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Sergio y la hija de su amigo (+18)

Sergio, un tipo de 45 años, ancho de espalda y con esa actitud de hombre experimentado, estaba en el cumpleaños de su amigo Carlos. La fiesta transcurría tranquila, con amigos de toda la vida, birra y algo de morfi. Pero algo cambió cuando vio a Lucía, la hija de Carlos. La piba tenía 24 años y, la puta madre, cómo había crecido. No era la nena que recordaba. Ahora era una mina con curvas que no pasaban desapercibidas.
Sergio no podía evitar mirarla. La mina se movía con una seguridad que lo volvía loco. Lucía, por su parte, parecía disfrutar de las miradas que recibía, incluida la de Sergio. No se hacía la distraída, pero tampoco le daba mucha bola. Hasta que, cerca de las 12 de la noche, soltó: "Me voy a cambiar, que salgo con las chicas".
Cuarenta minutos después, apareció hecha una diosa. Si antes estaba buena, ahora partía la tierra. Una pollerita negra, cortita, que apenas le tapaba el orto, y un top blanco que dejaba ver todo su abdomen. Sergio se quedó mirándola como un boludo, sin disimular. Lucía lo notó, pero no dijo nada. Solo sonrió y siguió con lo suyo.
Cuando dijo que iba a pedir un Uber, Sergio no lo pensó dos veces. "Yo te llevo, Lucía. Total, mañana me levanto temprano", le dijo, tratando de sonar casual. Ella lo miró, le sonrió y aceptó. "Dale, no hay drama". Antes de irse, Carlos le tiró a Sergio: "Cuidame a la nena, eh. Fijate que baje en la casa de la amiga". Sergio le respondió con una sonrisa: "Tranqui, Carlos. Está en buenas manos".
En el auto, la cosa se puso picante. Lucía se sentó y, con esa pollerita, no había forma de no verle la tanguita blanca. Sergio manejaba, pero no podía concentrarse. La mina estaba ahí, a medio metro, y él sentía que se le iba la cabeza. Después de unas cuadras, Lucía rompió el silencio: "Te noté toda la noche, Sergio. Me comiste con la mirada. Sos un pajero, ¿eh?".
Sergio se quedó helado por un segundo, pero no se achicó. "Y vos, pendeja, te pensás que no le saco la ficha a las minitas como vos? Mirá cómo te vestiste. Parecés una trolita de revista. ¿Qué querés? ¿Que te diga que sos irresistible? Bueno, ahí lo tenés".
Lucía se rió, pero no era una risa de burla. Era más bien de complicidad. "Sos un hdp, Sergio. Pero admito que me gusta que me mires así. Me calienta". Sergio no lo podía creer. La mina lo estaba provocando, y él no iba a quedarse atrás. "¿Y qué pensás hacer con eso, eh? ¿Vas a andar calentando pibes y después te vas a hacer la boluda?".
Ella lo miró fijo. "No, Sergio. No pienso hacerme la boluda". Y ahí fue cuando todo estalló. Sergio frenó el auto en una esquina oscura y se reclinó en el asiento. "Si tanto te gusta calentar, mostrame que sabés jugar", le dijo, mientras se bajaba el joggin y le mostraba la pija, dura y gruesa.
Lucía no lo pensó dos veces. Se arrodilló en el asiento y se la agarró con las manos. "La puta madre, Sergio, qué pija tenés", dijo, antes de metérsela en la boca. La chupaba como si fuera lo único que importaba en el mundo, con esa mezcla de desesperación y placer que a Sergio lo volvía loco.
Después de un rato, Lucía se detuvo y lo miró. "Menos mal que mi viejo te dijo que me cuidaras, ¿no? Mirá cómo me tenés". Sergio no pudo evitar reírse. "Y vos, pendeja, te pensás que con un pete arreglás todo? No, hoy no te vas a ninguna parte. Vos venís conmigo y te voy a hacer morder la almohada".
Lucía lo miró con esos ojos que parecían decir "sos un hdp, pero me encanta". "Dale, Sergio. Llevame a tu casa. Estoy re caliente". Y así fue. Sergio arrancó el auto, mientras Lucía seguía chupándosela como si no hubiera un mañana.

CONTINUARA..................????

2 comentarios - Sergio y la hija de su amigo (+18)

5asd1a51das56fa +1
Me gusta, van 10. Me gustaría que siga la historia anterior también