se levantó y caminó hacia mi hijo y mi esposo; apenas podía mirarnos a los ojos. "¿Lo grabaron? Bien. De ahora en adelante solo pueden masturbarse viendo videos de nosotros follando. No se preocupen, les haremos más para que no se aburran. Eso si se portan bien".
En ese momento llamaron a la puerta. "Ah, debe ser la pizza. Jack, dale tu paga a la puta de tu madre para que la pague. Y ya que estamos, deberías ir a saludar al repartidor de pizza desnudo para agradecerle su servicio, mi cerdito de leche".
Siguiendo sus órdenes, me levanté y me sorprendió gratamente que Jason me diera una paliza al salir de la habitación. Esto marcó el comienzo de un nuevo capítulo para la familia Hunter. Un capítulo donde un chico de 14 años nos gobernaba.
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