Dulce Infidelidad

Me dirigí hacía el lugar acordado, una cervecería cerca del hotel donde había decidido hospedarme. El lugar estaba muy concurrido pero enseguida pude visualizar fácilmente a Jennifer, parada junto a la barra, vistiendo unos leggins negros con botas altas, una camisa de cuadros de esas tipo vestido y su reconocible pelo negro azabache recogido en una larga y preciosa trenza. -¿Que tal el viaje Matías? -. Preguntó nada más acercarme a ella. -Todo bien -. Respondí a la misma vez que nos dábamos dos cordiales besos en la mejilla. Agarré su pequeña maleta de viaje y nos sentamos en una de las pocas mesas libres del local. -¿Algún problema engañando a tu esposa? -. Preguntó nada más sentarnos, en un tono de voz excesivamente alto, tanto que unos chicos de la mesa de al lado no pudieron evitar mirarnos. -Ninguno -. Contesté . - Viajo mucho por trabajo, así que no sospecha nada -. Pedimos un par de cervezas al camarero y después de varios minutos de charla cordial sobre el viaje y demás volvimos a la conversación inicial. -Bueno, dime -. Comenzó a decir. - ¿Que te parezco en persona? -. Preguntó. -Preciosa -. Contesté sinceramente. -Me alegra haberte elegido a ti como mi chica de compañía -. Terminé diciendo con una leve risa. -No me gusta que me llames así -. Dijo de pronto con tono serio. -Perdona… -. Comencé mis disculpas que fueron interrumpidas de forma brusca. -Prefiero el termino “putita” -. Añadió riendo. Casi me atraganto con la cerveza y prácticamente fue la misma reacción que tuvieron los jóvenes de al lado, que habían encontrado en nuestra conversación un entretenimiento para sus cuchicheos. -Tu putita -. Volvió añadir haciendo énfasis en el posesivo. Esta vez fui yo el que no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. -Bueno, ¿Que planes tienes pensados para mí? -. Preguntó de manera coqueta. -Algo tengo pensado -. Respondí con cierto aire de misterio. -Te advierto que no me cabía mucha ropa en la maleta -. Contestó mientras se empezaba a desabrochar la camisa, para quitársela, dejando ver una ajustada camiseta blanca, sin sujetador debajo, en la que se notaban perfectamente sus exuberantes tetas . - Ni sujetador he traído -. Dijo para terminar acariciándose los pechos por encima de la camiseta en la cual se marcaban claramente sus pezones. Miré de reojo a los chicos de la mesa de al lado, que ya no susurraban por lo bajo, si no que no perdían detalle de la preciosa mujer que tenía enfrente mía. -Tranquila, no creo que te haga falta mucha ropa -. Dije con media sonrisa. -Que conste que te dije que con lo que habías pagado por mí, eras libre de elegir -. Añadió de manera pícara. Solté una carcajada mientras veía como Jennifer miraba de reojo a la mesa de los chicos, los cuales nos observaban como si estuvieran viendo el inicio de una película porno. -¿Vamos al hotel a dejar tu maleta? -. Pregunté apurando de un sorbo mi cerveza. -Claro -. Respondió ella. Pagué y al levantarnos de la mesa para marcharnos, Jennifer se acercó a los jóvenes de manera coqueta. -Chicos. ¿Tenéis un boli? -. Preguntó luciéndose delante de ellos. - Sí -. Respondió raudo uno de ellos sacando un bolígrafo de la mochila que llevaba. Jennifer cogió una servilleta y vi claramente como apuntaba un número de teléfono y se lo entregaba al chico que le había prestado el bolígrafo. Me agarró del brazo y nos marchamos de allí dejando a los tres jóvenes atónitos. -Negocios -. Me dijo guiñándome un ojo mientras nos encaminábamos al hotel. Nada más llegar a la habitación pude ver como Jennifer observaba con atención toda la estancia, parándose a mirar de manera concreta el enorme espejo que cubría toda la puerta del armario de al lado de la cama. - Voy al baño -. Le dije. -Enseguida te lo dejo libre, por si te quieres duchar o cualquier cosa y luego te invito a comer -. Tardé a penas dos minutos y cuando salí del baño mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme a Jennifer totalmente desnuda encima de la cama. Abierta de piernas y acariciándose las tetas con una mano y el coño con la otra. -¿Y si te invito yo a comer? -. Preguntó de manera lasciva. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver a esa belleza desnuda en la cama, abierta para mí. -Joder… -. Fue lo único que alcance a decir, sin poder dejar de mirar ese precioso chochito depilado. -O si quieres me visto y nos vamos -. Añadió llevándose las dos manos al coño para abrírselo ante mi atenta mirada. - Tú decides, quien paga manda -. Sentenció. No pude evitarlo. Sin pensarlo me lancé hacía ella y al segundo ya tenia mi lengua saboreando su sexo. Tan caliente, tan húmedo. Era delicioso. -Soy toda tuya Matías -. Dijo suspirando mientras apretaba mi cabeza contra su coño. Comencé a succionar con fuerza su clítoris mientras introducía dos dedos en su interior, los cuales entraron con mucha facilidad. Estaba muy húmeda y eso me excitaba mucho. Usé toda mi experiencia...

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