Un padrecito en apuros, capítulo II

Hola, poringuer@s!! En este nuevo posteo les traigo la segunda parte. Espero que les guste.
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Capítulo II
A la mañana siguiente, el padre Julián afeitaba su rostro parsimoniosamente. Había desayunado un té con leche, y unos trozos de pan. Preparó todo para ducharse. Una vez hecho esto, se perfumó el cuerpo. Comenzó a vestirse. Eligió una bonita camisa gris a cuadros, y un pantalón de vestir negro. Calzó sus pies con unos zapatos negros, lustrados de manera impecable.
Como de costumbre, tomó su vinilo favorito, el de Otis Redding. Sonaba melodiosamente For your precious love en el toca-discos. Se sentó en su sillón cómodamente a disfrutar de la canción, mientras iba recordando la nota del día anterior. ¿De quién se trataría?
De repente tocaron a la puerta.
Julián apartó la púa del vinilo, y decidió atender.
Era María, su hermana.
-Vos, otra vez-dijo Julián recibiendola con un beso en la mejilla.
- ¿Cómo no iba a pasar a saludarte, July? Te traje frutas que compré ayer en la verdulería.
-Bueno, gracias- dijo Julián, algo distante.
-¿Qué sucede, July? ¿Por qué sos tan descortés conmigo?
-Nada, Mary.
- Decimelo, por favor - le pidió su hermana, mientras le tomaba la mano.
-Nada, lo que sucede es que ayer recordaba lo que pasó entre nosotros en la adolescencia. Aquella noche...
- July, July... Somos humanos... Siempre te castigas con aquella cogida que nos dimos ... No seas tonto. Le pasa a todo el mundo.
Julián hizo silencio, mientras apartaba la mirada.
Luego charlaron sobre bueyes perdidos. De fondo sonaba la radio con algunas canciones, a bajo volumen, mientras compartían unos ricos mates.
Eran ya casi las diez de la mañana cuando María se fue. Entonces él preparó todo para poder dirigirse a la capilla.
Una vez allí, ingresó usando las respectivas llaves.
Ese día, si bien no había misa, aprovecharía para limpiar el recinto. Luego tendría que atender las consultas de la gente.
Iban llegando uno tras otro. Con paciencia los escuchaba y los orientaba. Luego los despedía amablemente.
Aún quedaban unos fieles, orando.
Fue entonces que ingresó una mujer al lugar.
Era alta, atlética, de aproximadamente 30 años.
Julián al verla se sonrojó, y sintió en su pecho un creciente palpitar.
-¿ Padre Julián?
- Buenos días, sí, ¿ En qué puedo ayudarla?
- Necesito confesarme con usted.
- Bueno, ¿Cómo no?
En la capilla no había confesionario. Julián solía aprovechar uno de los rincones, algo apartados del lugar, para ello.
- Contame, ¿Cómo te llamas?
- Mica... Digo, Micaela.
- Mucho gusto.
El padre Julián tomó dos sillas y las colocó una frente a la otra.
- Bien, te escucho.
Micaela lo miró fijo a los ojos.
- Padre, he pecado... He fornicado con muchos hombres...
- Bueno, puede pasar - dijo Julián - muchas veces cometemos errores...
- Con muchos hombres al mismo tiempo.
Julián se atragantó con su propia saliva.
- Y ahora tengo ganas de cogermelo a usted, padrecito.
Julián se levantó acalorado de la silla.
- ¡Micaela!
- ¡Ya veo! ¡Sos un pelotudo! - exclamó la mujer. Se levantó muy enfadada y se fue.
Julián atónito no supo qué hacer.
Algunos quienes habían escuchado ese insulto tan sonoro, se quedaron estupefactos. Luego voltearon sus rostros y se volvieron a sumergir en sus oraciones.

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Bueno, gente, éste ha sido el nuevo episodio. Espero que les vaya atrapando la saga. Saludos!! 🤗🤗😚

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