La leyenda de los dos amantes.

La leyenda de los dos amantes.

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Ambos jóvenes recién terminaban la sesión de fotografía, revisaban la más reciente imagen capturada, la que sin duda alguna era de lo más hermosa, pues representaba de manera muy bella la intención y la pasión con que ambos habían ido al hotel de paso. Tanto así que incluso, ya hasta se les había olvidado ese detalle.

-¡Es perfecta! -Exclamó Marin con notorio entusiasmo.

-¡Sí! -Respondió Gojou, que recién había visto la imagen.

-Maravillosa.

-El ángulo hace que cambie mucho.

-Qué divertido... ¡Todo es divertidísimo! El cosplay es muy divertido. ¡Me estoy divirtiendo un montón! -Era más que claro que Marin derrochaba alegría y felicidad, pues sin duda aquella experiencia al ser algo único y nuevo en su vida le traería muchos recuerdos, y algunos de ellos bastante graciosos, pero el que ahora se sintiera realizada, haciendo las cosas que más le gustaban en compañía de una persona sumamente querida para ella, no tenía precio.

-Sí. Yo también me divierto. -Se sonrojó el muchacho, pues al igual que Marin, se sentía parte de una cosa más grande, alegrándose por ayudar a cumplir los sueños de su amiga.

Todo estaba muy bien hasta ahí. Sin embargo, la realidad los golpearía prácticamente como un balde de agua fría, más precisamente cuando un gemido de mujer se escuchó en la otra habitación, llegando hasta los oídos de ambos. (ok, ok, yo he ido a algunos hoteles de paso y he tenido esa suerte de nunca escuchar gemidos, en todo caso yo los provoco jsjsjs, pero sí ha de ser algo bien incomodo xd)

<<Se oye algo en la habitación de al lado.>> Pensó él, y al mirar al frente, Gojou se estampó contra una sorpresa bastante agradable...pero no era el momento adecuado.

Notó a Marin sobre él, en la que en otra situación podría ser una posición sexual. Ella tenía poquísima ropa encima, por lo que podía ver perfectamente el hermoso cuerpo de la muchacha.

Nuestro pobre diablo se puso tan rojo en la sesión de fotos al darse cuenta en la que había caído. <<¡Estaba tan metido en la sesión de fotos que le pedí que se subiera!>>

El cuerpo de Gojou lo traicionó, pues poco o nada pudo hacer para evitar que una erección le naciera, y lo peor de todo es que su miembro varonil se encontraba prácticamente debajo de la oquedad femenina de Marin.

-¿Eh? -Cuestionó ella, mirando hacía abajo con una cara de extrañeza, pues ahora sentía un bulto justamente en su entrepierna, ¿qué podría ser aquello?

Reaccionando lo más rápido que pudo, Gojou trataría de solucionar el problema.

-¡Kitagawa, quítate de encima ahora mismo! -Exclamó, desesperado, tomando con sus manos heladas la cintura de Marin, sacándole un gemido de la sorpresa y debido al choque de temperatura, pues su cuerpo, al estar en movimiento, se encontraba cálido.

El celular salió disparado contra el apagador, causando que ambos le dijeran adiós a las luces de la habitación, dejando todo en un absoluto silencio.
hotel

Se pudo escuchar el rechinar de los resortes y el movimiento de la cama, de un momento a otro, ambos se miraban en la obscuridad de la habitación, y el único sonido que se escuchaba era el de sus agitadas respiraciones y corazones.

La sensación que tenía Gojou era algo que no había sentido antes, pues el corazón no le bombeó así nunca.

Hay un hecho, y ese es que cada corazón canta una canción, incompleta, hasta que otro corazón le susurra para terminarla. En esa habitación, la melodía ya había sido concluida...

Los dos jóvenes fueron relajando sus cuerpos, Marin se destapó la boca, y los dos se fueron acercando poco a poco, cerrando sus ojos en el proceso.

Ella tampoco era ajena a esa nueva sensación, ni siquiera cuando se presentó en la convención sintió el corazón tan rápido como ahora, y al final de cuentas lo que venía en seguida era lo mejor, lo que más anhelaba ella.

Eran simplemente como pequeñas niñas y niños, jugando con sus pequeños juguetes. Parece que en realidad todo lo que habían estado haciendo era esperar al amor.

No necesitaban estar asustados. No había necesidad de estar asustados, no cuando es amor real. Sí, es amor real.

Cuando se rompió esa tensión, finalmente el momento llegó a un beso, uno en el que Gojou fue subiendo sus manos hasta la espalda de Marin para pegarla a su cuerpo, y ella hizo lo propio, más precisamente cuando se agarró de sus hombros.

Era un beso tibio, tímido e inseguro, pero conforme fueron pasando los segundos, las cosas fueron cambiando un poco de tono, siendo ahora un verdadero primer beso de amor, uno en el que se entregaba el corazón a cambio.

Las manos de ambos temblaban sin control, era por los nervios de lo que estaba sucediendo, y la única razón por la que no retrocedían, era por amor, no había otra respuesta.

Cuando se rompió esa unión, los dos se miraron a los ojos, sonrojados, sin saber qué decir. Gojou se intentaría zafar de la situación.

-Y-yo...perdón, no debí, no quería, es solo que no pude evitarlo, algo me ganó, aunque no sé exactamente qué es...

-Gojou...nunca suelo decírtelo, y perdóname si soy grosera...pero cállate un poquito. -Ella no perdió el tiempo, lanzándose otra vez a besar a su amado, sacándole una enorme sorpresa.

Pensó que lo había arruinado, que seguramente se ganaría el desprecio de Marin, pero al contrario. Ese pequeño acto que parecía ser insignificante, podría cambiar su vida para siempre.

Por la rudeza con que se había abalanzado sobre él, ambos cayeron en la cama, Kitagawa recargaba sus manos en las almohadas, continuando con un beso que parecía no ser correspondido, lo que la desanimó rápidamente.

-¿Qu-quieres que me detenga? -Preguntó, casi con ganas de llorar.

-N-no, para nada. -Gojou seguía nervioso e indeciso. -¿D-de verdad puedo?

-Sí Gojou, tienes mi permiso. Bésame, tócame...hazme el amor. -Esas últimas palabras hicieron que se le estrujara el corazón al muchacho, sorprendido por la petición.

Ahora que ya tenía el deseo, pero más importante que eso, la autorización de su contraria, decidió finalmente adentrarse a esos terrenos que exploraría junto con la chica que le gustaba sin saberlo.

Y como se lo pidieron, él finalmente accedió a regresar el beso, uno que era suave, casi como una caricia en los labios, incluso resultaba hasta tierno porque parecía que ambos creían que su contrario se rompería si es que eran un poco más rudos.

Eso sí, las manos del muchacho, que cualquiera se pensaría que irían directamente a la espalda baja o al trasero de tan bella chica, sorpresivamente terminaron en sus mejillas, pues ahí fue justamente donde la tomó, teniendo la libertad de usar sus pulgares para tocar con mimo a su contraria.

Sus corazones seguían sin tranquilizarse, y más con la anterior afirmación, ¿eso que hacían escalaría todavía más? Querían descubrirlo, pero claro que tenían miedo.
cosplay

Para Marin, el amor que sentía por Gojou era el faro que la guiaba en esa confusión, diciéndole qué hacer a cada momento.

Y sí, ella fue quien tuvo la hermosa iniciativa de subir el tono de sus besos, de los que Gojou apenas podía seguir el ritmo, y más cuando la muchacha le tomó una mano llevándola hasta su cintura

Y sí, ella fue quien tuvo la hermosa iniciativa de subir el tono de sus besos, de los que Gojou apenas podía seguir el ritmo, y más cuando la muchacha le tomó una mano, llevándola hasta su cintura, la misma todavía tenía las marcas de las manos del muchacho, pues la había sujetado con una fuerza que ni él mismo se podía creer.

La erección del chico había subido de tono así como el beso, pues ahora paseaba su mano por el cuerpo de la bella muchacha, dejándola en un lugar en particular que, al apretarlo, sacó un nuevo gemido en la muchacha.

Esas caricias, así como la intensidad con la que ahora también el muchacho se entregaba a la pasión, causaba que todo se fuera descontrolando, como si el trino de aquel violín comenzara una nueva fase, dejando atrás la obertura.

Así pues, Kitagawa regresó, curiosamente a la posición donde todo había iniciado, sentándose sobre la erección de Gojou, más precisamente para quitarse la peluca, los dientes afilados, inclusive las orejas y los pupilentes, dejando hasta el último lo más importante: la ropa que llevaba y que le cubría los senos.

Ahora el muchacho la veía de esa forma tan única, el cuerpo de la chica ya era sabido por él que era sumamente bello, pero nada como esto, más precisamente por el hecho de que la piel se le había erizado a la chica, no tanto por el fresco que hubiera, sino porque tomó conciencia de que ningún hombre la había visto así, desnuda, y era la primera vez que sucedía. Sin embargo, las palabras que tenía pensadas, daban sentido a todo.

-Ki-Kitagawa, tus ojos...

-Gojou-Kun, quiero hacer el amor contigo no como Ryzu-Kyun, sino como yo, como Marin, sin ninguna clase de máscara o disfraz. Ser verdaderamente yo en este momento.

Ella comenzó a abrir la toga (no sé cómo se llama :'v), que cubría el cuerpo de Gojou, por lo mismo es que él se volvió a sonrojar, cubriéndose la cara, sintiendo mucha pena en ese momento, y más cuando la chica lo agarró de las manos con el objetivo de dejar su rostro al descubierto, lográndolo con una facilidad ineludible, así fue como el beso regresó a la habitación.

Teniendo eso en cuenta, el muchacho comenzó a caer en la tentación, al comienzo solo quería un beso, pensando en que no subiría de tono, pero por la propia voluntad de Marin, las cosas irían hasta sus últimas consecuencias.

Por supuesto que al día siguiente habría responsabilidades, teniendo particularmente en cuenta que él jamás haría lo típico: tener sexo con Marin para dejarla botada a la inmediatez.

Esas preguntas era mejor soltarlas de su espalda para echarlas al mar. Ahora solo quedaba centrarse en lo que se debía.

Ayudando a Marin con la tarea de desvestirse, ella se abalanzó sobre su pecho, acariciándolo y dándole de besos muy pequeños y suaves, casi como si fueran gotas de lluvia, y por lo mismo es que la sensación que le daba era impresionante, así como igual se podría decir de las caricias que ella le daba.

Nunca antes una mujer le había tocado de esa forma, y para ser la primera vez, causaba que la piel se le erizara, y más cuando sentía los pezones de la muchacha en su piel, era interesante.

De ahí, un beso en la mejilla dado de manera magistral le fue obsequiado, siendo algo que le regresó el rubor a sus mejillas.

Sin más, toda la ropa cayó de la cama, ninguno de los dos sabía muy bien cómo poner un condón, así que debían ingeniárselas, ahora todo recaía en recordar lo visto en clases de educación sexual, que les sería útil por primera vez.

Cuando se consiguió, más con ayuda de Gojou, pues las uñas de Kitawaga podían romper el látex del preservativo, llegaba la hora que les volvió a avivar el pulso cardiaco.

El muchacho se colocó arriba, dejando ahora por debajo a su bella compañera.

-¿Segura que no te estás arrepintiendo? -Dijo él, nervioso pero seguro, al menos su erección se mantenía.

-Sí, Gojou. Estoy más que segura. Hazme el amor...sin miedo.

-Está bien. -Cerrando los ojos y suspirando, el muchacho ingresó en su contraria, haciéndole subir sus respiraciones, de ahí que el pulso de ambos se fuera a los cielos. Oficialmente, ambos ya habían perdido su virginidad.

-Go-Gojou. -Gimió ella, respirando todavía con rapidez y nerviosismo.

La cadera del muchacho se movía lentamente, como al son de un delicado vals, casi como si fueran tiernas babosas de la campiña, ella y él se enroscaron bellamente, muy bellamente.
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Él dejó de ser hombre, como ella niña, para ser uno solo, completamente.

Marin buscó la mano de su contrario, encontrándola con facilidad, y de ahí mismo es que la tomó con fuerza, dejando la imagen más bella que hubiera, todo mientras la barrera natural que le impedía el completo paso a Gojou se vio derrocada, el dolor causó que la muchacha apretara con fuerza esa mano que ahora le transmitía una calidez indescriptible.

-¿Te estoy lastimando?

-Es normal, tú sigue, no te detengas, ¿de acuerdo?

-Está bien, Kitagawa. -Sonrió él, robándole un beso, sorprendiéndola a ella, pero al final cerró los ojos, regresándolo con cariño y amor.

Ambos caminaban al pie del mar del cariño, teniendo ya su escafaldra para sumergirse hasta el fondo, en donde volverían a encontrarse a sí mismos, pero ahora empapados de amor.

La muchacha le apretaba con fuerza la piel, pero sin pellizcarla, de ahí mismo es que le quedara prácticamente la misma marca que él le había dejado ya un rato atrás.

Amarró sus piernas en la cadera del chico, sorprendiéndolo, pero también resultaba hasta comprensivo.

Con cada embestida que recibía, ella soltaba un pequeño gemido, teniendo los ojos semi-abiertos, pues quería mirar a los ojos a su pareja, sintiendo que ese momento de la historia era para ellos y para nadie más.

Cuando hicieron un contacto visual notorio, ambos se volvieron a besar, ella subió la mano lentamente hasta la nuca del chico, jalando sus cabellos suavemente, haciendo que su brazo inclusive tuviera el mayor contacto posible con la espalda de él, y ciertamente solamente se soltaron de las manos para poder abrazarse mejor.

Marin llevó su derecha hasta la espalda de Gojou, recorriendo la misma hasta donde podía, tocándolo lo más que se daba el lujo, mientras que él la abrazaba por la espalda, igualmente sus palmas entraban en el mayor contacto que se permitía, teniendo los dedos tan separados como se lo permitía su cuerpo.

Ahora parecía que hubieran vivido lo suficientemente juntos como para decir que se conocían hasta el fondo de su alma, todo resultaba tan conmovedor, y más lo fue cuando unas pequeñas lágrimas caían de las mejillas de Kitagawa, asustando al muchacho.

-¡¿Te lastimé?! -Exclamó él, pensando que había hecho algo mal.

-No, para nada...estoy tan feliz, mi corazón nunca antes había sentido tanto amor, nunca resultó como esto. Creí que ya había estado enamorada antes. Sin embargo, en mi corazón es lo que más he querido. Parece que en realidad estaba destinada a enamorarme de ti, cuando te encontré en el salón de costura, cuando me golpeé la cabeza con tu banca. Deseaba decírtelo, pero te amo, te amo Gojou-Kun, y por eso me siento infinitamente feliz, como no te haces una idea. Me siento tan libre como un pájaro.

-Kitagawa... -Él simplemente se quedó en blanco, pero una sonrisa le ganó, riendo un poco para comenzar a apresurar su paso, haciendo gemir a la chica, esas bellas palabras nunca las imaginó recibir de ella, y mucho menos en una situación así, pero así era, ¿y qué podía hacer?

Simple: regresar tanto amor le fuera posible. -Toma mi mano, te prometo que todo estará bien. A tu lado yo sigo soñando y todo me impresiona como a un niño pequeño.

-Abrázame fuerte, una sonrisa tuya puede construir un imperio, y también conquistar mi corazón.

Como la rapidez con la que los movimientos de Gojou había aumentado con la última plática, de igual manera lo eran los gemidos de Marin, que comenzaban a excitarlo de sobremanera, y más ahora con que ella le susurraba de manera orgullosa que lo amaba.

Era demasiado para él, se movió tan rápido como pudo, perdiéndose en el placer, percatándose de que había sido demasiado rápido.

Cuando trató de solucionar el problema, por una parte ya era tarde. Ahora él gimió de una manera que le sorprendió, su eyaculación incluso fue sentida por la misma Kitagawa, lo que a ella le llenó de alegría.

-¿Qu-qué? ¿Ta-tan pronto? -Exclamó él, confundido. Se sentía avergonzado, no había durado demasiado, y en vista de todo el momento que sucedía, ¿Qué seguía? -Yo...lo siento.

El chico salió de la muchacha, arrodillándose en la cama mientras su erección se desvanecía. Se comenzó a sentir mal, pues la fiesta había durado poco.

<<Soy un inepto...seguramente dejé insatisfecha a Kitagawa, ¡No duré casi nada! Me siento terrible...>> Pensó, en su rostro se notaba la decepción para consigo mismo, y de igual manera la tristeza.

-Me siento terrible, soy un idiota, creí que...que iba bien pero... -Kitagawa le puso su dedo índice en los labios a modo de decirle que guardara silencio.

-¿De verdad crees que me importa? Puedes durar dos horas o dos minutos, yo quería hacer el amor contigo, Gojou. Me siento feliz de lo que acaba de pasar, y de verdad te amo. -Ella lo tomó de los hombros, derribándolo a la cama nuevamente, para acostarse sobre él, acurrucando la cabeza en el pecho del muchacho.

-¿No estás decepcionada de mí? Es que...siento que no fui suficientemente bueno para ti.

-Gojou-kun. -Rió ella. - ¿De verdad solo te preocupaba eso? Mejor olvídalo, no te inquietes por algo tan trivial, es nuestra primera vez, y esa por lo regular es un desastre. De cualquier manera, descansemos un poco, por ahora tengo una mejor idea.

Cubriéndose con las colchas de la cama, ella se pegó a él, tomándolo de la mano mientras recargaba la barbilla en el hombro de su acompañante.

-Siento una paz que no te puedes imaginar. Acabo de hacer el amor con el chico que me gusta, con mi compañero de clase, aquel que me hace mis disfraces. Me hiciste muy feliz hoy.

-No sabía que tus ojos no eran rosas, eso se me hizo raro.

-Bah, como te lo dije, prefiero que sea la Marin de verdad. -Ella, sin poder aguantarlo, abrazó a su contrario, dándole varios besos en la mejilla, se había aguantado tanto el decírselo, que ahora que podía, expresaría de mil y un maneras su amor. -¿Puedo pedirte una cosa? Quizá será demasiado, pero no me la quiero guardar.

-Adelante, soy todo oídos.

-Soy una chica egoísta, y por eso quiero que seas solo para mí. -Lo miró a los ojos. -Quiero que me entregues todo lo que puedas darme, que no te guardes nada, entregame tu amor y a cambio yo te doy el mío. Ámame, di que me amas. No me importa nada más que tú

-Soy bastante ciego para no darme cuenta de lo que en verdad querías. -Sonrió. -Está bien, Kitagawa, acepto tu propuesta.

Ella sonrió, celebrando la ocasión con un beso, uno en el que ambos se abrazaron estando acostados de lado, y claro que la cosa no quedó ahí, puesto que las caricias y los toqueteos no se detuvieron, siendo algo mutuo, pues sí,
Marin Kitagawa

Marin igual disfrutaba del cuerpo de su amado, especialmente de su espalda, y ni hablar de él, pues ya le había visto una buena parte del cuerpo casi desnudo, así que la sabía como una mujer ya hecha y derecha en cuanto a su físico se refería.

La fiesta comenzaba a reanimarse, quedaban condones todavía, así que entre los besos, los "te amo", las caricias y el disfrute del cuerpo del contrario, las cosas se dirigieron a buen término.

Ella se había colocado sobre él una vez más, no era como todo había iniciado, Marin se acaballó sobre Gojou, teniendo las rodillas sobre la cama, ambos se sujetaban de las manos, solo era cuestión de que ella bajara y la magia comenzaría una vez más.

Kitagawa se recostó sobre el pecho de Gojou, de ahí mismo que él inmediatamente la abrazada, sujetandola con fuerza de la espalda mientras la besaba, lo que mantenía la antorcha prendida, y más aún, ambos movían su cadera de arriba para abajo, buscando darse el mayor placer posible.

-No tengas pena, Gojou-kun, tócame como siempre has deseado. Yo sé que eres un pervertido, y eso me gusta porque yo también soy una pervertida. -Sonrió ella, tomando la mano del mencionado para llevar la misma a su trasero, causándole un escalofrío. -Toca todo lo que quieras.

Obedeciendo la petición, él apretó su mano, sacándole una buena sonrisa a Kitawaga, por lo que ambos regresaron a lo suyo, y con mayor razón cuando ella levantó su torso, dejando sus senos a la vista, los mismos rebotaban con cada empuje que se hacía.

Estirando su cuello para alcanzar el de Marin, Gojou de abalanzó prácticamente sobre su yugular, dándole varios besos mientras los movimientos seguían y seguían, siendo ahora más medidos con la velocidad y la fricción que hacían.

Todavía no sabían cuándo sonaría el teléfono, indicando que ya era hora de irse. Eso era lo de menos para ellos, disfrutarían lo que pudieran.

Del cuello, él se lanzó a sus labios, los que degustaba tan calurosamente, como si fuera un té caliente en mitad del invierno.

Y es que, a pesar de que era verano, en sus corazones era invierno, la nieve y el hielo del mismo se iba derritiendo conforme más se unían, y eso se evidenciaba en que en el cuarto comenzaba a hacer calor y ellos sudaban conforme más se iban moviendo.
La leyenda de los dos amantes.


Ambas manos terminaron en el trasero de Kitagawa, cada una de las palmas se paseaba impunemente por los glúteos de la muchacha, como si esos dedos estuvieran buscando algo.

Ella, por el contrario, se iba hacía su espalda, la misma tenía cierto encanto, pues tenía un poco de musculatura que era agradable al tacto, y ni hablar del cabello, el que ella enredaba entre sus dedos.

Mirándose a los ojos, ella lo tomó de ambas mejillas, dándole un beso pequeño, pero que no por eso no era igual de bello. Aunado porque, tras eso, hizo que sus frentes se juntaran

. La muchacha sentía todo, la respiración de su amado en su piel, sus manos tomándola impiadosamente, y sus órganos sexuales tenían un contacto espectacular. La cuenta atrás ya había comenzado.

Sus gemidos se fueron haciendo más sonoros, más frecuentes. Colocando sus manos en los hombros del chico, le dejaría algo bien en claro:

-Déjame encargarme a mí de esta parte. -En efecto, él dejó de moverse, estando más bien al pendiente de los gestos de su contraria.

Ella se movía como le parecía mejor, sus piernas comenzaron a temblarle, se agarró con fuerza de la nuca del muchacho, y pasando los segundos, un espectáculo más hermoso que un amanecer de primavera se manifestaría ante sus ojos.

Kitagawa sacó de su garganta un gemido que, sin duda alguna, había atravesado las paredes del cuarto, aunque eso no era lo importante

. La cara que hacía mientras tenía aquel primer orgasmo logrado en un acto de amor, no tenía precio.

Su cuerpo entero se vio alienado de ella, ahora quien tenía el control del mismo era justamente el placer y de igual manera el amor.

Se retorcía con elegancia, los sonidos que escapaban de sus labios resultaban música para cualquier oído, y su rostro, sonrojado, no podía ser más bello, ni siquiera aunque se esforzara por tal.

Gojou se sorprendió, pues ahora sí estaba seguro de que había complacido a Marin, y no solo eso, sino que fue la herramienta para llevarla a un lugar más lejos del firmamento.

Él sonrió, tomando a Kitawaga de una mejilla para besarle la nariz, pasando después a sus labios.

La cosa no acababa ahí, todavía quedaba algo que les podía gustar, y lo mismo era que experimentarían una de las posiciones codiciadas. Lo único que lamentaban, es que no podrían verse a los ojos.

Marin se apoyó en sus puños, teniendo las rodillas en la cama, adoptando una posición en la que prácticamente todo su trasero quedaba para Gojou, quien no pudo evitar sonrojarse ante aquella vista.

Cerró sus ojos, suspirando, pues lo que seguía era lo interesante. Sus manos tomaron su cintura, él entró con cuidado y facilidad debido a la faena que ya llevaban, por lo mismo es que empezó a mover su cadera apenas tuvo la facilidad, haciendo gemir una vez más a Kitagawa.

-Me gustaría ver tu rostro. -Mencionó ella, la obscuridad apenas era obstáculo para que el muchacho se deleitara con la espalda de Marin, así que no se quejaba en lo absoluto.

Podía ver la línea de su espalda, sucediendo un poco lo de la última vez, que por el frío de las mismas, ella se sobresaltó, dando un gemido que sorprendió a los dos.

No es que importara mucho, sus dedos se fueron paseando hasta que terminaron su recorrido, sacándole un escalofrío a la muchacha, el que incluso le llegó hasta sus dedos.

El sonido que hacían era divertido, al menos para ellos, pero eso era lo de menos, con cada golpeteo de la pelvis del muchacho con el trasero de la mencionada, se iban acelerando sus corazones, y más cuando ahora una de esas manos tomó lo que tenía enfrente.
hotel

Ella se sintió bien, pues su pareja de esa tarde ya había aprendido, no necesitaba decirle qué era lo que le gustaba.

Siendo una cosa más, y algo que ayudaría a los dos, es que ella levantó el torso, y no hubo necesidad otra vez de decirle a su contrario qué hacer.

Él de inmediato la abrazó, juntándola a su cuerpo lo suficiente como para poder besarle las mejillas, además de tocar su cuerpo, por supuesto, que era lo que al final de cuentas ambos deseaban.

-¿Te gusta mi cuerpo? -Preguntó ella, al percatarse de que los abrazos y los toqueteos no habían faltado en ese día.

-No es solo eso, lo que quiero es estar lo más cerca de ti, sentirte a ti y a los latidos de tu corazón. -Algo que le extrañó a la muchacha, es que él recargó su oreja en la espalda de la chica, y como había un silencio que se escuchaba demasiado fuerte, logró distinguir perfectamente los latidos de su corazón. -Me gusta, es como una canción, y es muy linda. Tengo una idea.

Ella, sonriendo por las bellas palabras de su compañero, hizo caso, y ese fue que ambos se arrodillaron en la cama, estando de frente, ambos se vieron a los ojos una vez más, cerrándolos para darse un beso en los labios.

La idea fue simple, pero no por eso menos hermosa. Se abrazaron, juntando sus tórax lo más posible mientras sus caderas hacían todo el trabajo, así podían sentir el latido del otro corazón, ambos cantaban esa melodía de principio a fin, una y otra vez, mientras seguían amándose.

Sus espíritus se habían unido, y más bello fue cuando todo terminó, el tiempo había sido más que el suficiente, así que transmitiendo un gemido al mismo tiempo, el vals de los dos amantes se vio finalizado.

Siguieron abrazados un rato, mirándose a los ojos en la obscuridad de la habitación, quedaba una sola duda en el corazón de la muchacha.

-Gojou-Kun...¿me amarás el día de mañana?

-Aunque me arrebataran la vida no dejaría de amarte.

-Qué bien. Es que sabía que, pasara lo que pasara, nuestra relación no terminaría bien.

-¿Por qué lo dices? ¿Tú solo querías que fuera algo de una noche?

-No, para nada. Es solo que el verdadero amor nunca tiene un final feliz, porque no hay final para el amor verdadero.

-Opino lo mismo que tú. -Entre una pequeña risa de alegría y amor, los dos amantes se dieron un beso en los labios, juntando una vez más sus corazones.

Cayeron a la cama, pero ya no con intenciones de volver a hacer el amor, su amor sería infinito, pero no su energía.

Se tomaron de la mano, abrazándose cómo les era posible, todo mientras se veían a los ojos. No importaba que quedaran 5 minutos, pues la vida es eterna en 5 minutos, solo deseaban abrazarse, besarse, amarse.

Así concluye la leyenda de los dos amantes, y lo que para el autor hubiera pasado si es que no sonaba el teléfono...
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Marin Kitagawa

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