Esa misma noche, de pura perseguida, me empecé a hacer yo misma la cabeza con miedo de que si Ariel iba a notar algo cuando volviera a la noche. Algo en mí, algo en la casa, no sabía. Luego de hablar con Roxy y contarle todo limpié un poco, pero realmente no había mucho para limpiar. No habíamos hecho ningún desastre en el living con el técnico. Y en mi… bueno, nada que una buena ducha no me pudiera sacar.
Pero dentro mío era otra historia… y no, no estoy hablando de lo que me pudo haber dejado el técnico físicamente.
Toda la tarde lo pensé, mientras hacía mis cosas. Debería sentirme mal? Por haber corneado a Ariel, de esa manera? Si debería, realmente no lo sentía. Por primera vez en mucho, pero mucho tiempo, me sentía bien. Plena, realizada. Me había sentido deseada y complacida. Era una sensación hermosa. Cuando me venían a la cabeza imágenes de Ariel, sin que yo las llamara, me sentía chata. Mi vida en blanco y negro. Así se sentía. Pero cuando pensaba en el técnico (en realidad más en lo que hicimos que en él), me sonreía sola al acordarme todo lo que nos habíamos dicho, todo lo excitada y nerviosa que me hizo sentir. La situación, las sensaciones, todo. Me hacía sentir bien.
Cuando Ariel llegó como siempre, naturalmente pese a mis miedos de perseguida, fue sencillamente como cualquier otra noche. Me saludó, charlamos un par de cosas, se fue a duchar. Después cenamos algo, miramos un poco de tele y nos fuimos a dormir. Sexo aparentemente ni quiso. Yo no le ofrecí, ni él lo buscó. Nada más se durmió al lado mío, como todas las noches. Mientras yo pensaba en la oscuridad en el técnico. Qué estaría haciendo… si cuando volvió a su casa él también se sentiría feliz por lo que hizo, o si le habría dicho a la novia, o si se la estaría cogiendo pero pensando en mí….cosas que me venían a la cabeza.
Lo cierto es que Ariel, y lo que pudiera pensar o hacer si descubría lo que yo había hecho, o si saltaba a la luz lo que podría hacer en el futuro gracias al juego, me tenía cada vez más sin cuidado.
No ocurrió nada más hasta la otra semana, la siguiente. Durante el fin de semana Ariel estaba en casa, no salíamos, así que no podía hacer nada. Pero lamentablemente la guacha de Roxy no tenía ese problema y me mensajeó con otro gol de ella. Dijo que había sido el pibe que llevaba los diarios al edificio. 3 a 1. La felicité diplomáticamente, pero me enojó por dentro. Todo lo que yo había sufrido internamente con la anticipación y los nervios del día que había ido el técnico… y ésta guacha que aparentemente hacía esos goles como quería, y le salían aparentemente tan fácil. Nada más le dije que la felicitaba, “que bueno” le puse, y me fuí a la pieza mascando un poco de bronca. Sola, ahí en mi cuarto mientras Ariel seguía mirando tele, me puse a pensar que podía hacer para mejorar.
La respuesta fue, básicamente, nada. Roxy corría con la ventaja de vivir donde vivía, en un edificio con gente, en una zona más concurrida y céntrica. Todo eso. Yo tenía que jugar con lo que tenía, no había otra. Ella podía darse el lujo de…
Ah… ahí estaba el quid de la cuestión, pensé. Claro. Ella si quería podía darse el lujo de pasar. De decir que no. De echarse atrás con alguien que le tocara el timbre, si quería. Yo no. Yo no tenía ni ese lujo ni esa ventaja. Yo tenía que meter los goles si o si, porque mis chances eran recontra escasas. No podía darme el lujo de errar goles o de no perseguir cualquier oportunidad que se presentara. Ella generaba más chances, yo tenía que meter todas las que me quedaban. No iba a tener otra forma de ganarle salvo, me imaginé, pararme medio en bolas todo el día en la puerta de calle como una madama en un burdel o algo así. Lo que por supuesto no iba a hacer.
Era hora de dejar atrás los nervios y los miedos, pensé. Ya estaba. Ya lo había hecho. Había debutado, por decirlo así, jugado y marcado. Era hora de salir a jugar más en serio. Pensando en todo ésto me dormí.
Por suerte a los tres días de eso, tuve la oportunidad de probar la nueva actitud que me había propuesto tener.
Había sido una mañana y una tarde como cualquier otra. Y yo estaba lista y arreglada sexy, por las dudas, como cualquier otro día. Estaba a la espera, pero como siempre no había pasado nada. Había un sol afuera que rajaba la tierra, no iba a haber mucha gente dando vueltas, me imaginé, por lo menos hasta más tarde. Eran cerca de las tres de la tarde, ya hacía rato que había almorzado, lavado los platos y estaba sentada en la compu, mirando algunos videos en Youtube con los auriculares puestos.
De pronto me sobresaltó un ruido raro en el patiecito que tenemos. Como algo que caía, un peso o algo así, no se describirlo, y otras cosas que se caían al piso. Lo primero que pensé fue que se había metido alguien, pero me pareció raro porque nuestras paredes del patio eran bastante altas y nunca había sucedido. Un poco temerosa espié por las ventanas pero no vi a nadie, ni tampoco vi nada fuera de lo normal. Habría sido un ruido extraño de esos que a veces una escucha y vaya una a saber que era. Así que volví a lo mío.
Pero a los pocos minutos empecé a escuchar los sonidos de los timbres de los otros PH. Alguien estaba tocándolos todos desde la calle, y en la quietud de las tardes o las mañanas, era normal escuchar bajito desde casa cuando tocaban los timbres en otras unidades. Hasta que finalmente me sobresalté de nuevo cuando inevitablemente sonó el mío.
Pensé que estaba lista, pero no. De nuevo me saltaron los mismos nervios y los mismos miedos que había tenido cuando había sido lo del técnico. Claro, ahora menores, no tan intensos, pero los sentía igual. Tomando coraje atendí el portero eléctrico y pregunté quién era. Me salió la voz de un pibe, me pareció, una voz medio afinada. Nada más dijo “Señora… se nos cayó la pelota ahí… se fija?”
Ahí me cayó la ficha y me sentí por un lado aliviada, que era un nene con el que no iba a hacer nada y no le iba a permitir a Roxy que me lo contabilizara. Pero por el otro, mosqueada porque era alguien con quien no podía hacer nada. Otra oportunidad perdida. Nuestro PH era el del fondo y si bien no lindaba, estaba bastante cerca de una placita de nuestra cuadra y muy de vez en cuando algún zarpado que estaba jugando al fútbol se confundía, hacía una de rugby y nos colgaba la pelota a nosotros. Ya había pasado un par de veces.
Le dije por el portero que ya le abría y, para no hacer cagadas, manoteé una remera que tenía ahí cerca y me la puse. Me quedaba bien larga y me tapaba todo, porque estaba nada más con mi ropa interior roja bien sexy. No iba a salir y aparecerle así a un nene.
Cuando salí a abrir la puerta de la calle… vi que eran dos. Uno era un pibito que no parecía tener más de once o doce años, cuando me dijo “Hola” era la voz del que me había hablado por el portero. El otro era más alto y más grande, debía tener diecisiete o hasta dieciocho. Pero yo nunca me daba cuenta bien con los pibes de esa edad, porque ya a veces se tatuaban, o andaban todos con el cortecito ese de pelo y gorrita que los hacía ver a todos iguales y ni podía distinguir si tenían quince o veinticinco. Cuando el más grande me dijo “Hola” también, noté que me fichó un poco, pese a que tenía la remera que me cubría todo. El más grande me explicó lo que pasó, que estaban jugando en la placita y colgaron la pelota, que lo disculpe pero si por favor me podía fijar si estaba y devolvérsela.
Yo les sonreí y les dije que si, con gusto, que pasaran. No era la situación ideal, para nada, y tenía que ser muy hábil. Con el nene obvio que no iba a hacer nada, pero con el más grande… ya vi que me había fichado. Es más, no me sacaba los ojos de encima. Los hice pasar a casa y abrí la puerta que daba al jardín, diciéndole al chiquito que fuera a buscar la pelota mientras me quedaba con el otro. Era cuestión de segundos, el chico no iba a tardar nada, pero así charlando un par de tonterías me le colgué mirando al más grande y él hizo lo mismo conmigo. Le iba a decir algo pero no tuve tiempo, enseguida el nene volvió al living con su pelota y me agradecieron.
Tenía que hacer algo y no tenía mucho tiempo. Tan solo el tiempo que tardaba en acompañarlos por el pasillo largo hasta la calle y despedirlos. Para cerciorarme que no estaba errando, mientras yo los guiaba y caminaba giré la cabeza por encima del hombro para mirar al más grande que venía atrás mío y, si, era muy evidente como me estaba fichando. Le dejé una sonrisita pícara que por suerte vió y me sonrió él también.
Cuando les abrí la puerta salieron a la calle pero me quedé ahí en el umbral, tratando de darles charla con lo primero que se me pudo venir a la cabeza.
“Tengan cuidado, chicos, no pateen tan fuerte, eh?”, les sonreí.
“Si, disculpe señora”, me dijo el más grande, “Fue un accidente…”
“Ay, no me digas señora, che…”, me le reí dulcemente, mirándolo, “No soy tan mayor…”
“Bueno, disculpá…”, se rió.
“Están jugando a la pelota en la placita? Ni los escuché…”
“Si, ahí estamos con los otros pibes…”, me dijo el más grande sin sacarme los ojos de encima. El chiquito ya estaba visiblemente con ganas de volver a la plaza, haciendo picar la pelota mientras nos escuchaba.
“Pero vos sos más grande que ellos? Qué hacés jugando?”, le sonreí.
“No, éste es mi primito…”, me dijo y lo miró al nene, “Yo soy de Santa Fé, vine de visita, viste. Lo acompañé para que no haga lío…”, se rió.
“Ay, que amor. Cómo te llamás?”
“Mariano… un gusto.”, me dijo el más grande.
Yo me incliné un poquito y le sonreí al nene, mientras el otro no me podía sacar los ojos de encima, “Y vos, mi amor? Cómo te llamás?”
“Julio…”, me dijo con su vocecita.
“Que bueno, yo soy Trini.”, le sonreí.
“Contestá bien, maleducado…”, se rió el más grande, “Te están saludando….”
El chiquito dudó un poco y lo imitó al primo, “Eeeh… un gusto…”
“Igualmente, Julio”, le sonreí, “Cuántos años tenés, mi amor?”
“Once…”
“Que bueno. Y vos?”, me giré para dejarle una linda y larga mirada al mas grande
“Yo diecinueve tengo…”
“Mmm. Que bueno…”, le sonreí. Con el más grande ya nos estábamos mirando en serio, “Bueno, chicos… vayan, diviértanse… y tengan mas cuidado, si?”
“Si, gracias. Y disculpa de nuevo..”, me sonrió el más grande. El chiquito saludó y se volvió medio al trote rumbeando para la plaza. Ese era el momento. Ya. No había otro.
Cuando el más grande se giró para seguir al primo, no dió dos pasos que lo atajé, “Ah… ah, pará, Mariano?”, se dió vuelta para mirarme y le hice una seña para que se acercara. Cuando lo tuve cerca le dije bajito, “Oime, si querés… cuando terminás de jugar con tu primo y eso… hace un calor bárbaro. Si querés vení y te doy algo frío de tomar, si?”, le sonreí con un poquito de picardía, mirándolo a los ojos.
El pibe entendió enseguida y se sonrió también, “Bueno… bueno, dale Trini, gracias… después cuando termino lo dejo a Julito en casa y… por ahí paso.”
Yo le sonreí y me agarré un poco el borde de la remera, levantándomelo un poquito para que viera la tira de la bombachita roja que llevaba puesta, haciéndome la que me la estaba arreglando y no descubriendo, “Dale… te espero entonces…”. Al pibe se le fueron los ojos para donde me había descubierto y me sonrió mientras yo cerraba la puerta de calle despacito.
Cuando volví a casa y me puse a esperar, me reía sola. Me sentía hasta una extraña yo misma, en mi propia piel, con las cosas que me oía decir y me veía hacer. Pero así tenía que ser. Más directa, más abiertamente sugerente. Más putita. Si no hubiese pasado lo del técnico la semana anterior, ésta situación de ahora con éste pibe ni la hubiese considerado. Les habría devuelto la pelota y listo. Ni se me habría cruzado por la cabeza. Pero la idea de tirarle onda al pibe la verdad que me calentó, y encima no era feo pibe. Tampoco Brad Pitt, pero tenía lo suyo. Y me encantó que había captado la onda enseguida y se lo tomó con naturalidad.
Claro, a menos que yo sea una pelotuda que entendió eso y el pibe volvía nada mas para tomarse algo fresco que una vecina le había ofrecido. Pero lo dudaba. Yo vi bien como me miraba. Y creo que él vió bien cómo lo miraba yo. Me parecía un poco riesgoso, con un pibe de esa edad, pero lo vi ya bastante maduro por cómo actuaba. No era un boludito de esos como algunos adolescentes que hay. No, era un hombrecito.
Me quedé esperando en casa, expectante, hasta que luego de una hora y pico más o menos, me sobresaltó el chillido del timbre. Atendí por el portero y era Mariano. Yo me sonreí. Le fui a abrir y entre sonrisitas y charla, nos fuimos para adentro de casa. Yo seguía con mi remera blanca larga, que me tapaba bien todo pero me dejaba las piernas desnudas al descubierto.
Charlamos un ratito ahí en el living, entre miraditas y sonrisitas, un poco de todo y un poco de nada. Hasta que decidí apretar el acelerador un poco yo, ya que él no lo estaba haciendo. No se si por miedo o por respeto.
“Y? Se divirtieron con Julio? Jugaron mucho?”
“Seh… yo pateo la pelota, que se yo. Era para que se divirtiera él con los amiguitos, nada más…”
“Ay, que dulce que lo acompañaste.”, le sonreí.
“Y… es el primito”, se rió mientras no dejaba de mirarme.
“Bueno, te traigo algo fresco, querés?”
“Bueno, dale… gracias…”
“Coca te gusta?”
“Si, Coca está bien…”, me sonrió.
“O si no? Que te gusta?”
“Ufff… tantas cosas me gustan…”, se rió mirándome y me descolocó un poco. O yo lo había juzgado prematuramente o al pibe se le estaba yendo la vergüenza rápido.
Yo me reí alegremente, “Mmmm… mejor no pregunto… vení a la cocina, la tomamos ahí”
Fuimos para la cocina, yo sintiendo los ojos del pibe clavados en mi espalda y seguimos charlando mientras nos servía dos vasos de coca con hielo y los tomábamos ahí.
“Así que sos de Santa Fe… que bueno. De que parte?”
“San Genaro… es un pueblito, eh? No te creas que es gran cosa”, se sonrió.
“Pero debe ser muy lindo ahí. Nada que ver con ésto.”
“No, acá hay lindas cosas también…”, se sonrió solo, “Pero si, zafa, que se yo.”
“Y tenés novia allá?”
“Si, claro…”
“Cómo se llama?”
“Almendra”, se rió
“Wow.. que nombre mas lindo. Poco común, pero lindo”, me sonreí, “Y, qué onda con ella?”
“Nada, todo bien.”, asintió, “Y vos vivís sola acá o con tu novio?”
Yo sacudí la cabeza y me puse un poco seria, “Nah, con mi novio. Pero a diferencia de vos, todo mal!”, me reí un poco tristemente.
“Eh, por que? Si se puede saber…”, me preguntó.
Yo me encogí de hombros y le dejé una sonrisita chiquita mientras lo miraba a los ojos, “Y… no me da bola.”
“Nah, en serio?”, lo vi honestamente sorprenderse.
“Si, en serio. Yo ya no sé si me quiere o que…”
“Uh, que macana, che. Que lástima…”, me dijo, “Pero hubo un problema o algo? De curioso nomás…”
Yo lo miré, “Si… me metió los cuernos hace un tiempo”, le dije la verdad.
Mariano sólo me miró y asintió lentamente, tomando su coca. Yo decidí apretar más el acelerador. Cuanto más lo miraba al pibe, por algún motivo más me estaba calentando todas las cosas que me estaba imaginando hacerle, y que me hacía.
“Vos lo harías?”, le pregunté mirándolo fijo.
“Qué cosa?”
“Meterle los cuernos a tu novia. Te pregunto porque me interesa saber que piensa un hombre de todo ésto…”
El se sonrió en silencio y lo pensó unos segundos, “Yyyy… que ssse yo…”
Yo me reí, “Dale, Mariano… sin vergüenza. Yo te fui honesta recién, vos también podés, no?”
“Si, ya se, no es eso…”
“Y qué es? Vos no mirás otras chicas?”, le sonreí.
“Claro que miro! Mirar se puede!”
“Obvio que se puede… pero lo harías? Digo, si mirás, y mirar está bien, no te darían ganas de más?”
El se rió, “Ganas siempre hay, che… no pasa por ahí.”
“Por donde pasa, entonces?”, le pregunté.
“Y… por si se da o no…”
“Ay, no te entiendo, Mariano…”
El pibe pensó un momento cómo explicarme, “Pasa que donde vivo… en serio, es un pueblito. Nos conocemos todos, viste como es…”
Yo me reí, ahí lo capté, “Aaaahhh… claro, que boluda… si ahora entiendo, es difícil ahí.”
“Claro, se puede armar un tremendo bardo…”, se rió.
“Si, claro. Pero bueno… ahora estás acá de visita…”, se la tiré así nomás, con una muequita picarona.
Mariano nada más me miró y se sonrió solo, enterrando la cara en el vaso de coca. Tenía que acelerar más. Con cuidado, si, pero tenía que dejárselo mucho, pero mucho más claro al pibe.
“Ah! Nada que ver, no? Pero vos viste donde cayó la pelota?”, me reí.
“No? En el patio no era?”
“Si, pero vení… te lo quiero mostrar, fue rarísimo…”, le sonreí y me fuí para el living.
“Uh, a ver…”, lo escuché decir y me siguió.
Llegamos al living y le señalé un lugar del patiecito, desde adentro a través del ventanal. El sol seguía pegando con fuerza afuera, “Ves ahí donde está la regadera y las macetas esas?”
“Si… ahí cayó?”
“Si… justo ahí”, le dije, acercándome un poquito a él de costado mientras le mostraba, “Lo raro es que cayó justo, pero justo eh… justo donde yo a veces me pongo a tomar sol.”
El se rió, “Ah… mira vos… que justo. Si estabas te ligabas un pelotazo.”
“Si, por suerte yo cuando salgo a tomar sol, salgo más tarde. Cuando no pega tan fuerte.”, le sonreí.
“Claro…”
“Igual estoy re pálida, tengo que tomar más…”
“No. Te parece? Yo te veo bien… bah, no sé…”, me miró de arriba a abajo.
Yo le sonreí. Era ahora. Ese era el momento.
“Ay, nada que ver… vos me viste? Mirá….”, le dije y sin esperar que me contestara caminé un par de pasitos para alejarme y directamente me saqué la remera, tirándola por ahí y quedándome en mi corpiño y bombachita roja. Cuando me di vuelta para mirarlo, le dejé una sonrisita medio por encima del hombro y vi que al pobre pibe se le habían puesto los ojos como dos platos. No podía creer que ésto le estaba pasando y menos podía sacarme los ojos del culo, “Mirá… estoy hecha una vampira… re pálida…”

Mariano nada más sonreía y me bebía el cuerpo con los ojos. Finalmente me habló, pero estaba como embobado tratando de procesar lo que estaba ocurriendo, “Ehh… n-nada que ver… para mi eeh... no estás pálida, para mi estás….”, se quedó ahí sin poder encontrar qué decir.
Yo le largué una risita, “Ay, que te pasa, dulce? Me vas a decir que nunca viste una mujer?”
“No… si, obvio…”
“A Almendra nunca la viste así?”, me sonreí, “No tienen sexo ustedes?”
El se sonrió, sin dejar de admirarme, “Si, claro…”
Yo me moví despacito hasta el silloncito que teníamos ahí y me senté cómodamente, estirándome un poquito, “Mmh vení, ponete cómodo si querés… vas a estar parado todo el tiempo…”, le sonreí. Mariano me devolvió la sonrisa y se sentó conmigo, mientras los dos nos mirabamos, sentados así cerquita. Yo largué un suspirito mientras lo observaba y jugaba un poco con mi vaso de coca, “Por eso.. Si vos y tu novia tienen sexo… no sé qué te extraña de verme…”
“Es que... sos muy linda, Trini…perdoná si… si me colgué…”
Yo le sonreí, “Ay, para nada, mi amor… tranqui… todo bien. No te sientas con vergüenza.”
“No, claro…todo bien…”, al pibe por fin lo estaba notando visiblemente caliente. Por primera vez.
“Además… mmm, no sé… te puedo hacer una confesión?”, le sonreí y le dije medio bajito
“Si… claro, que?”
“La verdad que te envidio”, le dije.
El se rió, “Eh? Envidia de que?”
Yo tragué saliva y despacito le puse una mano en el pecho, acariciándolo con las puntas de mis dedos por sobre la remera. Lo miré bien a esos ojos dulzones que tenía y con el mismo tono bajito directamente se lo tiré sin diplomacia o anestesia, “Envidia de vos… de vos y tu novia… a mi… sabés cuánto hace que no me cogen?”
El pibe me miró con fuego en los ojos y se animó por fin. Sentí como me empezó a acariciar una pierna que tenía cerca, “Mmm… no sé… cuánto?”
“Un montón”, le dije seriamente. Rogaba que se creyera esa mentira.
“Eso no te lo creo… eso si que es una pena en serio… una mina hermosa como vos…”, me sonrió.
Yo le acerqué la cara un poquito más, bien cerca, mientras los dos nos seguíamos acariciando y mirándonos, “Mariano… sos muy lindo…”
“Vos también…”, me dijo y me sintió la pierna más intensamente.
“Querés que… bueno… yo no le digo nada a mi novio… y vos… vos no le decís nada a la tuya?”, le sonreí.
Mariano me sonrió ampliamente, “Ufff… si… dale, sos hermosa…”
Nos empezamos a apretar ahí en el silloncito, al principio suave pero eso no duró. Los dos estábamos ya por demás calientes. Enseguida nos empezamos a matar a besos, a lenguetazo limpio mientras nuestras manos recorrían los cuerpos del otro. Y de nuevo me encantó la sensación. La excitación de estar con otro, por más que para mí fuera un pibito, un hombrecito. Las espinitas que sentía en el estómago y, poco a poco, también en mi vagina. Las espinitas de sentirse deseada.
Estuvimos así un lindo rato, la verdad que Mariano besaba muy bien y a mi me encantaba como su lengua exploraba mi boca y se trenzaba con la mía, las dos jugando y dándose placer. En un break, mientras tomaba aire le jadeé un poquito al oído, refregándole dulcemente mi cara, “mmm… necesito que me cojas, bebé… necesito que me cojas lindo…. Porfa….”
Mariano protestó de placer al oír eso y con una mano se tironeó de la bermuda que llevaba y, ya sin vergüenza, dejó salir su pija al aire que ya la tenía por cierto bien erecta y dura. Yo la miré y gemí solita al verla, la verdad que era linda. No era super grande ni nada de eso, pero bien formada y cuando la tomé en mi mano me encantó lo caliente que la sentía.
Me deslicé hacia ella y, de rodillas al lado del pibe, la empecé a mamar con ganas, mientras lo oía gemir y jadear suavecito. Otra vez la hermosa sensación de tener una verga en la boca me invadió. Mis propios gemidos de placer se mezclaban con los de el, mientras los dos nos amabamos asi. Yo degustando su verga, complaciéndola, y él con su mano acariciándome el pelo, mi hombro, mi culo, estrujándome suavemente una teta…
Cómo adoraba tener una pija en la boca, Dios….

El hecho de que el pibe no era el tipo de hombre que me gustaba o realmente calentaba ni me pasó por la cabeza. A mi me gustaban más fornidos, más grandes… más viejos, quizás, y más machos. Pero eso no era culpa del pibe ahora. Él era como era. Y yo era la puta que lo estaba mamando y amando tal cual era. Y cómo me calentaba serlo.
“Aaah… Trini… que hermosa que sos… la puta madre!”, lo escuché decirme. Me la saqué un poco de la boca y le sonreí mientras me la frotaba por los labios
“Que pija hermosa tenés, bebé… que rica…”
“No pares… seguí… mmm…”, lo vi cerrar los ojos y disfrutar así. Yo me sonreí y se la seguí chupando, lamiendo, jugando con la cabeza hinchada con mi lengua dentro de mi boca, disfrutando la pija de éste machito a pleno.
Luego de unos minutos de ese hermoso placer que nos estábamos dando, me salí y mientras me sequé un poco la saliva de los labios lo miré a los ojos mientras me sacaba mi lingerie.
“Mmm.. cogeme, bebé… dale, porfa…”, le dije y me subí encima de él, montándolo y tomándole la verga entre mis dedos, guiándola a mi conchita.

“Ufff… si dale, que hermosa que estás así…”, me sonrió y me acariciaba las caderas mientras yo hacía lo mío. Me miraba como atolondrado, embobado de mí.
Pronto dejé caer mi peso y lo sentí entrar en mi conchita húmeda, la familiar y hermosa sensación de placer y de cómo mi vagina se ensanchaba.
“Ah! Ayyy… ssssi que lindo… que linda pija, mi amor…”, le susurré en nuestra intimidad mientras me lo empecé a coger lento y suavecito, sintiendo cada centímetro de su dureza.
Mariano me sonreía debajo mío y acompañaba mis movimientos con mis caderas en sus manos, “Hermosa… hermosa…”, me repetía, los ojitos llenos de enamoramiento.
“Ay… ay… no me acabes adentro… porfi, si?”, le pedí entre gemidos.
“Si… mmm… si, tranqui… te la saco…”
“Okey… “, le dije. Ahí empecé a cogermelo más fuerte, con más ganas, embistiendo sus caderas con mi cola y dejando que esa verga se desarrollara toda dentro mío, hasta donde llegara. Por lo que sentía, no era tan grande como la del técnico que me había amado la semana anterior, pero si la notaba más erecta y más dura. El pibe estaba muy, muy caliente.
Nos cogimos los dos así, sin dejar de mirarnos a los ojos y decirnos cositas lindas por un rato, hasta que sentí subirme un lindo orgasmo y me la clavé fuerte adentro, mi cuerpito temblando dulcemente y mi vagina queriendo aprisionar esa pija ahí, dentro de mi. Cuando pasó la oleada de placer de mi orgasmito, le sonreí y me dejé caer sobre él para besuquearnos un poco más.
Estuvimos así unos minutos de dulce besuqueo y caricias, con la pija del pibe aun metida dentro mío, cuando me salí de él y con una sonrisita me puse en cuatro en el sillón, ofreciéndole mis caderas y mi concha otra vez, “Dámela un poquito mas, hermoso, dale…”
Mariano se rió y se puso detrás mio. Tomándome de las caderas directamente me la mandó así, ésta vez con su ritmo. Un poco más duro, más profundo y fuerte. Me hacía jadear y gemir hermoso. Y cuanto más lo oía a él gozar el placer de sentirme, mas placer me daba. El placer de estar complaciendo así a otro extraño.

Mariano duró unos buenos cinco minutos de una linda cogida. No fue muy fuerte, ni muy suave. Fue normal y placentero para mi. Muy placentero. No me hizo ver las estrellas de placer ni me hizo estallar un orgasmo espectacular, pero fue lindo sentirlo así. Mis ojos cerrados de placer y mi sonrisa en los labios, mientras mi cuerpito se sacudía rítmicamente con sus embates eran prueba que la estaba pasando muy bien.
De pronto lo sentí tensarse y agarrarme fuerte, lo escuché protestar entre sus gemidos, “Aaahh… ahhh.. Me vengo, Trini… aaaahhh…”
Yo enseguida me salí y sin perder tiempo, cuando lo vi desplomarse hacia atrás para yacer de nuevo en el sillón, tomé esa pija toda abrillantada con mis jugos y lubricación y me la llevé de vuelta a la boca, pajeándolo fuerte y mamándolo profundo. Pronto lo sentí tensarse y gemir largo, al mismo tiempo que su pija me regalaba toda su leche calentita en la boca. Mariano acababa mucho, era un machito joven y lindo, y pronto la sentí como se me esparcía dulcemente sobre la lengua. Empecé a tragar dulcemente y a gemir por la nariz yo también, mientras me alimentaba con todo lo que el pibe me estaba dando. Todo su semen, todo su amor, todo mío. Al menos ahora, en ese momento, todo mío. Y lo mamé así, dándole mi cariño de putita, hasta que no le salió ni una gota más y todo ya estaba en mi estómago.

Cuando terminé nos sonreímos y me le subí encima de nuevo, sin penetrarme. Nada más yaciendo sobre él en un abrazo mutuo y besándonos, lindo, suave y profundo. Diciéndonos lo hermosos que éramos. Y contándonos todo el placer que nos habíamos dado. Y disfrutando la piel del otro, las caricias y los besos.
Nos quedamos un rato así, los dos desnudos, ya no encima del otro pero sentados y acurrucados, tomando más coca cola fría que fuí a buscar y charlando. De todo y de nada. Nada más éramos una hembra y un machito que se encontraron, se dieron placer y no se volverían a ver. Pero eso, para mí, no lo hacía triste. Lo hacía bello. Satisfactorio. Sin ataduras, solo placer.
Si bien, como dije, Mariano - sin culpa de él alguna - no era mi tipo de hombre, yo la había pasado bien. La había pasado muy bien. Cuando nos despedimos… más bien cuando lo terminé echando porque le decía que ya mi novio iba a volver, nos dimos unos cuantos besos más y nos deseamos lo mejor. Me dijo que cuando volviera a Buenos Aires iba a volver a verme. Yo nada mas me sonreí. Me pidió mi teléfono y yo, sin decirle nada, sólo le guiñé un ojo, le tiré un besito y cerré la puerta de la calle, dejándolo ahí en la vereda, riéndose de mi gesto y devolviéndome el beso al aire.
Era un amor, el pibe. Y yo una hija de puta que lo dejé embobado.
Por supuesto cuando volví a casa y me duché rápido, enseguida agarré el celu y se lo reporté a Roxy. Me puse 2-3, o 3-2 según quién les guste más de nosotras. Cuando mi amiga vio el mensaje me lo contestó con corazoncitos y alentándome, pidiéndome toda la data.
Y así me quedé chateando con ella hasta que a la hora señalada, Ariel regresó a casa y la novela de mi vida volvió, una vez mas, como siempre, a ser transmitida en blanco y negro.
Pero dentro mío era otra historia… y no, no estoy hablando de lo que me pudo haber dejado el técnico físicamente.
Toda la tarde lo pensé, mientras hacía mis cosas. Debería sentirme mal? Por haber corneado a Ariel, de esa manera? Si debería, realmente no lo sentía. Por primera vez en mucho, pero mucho tiempo, me sentía bien. Plena, realizada. Me había sentido deseada y complacida. Era una sensación hermosa. Cuando me venían a la cabeza imágenes de Ariel, sin que yo las llamara, me sentía chata. Mi vida en blanco y negro. Así se sentía. Pero cuando pensaba en el técnico (en realidad más en lo que hicimos que en él), me sonreía sola al acordarme todo lo que nos habíamos dicho, todo lo excitada y nerviosa que me hizo sentir. La situación, las sensaciones, todo. Me hacía sentir bien.
Cuando Ariel llegó como siempre, naturalmente pese a mis miedos de perseguida, fue sencillamente como cualquier otra noche. Me saludó, charlamos un par de cosas, se fue a duchar. Después cenamos algo, miramos un poco de tele y nos fuimos a dormir. Sexo aparentemente ni quiso. Yo no le ofrecí, ni él lo buscó. Nada más se durmió al lado mío, como todas las noches. Mientras yo pensaba en la oscuridad en el técnico. Qué estaría haciendo… si cuando volvió a su casa él también se sentiría feliz por lo que hizo, o si le habría dicho a la novia, o si se la estaría cogiendo pero pensando en mí….cosas que me venían a la cabeza.
Lo cierto es que Ariel, y lo que pudiera pensar o hacer si descubría lo que yo había hecho, o si saltaba a la luz lo que podría hacer en el futuro gracias al juego, me tenía cada vez más sin cuidado.
No ocurrió nada más hasta la otra semana, la siguiente. Durante el fin de semana Ariel estaba en casa, no salíamos, así que no podía hacer nada. Pero lamentablemente la guacha de Roxy no tenía ese problema y me mensajeó con otro gol de ella. Dijo que había sido el pibe que llevaba los diarios al edificio. 3 a 1. La felicité diplomáticamente, pero me enojó por dentro. Todo lo que yo había sufrido internamente con la anticipación y los nervios del día que había ido el técnico… y ésta guacha que aparentemente hacía esos goles como quería, y le salían aparentemente tan fácil. Nada más le dije que la felicitaba, “que bueno” le puse, y me fuí a la pieza mascando un poco de bronca. Sola, ahí en mi cuarto mientras Ariel seguía mirando tele, me puse a pensar que podía hacer para mejorar.
La respuesta fue, básicamente, nada. Roxy corría con la ventaja de vivir donde vivía, en un edificio con gente, en una zona más concurrida y céntrica. Todo eso. Yo tenía que jugar con lo que tenía, no había otra. Ella podía darse el lujo de…
Ah… ahí estaba el quid de la cuestión, pensé. Claro. Ella si quería podía darse el lujo de pasar. De decir que no. De echarse atrás con alguien que le tocara el timbre, si quería. Yo no. Yo no tenía ni ese lujo ni esa ventaja. Yo tenía que meter los goles si o si, porque mis chances eran recontra escasas. No podía darme el lujo de errar goles o de no perseguir cualquier oportunidad que se presentara. Ella generaba más chances, yo tenía que meter todas las que me quedaban. No iba a tener otra forma de ganarle salvo, me imaginé, pararme medio en bolas todo el día en la puerta de calle como una madama en un burdel o algo así. Lo que por supuesto no iba a hacer.
Era hora de dejar atrás los nervios y los miedos, pensé. Ya estaba. Ya lo había hecho. Había debutado, por decirlo así, jugado y marcado. Era hora de salir a jugar más en serio. Pensando en todo ésto me dormí.
Por suerte a los tres días de eso, tuve la oportunidad de probar la nueva actitud que me había propuesto tener.
Había sido una mañana y una tarde como cualquier otra. Y yo estaba lista y arreglada sexy, por las dudas, como cualquier otro día. Estaba a la espera, pero como siempre no había pasado nada. Había un sol afuera que rajaba la tierra, no iba a haber mucha gente dando vueltas, me imaginé, por lo menos hasta más tarde. Eran cerca de las tres de la tarde, ya hacía rato que había almorzado, lavado los platos y estaba sentada en la compu, mirando algunos videos en Youtube con los auriculares puestos.
De pronto me sobresaltó un ruido raro en el patiecito que tenemos. Como algo que caía, un peso o algo así, no se describirlo, y otras cosas que se caían al piso. Lo primero que pensé fue que se había metido alguien, pero me pareció raro porque nuestras paredes del patio eran bastante altas y nunca había sucedido. Un poco temerosa espié por las ventanas pero no vi a nadie, ni tampoco vi nada fuera de lo normal. Habría sido un ruido extraño de esos que a veces una escucha y vaya una a saber que era. Así que volví a lo mío.
Pero a los pocos minutos empecé a escuchar los sonidos de los timbres de los otros PH. Alguien estaba tocándolos todos desde la calle, y en la quietud de las tardes o las mañanas, era normal escuchar bajito desde casa cuando tocaban los timbres en otras unidades. Hasta que finalmente me sobresalté de nuevo cuando inevitablemente sonó el mío.
Pensé que estaba lista, pero no. De nuevo me saltaron los mismos nervios y los mismos miedos que había tenido cuando había sido lo del técnico. Claro, ahora menores, no tan intensos, pero los sentía igual. Tomando coraje atendí el portero eléctrico y pregunté quién era. Me salió la voz de un pibe, me pareció, una voz medio afinada. Nada más dijo “Señora… se nos cayó la pelota ahí… se fija?”
Ahí me cayó la ficha y me sentí por un lado aliviada, que era un nene con el que no iba a hacer nada y no le iba a permitir a Roxy que me lo contabilizara. Pero por el otro, mosqueada porque era alguien con quien no podía hacer nada. Otra oportunidad perdida. Nuestro PH era el del fondo y si bien no lindaba, estaba bastante cerca de una placita de nuestra cuadra y muy de vez en cuando algún zarpado que estaba jugando al fútbol se confundía, hacía una de rugby y nos colgaba la pelota a nosotros. Ya había pasado un par de veces.
Le dije por el portero que ya le abría y, para no hacer cagadas, manoteé una remera que tenía ahí cerca y me la puse. Me quedaba bien larga y me tapaba todo, porque estaba nada más con mi ropa interior roja bien sexy. No iba a salir y aparecerle así a un nene.
Cuando salí a abrir la puerta de la calle… vi que eran dos. Uno era un pibito que no parecía tener más de once o doce años, cuando me dijo “Hola” era la voz del que me había hablado por el portero. El otro era más alto y más grande, debía tener diecisiete o hasta dieciocho. Pero yo nunca me daba cuenta bien con los pibes de esa edad, porque ya a veces se tatuaban, o andaban todos con el cortecito ese de pelo y gorrita que los hacía ver a todos iguales y ni podía distinguir si tenían quince o veinticinco. Cuando el más grande me dijo “Hola” también, noté que me fichó un poco, pese a que tenía la remera que me cubría todo. El más grande me explicó lo que pasó, que estaban jugando en la placita y colgaron la pelota, que lo disculpe pero si por favor me podía fijar si estaba y devolvérsela.
Yo les sonreí y les dije que si, con gusto, que pasaran. No era la situación ideal, para nada, y tenía que ser muy hábil. Con el nene obvio que no iba a hacer nada, pero con el más grande… ya vi que me había fichado. Es más, no me sacaba los ojos de encima. Los hice pasar a casa y abrí la puerta que daba al jardín, diciéndole al chiquito que fuera a buscar la pelota mientras me quedaba con el otro. Era cuestión de segundos, el chico no iba a tardar nada, pero así charlando un par de tonterías me le colgué mirando al más grande y él hizo lo mismo conmigo. Le iba a decir algo pero no tuve tiempo, enseguida el nene volvió al living con su pelota y me agradecieron.
Tenía que hacer algo y no tenía mucho tiempo. Tan solo el tiempo que tardaba en acompañarlos por el pasillo largo hasta la calle y despedirlos. Para cerciorarme que no estaba errando, mientras yo los guiaba y caminaba giré la cabeza por encima del hombro para mirar al más grande que venía atrás mío y, si, era muy evidente como me estaba fichando. Le dejé una sonrisita pícara que por suerte vió y me sonrió él también.
Cuando les abrí la puerta salieron a la calle pero me quedé ahí en el umbral, tratando de darles charla con lo primero que se me pudo venir a la cabeza.
“Tengan cuidado, chicos, no pateen tan fuerte, eh?”, les sonreí.
“Si, disculpe señora”, me dijo el más grande, “Fue un accidente…”
“Ay, no me digas señora, che…”, me le reí dulcemente, mirándolo, “No soy tan mayor…”
“Bueno, disculpá…”, se rió.
“Están jugando a la pelota en la placita? Ni los escuché…”
“Si, ahí estamos con los otros pibes…”, me dijo el más grande sin sacarme los ojos de encima. El chiquito ya estaba visiblemente con ganas de volver a la plaza, haciendo picar la pelota mientras nos escuchaba.
“Pero vos sos más grande que ellos? Qué hacés jugando?”, le sonreí.
“No, éste es mi primito…”, me dijo y lo miró al nene, “Yo soy de Santa Fé, vine de visita, viste. Lo acompañé para que no haga lío…”, se rió.
“Ay, que amor. Cómo te llamás?”
“Mariano… un gusto.”, me dijo el más grande.
Yo me incliné un poquito y le sonreí al nene, mientras el otro no me podía sacar los ojos de encima, “Y vos, mi amor? Cómo te llamás?”
“Julio…”, me dijo con su vocecita.
“Que bueno, yo soy Trini.”, le sonreí.
“Contestá bien, maleducado…”, se rió el más grande, “Te están saludando….”
El chiquito dudó un poco y lo imitó al primo, “Eeeh… un gusto…”
“Igualmente, Julio”, le sonreí, “Cuántos años tenés, mi amor?”
“Once…”
“Que bueno. Y vos?”, me giré para dejarle una linda y larga mirada al mas grande
“Yo diecinueve tengo…”
“Mmm. Que bueno…”, le sonreí. Con el más grande ya nos estábamos mirando en serio, “Bueno, chicos… vayan, diviértanse… y tengan mas cuidado, si?”
“Si, gracias. Y disculpa de nuevo..”, me sonrió el más grande. El chiquito saludó y se volvió medio al trote rumbeando para la plaza. Ese era el momento. Ya. No había otro.
Cuando el más grande se giró para seguir al primo, no dió dos pasos que lo atajé, “Ah… ah, pará, Mariano?”, se dió vuelta para mirarme y le hice una seña para que se acercara. Cuando lo tuve cerca le dije bajito, “Oime, si querés… cuando terminás de jugar con tu primo y eso… hace un calor bárbaro. Si querés vení y te doy algo frío de tomar, si?”, le sonreí con un poquito de picardía, mirándolo a los ojos.
El pibe entendió enseguida y se sonrió también, “Bueno… bueno, dale Trini, gracias… después cuando termino lo dejo a Julito en casa y… por ahí paso.”
Yo le sonreí y me agarré un poco el borde de la remera, levantándomelo un poquito para que viera la tira de la bombachita roja que llevaba puesta, haciéndome la que me la estaba arreglando y no descubriendo, “Dale… te espero entonces…”. Al pibe se le fueron los ojos para donde me había descubierto y me sonrió mientras yo cerraba la puerta de calle despacito.
Cuando volví a casa y me puse a esperar, me reía sola. Me sentía hasta una extraña yo misma, en mi propia piel, con las cosas que me oía decir y me veía hacer. Pero así tenía que ser. Más directa, más abiertamente sugerente. Más putita. Si no hubiese pasado lo del técnico la semana anterior, ésta situación de ahora con éste pibe ni la hubiese considerado. Les habría devuelto la pelota y listo. Ni se me habría cruzado por la cabeza. Pero la idea de tirarle onda al pibe la verdad que me calentó, y encima no era feo pibe. Tampoco Brad Pitt, pero tenía lo suyo. Y me encantó que había captado la onda enseguida y se lo tomó con naturalidad.
Claro, a menos que yo sea una pelotuda que entendió eso y el pibe volvía nada mas para tomarse algo fresco que una vecina le había ofrecido. Pero lo dudaba. Yo vi bien como me miraba. Y creo que él vió bien cómo lo miraba yo. Me parecía un poco riesgoso, con un pibe de esa edad, pero lo vi ya bastante maduro por cómo actuaba. No era un boludito de esos como algunos adolescentes que hay. No, era un hombrecito.
Me quedé esperando en casa, expectante, hasta que luego de una hora y pico más o menos, me sobresaltó el chillido del timbre. Atendí por el portero y era Mariano. Yo me sonreí. Le fui a abrir y entre sonrisitas y charla, nos fuimos para adentro de casa. Yo seguía con mi remera blanca larga, que me tapaba bien todo pero me dejaba las piernas desnudas al descubierto.
Charlamos un ratito ahí en el living, entre miraditas y sonrisitas, un poco de todo y un poco de nada. Hasta que decidí apretar el acelerador un poco yo, ya que él no lo estaba haciendo. No se si por miedo o por respeto.
“Y? Se divirtieron con Julio? Jugaron mucho?”
“Seh… yo pateo la pelota, que se yo. Era para que se divirtiera él con los amiguitos, nada más…”
“Ay, que dulce que lo acompañaste.”, le sonreí.
“Y… es el primito”, se rió mientras no dejaba de mirarme.
“Bueno, te traigo algo fresco, querés?”
“Bueno, dale… gracias…”
“Coca te gusta?”
“Si, Coca está bien…”, me sonrió.
“O si no? Que te gusta?”
“Ufff… tantas cosas me gustan…”, se rió mirándome y me descolocó un poco. O yo lo había juzgado prematuramente o al pibe se le estaba yendo la vergüenza rápido.
Yo me reí alegremente, “Mmmm… mejor no pregunto… vení a la cocina, la tomamos ahí”
Fuimos para la cocina, yo sintiendo los ojos del pibe clavados en mi espalda y seguimos charlando mientras nos servía dos vasos de coca con hielo y los tomábamos ahí.
“Así que sos de Santa Fe… que bueno. De que parte?”
“San Genaro… es un pueblito, eh? No te creas que es gran cosa”, se sonrió.
“Pero debe ser muy lindo ahí. Nada que ver con ésto.”
“No, acá hay lindas cosas también…”, se sonrió solo, “Pero si, zafa, que se yo.”
“Y tenés novia allá?”
“Si, claro…”
“Cómo se llama?”
“Almendra”, se rió
“Wow.. que nombre mas lindo. Poco común, pero lindo”, me sonreí, “Y, qué onda con ella?”
“Nada, todo bien.”, asintió, “Y vos vivís sola acá o con tu novio?”
Yo sacudí la cabeza y me puse un poco seria, “Nah, con mi novio. Pero a diferencia de vos, todo mal!”, me reí un poco tristemente.
“Eh, por que? Si se puede saber…”, me preguntó.
Yo me encogí de hombros y le dejé una sonrisita chiquita mientras lo miraba a los ojos, “Y… no me da bola.”
“Nah, en serio?”, lo vi honestamente sorprenderse.
“Si, en serio. Yo ya no sé si me quiere o que…”
“Uh, que macana, che. Que lástima…”, me dijo, “Pero hubo un problema o algo? De curioso nomás…”
Yo lo miré, “Si… me metió los cuernos hace un tiempo”, le dije la verdad.
Mariano sólo me miró y asintió lentamente, tomando su coca. Yo decidí apretar más el acelerador. Cuanto más lo miraba al pibe, por algún motivo más me estaba calentando todas las cosas que me estaba imaginando hacerle, y que me hacía.
“Vos lo harías?”, le pregunté mirándolo fijo.
“Qué cosa?”
“Meterle los cuernos a tu novia. Te pregunto porque me interesa saber que piensa un hombre de todo ésto…”
El se sonrió en silencio y lo pensó unos segundos, “Yyyy… que ssse yo…”
Yo me reí, “Dale, Mariano… sin vergüenza. Yo te fui honesta recién, vos también podés, no?”
“Si, ya se, no es eso…”
“Y qué es? Vos no mirás otras chicas?”, le sonreí.
“Claro que miro! Mirar se puede!”
“Obvio que se puede… pero lo harías? Digo, si mirás, y mirar está bien, no te darían ganas de más?”
El se rió, “Ganas siempre hay, che… no pasa por ahí.”
“Por donde pasa, entonces?”, le pregunté.
“Y… por si se da o no…”
“Ay, no te entiendo, Mariano…”
El pibe pensó un momento cómo explicarme, “Pasa que donde vivo… en serio, es un pueblito. Nos conocemos todos, viste como es…”
Yo me reí, ahí lo capté, “Aaaahhh… claro, que boluda… si ahora entiendo, es difícil ahí.”
“Claro, se puede armar un tremendo bardo…”, se rió.
“Si, claro. Pero bueno… ahora estás acá de visita…”, se la tiré así nomás, con una muequita picarona.
Mariano nada más me miró y se sonrió solo, enterrando la cara en el vaso de coca. Tenía que acelerar más. Con cuidado, si, pero tenía que dejárselo mucho, pero mucho más claro al pibe.
“Ah! Nada que ver, no? Pero vos viste donde cayó la pelota?”, me reí.
“No? En el patio no era?”
“Si, pero vení… te lo quiero mostrar, fue rarísimo…”, le sonreí y me fuí para el living.
“Uh, a ver…”, lo escuché decir y me siguió.
Llegamos al living y le señalé un lugar del patiecito, desde adentro a través del ventanal. El sol seguía pegando con fuerza afuera, “Ves ahí donde está la regadera y las macetas esas?”
“Si… ahí cayó?”
“Si… justo ahí”, le dije, acercándome un poquito a él de costado mientras le mostraba, “Lo raro es que cayó justo, pero justo eh… justo donde yo a veces me pongo a tomar sol.”
El se rió, “Ah… mira vos… que justo. Si estabas te ligabas un pelotazo.”
“Si, por suerte yo cuando salgo a tomar sol, salgo más tarde. Cuando no pega tan fuerte.”, le sonreí.
“Claro…”
“Igual estoy re pálida, tengo que tomar más…”
“No. Te parece? Yo te veo bien… bah, no sé…”, me miró de arriba a abajo.
Yo le sonreí. Era ahora. Ese era el momento.
“Ay, nada que ver… vos me viste? Mirá….”, le dije y sin esperar que me contestara caminé un par de pasitos para alejarme y directamente me saqué la remera, tirándola por ahí y quedándome en mi corpiño y bombachita roja. Cuando me di vuelta para mirarlo, le dejé una sonrisita medio por encima del hombro y vi que al pobre pibe se le habían puesto los ojos como dos platos. No podía creer que ésto le estaba pasando y menos podía sacarme los ojos del culo, “Mirá… estoy hecha una vampira… re pálida…”

Mariano nada más sonreía y me bebía el cuerpo con los ojos. Finalmente me habló, pero estaba como embobado tratando de procesar lo que estaba ocurriendo, “Ehh… n-nada que ver… para mi eeh... no estás pálida, para mi estás….”, se quedó ahí sin poder encontrar qué decir.
Yo le largué una risita, “Ay, que te pasa, dulce? Me vas a decir que nunca viste una mujer?”
“No… si, obvio…”
“A Almendra nunca la viste así?”, me sonreí, “No tienen sexo ustedes?”
El se sonrió, sin dejar de admirarme, “Si, claro…”
Yo me moví despacito hasta el silloncito que teníamos ahí y me senté cómodamente, estirándome un poquito, “Mmh vení, ponete cómodo si querés… vas a estar parado todo el tiempo…”, le sonreí. Mariano me devolvió la sonrisa y se sentó conmigo, mientras los dos nos mirabamos, sentados así cerquita. Yo largué un suspirito mientras lo observaba y jugaba un poco con mi vaso de coca, “Por eso.. Si vos y tu novia tienen sexo… no sé qué te extraña de verme…”
“Es que... sos muy linda, Trini…perdoná si… si me colgué…”
Yo le sonreí, “Ay, para nada, mi amor… tranqui… todo bien. No te sientas con vergüenza.”
“No, claro…todo bien…”, al pibe por fin lo estaba notando visiblemente caliente. Por primera vez.
“Además… mmm, no sé… te puedo hacer una confesión?”, le sonreí y le dije medio bajito
“Si… claro, que?”
“La verdad que te envidio”, le dije.
El se rió, “Eh? Envidia de que?”
Yo tragué saliva y despacito le puse una mano en el pecho, acariciándolo con las puntas de mis dedos por sobre la remera. Lo miré bien a esos ojos dulzones que tenía y con el mismo tono bajito directamente se lo tiré sin diplomacia o anestesia, “Envidia de vos… de vos y tu novia… a mi… sabés cuánto hace que no me cogen?”
El pibe me miró con fuego en los ojos y se animó por fin. Sentí como me empezó a acariciar una pierna que tenía cerca, “Mmm… no sé… cuánto?”
“Un montón”, le dije seriamente. Rogaba que se creyera esa mentira.
“Eso no te lo creo… eso si que es una pena en serio… una mina hermosa como vos…”, me sonrió.
Yo le acerqué la cara un poquito más, bien cerca, mientras los dos nos seguíamos acariciando y mirándonos, “Mariano… sos muy lindo…”
“Vos también…”, me dijo y me sintió la pierna más intensamente.
“Querés que… bueno… yo no le digo nada a mi novio… y vos… vos no le decís nada a la tuya?”, le sonreí.
Mariano me sonrió ampliamente, “Ufff… si… dale, sos hermosa…”
Nos empezamos a apretar ahí en el silloncito, al principio suave pero eso no duró. Los dos estábamos ya por demás calientes. Enseguida nos empezamos a matar a besos, a lenguetazo limpio mientras nuestras manos recorrían los cuerpos del otro. Y de nuevo me encantó la sensación. La excitación de estar con otro, por más que para mí fuera un pibito, un hombrecito. Las espinitas que sentía en el estómago y, poco a poco, también en mi vagina. Las espinitas de sentirse deseada.
Estuvimos así un lindo rato, la verdad que Mariano besaba muy bien y a mi me encantaba como su lengua exploraba mi boca y se trenzaba con la mía, las dos jugando y dándose placer. En un break, mientras tomaba aire le jadeé un poquito al oído, refregándole dulcemente mi cara, “mmm… necesito que me cojas, bebé… necesito que me cojas lindo…. Porfa….”
Mariano protestó de placer al oír eso y con una mano se tironeó de la bermuda que llevaba y, ya sin vergüenza, dejó salir su pija al aire que ya la tenía por cierto bien erecta y dura. Yo la miré y gemí solita al verla, la verdad que era linda. No era super grande ni nada de eso, pero bien formada y cuando la tomé en mi mano me encantó lo caliente que la sentía.
Me deslicé hacia ella y, de rodillas al lado del pibe, la empecé a mamar con ganas, mientras lo oía gemir y jadear suavecito. Otra vez la hermosa sensación de tener una verga en la boca me invadió. Mis propios gemidos de placer se mezclaban con los de el, mientras los dos nos amabamos asi. Yo degustando su verga, complaciéndola, y él con su mano acariciándome el pelo, mi hombro, mi culo, estrujándome suavemente una teta…
Cómo adoraba tener una pija en la boca, Dios….

El hecho de que el pibe no era el tipo de hombre que me gustaba o realmente calentaba ni me pasó por la cabeza. A mi me gustaban más fornidos, más grandes… más viejos, quizás, y más machos. Pero eso no era culpa del pibe ahora. Él era como era. Y yo era la puta que lo estaba mamando y amando tal cual era. Y cómo me calentaba serlo.
“Aaah… Trini… que hermosa que sos… la puta madre!”, lo escuché decirme. Me la saqué un poco de la boca y le sonreí mientras me la frotaba por los labios
“Que pija hermosa tenés, bebé… que rica…”
“No pares… seguí… mmm…”, lo vi cerrar los ojos y disfrutar así. Yo me sonreí y se la seguí chupando, lamiendo, jugando con la cabeza hinchada con mi lengua dentro de mi boca, disfrutando la pija de éste machito a pleno.
Luego de unos minutos de ese hermoso placer que nos estábamos dando, me salí y mientras me sequé un poco la saliva de los labios lo miré a los ojos mientras me sacaba mi lingerie.
“Mmm.. cogeme, bebé… dale, porfa…”, le dije y me subí encima de él, montándolo y tomándole la verga entre mis dedos, guiándola a mi conchita.

“Ufff… si dale, que hermosa que estás así…”, me sonrió y me acariciaba las caderas mientras yo hacía lo mío. Me miraba como atolondrado, embobado de mí.
Pronto dejé caer mi peso y lo sentí entrar en mi conchita húmeda, la familiar y hermosa sensación de placer y de cómo mi vagina se ensanchaba.
“Ah! Ayyy… ssssi que lindo… que linda pija, mi amor…”, le susurré en nuestra intimidad mientras me lo empecé a coger lento y suavecito, sintiendo cada centímetro de su dureza.
Mariano me sonreía debajo mío y acompañaba mis movimientos con mis caderas en sus manos, “Hermosa… hermosa…”, me repetía, los ojitos llenos de enamoramiento.
“Ay… ay… no me acabes adentro… porfi, si?”, le pedí entre gemidos.
“Si… mmm… si, tranqui… te la saco…”
“Okey… “, le dije. Ahí empecé a cogermelo más fuerte, con más ganas, embistiendo sus caderas con mi cola y dejando que esa verga se desarrollara toda dentro mío, hasta donde llegara. Por lo que sentía, no era tan grande como la del técnico que me había amado la semana anterior, pero si la notaba más erecta y más dura. El pibe estaba muy, muy caliente.
Nos cogimos los dos así, sin dejar de mirarnos a los ojos y decirnos cositas lindas por un rato, hasta que sentí subirme un lindo orgasmo y me la clavé fuerte adentro, mi cuerpito temblando dulcemente y mi vagina queriendo aprisionar esa pija ahí, dentro de mi. Cuando pasó la oleada de placer de mi orgasmito, le sonreí y me dejé caer sobre él para besuquearnos un poco más.
Estuvimos así unos minutos de dulce besuqueo y caricias, con la pija del pibe aun metida dentro mío, cuando me salí de él y con una sonrisita me puse en cuatro en el sillón, ofreciéndole mis caderas y mi concha otra vez, “Dámela un poquito mas, hermoso, dale…”
Mariano se rió y se puso detrás mio. Tomándome de las caderas directamente me la mandó así, ésta vez con su ritmo. Un poco más duro, más profundo y fuerte. Me hacía jadear y gemir hermoso. Y cuanto más lo oía a él gozar el placer de sentirme, mas placer me daba. El placer de estar complaciendo así a otro extraño.

Mariano duró unos buenos cinco minutos de una linda cogida. No fue muy fuerte, ni muy suave. Fue normal y placentero para mi. Muy placentero. No me hizo ver las estrellas de placer ni me hizo estallar un orgasmo espectacular, pero fue lindo sentirlo así. Mis ojos cerrados de placer y mi sonrisa en los labios, mientras mi cuerpito se sacudía rítmicamente con sus embates eran prueba que la estaba pasando muy bien.
De pronto lo sentí tensarse y agarrarme fuerte, lo escuché protestar entre sus gemidos, “Aaahh… ahhh.. Me vengo, Trini… aaaahhh…”
Yo enseguida me salí y sin perder tiempo, cuando lo vi desplomarse hacia atrás para yacer de nuevo en el sillón, tomé esa pija toda abrillantada con mis jugos y lubricación y me la llevé de vuelta a la boca, pajeándolo fuerte y mamándolo profundo. Pronto lo sentí tensarse y gemir largo, al mismo tiempo que su pija me regalaba toda su leche calentita en la boca. Mariano acababa mucho, era un machito joven y lindo, y pronto la sentí como se me esparcía dulcemente sobre la lengua. Empecé a tragar dulcemente y a gemir por la nariz yo también, mientras me alimentaba con todo lo que el pibe me estaba dando. Todo su semen, todo su amor, todo mío. Al menos ahora, en ese momento, todo mío. Y lo mamé así, dándole mi cariño de putita, hasta que no le salió ni una gota más y todo ya estaba en mi estómago.

Cuando terminé nos sonreímos y me le subí encima de nuevo, sin penetrarme. Nada más yaciendo sobre él en un abrazo mutuo y besándonos, lindo, suave y profundo. Diciéndonos lo hermosos que éramos. Y contándonos todo el placer que nos habíamos dado. Y disfrutando la piel del otro, las caricias y los besos.
Nos quedamos un rato así, los dos desnudos, ya no encima del otro pero sentados y acurrucados, tomando más coca cola fría que fuí a buscar y charlando. De todo y de nada. Nada más éramos una hembra y un machito que se encontraron, se dieron placer y no se volverían a ver. Pero eso, para mí, no lo hacía triste. Lo hacía bello. Satisfactorio. Sin ataduras, solo placer.
Si bien, como dije, Mariano - sin culpa de él alguna - no era mi tipo de hombre, yo la había pasado bien. La había pasado muy bien. Cuando nos despedimos… más bien cuando lo terminé echando porque le decía que ya mi novio iba a volver, nos dimos unos cuantos besos más y nos deseamos lo mejor. Me dijo que cuando volviera a Buenos Aires iba a volver a verme. Yo nada mas me sonreí. Me pidió mi teléfono y yo, sin decirle nada, sólo le guiñé un ojo, le tiré un besito y cerré la puerta de la calle, dejándolo ahí en la vereda, riéndose de mi gesto y devolviéndome el beso al aire.
Era un amor, el pibe. Y yo una hija de puta que lo dejé embobado.
Por supuesto cuando volví a casa y me duché rápido, enseguida agarré el celu y se lo reporté a Roxy. Me puse 2-3, o 3-2 según quién les guste más de nosotras. Cuando mi amiga vio el mensaje me lo contestó con corazoncitos y alentándome, pidiéndome toda la data.
Y así me quedé chateando con ella hasta que a la hora señalada, Ariel regresó a casa y la novela de mi vida volvió, una vez mas, como siempre, a ser transmitida en blanco y negro.
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